Los Gobiernos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles: Reconstrucción y Transformación

Publicado el 6 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

El periodo comprendido entre los gobiernos de Álvaro Obregón (1920-1924) y Plutarco Elías Calles (1924-1928) marcó una etapa crucial en la consolidación del México postrevolucionario, caracterizada por la reconstrucción institucional, la pacificación del país y la implementación de políticas que sentarían las bases del Estado moderno.

Obregón, líder militar surgido de la Revolución Mexicana, asumió la presidencia en un contexto de fragmentación política y económica, heredando un país devastado por una década de conflicto armado. Su administración se enfocó en estabilizar las estructuras de poder, negociar con facciones rebeldes y sentar las bases para un proyecto nacionalista que priorizara la integración de los sectores campesinos y obreros.

Durante su mandato, se promovió la reforma agraria, aunque de manera limitada, y se establecieron alianzas con grupos sindicales, como la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), para fortalecer su apoyo político. Además, Obregón enfrentó desafíos diplomáticos, como el reconocimiento internacional de su gobierno por parte de Estados Unidos, logrado mediante los Tratados de Bucareli, que garantizaron ciertos derechos a los intereses extranjeros a cambio de apoyo político y económico.

La Pacificación y la Centralización del Poder bajo Álvaro Obregón

Uno de los logros más significativos del gobierno de Obregón fue su capacidad para pacificar el país y reducir la influencia de los caudillos regionales, quienes habían mantenido un control casi autónomo sobre sus territorios durante la Revolución. A través de una combinación de negociación y fuerza militar, Obregón logró someter a figuras como Pancho Villa, quien fue asesinado en 1923, eliminando así una de las últimas amenazas armadas importantes.

Paralelamente, su administración trabajó en la reconstrucción de infraestructuras vitales, como ferrocarriles y sistemas de riego, fundamentales para reactivar la economía. La educación también ocupó un lugar prioritario, con José Vasconcelos al frente de la Secretaría de Educación Pública, impulsando campañas de alfabetización y un proyecto cultural que buscaba definir una identidad nacional.

No obstante, su gobierno no estuvo exento de contradicciones; mientras promovía discursos progresistas, mantuvo una relación ambivalente con los movimientos sociales, reprimiendo a quienes cuestionaban su autoridad. Esta dualidad reflejaba los desafíos de gobernar en un periodo de transición, donde el equilibrio entre reforma y control era esencial para mantener el poder.

Plutarco Elías Calles y la Institucionalización de la Revolución

Con la llegada de Plutarco Elías Calles a la presidencia en 1924, el proceso de consolidación del Estado mexicano adquirió un carácter más definido y estructurado. Calles, conocido como el “Jefe Máximo de la Revolución”, implementó políticas orientadas a la modernización económica y la secularización de la sociedad, enfrentándose abiertamente a la Iglesia católica durante la Guerra Cristera (1926-1929).

Su gobierno buscó reducir la influencia del clero en asuntos públicos, lo que generó un conflicto armado con grupos católicos que resistían las medidas anticlericales. En el ámbito económico, Calles promovió la creación del Banco de México y estableció medidas para regular el sistema financiero, sentando las bases de una economía más estable. Además, su administración continuó con la reforma agraria, aunque con un enfoque más técnico, favoreciendo la propiedad ejidal pero sin resolver plenamente las demandas campesinas.

Calles también enfrentó tensiones con Estados Unidos, particularmente por la cuestión petrolera, donde defendió la soberanía nacional ante las presiones de las compañías extranjeras. Su estilo de gobierno, más autoritario que el de Obregón, reflejaba la necesidad de imponer orden en un país aún convulso, aunque esto generó descontento entre diversos sectores.

El Maximato y el Legado de los Gobiernos Postrevolucionarios

Tras concluir su mandato presidencial en 1928, Plutarco Elías Calles mantuvo una influencia determinante en la política mexicana a través del periodo conocido como el Maximato (1928-1934), donde ejerció un poder informal sobre sus sucesores. Este episodio evidenció tanto la fortaleza como las limitaciones del sistema político construido por Obregón y Calles, donde la centralización del poder en figuras fuertes permitió cierta estabilidad, pero también perpetuó prácticas autoritarias.

El legado de estos gobiernos fue ambivalente: por un lado, sentaron las bases del México moderno con instituciones más sólidas y un proyecto nacionalista; por otro, dejaron pendientes demandas sociales profundas, como una reforma agraria integral y una democratización real.

A pesar de ello, su impacto en la historia de México es innegable, ya que transformaron un país fracturado por la guerra en un Estado con capacidad de acción y una identidad en construcción. La etapa de Obregón y Calles representó, así, un puente entre el caos revolucionario y la estabilidad relativa que caracterizaría al México del siglo XX.

El Conflicto Religioso y la Guerra Cristera bajo el Mandato de Calles

Uno de los episodios más turbulentos durante el gobierno de Plutarco Elías Calles fue el enfrentamiento con la Iglesia católica, que desencadenó la Guerra Cristera (1926-1929). Este conflicto surgió como resultado de la estricta aplicación de las leyes anticlericales contenidas en la Constitución de 1917, las cuales limitaban el poder de la Iglesia, prohibían la participación política del clero y restringían el culto público.

Calles, convencido de que la influencia eclesiástica era un obstáculo para la modernización del país, decidió hacer cumplir estas disposiciones con firmeza, lo que provocó una resistencia organizada por parte de católicos y sacerdotes. La respuesta del gobierno fue contundente: se cerraron templos, se expulsó a sacerdotes extranjeros y se persiguió a quienes desobedecieran las normas.

