Los 10 Problemas Digestivos Más Comunes: Causas, Síntomas y Tratamientos

Publicado el 18 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

El sistema digestivo es fundamental para procesar los alimentos, absorber nutrientes y eliminar desechos. Sin embargo, diversos factores como una dieta inadecuada, el estrés o enfermedades subyacentes pueden provocar trastornos digestivos. Estos problemas afectan la calidad de vida y, en algunos casos, pueden ser indicativos de condiciones más graves. En este artículo, exploraremos los 10 problemas digestivos más comunes, sus causas, síntomas y posibles tratamientos.


1. Acidez Estomacal (Enfermedad por Reflujo Gastroesofágico – ERGE)

La acidez estomacal, también conocida como reflujo gastroesofágico, ocurre cuando los ácidos del estómago regresan hacia el esófago, provocando una sensación de ardor en el pecho. Este problema es causado por el debilitamiento del esfínter esofágico inferior, que normalmente evita que los ácidos suban. Factores como el consumo de alimentos picantes, grasosos o ácidos, el embarazo, la obesidad y el tabaquismo pueden agravar esta condición.

Los síntomas incluyen ardor detrás del esternón, regurgitación de alimentos o líquidos ácidos, dificultad para tragar y, en casos crónicos, daño al esófago. Para aliviar la acidez, se recomienda evitar comidas abundantes antes de dormir, elevar la cabecera de la cama y reducir el consumo de alcohol y cafeína. Los antiácidos y los inhibidores de la bomba de protones (como el omeprazol) pueden ser útiles, pero si los síntomas persisten, es necesario consultar a un médico.


2. Síndrome del Intestino Irritable (SII)

El síndrome del intestino irritable es un trastorno funcional del sistema digestivo que afecta principalmente al colon. Se caracteriza por dolor abdominal, distensión, gases, diarrea o estreñimiento, y su causa exacta aún no está clara. Sin embargo, se cree que factores como el estrés, alteraciones en la microbiota intestinal y la sensibilidad a ciertos alimentos (como lácteos o gluten) pueden desencadenarlo.

Los pacientes con SII suelen experimentar cambios en la frecuencia y consistencia de las deposiciones, acompañados de malestar que mejora después de defecar. No existe una cura definitiva, pero los síntomas pueden manejarse con una dieta baja en FODMAP (carbohidratos fermentables), probióticos, fibra soluble y técnicas de relajación para reducir el estrés. En casos severos, el médico puede recetar antiespasmódicos o antidepresivos en dosis bajas.


3. Gastritis

La gastritis es la inflamación del revestimiento del estómago, causada principalmente por infecciones bacterianas (como Helicobacter pylori), uso prolongado de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), consumo excesivo de alcohol o estrés crónico. Los síntomas incluyen dolor abdominal superior, náuseas, vómitos, sensación de saciedad temprana y, en casos graves, sangrado digestivo.

El diagnóstico se realiza mediante endoscopia y pruebas para detectar H. pylori. El tratamiento depende de la causa: si hay infección bacteriana, se usan antibióticos junto con inhibidores de la bomba de protones. También se recomienda evitar irritantes como el alcohol, el café y las comidas picantes. Una dieta blanda y el manejo del estrés son clave para la recuperación.


4. Estreñimiento

El estreñimiento se define como la dificultad para evacuar o la reducción en la frecuencia de las deposiciones (menos de tres veces por semana). Las causas incluyen una dieta baja en fibra, deshidratación, sedentarismo, efectos secundarios de medicamentos (como opioides) o trastornos como el hipotiroidismo.

Los síntomas son heces duras, esfuerzo excesivo al defecar y sensación de evacuación incompleta. Para combatirlo, se recomienda aumentar el consumo de fibra (frutas, verduras y cereales integrales), beber suficiente agua y hacer ejercicio regularmente. Los laxantes pueden usarse ocasionalmente, pero su abuso puede empeorar el problema. Si el estreñimiento persiste, es importante descartar obstrucciones intestinales o enfermedades neurológicas.


5. Diarrea Aguda y Crónica

La diarrea consiste en deposiciones líquidas o semilíquidas frecuentes. Puede ser aguda (dura menos de dos semanas) o crónica (más de cuatro semanas). Las causas incluyen infecciones virales o bacterianas (como E. coli o norovirus), intoxicación alimentaria, intolerancias (como a la lactosa) o enfermedades inflamatorias intestinales.

Los síntomas son evacuaciones frecuentes, dolor abdominal, deshidratación y, en casos graves, fiebre o sangre en las heces. El tratamiento para la diarrea aguda incluye rehidratación con soluciones electrolíticas y dieta blanda (arroz, plátano, pan tostado). Los antibióticos solo son necesarios en infecciones bacterianas confirmadas. La diarrea crónica requiere estudios adicionales, como colonoscopía, para descartar colitis o síndrome de malabsorción.

