¿Qué Diferencias Existen entre la Ultraderecha Europea y la Latinoamericana?

Publicado el 26 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

La ultraderecha es un fenómeno político que ha ganado relevancia en las últimas décadas, tanto en Europa como en América Latina, aunque con características muy distintas en cada región. Mientras que en Europa los movimientos ultraderechistas suelen enfocarse en el nacionalismo étnico, la oposición a la inmigración y el euroescepticismo, en América Latina estas corrientes adoptan discursos más vinculados al conservadurismo religioso, el autoritarismo militarista y la defensa de valores tradicionales frente a la llamada “ideología de género” o el socialismo. Estas diferencias responden a contextos históricos, culturales y socioeconómicos divergentes, que moldean las agendas y estrategias de los grupos ultraderechistas en cada continente.

En Europa, la ultraderecha ha surgido como reacción a fenómenos como la globalización, la crisis migratoria y la pérdida de identidad nacional, mientras que en Latinoamérica su ascenso está más relacionado con el rechazo a gobiernos progresistas, la inseguridad ciudadana y la influencia de líderes carismáticos con tendencias autoritarias. Además, mientras que en Europa muchos partidos de ultraderecha buscan presentarse como fuerzas políticas “respetables” dentro del sistema democrático, en América Latina estos movimientos suelen estar más asociados a regímenes autoritarios del pasado o a figuras disruptivas que desafían el orden establecido.

Otro aspecto clave es la relación con el poder económico: en Europa, la ultraderecha suele defender posturas proteccionistas y críticas a las élites financieras internacionales, mientras que en América Latina, muchos grupos ultraderechistas están aliados con sectores empresariales y oligárquicos que buscan mantener el statu quo. Estas diferencias hacen que, aunque compartan algunos elementos retóricos (como el anti-progresismo o el nacionalismo), la ultraderecha europea y la latinoamericana sean fenómenos políticos distintos en sus orígenes, discursos y objetivos.

1. Contexto histórico y raíces ideológicas

La ultraderecha europea tiene sus raíces en movimientos nacionalistas y fascistas del siglo XX, como el nazismo alemán o el fascismo italiano, aunque hoy en día la mayoría de partidos rechazan abiertamente estas herencias y buscan distanciarse de la violencia histórica asociada a ellos. En cambio, en América Latina, la ultraderecha está más vinculada a las dictaduras militares de los años 70 y 80, así como a grupos conservadores que resistieron a las revoluciones socialistas en la región. Mientras que en Europa el discurso ultraderechista se centra en la defensa de una identidad cultural “blanca” y cristiana frente a la inmigración musulmana, en Latinoamérica el enemigo principal suele ser la izquierda política, representada por figuras como Hugo Chávez, Lula da Silva o Gustavo Petro.

En Europa, partidos como el Rassemblement National en Francia o Alternativa para Alemania (AfD) han logrado capitalizar el miedo a la islamización y la pérdida de soberanía frente a la Unión Europea. En contraste, en América Latina, figuras como Jair Bolsonaro en Brasil o Javier Milei en Argentina han construido su base electoral alrededor de discursos anti-comunistas, la promoción de políticas económicas neoliberales y la defensa de valores cristianos tradicionales. Esto refleja cómo las raíces ideológicas de la ultraderecha en ambas regiones responden a amenazas percibidas de manera diferente: en Europa, la preocupación es la identidad cultural; en Latinoamérica, el temor es hacia el avance de gobiernos de izquierda.

Además, mientras que en Europa la ultraderecha ha logrado institucionalizarse en muchos países, participando en gobiernos de coalición o ganando elecciones locales, en América Latina su influencia ha sido más irregular, con períodos de gran auge (como durante el gobierno de Bolsonaro) seguidos de fuertes derrotas electorales. Esto se debe en parte a que en Europa los sistemas políticos son más estables y permiten la consolidación de partidos minoritarios, mientras que en Latinoamericana la polarización y la inestabilidad institucional favorecen ciclos de ascenso y caída de liderazgos populistas.

