17 de octubre de 1945: el nacimiento del peronismo

Publicado el 5 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

El Día que Cambió la Historia Argentina: El Surgimiento del Peronismo

El diecisiete de octubre de mil novecientos cuarenta y cinco marca un antes y un después en la historia argentina, no solo por la magnitud del evento en sí, sino por las profundas transformaciones sociopolíticas que desencadenó. Ese día, miles de trabajadores, en su mayoría provenientes de los cordones industriales del Gran Buenos Aires, convergieron en la Plaza de Mayo para exigir la liberación de Juan Domingo Perón, quien había sido detenido por el gobierno militar que temía su creciente influencia entre las clases populares.

La movilización espontánea, aunque con cierta organización previa a través de sindicatos y activistas, demostró el poder emergente de un sector social que hasta entonces había sido marginado de las decisiones políticas. La imagen de las masas obreras, con sus pies descalzos o calzados con alpargatas, llenando la plaza frente a la Casa Rosada, quedó grabada en la memoria colectiva como el momento fundacional del peronismo, un movimiento que redefinió el equilibrio de fuerzas en el país.

Desde una perspectiva histórica, este episodio no puede entenderse sin analizar el contexto previo. Argentina había experimentado una industrialización acelerada durante las décadas de mil novecientos treinta y cuarenta, producto de las políticas de sustitución de importaciones impulsadas por la crisis económica mundial y la Segunda Guerra Mundial.

Este proceso generó una nueva clase obrera urbana, migrante del interior del país, que carecía de derechos laborales básicos y vivía en condiciones precarias. Perón, desde su rol en la Secretaría de Trabajo y Previsión, implementó reformas clave como el estatuto del peón rural, convenios colectivos de trabajo y aumentos salariales, ganándose rápidamente la lealtad de estos sectores. Sin embargo, su ascenso generó tensiones con la oligarquía tradicional y sectores militares, que veían con recelo su discurso redistributivo. La detención de Perón fue el detonante que evidenció el divorcio entre las elites gobernantes y las mayorías populares, que salieron a las calles para reclamar por su líder.

La Plaza de Mayo como Escenario de un Nuevo Pacto Social

La ocupación masiva de la Plaza de Mayo no fue solo una demostración de fuerza; simbolizó la irrupción de los sectores populares en la vida política argentina, históricamente dominada por las elites conservadoras y liberales. Hasta entonces, la participación de los trabajadores en la política había sido limitada, ya sea por la represión, la falta de representación o la indiferencia de los partidos tradicionales. Sin embargo, aquel día, la plaza se transformó en un espacio de reivindicación donde las demandas por justicia social, derechos laborales y dignidad se hicieron visibles.

La consigna “¡Queremos a Perón!” resonó no como un mero apoyo a un líder, sino como un reclamo por un modelo de país más inclusivo. El gobierno militar, sorprendido por la magnitud de la protesta, no tuvo más opción que liberar a Perón, quien horas después apareció en el balcón de la Casa Rosada para dirigirse a la multitud.

Este episodio sentó las bases de lo que luego se consolidaría como el peronismo: un movimiento de carácter transversal que combinaba elementos del nacionalismo, el sindicalismo y la justicia social, pero que también generaba adhesiones y rechazos viscerales. Desde un enfoque sociopolítico, el peronismo emergió como una fuerza capaz de articular las demandas de los sectores populares con un proyecto de poder, algo inédito en la historia argentina.

A diferencia de otros movimientos obreros de la época, el peronismo no se limitó a la lucha sindical; construyó una identidad política propia, con símbolos, rituales y un discurso que exaltaba la figura del “descamisado” como protagonista de la historia. La relación entre Perón y las masas fue de carácter carismático, pero también pragmática: él les otorgó derechos y reconocimiento, y ellas le respondieron con lealtad inquebrantable.

El Peronismo como Fenómeno Cultural y Político

Más allá de su dimensión política, el peronismo introdujo cambios profundos en la cultura argentina, redefiniendo identidades y valores colectivos. Antes de mil novecientos cuarenta y cinco, la idea de “pueblo” en el discurso público estaba asociada a lo rural o a las clases medias ilustradas; el peronismo, en cambio, resignificó el término para englobar a los trabajadores urbanos, los migrantes internos y los sectores históricamente postergados.

Eva Perón, con su labor en la Fundación Eva Perón y su defensa de los humildes, se convirtió en un ícono que encarnaba esta transformación. El lenguaje peronista, cargado de emotividad y apelaciones a la solidaridad, contrastaba con el discurso técnico y elitista de la política tradicional. Esta ruptura cultural explica, en parte, por qué el peronismo generó tanta adhesión y, al mismo tiempo, tanta resistencia en sectores medios y altos, que veían en su ascenso una amenaza al orden establecido.

El diecisiete de octubre, por lo tanto, no fue solo un evento político; fue la cristalización de un conflicto social latente que dividió al país en dos visiones antagónicas: la de quienes apoyaban la redistribución del poder y la riqueza, y la de quienes defendían el statu quo. En las décadas siguientes, esta fractura se profundizaría, convirtiendo al peronismo en un movimiento perseguido, proscripto y, finalmente, resiliente.

