Antropología de la Ciencia y la Tecnología: Estudios Sociales del Conocimiento Científico
Génesis y Desarrollo de la Antropología de la Ciencia
La antropología de la ciencia y la tecnología emergió como campo especializado en las últimas décadas del siglo XX, producto del encuentro entre los estudios sociales de la ciencia y la tradición etnográfica antropológica. Este enfoque innovador aplica los métodos y perspectivas de la antropología cultural al estudio de las prácticas científicas y tecnológicas contemporáneas, tratando los laboratorios, institutos de investigación y comunidades tecnológicas como “culturas” dignas de estudio etnográfico. La obra pionera de Bruno Latour y Steve Woolgar “La vida en el laboratorio” (1979) marcó un hito al demostrar cómo el conocimiento científico se construye a través de prácticas materiales, negociaciones sociales y procesos de representación, más que mediante la simple revelación de hechos objetivos. Los antropólogos de la ciencia han desarrollado enfoques originales para estudiar cómo las verdades científicas se estabilizan, cómo las tecnologías median las relaciones sociales, y cómo los sistemas expertos interactúan con otros regímenes de conocimiento en contextos globales.
El desarrollo de esta subdisciplina estuvo estrechamente vinculado a transformaciones más amplias en la filosofía y sociología de la ciencia, particularmente el giro constructivista que cuestionó las narrativas tradicionales sobre el método científico. Mientras los sociólogos de la ciencia se centraban principalmente en instituciones y controversias, los antropólogos aportaron su característica atención a las prácticas cotidianas, los rituales profesionales, las culturas materiales y los sistemas de significado locales que constituyen la vida científica real. Estudios etnográficos en laboratorios de física de partículas, clínicas biomédicas y centros de desarrollo tecnológico revelaron la importancia de factores tradicionalmente considerados “externos” a la ciencia – como las relaciones de poder, las identidades profesionales y los contextos culturales más amplios – en la producción de conocimiento científico. Esta perspectiva ha permitido desmitificar la imagen de la ciencia como actividad puramente racional y desinteresada, mostrando su carácter profundamente humano y social.
Sin embargo, la antropología de la ciencia ha enfrentado críticas significativas, particularmente de científicos naturales que ven en este enfoque un relativismo peligroso que podría minar la autoridad epistémica de la ciencia. La llamada “Guerra de las Ciencias” de los años 1990 enfrentó a científicos naturales con estudiosos sociales por cuestiones de objetividad y construcción social del conocimiento. A pesar de estas tensiones, la antropología de la ciencia ha continuado desarrollándose, ampliando su alcance para incluir estudios sobre tecnociencia global, sistemas expertos locales, y las intersecciones entre conocimiento científico y otras formas de saber. Su enfoque etnográfico único sigue aportando insights valiosos sobre cómo el conocimiento científico-tecnológico se produce, circula y adquiere autoridad en diferentes contextos culturales.
Enfoques Teóricos Fundamentales en el Estudio Antropológico de la Ciencia
La antropología de la ciencia ha desarrollado varios marcos teóricos clave para analizar la producción de conocimiento científico-tecnológico. La Teoría del Actor-Red (ANT), asociada principalmente con Bruno Latour y Michel Callon, propone un enfoque radicalmente simétrico que trata humanos y no-humanos (instrumentos, organismos, tecnologías) como actores equivalentes en redes sociotécnicas. Este enfoque ha sido particularmente útil para estudiar cómo los hechos científicos se estabilizan a través de complejos procesos de traducción, movilización y alineamiento de intereses diversos. Los estudios sobre controversias científicas, como los debates sobre cambio climático o enfermedades emergentes, han mostrado cómo la resolución de disputas técnicas depende tanto de la movilización de aliados no-humanos (datos, instrumentos, protocolos) como de argumentos persuasivos y estrategias retóricas.
Otro marco influyente es el de las “culturas epistémicas” desarrollado por Karin Knorr-Cetina, que analiza cómo diferentes disciplinas científicas desarrollan estilos cognitivos, prácticas materiales y regímenes de objetividad distintivos. Su comparación entre la física de altas energías y la biología molecular, por ejemplo, reveló profundas diferencias en cómo estas comunidades organizan el trabajo experimental, construyen evidencia y conceptualizan sus objetos de estudio. Este enfoque ha permitido entender la ciencia no como un método unitario, sino como un conjunto diverso de tradiciones de investigación con sus propias culturas materiales, tecnologías de persuasión y criterios de validación. La atención a estas diferencias disciplinares ayuda explicar por qué ciertos tipos de controversias emergen en unos campos pero no en otros, y cómo las innovaciones viajan (o no) entre dominios científicos.