2. Discursos y estrategias políticas

El discurso de la ultraderecha europea se centra en la defensa de la identidad nacional frente a la inmigración, el multiculturalismo y lo que perciben como una “islamización” de Europa. Partidos como el Vlaams Belang en Bélgica o el Partido por la Libertad en los Países Bajos han construido su retórica alrededor del rechazo a la inmigración masiva, argumentando que esta amenaza los valores occidentales y la seguridad de los ciudadanos europeos. En cambio, en América Latina, el discurso ultraderechista está más enfocado en la lucha contra el “socialismo del siglo XXI”, la defensa de la familia tradicional y la promoción de políticas de mano dura contra la delincuencia.

Otra diferencia clave es el uso de la religión en el discurso político. Mientras que en Europa la ultraderecha suele evitar un discurso abiertamente religioso (aunque muchos de sus votantes sean cristianos conservadores), en América Latina el catolicismo y el evangelicalismo juegan un papel central en la retórica ultraderechista. Líderes como Bolsonaro o el salvadoreño Nayib Bukele han utilizado símbolos religiosos para consolidar su base electoral, presentándose como defensores de la moral cristiana frente a lo que describen como una “agenda globalista” promovida por la izquierda.

En términos de estrategia política, la ultraderecha europea ha logrado profesionalizar su imagen, moderando en algunos casos su discurso para atraer a votantes más moderados. En contraste, en América Latina, muchos líderes ultraderechistas optan por un estilo confrontacional y polarizador, utilizando redes sociales y medios de comunicación afines para difundir mensajes anti-establishment. Esto refleja una diferencia en las culturas políticas de ambas regiones: en Europa, incluso los partidos más radicales buscan cierta legitimidad institucional, mientras que en Latinoamérica el éxito electoral a menudo depende de la capacidad de presentarse como un “outsider” que desafía a las élites tradicionales.

3. Relación con el poder económico

Una de las diferencias más marcadas entre la ultraderecha europea y la latinoamericana es su relación con el poder económico. En Europa, muchos partidos de ultraderecha han adoptado posturas críticas hacia el capitalismo globalizado, defendiendo un nacionalismo económico que busca proteger a las industrias locales frente a la competencia extranjera. Por ejemplo, el Frente Nacional (ahora Reagrupamiento Nacional) en Francia históricamente promovió políticas proteccionistas y se opuso a los tratados de libre comercio, argumentando que estos perjudican a los trabajadores franceses. Sin embargo, en los últimos años, algunos partidos europeos de ultraderecha han moderado su discurso económico para atraer a sectores empresariales, especialmente en países como Italia, donde Hermanos de Italia ha logrado conciliar un mensaje nacionalista con políticas favorables al mercado.

En América Latina, en cambio, la ultraderecha suele alinearse con las élites económicas tradicionales, defendiendo un modelo neoliberal que favorece la desregulación, las privatizaciones y la reducción del Estado. Figuras como Javier Milei en Argentina o José Antonio Kast en Chile han basado su discurso en una defensa radical del libre mercado, llegando incluso a proponer la dolarización de la economía o la eliminación de bancos centrales. Esta postura contrasta con el discurso de la ultraderecha europea, que en muchos casos busca un equilibrio entre el nacionalismo identitario y cierta retórica anti-elitista. La razón de esta diferencia radica en la estructura económica de ambas regiones: en Europa, la ultraderecha busca atraer a la clase trabajadora afectada por la globalización, mientras que en América Latina su base electoral suele estar más vinculada a sectores empresariales y clases medias altas que temen las políticas redistributivas de la izquierda.

Además, en Latinoamérica, muchos líderes ultraderechistas han recibido apoyo directo de grandes conglomerados mediáticos y grupos de poder económico, lo que les ha permitido consolidar su influencia política. En Brasil, por ejemplo, el ascenso de Jair Bolsonaro estuvo estrechamente ligado a medios conservadores y a sectores agroexportadores que veían en su gobierno una garantía contra posibles reformas progresistas. En Europa, aunque también existen vínculos entre la ultraderecha y ciertos grupos empresariales, estos suelen ser más discretos, ya que los partidos evitan ser asociados abiertamente con élites financieras para mantener su imagen de “defensores del pueblo”.

