La Teología del Estado en el Pensamiento Reformado y su Base Bíblica

Publicado el 10 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

Los Fundamentos Escriturales de la Doctrina Reformada del Gobierno

La teología reformada ha desarrollado una de las reflexiones más sistemáticas sobre la naturaleza y función del Estado dentro del pensamiento cristiano, basándose en una exégesis minuciosa de las Escrituras y una comprensión integral de la soberanía de Dios sobre todas las esferas de la vida. Este estudio explorará los pilares bíblicos que sustentan la concepción reformada del Estado, analizando cómo figuras como Calvino, Kuyper y Dooyeweerd articularon una visión distintiva de las relaciones entre la autoridad civil y el reino de Dios. El punto de partida ineludible se encuentra en Romanos 13:1-7, donde Pablo establece el origen divino de las autoridades políticas: “No hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas”. Este pasaje, interpretado a la luz de toda la revelación bíblica, proporciona el marco para entender el Estado como institución divinamente ordenada con propósitos específicos dentro del gobierno providencial de Dios sobre la historia humana.

La teología reformada insiste en leer Romanos 13 en diálogo con otros textos cruciales como Apocalipsis 13, que presenta el potencial demoníaco del poder estatal cuando se absolutiza a sí mismo, y Hechos 5:29, que establece los límites de la obediencia civil: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”. Esta tensión creativa – entre el reconocimiento de la autoridad legítima del Estado y la resistencia profética a sus excesos – caracteriza el pensamiento político reformado desde sus inicios. Calvino, en sus Instituciones de la Religión Cristiana (Libro IV, Capítulo 20), desarrolló cuidadosamente esta perspectiva, distinguiendo entre el ideal divino para el gobierno civil y las realidades del poder en un mundo caído. Su comentario sobre Daniel subraya cómo los creyentes pueden servir en gobiernos no cristianos (como Daniel en Babilonia) mientras mantienen su lealtad última a Cristo, anticipando la posterior doctrina reformada de la “soberanía de la esfera” del Estado dentro de sus límites designados por Dios.

El Antiguo Testamento proporciona numerosos ejemplos que informan la teología reformada del Estado. La organización política de Israel bajo la teocracia mosaica (Éxodo 18), las advertencias sobre la monarquía (1 Samuel 8), las regulaciones para los reyes (Deuteronomio 17:14-20), y las denuncias proféticas contra el abuso de poder (Amós 5:10-15) juntos forman un cuadro multifacético del gobierno civil según el corazón de Dios. Los reformadores, con su énfasis en la aplicación de la ley moral a todas las áreas de la vida, vieron en estos textos principios permanentes para la relación entre la iglesia y el Estado, la justicia social, y los límites constitucionales al poder político. La visión de Calvino sobre Ginebra como ciudad donde las ordenanzas civiles reflejaran – en la medida posible en una sociedad caída – los valores del reino de Dios, surgió de esta lectura integral de las Escrituras.

La Doctrina de la Soberanía de las Esferas y su Base Bíblica

Abraham Kuyper, el estadista y teólogo neerlandés del siglo XIX, desarrolló la doctrina de la soberanía de las esferas como distintivo central del pensamiento político reformado, basándose en una exégesis cuidadosa de la creación y la redención bíblicas. Esta enseñanza afirma que Dios ha establecido diversas esferas de la vida humana (familia, Estado, iglesia, arte, ciencia, etc.), cada una con su propia autoridad relativa y directa responsabilidad ante Dios. Colosenses 1:16-17 proporciona el fundamento cósmico: “Porque en él fueron creadas todas las cosas… todo fue creado por medio de él y para él”. Kuyper argumentaba que esta soberanía cristológica se expresa en la diversidad de instituciones sociales, cada una con su propia esfera de autoridad que el Estado no debe usurpar.

