Neurotransmisión GABAérgica: Mecanismos Moleculares y su Implicación en Trastornos Neurológicos y Psiquiátricos

Publicado el 24 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción al Sistema GABAérgico en el Cerebro

El ácido γ-aminobutírico (GABA) emerge como el principal neurotransmisor inhibitorio en el sistema nervioso central de los mamíferos, desempeñando un papel fundamental en la regulación del equilibrio excitación-inhibición que subyace a todos los procesos cognitivos, emocionales y motores. Este aminoácido no proteico, sintetizado a partir del glutamato mediante la enzima glutamato descarboxilasa (GAD), media aproximadamente el 40% de todas las transmisiones sinápticas inhibitorias en el cerebro adulto, actuando a través de dos clases principales de receptores: los receptores ionotrópicos GABAA (canales iónicos permeables al cloro) y los receptores metabotrópicos GABAB (acoplados a proteínas G). La distribución del sistema GABAérgico es extraordinariamente amplia, con interneuronas GABAérgicas presentes en prácticamente todas las regiones cerebrales, desde la corteza cerebral hasta la médula espinal, organizadas en circuitos microestructurales altamente especializados que permiten un control espaciotemporal preciso de la actividad neuronal. Estas interneuronas muestran una notable diversidad morfológica, electrofisiológica y molecular, con subtipos como las células de Cajal-Retzius, las células basket, las células chandelier y las células Martinotti, cada una contribuyendo de manera única al procesamiento de información en sus respectivas redes neuronales. Más allá de su papel en la neurotransmisión sináptica rápida, el GABA también actúa como un neuromodulador de acción lenta a través de señales “tónicas” que establecen el nivel basal de inhibición en circuitos neuronales, y como un factor trófico durante el desarrollo cerebral, guiando procesos como la migración neuronal, la diferenciación celular y la formación de sinapsis.

La importancia fisiológica del sistema GABAérgico se hace evidente al considerar las dramáticas consecuencias de su disfunción, que abarcan desde trastornos convulsivos hasta enfermedades psiquiátricas y neurodegenerativas. La actividad GABAérgica no es estática, sino que muestra una notable plasticidad en respuesta a experiencias ambientales, estrés, aprendizaje y envejecimiento, adaptándose continuamente para mantener la estabilidad de los circuitos neuronales frente a cambios internos y externos. Durante el desarrollo cerebral, el GABA ejerce inicialmente efectos excitatorios debido a gradientes inversos de iones cloruro, transformándose gradualmente en inhibitorio a medida que se expresa el cotransportador KCC2, un cambio crucial cuyo timing preciso es esencial para la formación adecuada de circuitos neuronales. En el cerebro adulto, la neurotransmisión GABAérgica está finamente regulada por múltiples mecanismos que incluyen la modulación alostérica por neuroesteroides, la fosforilación de subunidades receptoras por diversas quinasas, y la internalización/reclutamiento de receptores en respuesta a la actividad sináptica. Esta compleja regulación permite al sistema GABAérgico adaptarse dinámicamente a las demandas cambiantes del cerebro, pero también lo hace vulnerable a la desregulación en condiciones patológicas, donde alteraciones en la inhibición GABAérgica pueden contribuir tanto a la sintomatología como a la progresión de diversas enfermedades neurológicas y psiquiátricas.

