La Consumación de la Independencia: La Alianza entre Iturbide y Guerrero

Publicado el 5 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

La consumación de la independencia de México en 1821 fue un proceso histórico complejo que no puede entenderse sin analizar la improbable alianza entre Agustín de Iturbide, un militar criollo que había combatido a los insurgentes, y Vicente Guerrero, líder insurgente que mantenía viva la lucha por la emancipación.

Este pacto, sellado a través del Abrazo de Acatempan, representó la convergencia de intereses divergentes pero complementarios: por un lado, Iturbide buscaba preservar el orden social y político novohispano bajo un gobierno autónomo, mientras que Guerrero perseguía los ideales de justicia e igualdad que habían inspirado el movimiento de Hidalgo y Morelos. La unión de estas dos figuras, aparentemente antagónicas, permitió la creación del Ejército Trigarante y la proclamación del Plan de Iguala, documentos que sentaron las bases para la separación definitiva de España.

El contexto internacional también jugó un papel crucial, pues el trienio liberal en la metrópoli (1820-1823) alarmó a las élites novohispanas, que temían perder sus privilegios ante posibles reformas radicales. Así, la independencia no fue solo una gesta heroica, sino también una solución política para evitar cambios disruptivos.

El Contexto Político Novohispano y el Miedo al Liberalismo Español

Para comprender por qué Iturbide, un militar realista, decidió pactar con Guerrero, es necesario examinar el clima político en Nueva España a principios del siglo XIX. Tras más de una década de guerra, el movimiento insurgente parecía debilitado, pero la resistencia de Guerrero en el sur demostraba que la llama independentista no se extinguía fácilmente.

Mientras tanto, en España, el restablecimiento de la Constitución de Cádiz en 1820 generó pánico entre los criollos conservadores y el alto clero, quienes veían en las reformas liberales una amenaza a sus intereses económicos y sociales. Iturbide, astuto y pragmático, percibió que el momento era propicio para liderar un movimiento que, bajo la bandera de la independencia, garantizara la continuidad del statu quo.

El Plan de Iguala, proclamado en febrero de 1821, fue diseñado para atraer a todos los sectores: prometía independencia, unidad religiosa católica y unión entre americanos y europeos, eliminando las distinciones raciales que habían dividido a la sociedad colonial. Guerrero, aunque desconfiado inicialmente, reconoció que esta era la oportunidad para lograr la emancipación sin prolongar una guerra costosa.

La negociación entre ambos líderes reflejó la madurez política de un movimiento que, tras años de conflicto, optó por la vía diplomática sin abandonar sus principios fundamentales.

El Abrazo de Acatempan: Símbolo de Unidad y Pragmatismo

El encuentro entre Iturbide y Guerrero en Acatempan, en febrero de 1821, fue un momento simbólico que marcó el inicio de la etapa final de la independencia. Iturbide, vistiendo el uniforme realista, y Guerrero, portando la bandera insurgente, sellaron una alianza que muchos consideraron imposible. Este acto no solo unió a dos ejércitos enemigos, sino que también representó la reconciliación entre dos visiones distintas de la independencia: una moderada, encabezada por Iturbide, y otra radical, representada por Guerrero.

La decisión de Guerrero de unirse al Plan de Iguela no estuvo exenta de críticas dentro de sus filas, pues algunos insurgentes desconfiaban de las intenciones de Iturbide y temían que la independencia se convirtiera en un simple cambio de gobierno sin transformaciones sociales. Sin embargo, Guerrero argumentó que la prioridad era consolidar la emancipación y luego trabajar desde dentro por las reformas necesarias.

Iturbide, por su parte, supo manejar con habilidad las tensiones, ofreciendo garantías a los antiguos insurgentes y manteniendo el apoyo de las élites. El Ejército Trigarante, formado por la fusión de fuerzas realistas e insurgentes, se convirtió en un símbolo de unidad nacional, aunque detrás de esta imagen coexistían tensiones y contradicciones que emergerían con fuerza una vez alcanzada la independencia.

La Entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México

El 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante entró triunfalmente a la Ciudad de México, consumando así la independencia después de once años de lucha. Iturbide, a la cabeza de las tropas, fue recibido como héroe, mientras Guerrero, aunque presente, quedó en un segundo plano, reflejando las diferencias de poder entre ambos líderes.

La ceremonia fue cuidadosamente orquestada para proyectar una imagen de unidad y legitimidad, pero detrás de las celebraciones se escondían profundas divisiones. El nuevo gobierno, encabezado por Iturbide como presidente de la Regencia, pronto enfrentó desafíos: la economía estaba devastada por la guerra, las regiones del país tenían intereses divergentes, y las promesas del Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba —que reconocían la independencia— chocaban con la realidad de un México que aún no definía su proyecto nacional.

La coronación de Iturbide como emperador en 1822, un movimiento impopular para muchos, demostró que la transición hacia un gobierno estable no sería fácil. Guerrero, desilusionado por el rumbo autoritario del régimen, pronto retomaría las armas, esta vez contra el hombre con quien había luchado por la independencia. Este giro evidenció que, aunque la alianza entre Iturbide y Guerrero había sido crucial para lograr la emancipación, sus visiones sobre el futuro de México eran irreconciliables.

