La Revolución de Abril de 1965: Guerra Civil e Intervención Estadounidense en República Dominicana
Introducción: El Contexto Político Post-Trujillo
La Revolución de Abril de 1965 representa uno de los episodios más dramáticos y significativos de la historia contemporánea dominicana, marcando un punto de inflexión en el proceso de transición política tras la caída de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo. Este conflicto armado, que comenzó como un levantamiento popular para restaurar el gobierno constitucional de Juan Bosch – derrocado apenas siete meses después de asumir la presidencia en 1963 – se transformó rápidamente en una compleja guerra civil con dimensiones internacionales, culminando con la segunda intervención militar estadounidense en el siglo XX. Los eventos de abril de 1965 no solo reflejaron las profundas divisiones políticas y sociales de la República Dominicana en la década de 1960, sino que también se insertaron en el contexto global de la Guerra Fría, cuando Estados Unidos aplicaba la Doctrina Johnson para prevenir el surgimiento de gobiernos considerados comunistas en el hemisferio occidental.
La situación política dominicana tras el asesinato de Trujillo en 1961 había sido de extrema inestabilidad, con un breve interludio democrático bajo el gobierno de Juan Bosch (febrero-septiembre 1963), cuyo experimento reformista fue truncado por un golpe militar apoyado por la oligarquía tradicional y sectores de la Iglesia Católica. El triunvirato que sucedió a Bosch implementó políticas represivas y revirtió las reformas progresistas, generando un creciente descontento popular que estalló en abril de 1965 cuando un grupo de oficiales jóvenes, aliados con sectores políticos boschistas, se alzó en armas para restaurar la constitución de 1963. Lo que comenzó como un pronunciamiento militar se convirtió en un movimiento masivo cuando la población civil, especialmente en los barrios pobres de Santo Domingo, se unió a la rebelión, dando al conflicto un carácter de insurrección popular con fuertes componentes sociales y nacionalistas.
El Estallido de la Revolución y la Guerra Civil
El Levantamiento Constitucionalista y la Respuesta Golpista
El 24 de abril de 1965 marcó el inicio formal de la Revolución cuando un grupo de oficiales militares liderados por el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó se rebeló contra el gobierno del Triunvirato, exigiendo el retorno a la constitucionalidad sin elecciones y la reposición de Juan Bosch como presidente legítimo. Estos militares rebeldes, que pronto serían conocidos como “constitucionalistas”, lograron rápidamente el control de importantes instalaciones estratégicas en Santo Domingo, incluyendo el Palacio Nacional y la Fortaleza Ozama, mientras distribuían armas a civiles que se unían masivamente a la causa. La respuesta de las fuerzas leales al Triunvirato, concentradas principalmente en la Base Aérea de San Isidro bajo el mando del general Elías Wessin y Wessin, fue inmediata y brutal, utilizando aviones para bombardear posiciones constitucionalistas en la zona colonial de Santo Domingo, uno de los primeros casos en América Latina de fuerza aérea usada contra la población civil en un contexto urbano.
Durante los primeros días del conflicto, la superioridad aérea y de blindados de las fuerzas golpistas (llamadas “leales” o “de San Isidro”) parecía decidir la contienda a su favor. Sin embargo, la resistencia popular y la habilidad táctica de los constitucionalistas, que lograron neutralizar varios tanques con cócteles molotov y barreras urbanas, equilibraron la balanza. Un momento crucial ocurrió el 27 de abril cuando miles de civiles, muchos de ellos jóvenes estudiantes y trabajadores sin entrenamiento militar, lograron repeler un intento de las tropas de San Isidro por tomar el Puente Duarte, entrada estratégica a la ciudad colonial. Esta batalla, librada con ferocidad inusitada, demostró el profundo arraigo popular del movimiento constitucionalista y marcó el punto donde el conflicto dejó de ser un mero enfrentamiento entre facciones militares para convertirse en una verdadera revolución social con participación masiva de los sectores populares urbanos.