El relato de la creación en Génesis 1-2 muestra esta diversidad de esferas en el mandato cultural (Génesis 1:28), la institución del matrimonio (Génesis 2:24), y la organización del trabajo (Génesis 2:15). La caída en Génesis 3 introduce la tendencia humana a confundir y dominar estas esferas – un patrón que se manifiesta claramente en los regímenes totalitarios que buscan controlar todos los aspectos de la vida. La torre de Babel (Génesis 11) representa el primer proyecto estatal idolátrico que busca unificar coercitivamente a la humanidad bajo un solo poder político y religioso. En contraste, la redención en Cristo restaura el diseño original, permitiendo que cada esfera florezca según su vocación divina sin ser absorbida por las demás.

Jesús afirmó este principio de esferas distintas en su respuesta sobre el tributo al César (Marcos 12:13-17): “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Esta declaración, leída en el contexto más amplio de la enseñanza de Jesús, establece límites a la autoridad del Estado mientras afirma su legitimidad dentro de su esfera propia. Los reformadores aplicaron este principio para resistir tanto la teocracia medieval (donde la iglesia dominaba al Estado) como el estatismo moderno (donde el Estado pretende dominar a la iglesia y otras instituciones). La parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37) amplía esta visión, mostrando cómo individuos y comunidades (no sólo el Estado) tienen responsabilidades en el cuidado del prójimo.

La doctrina de las esferas soberanas tiene implicaciones prácticas profundas para la libertad religiosa, la educación cristiana, la economía, y otros ámbitos donde el Estado moderno frecuentemente sobrepasa sus límites bíblicos. El Salmo 115:16 (“Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la tierra a los hijos de los hombres”) sugiere una distinción entre lo sagrado y lo secular que informa la visión reformada de un Estado limitado pero activo en su dominio legítimo. Esta perspectiva evita tanto el laicismo radical como el fundamentalismo teocrático, buscando en cambio un equilibrio bíblico donde el Estado cumpla su rol de promover la justicia (Romanos 13:4) sin pretender ser fuente de salvación o significado último.

El Estado como Ministerio de Justicia: La Visión Reformada de Romanos 13

La teología reformada ha entendido tradicionalmente Romanos 13:1-7 como la descripción del Estado como “ministerio de justicia” instituido por Dios para preservar el orden en la sociedad caída. Juan Calvino, en sus Instituciones, comparó el gobierno civil con los “frenos” que impiden que la humanidad caída caiga en el caos total. Esta interpretación se basa en una lectura contextual de Romanos 12-13, donde el llamado al amor cristiano (12:9-21) es seguido inmediatamente por la enseñanza sobre el papel coercitivo del Estado (13:1-7), sugiriendo que ambas realidades son necesarias en el período entre la primera y segunda venida de Cristo. El Estado, en esta visión, no es parte del reino redentor de Dios, pero sí un instrumento de Su gracia común para restringir el mal y promover el bienestar temporal de todos los seres humanos.

El Antiguo Testamento proporciona numerosos ejemplos de esta función del Estado. Génesis 9:5-6, después del diluvio, instituye la pena capital como instrumento de justicia retributiva, delegando a la sociedad humana la responsabilidad de administrar justicia básica. Proverbios 8:15-16 presenta a la sabiduría divina como fundamento del buen gobierno: “Por mí reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por mí dominan los príncipes, y todos los gobernadores juzgan la tierra”. Los profetas frecuentemente llamaron a los gobernantes a cumplir esta vocación de justicia (Isaías 1:17; Jeremías 22:3), denunciando su fracaso en hacerlo (Amós 5:7,12; Miqueas 3:1-3). La teología reformada ve en estos textos principios permanentes para la función del Estado, independientemente del contexto cultural o histórico.

