¿Quién es Michael Walzer y cuál es su aporte a la filosofía política?

Publicado el 4 junio, 2025 por Rodrigo Ricardo

Michael Walzer es uno de los filósofos políticos contemporáneos más influyentes del siglo XX y XXI. Su trabajo ha sido fundamental para entender conceptos como la justicia distributiva, el comunitarismo y la moralidad en la guerra. Nacido en 1935 en Nueva York, Walzer se formó en la Universidad de Brandeis y en la Universidad de Harvard, donde desarrolló un pensamiento crítico que combina el liberalismo con una profunda preocupación por las comunidades y sus valores compartidos. Su obra más conocida, “Las esferas de la justicia” (1983), revolucionó la manera en que se entiende la distribución de bienes en la sociedad, proponiendo un enfoque pluralista que evita las simplificaciones de teorías más abstractas, como las de John Rawls.

Walzer se destaca por su capacidad para analizar problemas políticos desde una perspectiva histórica y cultural, rechazando las soluciones universales en favor de interpretaciones contextuales. Este enfoque lo ha llevado a debates con otras figuras prominentes, como Robert Nozick y Jürgen Habermas, defendiendo la idea de que los principios de justicia deben surgir desde dentro de las comunidades y no ser impuestos desde teorías externas. Además, su contribución a la ética de la guerra, especialmente en “Guerras justas e injustas” (1977), ha sido clave para el derecho internacional y la filosofía política, estableciendo criterios morales para evaluar conflictos armados.

En este artículo, exploraremos en profundidad quién es Michael Walzer, sus principales contribuciones teóricas y su impacto en la filosofía política moderna. Analizaremos sus ideas sobre la justicia distributiva, su crítica al universalismo liberal, su defensa del comunitarismo y su influencia en debates actuales sobre desigualdad, nacionalismo y derechos humanos.


Biografía y Contexto Intelectual de Michael Walzer

Michael Walzer nació en el seno de una familia judía en Nueva York, un factor que influyó significativamente en su pensamiento, especialmente en su interés por las identidades colectivas y la justicia dentro de comunidades específicas. Estudió historia en la Universidad de Brandeis y luego se doctoró en Harvard bajo la tutela de importantes figuras como Barrington Moore Jr. y Samuel Beer. Su formación interdisciplinaria, combinando historia, ciencia política y filosofía, le permitió desarrollar un enfoque único que contrastaba con el predominio del liberalismo abstracto en su época.

Durante los años 60 y 70, Walzer se involucró activamente en movimientos políticos, incluyendo las protestas contra la guerra de Vietnam, lo que lo llevó a reflexionar sobre la moralidad de los conflictos bélicos. Este activismo se reflejó en su obra “Guerras justas e injustas”, donde argumentó que la guerra solo es moralmente aceptable bajo ciertas condiciones, como la legítima defensa o la intervención humanitaria. Su enfoque, inspirado en la tradición de la “guerra justa” de San Agustín y Santo Tomás de Aquino, sentó las bases para discusiones contemporáneas sobre intervencionismo y soberanía.

Además de su trabajo académico, Walzer ha sido un intelectual público, colaborando en revistas como Dissent y The New Republic, donde ha debatido temas como el multiculturalismo, el socialismo democrático y el sionismo. Su pensamiento evolucionó hacia un comunitarismo moderado, distanciándose tanto del individualismo radical como de los colectivismos autoritarios. Esta posición lo convierte en una figura clave para entender los desafíos de las democracias modernas frente a la globalización y la diversidad cultural.


Las Esferas de la Justicia: Una Teoría Pluralista

Uno de los aportes más significativos de Walzer a la filosofía política es su teoría de la justicia distributiva, expuesta en “Las esferas de la justicia” (1983). A diferencia de John Rawls, quien propuso principios universales de justicia en “Teoría de la justicia”, Walzer argumenta que los bienes sociales deben distribuirse según significados compartidos dentro de cada comunidad. Para él, no existe un único criterio válido para todos los ámbitos, sino que cada “esfera” (como la educación, la salud o el poder político) tiene sus propias lógicas distributivas.

Walzer critica la idea de que el mercado o el Estado deban ser los únicos mecanismos de distribución, señalando que esto lleva a monopolios de poder. Por ejemplo, si el dinero determina el acceso a la educación, la salud o la influencia política, se produce una tiranía de un bien sobre otros. En cambio, propone un sistema donde cada esfera mantenga su autonomía, evitando que un criterio (como la riqueza) domine todas las dimensiones de la vida social. Esta visión pluralista ha influido en debates sobre desigualdad, meritocracia y derechos sociales.

Además, Walzer introduce el concepto de “igualdad compleja”, que no busca uniformidad absoluta, sino que los ciudadanos no sean dominados en una esfera por su posición en otra. Por ejemplo, un empresario rico no debería tener más influencia política que un trabajador solo por su riqueza. Esta idea ha sido retomada por movimientos que critican la concentración de poder en elites económicas y abogan por democracias más participativas.