Diversidad Molecular de los Receptores GABAérgicos

La extraordinaria diversidad molecular de los receptores GABAérgicos constituye la base estructural para la versatilidad funcional del sistema inhibitorio cerebral. Los receptores GABAA, pertenecientes a la superfamilia de canales iónicos activados por ligando (Cys-loop), son pentámeros formados por combinaciones de subunidades seleccionadas entre 19 variantes diferentes (α1-6, β1-3, γ1-3, δ, ε, θ, π y ρ1-3), dando lugar a una multitud de subtipos receptores con propiedades farmacológicas y funcionales distintivas. Las combinaciones más comunes en el cerebro adulto (como α1β2γ2) median la inhibición sináptica rápida al generar corrientes de cloro hiperpolarizantes en respuesta a la liberación pulsátil de GABA, mientras que los receptores que incorporan subunidades δ (generalmente α4/6βδ) se localizan extrasinápticamente y median una inhibición tónica de alta afinidad que sintoniza la excitabilidad neuronal basal. Esta diversidad estructural se traduce en una notable especificidad regional y celular: las subunidades α1 predominan en el tálamo y corteza, las α2 en el hipocampo y amígdala, y las α5 en áreas ricas en sinapsis como el hipocampo, donde modulan procesos de aprendizaje y memoria. Cada subtipo receptor muestra un perfil único de modulación por fármacos psicotrópicos, explicando por qué benzodiazepinas (que se unen a interfaces α-γ) tienen efectos ansiolíticos a dosis bajas (preferencia por α2) pero hipnóticos a dosis altas (activación adicional de α1), mientras que los barbitúricos y los anestésicos generales (que actúan en sitios β) producen depresión generalizada del SNC.

Los receptores GABAB, por su parte, son heterodímeros obligados formados por las subunidades GABAB1 (sitio de unión al ligando) y GABAB2 (acoplamiento a sistemas efectores), que activan cascadas de segundos mensajeros a través de proteínas Gi/o, conduciendo a la apertura de canales de potasio (GIRKs) y al cierre de canales de calcio presinápticos. Esta inhibición lenta y prolongada regula procesos como la liberación de neurotransmisores, la plasticidad sináptica y la actividad rítmica de circuitos neuronales. Recientemente, se ha descubierto que los receptores GABAB forman complejos macromoleculares con proteínas auxiliares como las subunidades KCTD (que modulan la cinética de señalización) y las proteínas de andamiaje como la Mupp1, organizando microdominios de señalización con especificidad celular. Además de estos receptores canónicos, el GABA puede actuar a través de otros sistemas menos caracterizados, incluyendo receptores ionotrópicos de calcio (como el GABAA-ρ en la retina) y posibles receptores acoplados a proteínas G adicionales (como el GABAC propuesto), ampliando aún más el espectro de acciones de este neurotransmisor. Esta diversidad molecular no solo proporciona múltiples puntos de intervención farmacológica, sino que también permite una regulación espaciotemporal exquisitamente precisa de la inhibición neuronal, cuyo desequilibrio puede manifestarse en forma de trastornos neurológicos o psiquiátricos.

Alteraciones del Sistema GABAérgico en Enfermedades Neurológicas

Las disfunciones en la neurotransmisión GABAérgica han sido implicadas en una amplia gama de trastornos neurológicos, destacando especialmente su papel central en la epilepsia. En la epilepsia del lóbulo temporal, la forma más común de epilepsia focal en adultos, se observa una pérdida selectiva de interneuronas GABAérgicas que expresan somatostatina y parvalbúmina en el hipocampo, junto con una reorganización aberrante de las terminaciones inhibitorias restantes que conduce a una inhibición desincronizada y fallida. Estudios en modelos animales han demostrado que incluso reducciones modestas (~30%) en la inhibición GABAérgica pueden disminuir significativamente el umbral convulsivo, mientras que el trasplante de precursores GABAérgicos o la activación optogenética de interneuronas residuales puede suprimir las crisis, validando el papel causal de estas alteraciones. En la epilepsia infantil, mutaciones en genes que codifican subunidades de GABAA (como GABRA1, GABRB3) o transportadores de GABA (GAT-1) alteran el equilibrio excitación-inhibición durante períodos críticos del desarrollo, llevando a encefalopatías epilépticas como el síndrome de Dravet o el síndrome de Angelman. Paradójicamente, algunos fármacos antiepilépticos que potencian la inhibición GABAérgica (como la vigabatrina) pueden exacerbar las crisis en ciertas condiciones, probablemente debido a efectos complejos sobre los gradientes de cloro en neuronas inmaduras donde el GABA es excitatorio, ilustrando la importancia del contexto neurobiológico en las intervenciones terapéuticas.