Su capacidad para adaptarse a diferentes contextos —desde gobiernos populares hasta experiencias neoliberales— demuestra que, más allá de las figuras individuales, el peronismo representa una matriz de pensamiento que sigue vigente en el debate argentino. Su nacimiento aquel día de octubre no fue el fin de una lucha, sino el comienzo de una nueva era en la que las voces de los excluidos, por primera vez, no podían ser ignoradas.

El Legado del Diecisiete de Octubre: Transformaciones y Conflictos en la Argentina Peronista

La movilización del diecisiete de octubre no solo aseguró la liberación de Perón, sino que también aceleró un proceso de cambios estructurales que reconfiguraron la sociedad argentina. En los meses siguientes, Perón se consolidó como líder indiscutible del movimiento obrero y, en las elecciones de mil novecientos cuarenta y seis, logró llegar a la presidencia con un amplio apoyo popular. Su gobierno implementó políticas que ampliaron derechos laborales, promovieron la industrialización y fortalecieron el rol del Estado en la economía.

La creación de la Confederación General del Trabajo (CGT) como ente unificador de los sindicatos y la nacionalización de sectores estratégicos, como los ferrocarriles y el comercio exterior, reflejaron un proyecto económico con eje en la soberanía nacional y la justicia social. Sin embargo, estas medidas también generaron una fuerte oposición de los sectores agroexportadores, la prensa tradicional y parte de las Fuerzas Armadas, que veían en el peronismo un desafío a sus intereses históricos.

El peronismo no solo transformó la economía, sino que también redefinió la relación entre el Estado y la sociedad. Por primera vez, el gobierno incorporó masivamente a los trabajadores en la vida política a través de mecanismos como el voto femenino, instaurado en mil novecientos cuarenta y siete, y la promoción de líderes sindicales en cargos públicos. Eva Perón jugó un papel fundamental en este proceso, actuando como puente entre el gobierno y los sectores más humildes.

Su figura trascendió el rol protocolar de primera dama para convertirse en una líder política por derecho propio, capaz de movilizar a las mujeres y los trabajadores con un discurso apasionado y confrontativo contra las elites. La Fundación Eva Perón, financiada con fondos estatales y donaciones, construyó hospitales, escuelas y hogares para ancianos y niños, generando una red de asistencia social sin precedentes. Estas políticas no solo mejoraron las condiciones de vida de millones de personas, sino que también consolidaron una base de apoyo popular inquebrantable.

La Oposición al Peronismo: Un Proyecto en Disputa

A pesar de su arraigo en las clases trabajadoras, el peronismo enfrentó una resistencia cada vez más organizada por parte de los sectores medios y altos, la Iglesia Católica y los partidos políticos tradicionales. La confrontación escaló hasta llegar a un punto de ruptura en mil novecientos cincuenta y cinco, cuando un golpe militar derrocó a Perón y lo envió al exilio.

Durante casi dos décadas, el peronismo fue proscripto, sus símbolos prohibidos y sus líderes perseguidos. Sin embargo, lejos de desaparecer, el movimiento se mantuvo vivo en la resistencia sindical, las movilizaciones populares y la cultura política argentina. La capacidad del peronismo para sobrevivir en la clandestinidad demostró que no se trataba simplemente de la adhesión a un líder, sino de una identidad política profundamente enraizada en amplios sectores de la sociedad.

El regreso de Perón en mil novecientos setenta y tres, en un contexto de violencia política y crisis económica, reavivó las esperanzas de sus seguidores, pero también evidenció las tensiones internas del movimiento. El peronismo ya no era un bloque homogéneo: en su seno convivían sectores de izquierda revolucionaria, sindicalistas pragmáticos y derechas nacionalistas.

La muerte de Perón al año siguiente dejó un vacío de liderazgo que profundizó las divisiones y allanó el camino para la dictadura militar de mil novecientos setenta y seis. Sin embargo, incluso en los años más oscuros de la represión, el peronismo siguió siendo un referente para la resistencia, como lo demostró el triunfo de Raúl Alfonsín en mil novecientos ochenta y tres y, más tarde, el resurgimiento del justicialismo con Carlos Menem y los gobiernos kirchneristas.

Reflexiones Finales: El Peronismo como Espejo de la Sociedad Argentina

El diecisiete de octubre de mil novecientos cuarenta y cinco no fue solo el nacimiento de un movimiento político, sino la expresión de un conflicto irresuelto en la Argentina moderna: la tensión entre inclusión y exclusión, entre la defensa de los privilegios de las elites y la demanda de participación de las mayorías. El peronismo, con sus logros y contradicciones, refleja las luchas de una sociedad en busca de su identidad. Su legado sigue vivo no solo en las fuerzas políticas que reivindican su nombre, sino en cada discusión sobre derechos laborales, distribución de la riqueza y el rol del Estado.

A casi ocho décadas de aquella jornada histórica, el peronismo sigue siendo un fenómeno único en América Latina: un movimiento capaz de reinventarse, de generar odios y amores viscerales, y de mantener su vigencia en un mundo muy distinto al de sus orígenes. Su estudio no es solo un ejercicio de memoria, sino una herramienta para entender los desafíos del presente. Porque, en última instancia, la pregunta que el peronismo plantea sigue siendo la misma: ¿cómo construir una sociedad más justa en un país marcado por la desigualdad? La respuesta, como la historia misma, sigue escribiéndose.

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