La Religión como Hecho Social: El Análisis Durkheimiano y su Relevancia Contemporánea

Publicado el 4 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción a la Teoría Durkheimiana de la Religión

Émile Durkheim abordó el estudio de la religión desde una perspectiva radicalmente sociológica en su obra fundamental “Las Formas Elementales de la Vida Religiosa” (1912). A diferencia de enfoques teológicos o psicológicos, Durkheim conceptualizó la religión como un hecho social fundamental para la cohesión de las sociedades. Su análisis se centró no en las grandes religiones institucionalizadas, sino en los sistemas religiosos de los pueblos aborígenes australianos, considerando que en sus formas más elementales podrían revelar la esencia universal del fenómeno religioso. Para Durkheim, la religión no era principalmente un sistema de creencias sobre seres sobrenaturales, sino un mecanismo mediante el cual la sociedad se venera a sí misma, reforzando los valores colectivos que mantienen la solidaridad social. Este planteamiento revolucionario sentó las bases para la sociología de la religión y ofrece herramientas conceptuales para entender fenómenos religiosos contemporáneos, desde el fundamentalismo hasta las espiritualidades new age.

La definición durkheimiana de religión como “un sistema solidario de creencias y prácticas relativas a cosas sagradas” desplazó el foco de los contenidos doctrinales hacia sus funciones sociales. Lo sagrado, en esta perspectiva, representa los valores colectivos sacralizados, mientras que lo profano abarca los aspectos utilitarios de la vida cotidiana. Los rituales religiosos cumplen la función esencial de reactualizar periódicamente la conciencia colectiva, permitiendo a los individuos trascender sus intereses particulares y experimentar su pertenencia a un todo mayor. Esta visión funcionalista ha influenciado generaciones de investigadores, aunque también ha generado debates sobre su capacidad para explicar fenómenos como el conflicto religioso o la secularización acelerada en sociedades modernas.

En el contexto actual de globalización y pluralismo religioso, el marco durkheimiano ofrece perspectivas valiosas para analizar tanto la persistencia de lo religioso como sus transformaciones. La emergencia de nuevos movimientos espirituales, la politización de identidades religiosas y hasta ciertos fenómenos aparentemente seculares como el fanatismo deportivo o el culto a las marcas pueden reinterpretarse a la luz de sus categorías analíticas. Este artículo explorará en profundidad los componentes de la teoría religiosa de Durkheim, sus implicaciones para entender la modernidad religiosa, las críticas que ha recibido y su capacidad para iluminar los complejos paisajes religiosos del siglo XXI.

Los Conceptos Fundamentales: Lo Sagrado, Lo Profano y el Rito

El binomio sagrado/profano constituye el eje de la teoría durkheimiana de la religión. Lo sagrado no se define por su conexión con lo divino (pues existen religiones sin dioses, como el budismo original), sino por su carácter separado, prohibido y cargado de significado colectivo. Estos atributos pueden investir objetos tan diversos como una hostia consagrada, una bandera nacional o, en contextos contemporáneos, smartphones de última generación en ciertas subculturas juveniles. La clave es que lo sagrado representa valores sociales idealizados, mientras que lo profano engloba las actividades instrumentales de la vida diaria. Durkheim destacaba que esta distinción no es inherente a los objetos mismos, sino producto de clasificaciones sociales – un insight precursor de las teorías contemporáneas sobre construcción social de la realidad.

Los ritos religiosos cumplen funciones sociales específicas según Durkheim: los ritos negativos (tabúes, prohibiciones) mantienen la separación entre sagrado y profano; los ritos positivos (sacrificios, ceremonias) permiten interactuar con lo sagrado de manera controlada; los ritos conmemorativos reactualizan mitos fundacionales; y los ritos piaculares (de expiación) restauran la unidad social tras transgresiones. En sociedades modernas, estos patrones rituales persisten en formas secularizadas: los protocolos en tribunales o ceremonias académicas mantienen estructuras similares a ritos religiosos, con vestimentas especiales, lenguaje formalizado y secuencias de acciones prescritas. Incluso fenómenos como el Black Friday, con sus peregrinaciones a centros comerciales y rituales de consumo, muestran esta estructura sagrada/profana reinterpretada.

