¿Cuál es la relación entre clase social y habitus según Bourdieu?

Publicado el 30 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

La Relación entre Clase Social y Habitus según Pierre Bourdieu

La sociología de Pierre Bourdieu ofrece un marco teórico fundamental para comprender cómo las estructuras sociales se internalizan en los individuos y cómo estas, a su vez, reproducen las desigualdades. Uno de los conceptos centrales en su obra es el habitus, entendido como un sistema de disposiciones adquiridas que orientan las prácticas, percepciones y acciones de los sujetos. Este concepto se encuentra intrínsecamente ligado a la noción de clase social, ya que, según Bourdieu, el habitus se estructura a partir de las condiciones materiales y simbólicas en las que los individuos se desarrollan. La relación entre clase social y habitus es dialéctica: las posiciones objetivas en el espacio social moldean las disposiciones subjetivas, y estas, a su vez, refuerzan las divisiones de clase. En este artículo, se explorará en profundidad esta relación, analizando cómo el habitus actúa como un mecanismo de reproducción social y cómo las diferencias de clase se perpetúan a través de él.

Para Bourdieu, el habitus no es simplemente un reflejo pasivo de las condiciones sociales, sino una matriz generadora de prácticas. Las experiencias tempranas en el seno de una familia, el acceso a determinados recursos culturales y económicos, y las oportunidades educativas disponibles contribuyen a la formación de un habitus de clase. Este proceso no es meramente individual, sino colectivo, ya que los miembros de una misma clase comparten condiciones de existencia similares y, por ende, desarrollan disposiciones análogas. Así, el habitus funciona como un esquema inconsciente que guía los gustos, las aspiraciones y las estrategias de los individuos en distintos campos sociales, como el educativo, el artístico o el económico.

Además, Bourdieu enfatiza que el habitus no solo reproduce las estructuras sociales, sino que también las legitima. Las jerarquías de clase se naturalizan a través de la internalización de disposiciones que hacen que los individuos perciban su posición social como algo dado e incuestionable. Este fenómeno es particularmente evidente en el ámbito de la educación, donde el habitus de las clases dominantes se ve recompensado por el sistema escolar, mientras que el de las clases populares es sistemáticamente devaluado. De esta manera, la relación entre clase social y habitus no solo explica la reproducción de las desigualdades, sino también su aceptación como un orden social aparentemente justo y meritocrático.

El Concepto de Habitus en la Teoría Bourdieusiana

El habitus, según Bourdieu, es un sistema de disposiciones duraderas y transferibles que opera como un esquema generador de prácticas. Estas disposiciones son el resultado de la internalización de las estructuras sociales en las que el individuo ha sido socializado. Bourdieu lo describe como una “subjetividad socializada” que permite a los agentes adaptarse a diversas situaciones sin necesidad de un cálculo racional explícito. El habitus media entre las estructuras objetivas (como la posición en el espacio social) y las prácticas subjetivas (como las elecciones cotidianas), lo que lo convierte en un concepto clave para entender la reproducción de las desigualdades.

Una de las características fundamentales del habitus es su carácter estructurado y estructurante. Es estructurado porque se forma a partir de las condiciones materiales y culturales en las que un individuo crece, y es estructurante porque, una vez internalizado, orienta las percepciones, acciones y juicios de ese individuo. Por ejemplo, el habitus de una persona criada en un entorno de clase alta incluirá disposiciones hacia ciertos bienes culturales (como la música clásica o el arte contemporáneo) que serán diferentes a las de alguien de clase trabajadora, cuyas preferencias podrían inclinarse hacia formas de cultura más legitimadas en su medio. Estas diferencias no son meramente estéticas, sino que reflejan y refuerzan las divisiones de clase.

Además, el habitus tiene una dimensión corporal, lo que Bourdieu denomina hexis corporal. Esta se refiere a la manera en que las disposiciones sociales se encarnan en gestos, posturas y modos de hablar. Por ejemplo, la forma en que una persona se sienta, camina o utiliza el lenguaje puede revelar su origen de clase. Bourdieu argumenta que estas disposiciones corporales son adquiridas de manera inconsciente a través de la socialización primaria y secundaria, y que funcionan como marcadores de distinción social. Así, el habitus no solo determina lo que los individuos hacen, sino también cómo lo hacen, lo que contribuye a la reproducción de las jerarquías sociales.

Clase Social y la Formación del Habitus

La relación entre clase social y habitus es central en la teoría de Bourdieu, ya que el habitus se configura en función de las condiciones materiales y simbólicas asociadas a una posición en el espacio social. Bourdieu define las clases sociales no solo en términos económicos, sino también culturales y simbólicos. Así, las diferencias entre clases no se reducen a la posesión de capital económico, sino también a la distribución desigual de capital cultural (conocimientos, habilidades, credenciales educativas) y capital social (redes de contactos y relaciones).