La Radicalización del Movimiento y la Formación del Gobierno de Caamaño
A medida que avanzaba el conflicto, el liderazgo del movimiento constitucionalista experimentó una notable radicalización política. Inicialmente enfocado en la restauración pura de la constitución de 1963 y el retorno de Bosch, el movimiento comenzó a incorporar demandas sociales más profundas bajo la presión de las bases populares y la influencia de sectores de izquierda que habían ganado protagonismo en las barricadas. Esta evolución se hizo evidente cuando el 4 de mayo, ante la imposibilidad de que Bosch regresara inmediatamente al país (el ex presidente se encontraba en Puerto Rico y Estados Unidos bloqueaba su retorno), los constitucionalistas eligieron como presidente provisional al coronel Francisco Caamaño, un líder carismático que había surgido como figura central de la resistencia militar y gozaba de amplio apoyo popular.
El gobierno de Caamaño, aunque de corta duración, representó uno de los experimentos políticos más radicales en la historia dominicana. En medio del caos de la guerra, implementó medidas como la expropiación y distribución de alimentos, la organización de milicias populares, y el inicio de reformas laborales que buscaban responder a las demandas de las clases trabajadoras que formaban el núcleo duro del movimiento constitucionalista. Esta deriva hacia la izquierda, real o percibida, fue hábilmente explotada por los sectores conservadores y por el gobierno estadounidense para presentar la revolución como una amenaza comunista que justificara la intervención extranjera, oscureciendo el carácter esencialmente democrático y nacionalista de sus orígenes.
La Intervención Estadounidense y la Internacionalización del Conflicto
La Operación Power Pack: Justificaciones y Realidades
El 28 de abril de 1965, apenas cuatro días después del inicio de la revolución, el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson ordenó el desembarco de marines en Santo Domingo bajo la operación bautizada como “Power Pack”, iniciando lo que sería la mayor intervención militar estadounidense en América Latina desde la ocupación de Haití en 1915. La justificación oficial fue proteger vidas de ciudadanos estadounidenses y de otras nacionalidades, y prevenir el surgimiento de “otra Cuba” en el Caribe. Sin embargo, documentos desclasificados años después revelarían que el gobierno Johnson había estado considerando la intervención desde antes del estallido revolucionario, como parte de su política de “contener” lo que percibía como expansión comunista en la región, independientemente de los deseos democráticos de las poblaciones locales.
La intervención comenzó con el desembarco de 500 marines que aseguraron la zona costera cerca del Hotel Embajador, donde se concentraban extranjeros y miembros de la élite dominicana que huían del conflicto. En cuestión de días, este contingente crecería a más de 23,000 soldados estadounidenses, complementados posteriormente por fuerzas de la llamada Fuerza Interamericana de Paz (FIAP) enviada por la OEA y compuesta principalmente por tropas de Brasil, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, países entonces gobernados por regímenes afines a Washington. El despliegue masivo de tropas extranjeras alteró fundamentalmente el equilibrio de fuerzas en el conflicto, impidiendo la victoria militar de los constitucionalistas que hasta entonces parecía inminente, y dividiendo físicamente a Santo Domingo en dos zonas: la “Zona Internacional” controlada por los estadounidenses y sus aliados, y la “Zona Constitucionalista” que resistía bajo el liderazgo de Caamaño.
La Resistencia Nacionalista y la Diplomacia Internacional
Frente a la abrumadora superioridad militar estadounidense, los constitucionalistas optaron por una estrategia combinada de resistencia armada y búsqueda de apoyo internacional. En el ámbito militar, organizaron una defensa tenaz de la Zona Constitucionalista, utilizando tácticas de guerrilla urbana que infligieron bajas considerables a las fuerzas intervencionistas, especialmente en los combates del Hotel Matum y la Fortaleza Ozama. Simultáneamente, el gobierno de Caamaño lanzó una campaña diplomática para denunciar la intervención ante organismos internacionales y ganar apoyo regional, logrando cierto respaldo de países como México, Chile y Uruguay, que criticaron la violación a la soberanía dominicana.
