La Cuarta Transformación y el Proyecto Político de Andrés Manuel López Obrador

Publicado el 6 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

El concepto de la Cuarta Transformación (4T) en México no puede entenderse sin antes recorrer los procesos históricos que definieron las tres grandes transformaciones previas en la vida política y social del país. La primera de ellas fue la Independencia de México en 1821, que marcó el fin del dominio colonial español y la búsqueda de una identidad nacional soberana. Este movimiento, encabezado por figuras como Miguel Hidalgo y José María Morelos, no solo rompió con el yugo imperial, sino que también planteó los primeros ideales de justicia social y redistribución de la tierra, aunque estos quedaron en gran medida incumplidos debido a las luchas internas y la inestabilidad política que siguió.

La segunda gran transformación fue la Reforma Liberal de mediados del siglo XIX, liderada por Benito Juárez, que estableció las bases del Estado laico y moderno, enfrentándose al poder de la Iglesia y los conservadores para sentar las bases de una república democrática. La tercera fue la Revolución Mexicana de 1910, un levantamiento popular que derrocó la dictadura de Porfirio Díaz y dio origen a un nuevo orden constitucional en 1917, con avances significativos en derechos laborales, agrarios y sociales.

En este contexto histórico, la Cuarta Transformación propuesta por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se presenta como un movimiento que busca corregir las desviaciones del sistema político mexicano, especialmente aquellas derivadas del neoliberalismo implementado a partir de la década de 1980. AMLO ha argumentado que las políticas económicas de ese periodo, caracterizadas por privatizaciones, desregulación y un Estado mínimo, generaron desigualdad, corrupción y un distanciamiento entre las élites políticas y la ciudadanía.

Su proyecto, por tanto, se enmarca en la tradición de los grandes cambios estructurales en México, aunque con un enfoque distinto: no se trata de una revolución armada o de una reforma jurídica radical, sino de una transformación moral y económica que prioriza el bienestar de los más pobres.

Los Fundamentos Ideológicos de la Cuarta Transformación y su Vinculación con la Historia Mexicana

La ideología detrás de la Cuarta Transformación bebe directamente de las fuentes del nacionalismo revolucionario y el juarismo, pero también incorpora elementos del pensamiento crítico contemporáneo. AMLO ha retomado discursos históricos, como el de Lázaro Cárdenas —quien nacionalizó el petróleo en 1938—, para justificar políticas como la reafirmación del control estatal sobre los recursos energéticos. Sin embargo, a diferencia de los gobiernos posrevolucionarios, que operaban bajo un sistema de partido hegemónico (el PRI), la 4T surge en un contexto democrático pluripartidista, lo que añade complejidad a su implementación.

Uno de los pilares centrales de este proyecto es la lucha contra la corrupción, un mal endémico en México desde la época colonial y que se agudizó en las últimas décadas del siglo XX. AMLO ha promovido la idea de que un gobierno honesto y austero puede redirigir los recursos públicos hacia programas sociales, como las pensiones para adultos mayores o las becas para jóvenes, iniciativas que recuerdan a los esfuerzos de gobiernos como el de Cárdenas por construir un Estado benefactor.

No obstante, críticos argumentan que la 4T carece de una base teórica sólida y que su enfoque en la moralización de la vida pública es insuficiente para abordar problemas estructurales como la violencia, la impunidad o la dependencia económica de Estados Unidos. Además, señalan que algunas políticas, como la cancelación del aeropuerto internacional de Texcoco o el apoyo a Pemex, contradicen los principios de desarrollo sostenible y diversificación económica.

A pesar de esto, el discurso de AMLO sigue resonando en amplios sectores de la población, particularmente entre aquellos que se sintieron excluidos por el modelo neoliberal. La reivindicación de figuras históricas como Juárez o Morelos no es casual: busca anclar su proyecto en un imaginario de lucha contra las élites y en favor del pueblo, algo que ha sido una constante en los movimientos transformadores de México.