El habitus de clase se forma a través de un proceso de socialización que comienza en la infancia y se refuerza en instituciones como la escuela y el mercado laboral. Por ejemplo, los niños de clases altas suelen crecer en entornos donde el acceso a bienes culturales (libros, museos, viajes) es frecuente, lo que moldea un habitus que valora y reproduce esas prácticas. En contraste, los niños de clases populares pueden desarrollar un habitus más orientado hacia la inmediatez y la supervivencia, dado que sus condiciones materiales suelen ser más precarias. Estas diferencias no son neutrales, ya que el sistema educativo y otros campos sociales tienden a privilegiar el habitus de las clases dominantes, lo que perpetúa su ventaja.

Bourdieu también introduce el concepto de trayectoria social para explicar cómo el habitus puede variar incluso dentro de una misma clase. Por ejemplo, un individuo que asciende socialmente (un “arribista”) puede experimentar un desajuste entre su habitus original y las exigencias de su nueva posición, lo que Bourdieu denomina histeresis del habitus. Este desfase puede generar tensiones, ya que las disposiciones internalizadas en la infancia no siempre se adaptan a las nuevas condiciones sociales. Este fenómeno muestra que, aunque el habitus es durable, no es inmutable, y puede ser transformado por experiencias sociales posteriores.

Habitus y Reproducción de las Desigualdades Sociales

Uno de los aportes más significativos de Bourdieu es demostrar cómo el habitus actúa como un mecanismo de reproducción social. A través de él, las estructuras de dominación se mantienen sin necesidad de coerción explícita, ya que los individuos actúan de acuerdo con disposiciones que han internalizado como naturales. Por ejemplo, en el sistema educativo, los hijos de las clases altas suelen tener un rendimiento académico más alto no necesariamente porque sean más inteligentes, sino porque su habitus está alineado con las expectativas de la escuela, que valora ciertos códigos lingüísticos y culturales asociados a su clase.

Bourdieu también destaca el papel del capital cultural en este proceso. Las familias de clases altas transmiten a sus hijos no solo recursos económicos, sino también conocimientos, habilidades y gustos que les dan una ventaja en el sistema escolar. Este capital cultural puede ser institucionalizado (títulos académicos), objetivado (posesión de libros u obras de arte) o incorporado (habilidades y disposiciones internalizadas). El habitus media en la adquisición y transmisión de este capital, lo que explica por qué las desigualdades educativas persisten a pesar de los discursos meritocráticos.

Además, Bourdieu señala que la reproducción social no es un proceso mecánico, sino que implica luchas simbólicas. Los grupos dominantes imponen sus esquemas de percepción y valoración como legítimos, lo que Bourdieu denomina violencia simbólica. Esta forma de dominación es especialmente eficaz porque se ejerce con la complicidad de los dominados, quienes, al internalizar el habitus de su clase, aceptan las jerarquías sociales como naturales. Por ejemplo, las clases populares pueden subestimar sus propias prácticas culturales al considerarlas inferiores a las de las élites, lo que refuerza su posición subordinada.

Conclusión

La relación entre clase social y habitus en la obra de Bourdieu revela cómo las estructuras sociales se internalizan en los individuos y cómo estas disposiciones, a su vez, reproducen las desigualdades. El habitus funciona como un puente entre lo objetivo (la posición en el espacio social) y lo subjetivo (las prácticas y percepciones), lo que permite entender la persistencia de las jerarquías de clase. A través de la socialización familiar, escolar y laboral, los individuos adquieren un habitus que refleja y refuerza su posición social, lo que contribuye a la reproducción del orden establecido.

Bourdieu también muestra que esta reproducción no es pasiva, sino que implica luchas simbólicas y estrategias de distinción. Las clases dominantes imponen sus gustos y valores como legítimos, mientras que las clases subordinadas internalizan su dominación a través del habitus. Sin embargo, la teoría de Bourdieu también deja espacio para la agencia y el cambio, ya que el habitus puede transformarse en condiciones sociales diferentes. Comprender esta relación es esencial para desnaturalizar las desigualdades y cuestionar los mecanismos que las perpetúan.

En definitiva, el análisis bourdieusiano de la relación entre clase social y habitus ofrece herramientas críticas para entender cómo las estructuras sociales se mantienen y cómo podrían ser transformadas. Su enfoque sigue siendo relevante para analizar fenómenos contemporáneos, como las brechas educativas, la exclusión cultural y las dinámicas de poder en las sociedades actuales.

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