La efervescencia colectiva es otro concepto clave: esos momentos de intensa excitación social donde los individuos experimentan una energía que trasciende lo individual. En las sociedades tradicionales, esto ocurría en ceremonias tribales; hoy puede observarse en conciertos masivos, eventos deportivos o manifestaciones políticas. Las redes sociales digitales han creado nuevas formas de efervescencia colectiva, donde fenómenos virales generan una participación emocional sincronizada a escala global. Estos momentos cumplen funciones similares a los ritos tradicionales: reforzar identidades colectivas, marcar pertenencia grupal y revitalizar compromisos con valores compartidos – aunque los contenidos específicos hayan cambiado radicalmente.

La Religión como Cimiento del Orden Social y el Conocimiento

Durkheim proponía una tesis audaz: la religión no solo organiza las relaciones sociales, sino que está en el origen mismo de las categorías fundamentales del pensamiento. Conceptos como tiempo, espacio, causalidad o clasificación tendrían su génesis en prácticas religiosas primitivas que luego se racionalizaron. La división del mundo en clanes totémicos, por ejemplo, habría sido el precedente de los sistemas clasificatorios científicos. Esta perspectiva anticipó enfoques contemporáneos sobre la historicidad de las categorías cognitivas y desafió la visión de la razón como facultad puramente individual. Incluso la noción moderna de individuo sagrado – base de los derechos humanos – tendría raíces religiosas en el culto al hombre que emergió históricamente.

La religión, en esta visión, es la matriz de toda la vida social, incluyendo el derecho, la moral y la ciencia. Las prohibiciones religiosas son el germen de los sistemas jurídicos; los mandatos morales surgen como imperativos sacralizados; y la búsqueda de regularidades en el mundo sagrado prefigura la investigación científica de leyes naturales. Esta continuidad entre religión y otras esferas sociales ayuda a entender por qué, incluso en sociedades secularizadas, persisten estructuras de pensamiento y acción que replican patrones religiosos. Las ideologías políticas, por ejemplo, frecuentemente adoptan características cuasi-religiosas con sus profetas (Marx, Adam Smith), textos sagrados (El Capital, La Riqueza de las Naciones) y rituales (comicios electorales, debates parlamentarios).

En el mundo contemporáneo, esta perspectiva ilumina cómo nuevas formas de sacralidad emergen en ámbitos aparentemente seculares. El ambientalismo, por ejemplo, ha desarrollado sus propios ritos (reciclaje, marchas climáticas), figuras sagradas (Greta Thunberg como profetisa), escatología (catástrofe climática) y éticas de sacrificio (reducción de huella de carbono). Las tecnologías digitales también generan sus cultos, desde la devoción a figuras como Steve Jobs hasta la sacralización de dispositivos mediante rituales de desembalaje y prácticas de cuidado casi fetichistas. Estos fenómenos sugieren que, más que desaparecer, lo religioso se transforma y recoloca en nuevos contextos.

Críticas y Limitaciones de la Aproximación Durkheimiana

A pesar de su enorme influencia, la teoría durkheimiana de la religión ha enfrentado objeciones sustanciales. Los antropólogos han cuestionado su generalización a partir del estudio del totemismo australiano, señalando que otras religiones primitivas presentan estructuras muy diferentes. Su visión de la religión como esencialmente integradora ha sido desafiada por evidencias de que frecuentemente genera conflicto social, tanto entre grupos religiosos distintos como al interior de una misma tradición. Los fundamentalismos contemporáneos, lejos de reforzar la cohesión social, suelen polarizar sociedades y justificar violencia sectaria – un fenómeno difícil de encajar en el marco funcionalista original.

Desde la psicología de la religión se ha argumentado que Durkheim subestimó la dimensión experiencial individual de lo religioso. Autores como William James destacaron que las vivencias místicas o de conversión personal tienen dinámicas que no se reducen a su función social. Las espiritualidades contemporáneas, cada vez más centradas en el autodesarrollo antes que en la pertenencia institucional, parecen confirmar esta limitación del enfoque puramente sociológico. El auge de la “religiosidad a la carta”, donde individuos construyen sus propios sistemas de creencias mezclando tradiciones diversas, también desafía la visión durkheimiana de la religión como esencialmente colectiva.

La teoría ha sido criticada también por su determinismo social, dejando poco espacio para la agencia individual en la transformación religiosa. Figuras como Lutero, Gandhi o Martin Luther King demostraron cómo individuos pueden reconfigurar radicalmente paisajes religiosos y, a través de ellos, órdenes sociales enteros. Los movimientos carismáticos contemporáneos, frecuentemente iniciados por líderes con fuerte personalidad, también subrayan este aspecto creativo de lo religioso que el modelo durkheimiano tiende a oscurecer.

