¿Puede el Estrés Causar Vértigo?

La relación entre el estrés y los episodios de vértigo

El vértigo es una sensación de movimiento o giro, ya sea de uno mismo o del entorno, sin que exista un movimiento real. Muchas personas lo describen como una intensa mareabilidad que puede llegar a ser incapacitante. Si bien las causas más comunes del vértigo están relacionadas con problemas en el oído interno o el sistema vestibular, cada vez más estudios sugieren que el estrés y la ansiedad pueden desencadenar o empeorar estos episodios.

El estrés activa el sistema nervioso simpático, lo que genera una serie de respuestas fisiológicas, como el aumento de la frecuencia cardíaca, la tensión muscular y la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina. Estas reacciones pueden afectar el equilibrio y la percepción espacial, ya que el sistema vestibular, encargado de mantener el equilibrio, está estrechamente conectado con áreas del cerebro que regulan las emociones, como la amígdala y el hipocampo. Cuando el cuerpo está bajo estrés crónico, esta conexión puede volverse disfuncional, provocando mareos, inestabilidad e incluso vértigo.

Además, el estrés prolongado puede agravar condiciones como el vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB), la migraña vestibular o la enfermedad de Ménière, todas ellas asociadas con episodios de vértigo. Por ejemplo, en personas con migraña vestibular, el estrés actúa como un desencadenante común, aumentando la frecuencia e intensidad de los episodios. De igual manera, en la enfermedad de Ménière, el estrés puede empeorar la acumulación de líquido en el oído interno, lo que genera presión y, en consecuencia, vértigo.

Mecanismos fisiológicos que explican la conexión entre estrés y vértigo

El sistema vestibular, ubicado en el oído interno, trabaja en conjunto con el cerebro para mantener el equilibrio. Cuando este sistema se ve afectado por factores como el estrés, puede enviar señales confusas, generando la sensación de movimiento cuando no lo hay. Una de las teorías más aceptadas es que el estrés crónico causa una sobreestimulación del sistema nervioso, lo que puede alterar la función vestibular y provocar síntomas como mareos y vértigo.

Por otro lado, la hiperventilación, común en ataques de pánico y ansiedad, reduce los niveles de dióxido de carbono en la sangre, lo que puede generar mareos, visión borrosa y sensación de desmayo. En algunos casos, estos síntomas se confunden con vértigo, aunque su origen sea diferente. Sin embargo, en personas con predisposición a trastornos vestibulares, la ansiedad puede exacerbar los episodios de vértigo real.

Cómo manejar el estrés para reducir el vértigo

Dado que el estrés puede ser un factor desencadenante o agravante del vértigo, su manejo adecuado es fundamental para prevenir y controlar estos episodios. Algunas estrategias efectivas incluyen:

• Técnicas de relajación: La meditación, la respiración profunda y el yoga pueden ayudar a reducir la tensión muscular y la sobreactivación del sistema nervioso.
• Ejercicio físico moderado: Actividades como caminar o nadar mejoran la circulación y reducen el estrés, lo que puede beneficiar al sistema vestibular.
• Terapia cognitivo-conductual (TCC): Esta terapia ayuda a manejar los pensamientos negativos y las reacciones fisiológicas asociadas al estrés y la ansiedad.
• Sueño adecuado: Dormir bien es esencial para regular el sistema nervioso y prevenir crisis de vértigo.

En casos donde el vértigo persiste, es importante consultar a un especialista (otorrinolaringólogo o neurólogo) para descartar otras causas médicas. Sin embargo, si el estrés es un factor clave, abordarlo de manera integral puede marcar una gran diferencia en la calidad de vida de quienes padecen esta condición.

En conclusión, el estrés no solo puede causar vértigo en personas susceptibles, sino también empeorar condiciones vestibulares preexistentes. Reconocer esta conexión y adoptar medidas para manejar el estrés puede ser clave para reducir la frecuencia e intensidad de estos episodios.