6. Enfermedad de Crohn

La enfermedad de Crohn es un trastorno inflamatorio crónico que puede afectar cualquier parte del tracto digestivo, desde la boca hasta el ano, aunque comúnmente se localiza en el íleon (parte final del intestino delgado) y el colon. Esta condición pertenece al grupo de las enfermedades inflamatorias intestinales (EII) y se caracteriza por períodos de brotes agudos seguidos de remisión. Aunque su causa exacta sigue siendo desconocida, se cree que factores genéticos, alteraciones en el sistema inmunológico, desequilibrios en la microbiota intestinal y factores ambientales (como el tabaquismo o una dieta alta en procesados) juegan un papel importante en su desarrollo.

Los síntomas de la enfermedad de Crohn varían según la zona afectada, pero generalmente incluyen dolor abdominal intenso, diarrea persistente (a veces con sangre), pérdida de peso involuntaria, fatiga y fiebre ocasional. En casos más graves, pueden presentarse complicaciones como fístulas, abscesos, obstrucciones intestinales o desnutrición debido a la mala absorción de nutrientes. El diagnóstico se realiza mediante pruebas de imagen (como resonancias o tomografías), colonoscopías con biopsias y análisis de sangre para detectar marcadores de inflamación.

El tratamiento de la enfermedad de Crohn es multidisciplinario y busca controlar la inflamación, aliviar los síntomas y prevenir complicaciones. Los medicamentos más utilizados incluyen corticoides para reducir la inflamación aguda, inmunomoduladores (como la azatioprina) y terapias biológicas (como el infliximab) que actúan sobre el sistema inmunológico. En casos severos con obstrucciones o fístulas, puede ser necesaria cirugía para extirpar las porciones dañadas del intestino. Además, los pacientes deben seguir una dieta adaptada, evitando alimentos irritantes como lácteos, fibra insoluble durante los brotes y alimentos procesados. El apoyo nutricional con suplementos vitamínicos también es fundamental para contrarrestar las deficiencias causadas por la mala absorción.


7. Colitis Ulcerosa

La colitis ulcerosa es otra enfermedad inflamatoria intestinal crónica que, a diferencia de la enfermedad de Crohn, afecta exclusivamente al colon y al recto, provocando inflamación y úlceras en la capa superficial del intestino. Al igual que el Crohn, su origen es multifactorial, combinando predisposición genética, respuesta autoinmune anormal y factores ambientales como el estrés o infecciones previas. Esta condición suele manifestarse en adultos jóvenes, entre los 15 y 30 años, aunque puede aparecer a cualquier edad.

Los síntomas característicos incluyen diarrea con sangre o moco, urgencia defecatoria, dolor abdominal tipo cólico y tenesmo (sensación constante de necesitar evacuar). En casos moderados a graves, también pueden presentarse fiebre, pérdida de peso y anemia debido al sangrado crónico. Las complicaciones potenciales incluyen megacolon tóxico (dilatación peligrosa del colon), perforación intestinal y un mayor riesgo de cáncer colorrectal después de varios años de evolución. El diagnóstico se confirma mediante colonoscopia con biopsias, que muestran inflamación continua y ulceraciones en la mucosa.

El manejo de la colitis ulcerosa depende de la gravedad y extensión de la enfermedad. Para casos leves a moderados, se utilizan antiinflamatorios específicos como la mesalazina (en forma de supositorios, enemas o comprimidos). En brotes más intensos, se recurre a corticoides orales o intravenosos. Los pacientes con enfermedad refractaria o dependientes a esteroides pueden requerir terapias biológicas (como el vedolizumab) o inmunosupresores. En situaciones de emergencia (megacolon, hemorragia masiva) o cuando hay displasia precancerosa, la cirugía para extirpar el colon (colectomía) puede ser la única opción curativa. Además del tratamiento médico, se recomienda una dieta baja en residuos durante los brotes, evitar lácteos si hay intolerancia y manejar el estrés mediante técnicas como el mindfulness o la terapia cognitivo-conductual.


8. Diverticulitis

La diverticulitis es una complicación de la diverticulosis, condición en la que se forman pequeñas bolsas o sacos (divertículos) en las paredes del colon, especialmente en el sigma. Estos divertículos suelen ser asintomáticos, pero cuando se inflaman o infectan, desencadenan un cuadro agudo conocido como diverticulitis. Los factores de riesgo incluyen una dieta baja en fibra, el envejecimiento (es más común después de los 40 años), la obesidad y el sedentarismo.