4. Impacto en las democracias

El impacto de la ultraderecha en las democracias europeas y latinoamericanas también presenta contrastes significativos. En Europa, aunque partidos como el Partido de la Libertad en Austria o la Liga Norte en Italia han logrado acceder al poder, generalmente lo han hecho dentro de los marcos institucionales, sin cuestionar abiertamente el sistema democrático. Incluso en casos como Hungría o Polonia, donde gobiernos de derecha radical han impulsado reformas autoritarias, estos países siguen formando parte de la Unión Europea y mantienen ciertas reglas del juego democrático.

En América Latina, en cambio, la ultraderecha ha tendido a erosionar más abiertamente las instituciones democráticas, ya sea mediante el debilitamiento de los sistemas de justicia, el ataque a la prensa crítica o la promoción de teorías conspirativas que deslegitiman procesos electorales. El gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil, por ejemplo, estuvo marcado por constantes enfrentamientos con el poder judicial y por intentos de socavar la credibilidad de las urnas electrónicas. De manera similar, en El Salvador, Nayib Bukele ha concentrado poder de manera alarmante, desafiando los controles constitucionales bajo el argumento de combatir la delincuencia.

Otro aspecto clave es la violencia política. Mientras que en Europa la ultraderecha ha sido asociada con ataques terroristas esporádicos (como los cometidos por neonazis en Alemania), en América Latina el discurso ultraderechista ha incitado a la persecución de activistas, periodistas y opositores políticos. El caso más extremo es el de Colombia, donde grupos paramilitares de ultraderecha han actuado durante décadas en connivencia con sectores políticos y económicos. Esta diferencia refleja el distinto nivel de consolidación institucional en ambas regiones: Europa cuenta con mecanismos más sólidos para contener la violencia política, mientras que en Latinoamérica la debilidad estatal facilita que grupos radicales actúen con impunidad.

5. Percepción internacional y alianzas globales

A nivel internacional, la ultraderecha europea y la latinoamericana también han desarrollado estrategias distintas. En Europa, partidos como el Rassemblement National en Francia o el Partido Popular Danés han buscado construir alianzas dentro del Parlamento Europeo, formando grupos como Identidad y Democracia para influir en políticas migratorias y económicas. Además, mantienen vínculos con movimientos similares en otros países occidentales, como el MAGA en Estados Unidos o el UKIP en Reino Unido.

En América Latina, en cambio, la ultraderecha ha tenido un enfoque más aislacionista, priorizando la soberanía nacional sobre la integración regional. Aunque existen intentos de coordinación, como el Foro de Madrid (que reunió a figuras como Bolsonaro, Trump y Vox), estos esfuerzos han sido menos estructurados que en Europa. En su lugar, líderes latinoamericanos de ultraderecha suelen buscar el respaldo de potencias extranjeras (como Estados Unidos o Israel) para legitimarse frente a sus adversarios internos.

Conclusión

Las diferencias entre la ultraderecha europea y la latinoamericana son profundas y responden a contextos históricos, económicos y culturales distintos. Mientras que en Europa este movimiento se centra en la defensa de la identidad étnica y cultural frente a la inmigración, en América Latina su eje principal es la lucha contra el socialismo y la promoción de un conservadurismo religioso. Además, sus estrategias políticas, su relación con el poder económico y su impacto en las democracias varían significativamente.

Sin embargo, ambas comparten un núcleo común: el rechazo al progresismo, la nostalgia por un pasado idealizado y la tendencia a polarizar las sociedades en las que operan. En un mundo cada vez más interconectado, el estudio de estas diferencias y similitudes resulta esencial para entender cómo estos movimientos seguirán influyendo en la política global en las próximas décadas.

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