El Impacto de la Cuarta Transformación en las Instituciones y la Sociedad Mexicana

Uno de los aspectos más controversiales de la 4T ha sido su relación con las instituciones democráticas. AMLO llegó al poder en 2018 con una amplia mayoría electoral, lo que le permitió impulsar reformas sin necesidad de negociar ampliamente con otros partidos. Esto ha generado preocupación entre analistas que ven un riesgo de concentración de poder, algo paradójico en un movimiento que critica el autoritarismo del viejo régimen.

Por ejemplo, su insistencia en consultas populares para decisiones clave —como la construcción del Tren Maya— ha sido vista por algunos como un mecanismo legitimador más que como un ejercicio deliberativo genuino. Históricamente, México ha vivido tensiones entre el presidencialismo fuerte y las demandas de una democracia más participativa, y la 4T no ha escapado de esta dicotomía.

En el ámbito social, el gobierno de AMLO ha logrado avances significativos en reducción de la pobreza extrema y ampliación de programas asistenciales, pero enfrenta desafíos enormes en seguridad pública y derechos humanos. La violencia criminal sigue en niveles alarmantes, y casos como la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa siguen sin resolverse plenamente.

Aquí, la 4T parece chocar con una realidad histórica: la dificultad de transformar un país marcado por décadas de colusión entre el crimen organizado y las autoridades. Aunque AMLO prometió un enfoque distinto —”abrazos, no balazos”—, los resultados han sido mixtos, lo que refleja la complejidad de heredar un sistema con profundas raíces en la corrupción y la violencia.

En conclusión, la Cuarta Transformación es un proyecto en construcción, con logros y limitaciones, que busca inscribirse en la tradición de los grandes cambios de México. Su éxito o fracaso dependerá de su capacidad para resolver problemas históricos sin caer en los errores del pasado.

La Continuidad y la Ruptura en el Discurso de la Cuarta Transformación

El discurso de la Cuarta Transformación no solo se presenta como una alternativa política, sino como una reivindicación histórica que busca rescatar los ideales de las transformaciones anteriores, aunque adaptándolos a las demandas del siglo XXI. Andrés Manuel López Obrador ha construido su narrativa en torno a la idea de que México ha vivido ciclos de esperanza y traición, donde las promesas de cambio fueron cooptadas por intereses oligárquicos.

Este relato tiene profundas raíces en la historia mexicana, desde las luchas entre liberales y conservadores en el siglo XIX hasta el desencanto posrevolucionario del siglo XX, cuando el PRI terminó por institucionalizar la Revolución en un sistema de control político que, aunque garantizó estabilidad, también perpetuó desigualdades. La 4T, en este sentido, se propone como una rectificación histórica, una oportunidad para cumplir, por fin, con las demandas populares que quedaron pendientes en cada una de las grandes transformaciones. Sin embargo, este planteamiento también enfrenta críticas, pues algunos analistas señalan que el gobierno actual reproduce ciertas prácticas centralistas y personalistas que caracterizaron al régimen priista, lo que pone en duda su capacidad para generar una verdadera ruptura democrática.

Uno de los elementos más polémicos del proyecto de AMLO es su reinterpretación del nacionalismo económico, que evoca políticas cardenistas pero en un contexto global radicalmente distinto. Mientras que en los años treinta el Estado podía ejercer un control directo sobre sectores estratégicos sin mayores presiones externas, hoy México está profundamente integrado a cadenas productivas internacionales, particularmente con Estados Unidos.

Decisiones como la construcción de la refinería de Dos Bocas o el rescate de Pemex han sido justificadas como actos de soberanía energética, pero también han generado dudas sobre su viabilidad financiera y su impacto ambiental. Esto refleja un dilema histórico no resuelto: cómo conciliar el desarrollo nacional con las realidades de un mundo interdependiente. La 4T insiste en que es posible un modelo alternativo al neoliberalismo, pero hasta ahora no ha logrado articular una estrategia clara para competir en la economía global sin depender de la inversión extranjera o de las exportaciones manufactureras.