Los síntomas típicos de la diverticulitis son dolor abdominal localizado en el lado inferior izquierdo (aunque en personas de ascendencia asiática puede presentarse en el lado derecho), fiebre, náuseas, cambios en el ritmo intestinal (estreñimiento o diarrea) y, en casos complicados, sangrado rectal o peritonitis si hay perforación. El diagnóstico se realiza mediante tomografía computarizada abdominal, que muestra engrosamiento de la pared intestinal y posibles abscesos. Los análisis de sangre revelan leucocitosis (aumento de glóbulos blancos) como signo de infección.

El tratamiento depende de la gravedad. Para casos leves sin complicaciones, se indica reposo intestinal, dieta líquida por unos días y antibióticos como ciprofloxacino y metronidazol. En episodios recurrentes o complicados (abscesos, fístulas), puede ser necesario hospitalización para antibióticos intravenosos y drenaje de colecciones purulentas. La cirugía (resección del colon afectado) se reserva para pacientes con perforación libre o obstrucción intestinal. Para prevenir nuevos episodios, se recomienda una dieta rica en fibra (frutas, verduras, legumbres), hidratación adecuada y ejercicio regular. Algunos estudios sugieren que los probióticos podrían ayudar a mantener una microbiota saludable y reducir la inflamación.


9. Úlceras Pépticas

Las úlceras pépticas son lesiones erosivas que se desarrollan en el revestimiento del estómago (úlceras gástricas) o del duodeno (úlceras duodenales). Las causas principales incluyen la infección por Helicobacter pylori (responsable del 70-90% de los casos) y el uso prolongado de antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como el ibuprofeno o la aspirina. Otros factores de riesgo son el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y el estrés fisiológico severo (como en pacientes en UCI).

Los síntomas clásicos son dolor urente en el epigastrio (boca del estómago) que mejora con la comida en las úlceras duodenales y empeora en las gástricas, sensación de plenitud temprana, náuseas y, en casos avanzados, hematemesis (vómito con sangre) o melena (heces negras alquitranadas) por sangrado digestivo. Las complicaciones graves incluyen perforación, que genera peritonitis, y obstrucción pilórica por cicatrización. El diagnóstico se confirma mediante endoscopia digestiva alta, que permite visualizar la úlcera y tomar biopsias para descartar cáncer o detectar H. pylori.

El tratamiento se basa en erradicar H. pylori con terapia cuádruple que combina inhibidores de la bomba de protones (IBP), dos antibióticos (como amoxicilina y claritromicina) y sales de bismuto. Si la causa son AINEs, se suspenden estos fármacos y se indican protectores gástricos. Para úlceras sangrantes, la endoscopia terapéutica (con coagulación o clips) es el estándar. Los cambios en el estilo de vida, como evitar el alcohol, el tabaco y las comidas picantes (aunque no causan úlceras, pueden irritarlas), son fundamentales. En raras ocasiones, las úlceras refractarias o perforadas requieren cirugía (vagotomía o gastrectomía parcial).


10. Intolerancia a la Lactosa

La intolerancia a la lactosa es un trastorno digestivo causado por la deficiencia de lactasa, enzima encargada de digerir la lactosa (azúcar presente en la leche y derivados lácteos). Puede ser primaria (genética, más común en adultos de ascendencia asiática, africana o indígena) o secundaria (temporal, debido a daño intestinal por infecciones, celiaquía o quimioterapia).

Los síntomas aparecen entre 30 minutos y 2 horas después de consumir lácteos e incluyen distensión abdominal, gases, diarrea acuosa, cólicos y, en algunos casos, náuseas. A diferencia de la alergia a la proteína de la leche (que involucra al sistema inmunológico), la intolerancia no provoca anafilaxia. El diagnóstico se realiza mediante test de hidrógeno espirado (elevación del hidrógeno tras ingerir lactosa) o prueba de tolerancia a la lactosa en sangre.

El manejo consiste en reducir o eliminar los lácteos de la dieta, sustituyéndolos por alternativas sin lactosa (leches vegetales) o usando suplementos de lactasa antes de consumirlos. Los yogures y quesos curados suelen tolerarse mejor debido a su menor contenido de lactosa. Es importante asegurar la ingesta de calcio mediante otros alimentos como espinacas, almendras o sardinas, o con suplementos si es necesario. En casos de intolerancia secundaria, tratar la causa subyacente (como una gastroenteritis) puede restaurar la producción de lactasa.


Conclusión Final

Los problemas digestivos aquí descritos afectan a millones de personas en el mundo, con un impacto significativo en su calidad de vida. Reconocer los síntomas tempranos y adoptar medidas preventivas—como una dieta equilibrada, hidratación adecuada y manejo del estrés—es clave para mantener la salud gastrointestinal. Siempre es recomendable consultar a un especialista si los síntomas persisten o empeoran, ya que algunos trastornos pueden requerir intervención médica o quirúrgica oportuna. La educación sobre estos padecimientos empodera a los pacientes para tomar decisiones informadas y buscar tratamientos personalizados.

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