Uno de los momentos más dramáticos de esta lucha diplomática ocurrió cuando el coronel Caamaño, disfrazado de sacerdote, logró salir clandestinamente de la sitiada Santo Domingo para viajar a la sede de la OEA en Washington y denunciar personalmente la intervención. Aunque estos esfuerzos no lograron revertir la situación militar, sí contribuyeron a generar una crisis política para el gobierno Johnson, cuyas justificaciones para la intervención eran cada vez más cuestionadas por la prensa internacional e incluso por sectores del Congreso estadounidense. Esta presión internacional, combinada con la tenaz resistencia dominicana, forzaría eventualmente a Washington a buscar una salida negociada al conflicto en lugar de la victoria militar total que inicialmente había pretendido.
El Fin del Conflicto y sus Consecuencias Históricas
El Acta de Reconciliación y el Gobierno de García Godoy
Después de meses de combates y negociaciones infructuosas, el 31 de agosto de 1965 se firmó el Acta de Reconciliación Nacional que puso fin formalmente al conflicto armado. Este acuerdo, mediado por el enviado especial de la OEA Ellsworth Bunker, estableció la creación de un gobierno provisional bajo el liderazgo del moderado Héctor García Godoy, con la tarea de organizar elecciones en 1966 y supervisar la desmovilización de los bandos en conflicto. Aunque el Acta mantenía algunos principios de la causa constitucionalista como el compromiso con elecciones libres, en la práctica significó la derrota política del movimiento, ya que no restablecía la constitución de 1963 ni permitía el retorno de Juan Bosch al poder antes de los comicios.
La implementación del acuerdo fue extremadamente difícil, con frecuentes violaciones por ambas partes y brotes esporádicos de violencia. Las fuerzas estadounidenses, que permanecieron en el país hasta septiembre de 1966, jugaron un papel ambiguo durante este período, por un lado garantizando la estabilidad necesaria para las elecciones, pero por otro protegiendo a sectores militares derechistas que cometían atrocidades contra exconstitucionalistas. Uno de los episodios más trágicos de esta etapa fue la llamada “masacre de los Palmeros” en diciembre de 1965, cuando fuerzas leales al general Antonio Imbert (uno de los asesinos de Trujillo) ejecutaron sumariamente a varios oficiales constitucionalistas que habían aceptado deponer las armas confiando en las garantías del gobierno provisional.
Las Elecciones de 1966 y el Ascenso de Balaguer
Las elecciones de junio de 1966, celebradas bajo la supervisión de la OEA y con tropas estadounidenses aún presentes en el país, dieron la victoria al reformista de derecha Joaquín Balaguer, candidato del Partido Reformista, sobre Juan Bosch que representaba al Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Este resultado, aunque técnicamente limpio, estuvo marcado por un clima de intimidación contra los boschistas y el aprovechamiento por parte de Balaguer de los recursos del Estado durante la campaña. La presidencia de Balaguer, que se extendería con interrupciones hasta 1996, representó en muchos aspectos una restauración del orden tradicional, aunque implementando ciertas reformas sociales y económicas para prevenir nuevos estallidos revolucionarios.
La Revolución de Abril dejó un legado complejo en la sociedad dominicana. Por un lado, demostró la capacidad de movilización popular y el arraigo de las aspiraciones democráticas en amplios sectores de la población. Por otro, el trauma de la intervención extranjera y la posterior represión generaron un clima de desencanto y apatía política que tardaría años en superarse. En el ámbito internacional, el episodio reforzó la imagen de Estados Unidos como potencia intervencionista en la región, mientras que para los dominicanos se convirtió en un símbolo tanto de la resistencia nacional como de las limitaciones de esa resistencia frente al poder imperial.
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