Un tercer enfoque importante es el de los “regímenes de conocimiento” asociado con trabajos como los de Paul Rabinow sobre biotecnología y los de Emily Martin sobre la circulación de conceptos científicos en la cultura popular. Estos estudios muestran cómo los sistemas expertos interactúan con otros regímenes de saber (locales, políticos, morales) en contextos específicos, produciendo híbridos cognitivos y éticos que desafían las fronteras tradicionales entre ciencia y sociedad. La investigación sobre medicina tradicional y salud global, por ejemplo, ha revelado complejos procesos de traducción y negociación cuando conceptos biomédicos viajan a contextos con diferentes cosmologías médicas. Estos marcos teóricos, aunque diversos, comparten el compromiso de tomar en serio las prácticas científicas como fenómenos culturales, evitando tanto el escepticismo radical como la aceptación acrítica de las afirmaciones científicas.
Metodologías Etnográficas para el Estudio de la Tecnociencia
La antropología de la ciencia ha desarrollado metodologías etnográficas innovadoras adaptadas a los contextos especializados de la producción científica y tecnológica. La etnografía de laboratorio, pionereada por Latour y Woolgar, implica la observación participante prolongada en espacios de investigación, prestando atención tanto a las prácticas rutinarias como a los eventos extraordinarios que constituyen la vida científica cotidiana. Este método ha revelado aspectos del trabajo científico a menudo invisibles en las publicaciones formales: los fracasos experimentales, las negociaciones interpretativas, el papel crucial de las técnicas corporizadas, y el trabajo emocional involucrado en la producción de conocimiento. Estudios como el de Sharon Traweek sobre físicos de partículas mostraron cómo incluso las disciplinas más “duras” están impregnadas de cultura – desde los rituales de iniciación de los estudiantes de posgrado hasta las narrativas heroicas sobre descubrimientos.
Para estudiar comunidades tecnológicas distribuidas y controversias científicas amplias, los antropólogos han desarrollado la “etnografía multisituada” que sigue objetos, conceptos y personas a través de múltiples contextos. El trabajo de Mario Biagioli sobre patentes científicas, por ejemplo, trazó cómo un mismo descubrimiento adquiere significados diferentes al moverse entre el laboratorio, la oficina de patentes, el tribunal y el mercado. De manera similar, los estudios sobre tecnologías emergentes como la edición genética CRISPR han requerido seguir las discusiones entre laboratorios, comités de ética, medios de comunicación y movimientos sociales. Estos enfoques reconocen que la ciencia contemporánea ocurre en redes extensas que no pueden capturarse desde un solo sitio.
Un desafío metodológico particular ha sido desarrollar formas de documentar y analizar el conocimiento tácito – esas habilidades prácticas difíciles de verbalizar que son cruciales para el trabajo científico competente. Los estudios de Harry Collins sobre replicación en física demostraron cómo mucho del saber experimental se transmite a través de aprendizaje corporizado y participación guiada más que mediante instrucción explícita. Para capturar estas dimensiones, los antropólogos han incorporado métodos visuales, análisis de gestos y técnicas de aprendizaje experimental junto con entrevistas y observación tradicionales. Esta pluralidad metodológica refleja la complejidad de la empresa científica moderna y la necesidad de abordarla desde múltiples ángulos.
Estudios Clave y Contribuciones Empíricas
La antropología de la ciencia ha producido numerosos estudios etnográficos que han transformado nuestra comprensión de la empresa científica. El trabajo de Karen-Sue Taussig sobre la genómica médica en Estados Unidos y Europa mostró cómo los conceptos genéticos son interpretados y aplicados de manera diferente según contextos institucionales y tradiciones médicas nacionales. Su investigación reveló que incluso en un campo aparentemente universal como la genética, las prácticas locales y las historias institucionales dan forma significativa a cómo se entiende y utiliza el conocimiento científico. De manera similar, el estudio de Michael Fischer sobre la biotecnología en Asia demostró cómo las nuevas tecnologías son reinterpretadas a través de lentes culturales locales, produciendo híbridos científicos peculiares que desafían las narrativas simplistas sobre globalización tecnológica.
En el ámbito de las ciencias ambientales, el trabajo de Myanna Lahsen sobre modelación climática ha iluminado las culturas epistémicas de los científicos del clima y cómo navegan entre incertidumbre técnica y demandas políticas de certidumbre. Su etnografía reveló los complejos procesos mediante los cuales los modelos computacionales adquieren autoridad como representaciones de futuros posibles, y cómo estos procesos son cuestionados por diversos actores sociales. Estos estudios han contribuido a entender mejor las dinámicas de controversias científicas públicas, mostrando que los desafíos al consenso experto a menudo reflejan no solo ignorancia sino desacuerdos profundos sobre qué cuenta como evidencia válida y quién tiene derecho a participar en debates técnicos.
En el campo de la tecnología digital, los estudios antropológicos han explorado cómo las plataformas y algoritmos reconfiguran relaciones sociales e identidades. La investigación de Tom Boellstorff sobre Second Life y de Gabriella Coleman sobre la cultura hacker han mostrado que incluso las tecnologías más nuevas son apropiadas y reinterpretadas creativamente por los usuarios, produciendo formas inesperadas de sociabilidad y política. Estos trabajos desafían las narrativas deterministas sobre impactos tecnológicos, mostrando en cambio cómo las tecnologías emergen de y dan forma a contextos culturales específicos. Colectivamente, estos estudios empíricos han ampliado enormemente nuestra comprensión de la ciencia y tecnología como fenómenos profundamente sociales y culturales, al tiempo que proporcionan herramientas críticas para navegar un mundo cada vez más tecnocientífico.