Más allá de la epilepsia, alteraciones en el sistema GABAérgico contribuyen a la fisiopatología de numerosos trastornos neurológicos. En la enfermedad de Parkinson, la pérdida de dopamina en la sustancia nigra conduce a una hiperactividad de las vías GABAérgicas en los ganglios basales, resultando en la inhibición excesiva de los núcleos talámicos y la aparición de síntomas motores como bradicinesia y rigidez. En la enfermedad de Huntington, la degeneración precoz de las neuronas GABAérgicas espinosas medianas en el estriado produce corea y alteraciones cognitivas, mientras que en la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) la pérdida de inhibición GABAérgica sobre las motoneuronas puede contribuir a su hiperexcitabilidad y degeneración posterior. Incluso en condiciones como la migraña, la disfunción de los circuitos GABAérgicos en el tronco encefálico y la corteza cerebral parece estar involucrada en la generación de aura y la sensibilización central al dolor. Estos hallazgos colectivos han llevado al desarrollo de estrategias terapéuticas dirigidas a restaurar el equilibrio GABAérgico, que van desde fármacos convencionales como las benzodiazepinas hasta enfoques innovadores como el trasplante de interneuronas derivadas de células madre o la modulación selectiva de subtipos específicos de receptores GABAA para minimizar efectos secundarios.

Implicaciones del GABA en Trastornos Psiquiátricos y Estrategias Terapéuticas

El sistema GABAérgico desempeña un papel igualmente crucial en la fisiopatología de los trastornos psiquiátricos, donde alteraciones en la inhibición cortical y límbica contribuyen a síntomas emocionales, cognitivos y perceptivos. En la esquizofrenia, estudios post mortem han revelado una disminución en la expresión de GAD67 (principal enzima sintetizadora de GABA) en interneuronas que expresan parvalbúmina en la corteza prefrontal, acompañada de defectos en la sincronización oscilatoria gamma (30-80 Hz) que depende críticamente de estas células. Estos hallazgos han dado lugar a la hipótesis del “déficit de inhibición” en la esquizofrenia, donde la disfunción GABAérgica conduce a una integración anormal de información entre áreas cerebrales, manifestándose como síntomas positivos (alucinaciones, delirios), negativos (apatía, aislamiento) y cognitivos. De manera similar, en los trastornos del espectro autista se han documentado alteraciones en el desarrollo y función de las interneuronas GABAérgicas corticales, particularmente aquellas que expresan somatostatina, lo que podría subyacer a los desequilibrios excitación-inhibición y los problemas de procesamiento sensorial característicos de estas condiciones.

En los trastornos del estado de ánimo y de ansiedad, el sistema GABAérgico muestra alteraciones complejas que varían según el subtipo clínico y la región cerebral considerada. Pacientes con depresión mayor presentan consistentemente niveles reducidos de GABA cortical y líquido cefalorraquídeo, junto con cambios en la densidad de subtipos específicos de receptores GABAA (como aumento de α5 en el hipocampo y disminución de α2 en la amígdala). Estos hallazgos concuerdan con los efectos de los antidepresivos convencionales, que a largo plazo normalizan los niveles de GABA y potencian la neurotransmisión inhibitoria, sugiriendo que la restauración del tono GABAérgico podría ser un mecanismo final común de acción de estos fármacos. En los trastornos de ansiedad, la hipersensibilidad de los receptores GABAA que contienen α2/α3 en la amígdala y la corteza prefrontal parece contribuir a la hiperreactividad emocional, mientras que en el trastorno por estrés postraumático (TEPT) se ha observado una regulación a la baja global del sistema GABAérgico en circuitos de miedo. Estas observaciones han impulsado el desarrollo de nuevos agentes psicotrópicos como los moduladores selectivos de receptores GABAA (p. ej., basados en benzodiazepinas que actúan preferentemente sobre α2/α3), agonistas GABAB como el baclofeno para la adicción, y fármacos que aumentan la disponibilidad sináptica de GABA (como los inhibidores de GABA transaminasa), ofreciendo esperanzas para tratamientos más específicos y con menos efectos adversos que los actuales.

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