El Legado de Iturbide y Guerrero en la Historia Mexicana

La relación entre Iturbide y Guerrero, marcada por la colaboración y luego por el conflicto, encapsula las tensiones que definieron los primeros años del México independiente. Iturbide, aunque logró consumar la independencia, fracasó en su intento de establecer un imperio estable, siendo derrocado y ejecutado en 1824.

Su legado ha sido controversial: para algunos fue un traidor que buscó perpetuarse en el poder, mientras que otros reconocen su papel clave en la emancipación. Guerrero, en cambio, se convirtió en símbolo de la resistencia popular y, como presidente en 1829, intentó implementar reformas progresistas, como la abolición de la esclavitud.

Sin embargo, su gobierno fue breve y terminó con su fusilamiento en 1831, evidenciando las luchas de poder que caracterizaron la primera república federal. La consumación de la independencia, por tanto, no fue un punto final, sino el inicio de un largo proceso de construcción nacional, en el que las ideas de libertad, justicia y soberanía seguirían siendo disputadas.

La alianza entre Iturbide y Guerrero, efímera pero determinante, sigue siendo un recordatorio de que la historia no se escribe en blanco y negro, sino en matices que reflejan la complejidad humana y política.

Las Tensiones Tras la Consumación: El Frágil Equilibrio del México Independiente

La consumación de la independencia en 1821 no significó el fin de los conflictos, sino el inicio de una nueva etapa de tensiones políticas y sociales que pondrían a prueba la viabilidad del proyecto nacional. El gobierno provisional, encabezado por Iturbide, enfrentó inmediatamente el desafío de reconciliar los intereses de las distintas facciones que habían apoyado la separación de España.

Por un lado, los antiguos insurgentes, liderados por figuras como Guerrero y Guadalupe Victoria, esperaban que la independencia trajera consigo reformas profundas, como la redistribución de tierras y el fin de los privilegios coloniales. Por otro lado, las élites criollas y el alto clero, que habían respaldado a Iturbide, buscaban mantener el orden tradicional, temiendo que un cambio radical desestabilizara su posición dominante.

Esta fractura se hizo evidente en el Congreso Constituyente de 1822, donde las disputas entre centralistas y federalistas, así como entre liberales y conservadores, paralizaron la capacidad de acción del gobierno. Iturbide, al percibir que su autoridad se debilitaba, optó por disolver el Congreso y autoproclamarse emperador, un movimiento que alienó a muchos de sus antiguos aliados y aceleró su caída.

La efímera monarquía de Agustín I demostró que, sin consenso político, incluso los líderes más astutos estaban condenados al fracaso.

La Caída de Iturbide y el Surgimiento de la Primera República Federal

El descontento contra el régimen de Iturbide creció rápidamente, culminando en su abdicación en marzo de 1823 y su posterior exilio. Sin embargo, su intento de regresar a México terminó en tragedia cuando fue capturado y fusilado en julio de 1824, un acto que reflejó la polarización del país. Con la caída del Imperio, México adoptó un sistema republicano y federal bajo la Constitución de 1824, inspirada en parte en el modelo estadounidense.

Este nuevo orden político buscaba equilibrar el poder entre el gobierno central y los estados, pero también heredó los conflictos no resueltos de la independencia. Vicente Guerrero, ahora una figura clave en la política nacional, representaba la esperanza de los sectores populares que anhelaban un gobierno más incluyente.

No obstante, las divisiones entre las logias masónicas yorkinas y escocesas, así como las constantes rebeliones regionales, dificultaron la consolidación de un Estado fuerte. La presidencia de Guerrero en 1829, aunque breve, fue significativa por sus intentos de implementar políticas progresistas, como la abolición de la esclavitud y la defensa de los derechos de los campesinos. Sin embargo, su gobierno fue derrocado por un golpe de Estado liderado por Anastasio Bustamante, marcando el inicio de un ciclo de inestabilidad que caracterizaría a México durante gran parte del siglo XIX.

El Legado de Guerrero y la Lucha por la Memoria Histórica

Vicente Guerrero, a diferencia de Iturbide, fue elevado a la categoría de héroe popular tras su muerte, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia contra la opresión y en un referente para las luchas sociales posteriores. Su ejecución en 1831, ordenada por el gobierno conservador, lo martirizó y consolidó su imagen como defensor de los más desfavorecidos. En contraste, la figura de Iturbide fue relegada durante décadas, asociada al fracaso del Primer Imperio y al autoritarismo.

Sin embargo, en el siglo XX, historiadores revisionistas comenzaron a reevaluar su papel, reconociendo que, sin su pragmatismo y capacidad de negociación, la independencia podría haberse demorado años más. Hoy, ambos personajes encarnan las dos caras de la emancipación: Iturbide, el estratega político que supo capitalizar las circunstancias, y Guerrero, el insurgente incorruptible que nunca abandonó sus ideales.

La consumación de la independencia, por tanto, no fue obra de un solo hombre o facción, sino el resultado de una compleja interacción de fuerzas cuyos ecos resuenan hasta el presente. La historia de México, como la de todas las naciones, está tejida con hilos de grandeza y contradicción, y en ellos, Iturbide y Guerrero ocupan un lugar inseparable.

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