Finalmente, su predicción de que la modernidad conduciría a un declive irreversible de lo religioso ha sido ampliamente refutada por el resurgimiento global de lo religioso desde finales del siglo XX. El caso de Estados Unidos – altamente moderno y simultáneamente muy religioso – contradice directamente la asociación durkheimiana entre complejidad social y secularización. Incluso en Europa, donde la secularización avanzó más, persisten formas difusas de espiritualidad y sacralidad secular que sugieren una transformación más que una desaparición de lo religioso.

Vigencia del Enfoque Durkheimiano en el Estudio de la Religión Contemporánea

A pesar de estas críticas, el marco durkheimiano sigue ofreciendo herramientas valiosas para analizar fenómenos religiosos actuales. El nacionalismo contemporáneo, por ejemplo, puede entenderse como una religión civil que sacraliza símbolos (banderas, himnos), tiene sus mártires y rituales (conmemoraciones patrióticas) y genera intensas experiencias de pertenencia colectiva. Las movilizaciones masivas en estadios deportivos o conciertos muestran dinámicas de efervescencia colectiva casi idénticas a las descritas por Durkheim en contextos tribales, con cantos sincronizados, estados alterados de conciencia y reforzamiento de identidades grupales.

Las redes sociales digitales han creado nuevos espacios para lo sagrado, donde memes virales pueden funcionar como íconos contemporáneos y las comunidades online generan sus propios rituales y tabúes. Las controversias sobre “cultura de la cancelación” revelan cómo emergen nuevas normas sacralizadas (por ejemplo, sobre lenguaje inclusivo) que ejercen coerción social sobre los individuos. Estos fenómenos muestran que los mecanismos básicos descritos por Durkheim – sacralización, ritualización, control social a través de lo sagrado – persisten, aunque en formatos tecnológicamente mediados.

Incluso el ateísmo militante puede analizarse desde esta perspectiva. Movimientos como el Nuevo Ateísmo de Richard Dawkins desarrollan sus propias ceremonias (convenciones, debates públicos), textos sagrados (El Espejismo de Dios) y figuras veneradas (Carl Sagan como “santo patrón” de la ciencia). Esto sugiere que incluso la negación explícita de lo religioso frecuentemente adopta formas estructuralmente similares a lo que niega, confirmando la tesis durkheimiana sobre la religión como forma básica de organización social.

Finalmente, crisis globales como la pandemia de COVID-19 han mostrado cómo emergen espontáneamente nuevos rituales (aplausos a sanitarios, velas en ventanas) y figuras sacralizadas (personal médico como “héroes”) en respuesta a necesidades colectivas de significado y cohesión. Estos fenómenos refuerzan la idea durkheimiana de que lo religioso, en sentido amplio, resurge especialmente en momentos de incertidumbre social, ofreciendo marcos de sentido compartido que trascienden al individuo aislado.

Conclusión: La Persistente Actualidad de una Visión Sociológica de lo Religioso

Más de un siglo después de su formulación, el enfoque durkheimiano de la religión como hecho social sigue proporcionando un marco poderoso para entender tanto la persistencia de lo religioso tradicional como sus nuevas manifestaciones en sociedades secularizadas. Su gran aporte fue desnaturalizar lo religioso, mostrando que su esencia no está en supuestas revelaciones trascendentes, sino en su capacidad para expresar y reforzar los lazos que unen a una comunidad. Esta perspectiva permite analizar con una misma herramienta conceptual tanto a una misa católica como a un concierto de Taylor Swift, identificando las estructuras sociales subyacentes que los hacen funcionar como experiencias colectivas significativas.

En un mundo donde lo religioso tradicional convive con nuevas formas de espiritualidad y donde lo sagrado migra a esferas aparentemente seculares, la mirada durkheimiana nos recuerda que la necesidad de trascendencia, pertenencia y orden simbólico sigue siendo una constante antropológica. Las formas cambian, pero los mecanismos sociales básicos que describió Durkheim – sacralización, ritualización, creación de comunidad a través de símbolos compartidos – persisten adaptándose a nuevos contextos históricos. Más que una teoría superada, su enfoque constituye un punto de partida indispensable que las generaciones posteriores de sociólogos han ampliado y matizado, pero cuyo núcleo analítico sigue demostrando una sorprendente capacidad explicativa para el complejo panorama religioso del siglo XXI.

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