La Reforma Protestante aplicó esta visión al desarrollar teorías de gobierno constitucional que limitaran el poder absoluto. Calvino argumentó que los magistrados inferiores tienen el deber de resistir a los gobernantes tiránicos, basándose en ejemplos bíblicos como los profetas que confrontaron a los reyes (1 Reyes 18; Daniel 3) y en la enseñanza de que toda autoridad humana es relativa ante la soberanía de Dios. Esta perspectiva llevó a los calvinistas a ser pioneros en el desarrollo de sistemas de pesos y contrapesos políticos, como se ve en las formas de gobierno presbiterianas que influyeron en las democracias modernas. La Confesión de Fe de Westminster (1646) articuló esta posición al afirmar que el Estado debe proteger a la iglesia “sin dar preferencia a alguna denominación” (Capítulo 23), reconociendo así la distinción entre las esferas civil y religiosa mientras se espera cooperación entre ambas.

La teología reformada contemporánea, representada por figuras como Nicholas Wolterstorff, ha desarrollado esta tradición enfatizando el concepto bíblico de justicia como shalom – la paz floreciente que resulta cuando las relaciones son como deberían ser según el diseño de Dios. Desde esta perspectiva, el Estado no sólo debe castigar el mal (Romanos 13:4) sino también promover activamente condiciones para que la sociedad florezca, especialmente protegiendo a los vulnerables (Salmo 72:4; Isaías 1:17). Esta visión amplía el entendimiento reformado del Estado más allá del mero “policía” que reprime el desorden, hacia un agente positivo de justicia social dentro de sus límites adecuados.

La Libertad Religiosa y la Separación Iglesia-Estado en Perspectiva Reformada

La teología reformada ha contribuido significativamente al desarrollo de la libertad religiosa y los conceptos modernos de separación entre iglesia y Estado, aunque su trayectoria histórica ha sido compleja. Basándose en la enseñanza de Jesús sobre los “dos reinos” (Mateo 22:21) y la naturaleza espiritual del reino de Dios (Juan 18:36), los pensadores reformados llegaron a reconocer que la fe genuina no puede ser coercida por el poder estatal. Esta convicción surgió tanto de la experiencia de persecución (como los hugonotes en Francia) como de una reflexión teológica profunda sobre la naturaleza de la iglesia y el Estado en las Escrituras.

El Nuevo Testamento presenta la iglesia como una comunidad voluntaria de discípulos que siguen a Cristo por convicción personal (Mateo 16:24; Hechos 2:41-42), en contraste con el Israel del Antiguo Testamento que era tanto nación política como comunidad religiosa. Las parábolas del reino (Mateo 13) describen una realidad espiritual que crece orgánicamente por la Palabra y el Espíritu, no por imposición estatal. Los apóstoles, cuando fueron prohibidos de predicar, declararon: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29), estableciendo un precedente para la resistencia no violenta cuando el Estado sobrepasa sus límites legítimos. La epístola a los Hebreos presenta el culto cristiano como acceso directo a Dios mediante Cristo (Hebreos 10:19-22), sin necesidad de mediación sacerdotal estatalizada como en algunas religiones antiguas.

Históricamente, la Reforma comenzó con un llamado a la libertad de conciencia basada en la Palabra de Dios (“Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios”, declaró Lutero en Worms). Calvino, aunque inicialmente apoyó el uso del poder civil para mantener la ortodoxia religiosa en Ginebra, estableció principios que llevarían a una mayor libertad religiosa. Su comentario sobre Daniel 6 muestra admiración por la fidelidad de Daniel al negarse a obedecer un decreto religioso injusto, reconociendo así el derecho (y deber) de desobedecer al Estado cuando viola la conciencia. Los puritanos ingleses y los peregrinos americanos, influenciados por el calvinismo, desarrollaron estos principios hacia formas más consistentes de separación iglesia-Estado, como se ve en la Colonia de la Bahía de Massachusetts y posteriormente en las ideas de Roger Williams.