Sin embargo, en lugar de someter a la Iglesia, estas medidas radicalizaron a amplios sectores de la población, especialmente en las zonas rurales, donde la fe católica estaba profundamente arraigada. Los levantamientos armados de grupos cristeros, que defendían la libertad religiosa, se extendieron por estados como Jalisco, Michoacán y Guanajuato, sumiendo al país en una nueva espiral de violencia.

La Guerra Cristera no solo fue un conflicto religioso, sino también un choque entre dos visiones de México: una que buscaba un Estado laico y centralizado, y otra que defendía las tradiciones y autonomías locales.

Calles respondió con una combinación de represión militar y negociaciones políticas, pero la guerra se prolongó debido a la ferocidad de ambos bandos. Finalmente, la mediación diplomática, con la intervención del embajador estadounidense Dwight Morrow, permitió llegar a un acuerdo en 1929, aunque sin resolver del todo las tensiones entre el Estado y la Iglesia.

Este conflicto dejó un saldo de miles de muertos y demostró los límites del autoritarismo callista, pues aunque el gobierno mantuvo el control, la sociedad mexicana quedó profundamente dividida. La Guerra Cristera también evidenció que, a pesar de los esfuerzos por construir un México moderno y secular, las identidades religiosas y culturales seguían siendo fuerzas poderosas que el Estado no podía ignorar.

La Política Económica y la Búsqueda de Soberanía Nacional

Además de los conflictos políticos y religiosos, los gobiernos de Obregón y Calles enfrentaron el desafío de reconstruir una economía devastada por la Revolución. Ambos líderes implementaron medidas para fortalecer la soberanía nacional y reducir la dependencia de intereses extranjeros, especialmente en sectores clave como el petróleo y la banca.

Durante su mandato, Obregón mantuvo una relación pragmática con Estados Unidos, aceptando ciertas concesiones a cambio de reconocimiento diplomático, pero sin ceder del todo ante las presiones de las empresas petroleras. Calles, por su parte, adoptó una postura más firme, impulsando leyes que buscaban regular las actividades de las compañías extranjeras y reafirmar el control del Estado sobre los recursos naturales.

Uno de los mayores logros económicos de Calles fue la creación del Banco de México en 1925, institución que centralizó la emisión monetaria y sentó las bases para un sistema financiero más estable. También promovió la expansión de la infraestructura, con proyectos de irrigación y carreteras que buscaban reactivar la producción agrícola y el comercio.

Sin embargo, estas políticas no estuvieron exentas de contradicciones. Mientras que el discurso oficial hablaba de justicia social y desarrollo nacional, en la práctica, muchas de estas reformas beneficiaron a una élite política y empresarial cercana al régimen.

Además, la crisis económica mundial de 1929 afectó gravemente a México, reduciendo los precios de las exportaciones y aumentando el desempleo, lo que generó malestar social. A pesar de estos desafíos, las bases sentadas por Obregón y Calles en materia económica permitieron que, en décadas posteriores, el país avanzara hacia un modelo de desarrollo con mayor intervención estatal.

El Maximato y la Pervivencia del Caudillismo en la Política Mexicana

Tras el fin de su mandato presidencial en 1928, Plutarco Elías Calles no abandonó el poder, sino que lo ejerció de manera indirecta a través de una serie de presidentes títeres durante el periodo conocido como el Maximato (1928-1934).

Este arreglo político reflejaba la continuidad del caudillismo posrevolucionario, en el que figuras fuertes mantenían el control del gobierno incluso sin ocupar formalmente la presidencia. Calles, desde su posición como “Jefe Máximo de la Revolución”, manejó los hilos del poder, influyendo en decisiones clave y asegurando que sus aliados ocuparan puestos estratégicos.

Sin embargo, este sistema generó creciente descontento, ya que la falta de democracia real y la concentración del poder en un pequeño grupo provocaron divisiones incluso dentro del Partido Nacional Revolucionario (PNR), antecedente del PRI.

El Maximato fue una etapa de transición en la que se mantuvo cierta estabilidad política, pero también se acumularon tensiones que estallarían años después. La imposición de gobiernos débiles y leales a Calles, como los de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, demostró las limitaciones de un sistema basado en el autoritarismo y el control personalista.

Finalmente, el ascenso de Lázaro Cárdenas en 1934 marcaría el fin de esta etapa, ya que, lejos de someterse a Calles, Cárdenas lo exilió y emprendió reformas más profundas. A pesar de sus contradicciones, el Maximato fue una fase necesaria en la consolidación del Estado mexicano, pues permitió mantener cierta continuidad en un momento en que las instituciones aún eran frágiles.

No obstante, también dejó en evidencia que, sin una verdadera apertura democrática, el sistema político seguiría siendo vulnerable a los personalismos y las crisis de legitimidad.

Reflexiones Finales: El Legado de Obregón y Calles en la Historia de México

Los gobiernos de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles representaron un periodo de reconstrucción y transformación en el México posrevolucionario, marcado por avances significativos pero también por profundas contradicciones.

Por un lado, lograron pacificar el país, sentar las bases de un Estado más fuerte y promover políticas económicas y educativas que modernizaron parcialmente la sociedad. Por otro lado, su estilo autoritario, los conflictos como la Guerra Cristera y la persistencia del caudillismo mostraron los límites de su proyecto.

Su legado es, por tanto, ambivalente: fueron artífices de un México más estable y cohesionado, pero también dejaron pendientes demandas sociales que seguirían resonando en las décadas siguientes. A pesar de ello, su influencia en la construcción del México moderno es innegable, y su historia sigue siendo un referente esencial para entender los desafíos del poder y la gobernabilidad en el siglo XX.

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