Comunitarismo vs. Liberalismo: La Crítica de Walzer al Universalismo

Michael Walzer es reconocido como una de las figuras centrales del comunitarismo, una corriente filosófica que surgió en los años 80 como respuesta al liberalismo dominante, especialmente al enfoque de John Rawls. Mientras que Rawls proponía principios universales de justicia basados en una “posición original” hipotética, Walzer argumenta que la justicia no puede definirse al margen de las tradiciones, historias y valores compartidos por una comunidad. Para él, las sociedades no son conjuntos de individuos aislados, sino redes de significados culturales que dan forma a lo que se considera justo o injusto.

Esta postura ha generado debates intensos en la filosofía política contemporánea. Walzer critica el liberalismo por su abstracción excesiva, señalando que conceptos como “derechos humanos” o “justicia social” deben interpretarse dentro de contextos específicos. Por ejemplo, lo que se considera una distribución equitativa de recursos en una sociedad tribal puede diferir radicalmente de lo aceptable en una democracia liberal avanzada. Sin embargo, esto no significa que Walzer rechace por completo los principios universales; más bien, insiste en que deben negociarse a través del diálogo intercultural, evitando imposiciones colonialistas o neocoloniales.

Uno de los ejes de su crítica es la idea de que las teorías liberales, como la de Rawls, ignoran las identidades colectivas y los lazos comunitarios que dan sentido a la vida política. En contraste, Walzer defiende una “moralidad densa”, arraigada en prácticas históricas concretas, en lugar de una “moralidad delgada” basada en racionalismos abstractos. Este enfoque ha influido en discusiones sobre multiculturalismo, nacionalismo y derechos de minorías, ofreciendo herramientas para equilibrar la cohesión social con el respeto a la diversidad.

A pesar de sus críticas al liberalismo, Walzer no abraza un comunitarismo conservador que sacralice tradiciones opresivas. Por el contrario, su teoría permite reformas internas mediante el debate democrático, donde los miembros de una comunidad reinterpretan sus propios valores a la luz de nuevas realidades. Este matiz lo distingue de autores como Alasdair MacIntyre, más escéptico hacia la modernidad liberal, y lo acerca a posiciones socialdemócratas que buscan combinar justicia social con pluralismo cultural.


Ética de la Guerra: El Legado de “Guerras Justas e Injustas”

Otro pilar fundamental del pensamiento de Walzer es su contribución a la ética de la guerra. En su obra seminal “Guerras justas e injustas” (1977), retoma la tradición agustiniana-tomista pero la actualiza para el mundo contemporáneo, estableciendo criterios morales claros para juzgar conflictos armados. Su enfoque se basa en dos grandes principios: el jus ad bellum (la justicia de ir a la guerra) y el jus in bello (la justicia dentro de la guerra).

En el jus ad bellum, Walzer enumera condiciones para que una guerra sea considerada justa: causa justa (como la defensa ante una agresión), autoridad legítima (gobiernos reconocidos, no mercenarios o grupos irregulares), y proporcionalidad (que los beneficios superen los daños). Estos principios han sido invocados en debates sobre intervenciones humanitarias, como en los casos de Kosovo o Ruanda, donde Walzer mismo apoyó acciones militares para detener genocidios, aun sin respaldo de la ONU, argumentando que la soberanía estatal no puede ser absoluta cuando hay crímenes masivos.

Respecto al jus in bello, insiste en la distinción entre combatientes y no combatientes, rechazando ataques deliberados contra civiles. Sin embargo, reconoce el problema de la “guerra asimétrica” (como el terrorismo o la ocupación militar), donde las líneas se difuminan. Aquí, su teoría ha sido criticada por algunos como demasiado permisiva con ejércitos estatales, aunque Walzer siempre ha condenado excesos como torturas o castigos colectivos.

Su obra sigue siendo referencia en derecho internacional y en discusiones sobre drones, ciberguerra o el uso de fuerzas privadas. Además, su concepto de “responsabilidad compartida” cuestiona la complicidad de sociedades enteras en guerras injustas, un tema relevante en conflictos como Irak o Ucrania.


Influencia Actual: Nacionalismo, Desigualdad y Derechos Humanos

Las ideas de Walzer siguen vigentes en debates del siglo XXI. En temas migratorios, por ejemplo, defiende que los Estados tienen derecho a controlar sus fronteras, pero con obligaciones hacia refugiados y perseguidos. Esta postura media entre el cosmopolitismo abierto y el nacionalismo excluyente.

Sobre desigualdad, su teoría de las esferas inspira movimientos que denuncian cómo el dinero corrompe la política (ej.: lobbies) o la cultura (ej.: elitización del arte). Think tanks y partidos verdes o laboristas usan sus ideas para promover democracias económicas.

En derechos humanos, aunque rechaza universalismos abstractos, apoya luchas locales que amplían inclusion (ej.: feminismos no occidentales). Su diálogo con autores como Martha Nussbaum muestra cómo su comunitarismo admite derechos básicos, pero negociados culturalmente.


Conclusión: Un Pensamiento para Sociedades Complejas

Michael Walzer ofrece herramientas para navegar tensiones entre universalismo y particularismo, entre libertad individual y bien común. Su rechazo a dogmatismos lo convierte en un autor clave para tiempos de polarización. Aunque algunos lo ven como demasiado contextual, su insistencia en que la justicia se construye desde abajo sigue inspirando alternativas a populismos y tecnocracias globalizadas.

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