En el siglo XIX, Abraham Kuyper articuló una visión madura de pluralismo religioso dentro del marco reformado. Basándose en la soberanía de las esferas, argumentó que el Estado no tiene competencia para dictar creencias religiosas, aunque debe crear condiciones para que todas las confesiones ejerzan su fe libremente dentro del orden público. Esta posición, influyente en la constitución holandesa y en desarrollos posteriores del derecho internacional de los derechos humanos, encuentra apoyo bíblico en pasajes como 1 Pedro 3:15 (“santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa… con mansedumbre y reverencia”), que presupone un contexto donde la fe se propone libremente, no se impone coercitivamente.

Aplicaciones Contemporáneas: El Pensamiento Político Reformado Hoy

La teología reformada del Estado ofrece recursos valiosos para abordar los desafíos políticos contemporáneos desde una perspectiva bíblicamente fiel y culturalmente relevante. Frente al aumento del estatismo en muchas sociedades, la doctrina de las esferas soberanas recuerda que el Estado no es omnicompetente para resolver todos los problemas humanos. La crisis ecológica, por ejemplo, requiere respuestas que involucren a familias, iglesias, empresas y comunidades locales – no sólo legislación estatal – siguiendo el modelo del mandato cultural (Génesis 1:28; 2:15) y la ética de mayordomía (Salmo 24:1). La enseñanza bíblica sobre la subsidiariedad (Éxodo 18:13-26) sugiere que las soluciones políticas deben buscarse primero en el nivel más cercano al problema, en lugar de centralizar todas las decisiones.

En el ámbito de la justicia social, la tradición reformada ofrece una alternativa tanto al individualismo libertario como al colectivismo estatista. Los profetas hebreos denunciaron sistemáticamente la opresión económica (Amós 5:11-12; Miqueas 2:1-2), pero sus soluciones apelaban al cambio de corazón (Jeremías 31:33) y a la generosidad voluntaria (Isaías 58:6-7) más que a meros ajustes legales. La comunidad cristiana primitiva (Hechos 2:44-45; 4:32-35) modeló una economía de compartir que surgía de la transformación espiritual, no de coerción estatal. Pensadores reformados contemporáneos como Bob Goudzwaard han aplicado estos principios al criticar tanto el capitalismo desenfrenado como el socialismo materialista, proponiendo en su lugar una “economía de suficiencia” basada en los valores del reino.

En política internacional, la visión reformada de la soberanía nacional limitada por la ley moral de Dios (Salmo 2:10-12; Hechos 17:26) provee un marco para las relaciones entre estados que evite tanto el aislacionismo como el imperialismo. La noción de “guerra justa” desarrollada por teólogos reformados como Francisco de Vitoria se basó en principios bíblicos como la protección de inocentes (Deuteronomio 20:19-20) y la proporcionalidad (Éxodo 21:23-25), estableciendo límites éticos al uso de la fuerza militar. En el contexto de la globalización, la teología reformada insiste en que las instituciones internacionales deben respetar la diversidad cultural y religiosa (Apocalipsis 7:9) mientras promueven justicia básica para todos los seres humanos creados a imagen de Dios (Génesis 1:27).

Finalmente, frente al secularismo militante en muchas democracias occidentales, la teología reformada recuerda que el Estado no puede ser neutral en cuanto a valores últimos (Salmo 2:10-12). Siguiendo el ejemplo de Daniel y sus amigos (Daniel 1, 3, 6), los cristianos están llamados a participar en la vida pública con convicciones firmes pero espíritu de servicio, trabajando por el bien común (Jeremías 29:7) mientras dan testimonio de su esperanza última en el reino de Cristo (1 Pedro 3:15). Como afirmó Kuyper en su famoso discurso de 1880: “No hay un solo centímetro cuadrado en todo el dominio de la existencia humana sobre el cual Cristo, que es soberano sobre todo, no clame: ‘¡Es mío!'”. Esta visión integral, arraigada en la soberanía cósmica de Cristo (Colosenses 1:15-20), inspira a los creyentes a servir en la esfera política no por ambición de poder sino por amor al prójimo y obediencia al Señor de todas las esferas de la vida.

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