El Papel de los Movimientos Sociales en la Cuarta Transformación

A diferencia de las transformaciones anteriores, que surgieron de levantamientos armados o de rupturas institucionales radicales, la 4T llegó al poder mediante las urnas, lo que le da un carácter distintivo pero también impone límites a su capacidad de acción. Uno de los aspectos más interesantes de este proceso es la relación entre el gobierno de AMLO y los movimientos sociales, que han tenido un papel ambiguo: algunos, como organizaciones indígenas y campesinas, ven en la 4T una oportunidad para avanzar en demandas históricas, mientras que otros, como colectivos feministas y ambientalistas, acusan al gobierno de autoritarismo y de ignorar sus reclamos. Esta tensión no es nueva en México; desde la Revolución hasta el movimiento zapatista de 1994, los gobiernos han oscilado entre la cooptación y la represión de las luchas sociales.

Un caso emblemático es el del Tren Maya, proyecto que el gobierno presenta como motor de desarrollo para el sureste pero que ha enfrentado resistencia por sus posibles impactos ecológicos y culturales. Aquí, la 4T parece repetir un patrón histórico: la imposición de megaproyectos desde una visión centralista, justificados en nombre del progreso pero sin consulta genuina a las comunidades afectadas.

Esto contrasta con el discurso oficial de poner “al pueblo primero” y revela una contradicción entre la retórica participativa y la práctica política real. Al mismo tiempo, el gobierno ha logrado movilizar a sectores populares que se identifican con su mensaje de justicia social, lo que le ha permitido mantener altos niveles de aprobación pese a las controversias. Esta capacidad de convocatoria recuerda a momentos como el cardenismo, cuando el Estado mexicano supo canalizar el apoyo popular hacia sus proyectos, aunque con el riesgo de subordinar las demandas autonómicas a una visión hegemónica de desarrollo.

Los Desafíos Futuros y el Legado Histórico de la Cuarta Transformación

El mayor reto de la 4T no es solo implementar sus políticas, sino asegurar que los cambios que promueve sean irreversibles y no dependan de un solo liderazgo. En la historia de México, muchas reformas progresistas fueron desmanteladas en periodos posteriores, como ocurrió con las políticas agrarias de la Revolución o las nacionalizaciones del cardenismo.

AMLO ha intentado blindar su proyecto mediante reformas constitucionales y la promoción de un nuevo imaginario político, pero persisten dudas sobre si su movimiento logrará institucionalizarse más allá de su figura. Además, el próximo sexenio será crucial para determinar si la 4T puede consolidarse como un modelo viable o si terminará siendo otro episodio de expectativas frustradas en la larga búsqueda de México por un sistema más justo.

Otro aspecto clave será cómo se resolverá la tensión entre el discurso antineoliberal y las restricciones económicas reales. A diferencia de los años setenta, cuando el Estado podía financiar grandes proyectos de infraestructura mediante el endeudamiento, hoy México enfrenta límites fiscales estrictos y una economía global volátil.

La apuesta por la autosuficiencia energética, por ejemplo, requiere inversiones masivas que podrían competir con otros rubros sociales prioritarios. Además, fenómenos como la pandemia y la crisis climática añaden capas de complejidad a cualquier proyecto transformador. La 4T tendrá que demostrar que puede adaptarse a estos desafíos sin traicionar sus principios, algo que ningún gobierno en la historia reciente de México ha logrado plenamente.

En última instancia, el juicio histórico sobre la Cuarta Transformación dependerá de si logra sentar las bases para un país menos desigual y más democrático, o si termina siendo recordada como otro intento bienintencionado pero insuficiente. Lo que está claro es que, al igual que las transformaciones anteriores, su verdadero impacto solo podrá evaluarse con el paso del tiempo, cuando las pasiones políticas del presente den paso a un análisis más sereno de sus aciertos y fracasos. Mientras tanto, sigue escribiéndose un capítulo más en la compleja y fascinante historia de México.

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