Ciencia, Tecnología y Desigualdad Global
Un área de especial relevancia en la antropología de la ciencia contemporánea es el estudio de cómo la producción y distribución del conocimiento científico-tecnológico refleja y refuerza desigualdades globales. Los trabajos de Warwick Anderson sobre medicina colonial han mostrado cómo los regímenes científicos europeos se impusieron en territorios colonizados, marginando sistemas médicos indígenas al tiempo que utilizaban poblaciones locales como sujetos experimentales. Estas historias de desigualdad epistémica continúan repercutiendo en la salud global contemporánea, donde ciertos cuerpos y poblaciones siguen siendo considerados más adecuados para experimentación que otros. Estudios similares sobre agricultura industrial y propiedad intelectual han revelado cómo los regímenes tecnocientíficos contemporáneos pueden desplazar conocimientos ecológicos tradicionales mientras concentran beneficios económicos en manos de corporaciones transnacionales.
Al mismo tiempo, la antropología ha documentado formas creativas de resistencia y reapropiación de la tecnociencia en el Sur Global. La investigación de Adriana Petryna sobre ensayos clínicos internacionales mostró cómo países como Brasil han desarrollado capacidades regulatorias sofisticadas para negociar en condiciones más igualitarias con la industria farmacéutica multinacional. De manera similar, los estudios sobre movimientos de ciencia ciudadana y tecnologías apropiadas han identificado estrategias mediante las cuales comunidades marginadas adaptan herramientas científicas para sus propias prioridades y sistemas de valores. Estos trabajos aportan una perspectiva matizada que evita tanto el optimismo tecnocrático como el rechazo romántico de la ciencia moderna, mostrando en cambio posibilidades de democratización epistémica en contextos de desigualdad estructural.
Un desarrollo particularmente importante ha sido el estudio de sistemas de conocimiento indígenas y sus encuentros con la ciencia occidental. Investigadores como Marisol de la Cadena y Mario Blaser han analizado lo que llaman “cosmopolíticas” – situaciones donde ontologías radicalmente diferentes (por ejemplo, sobre naturaleza, persona o causalidad) entran en relación sin que una necesariamente traduzca o domine a la otra. Estos estudios desafían las jerarquías epistémicas tradicionales que colocan el conocimiento científico por encima de otros sistemas de saber, mostrando en cambio cómo diferentes formas de conocimiento pueden coexistir productivamente en lo que Arturo Escobar llama “mundos y conocimientos de otro modo”. Este cuerpo de trabajo tiene implicaciones profundas para debates contemporáneos sobre crisis ambientales, donde la integración de conocimientos científicos y tradicionales puede ser crucial para desarrollar soluciones sostenibles.
Futuras Direcciones y Desafíos para la Antropología de la Ciencia
La antropología de la ciencia enfrenta numerosos desafíos y oportunidades a medida que la tecnociencia continúa transformando rápidamente el mundo contemporáneo. Un área de crecimiento importante es el estudio de las ciencias de datos y la inteligencia artificial, donde se necesitan análisis críticos sobre cómo los algoritmos incorporan sesgos culturales y cómo las infraestructuras digitales reconfiguran relaciones de poder. Los primeros trabajos en esta área, como los de Nick Seaver sobre sistemas de recomendación musical y de Kate Crawford sobre los costos ambientales y laborales de la IA, apuntan hacia una antropología de lo digital que combine atención a culturas de programación con análisis de impactos sociales más amplios. Estos estudios serán cada vez más cruciales a medida que las decisiones algorítmicas penetren más aspectos de la vida social, desde la justicia hasta la atención médica.
Otra dirección prometedora es el estudio de las ciencias de la vida en la era postgenómica, donde conceptos como microbioma, epigenética y plasticidad cerebral están reconfigurando fronteras entre naturaleza y cultura. La investigación sobre cómo estos nuevos paradigmas biológicos circulan entre laboratorios, clínicas y cultura popular puede iluminar cambios emergentes en concepciones del cuerpo, la identidad y la responsabilidad personal. Estudios como los de Hannah Landecker sobre epigenética y los de Margaret Lock sobre el envejecimiento muestran cómo la antropología puede aportar perspectivas críticas sobre las implicaciones sociales de las revoluciones biotecnológicas, evitando tanto la hype acrítica como el rechazo alarmista.
Quizás el desafío más importante para el futuro sea mantener el equilibrio entre el análisis crítico y el compromiso constructivo. A medida que enfrentamos crisis globales que requieren colaboración entre científicos, políticos y comunidades diversas, la antropología de la ciencia puede aportar su comprensión matizada de cómo el conocimiento se produce y circula en contextos de diferencia cultural y desigualdad estructural. Al documentar tanto los peligros como las promesas de la tecnociencia contemporánea, esta subdisciplina está bien posicionada para contribuir a futuros más justos y sostenibles – no desde una posición de superioridad crítica, sino a través del diálogo respetuoso con múltiples formas de saber.
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