Textualidad: definición y estándares
Lectura crítica: definición de textualidad
¿Crees que las reseñas que hayas publicado en algún lugar se estudiarán en un curso de literatura universitaria? Aunque podríamos considerarlos importantes, es muy probable que esto sea muy poco probable. Esto se debe a que nuestras correspondencias y opiniones personales no necesariamente cumplen con los requisitos de textualidad, las cualidades de una obra escrita que la convierten en un material adecuado para el estudio literario.
El concepto de textualidad surgió a mediados del siglo XX como un elemento crítico del estructuralismo, un movimiento intelectual moderno que ve los fenómenos culturales (es decir, la literatura) en términos de relaciones lingüísticas involucradas en todas las actividades humanas. Filósofos, lingüistas y teóricos literarios como Jacques Derrida o Roland Barthes fueron los principales contribuyentes estructuralistas, pero fue Barthes en particular quien realmente se centró en lo que constituye un “texto”.
Barthes teorizó que podemos ver la literatura a través de dos lentes diferentes: como una colección de “obras” y de “textos”. Para él, una “obra” es un objeto cerrado y terminado (es decir, una copia de Moby Dick). Por otro lado, Barthes consideraba que un “texto” era un proceso de creación de significado mientras escapaba a la definición definitiva en sí misma. Tomemos, por ejemplo, cómo el “texto” de Moby Dick (sus temas, estructura y mensajes subyacentes) crean constantemente nuevos significados para diferentes grupos de lectores, lo que dificulta dar al texto en sí una etiqueta de identificación clara. Como en el caso de Moby Dick, podemos ver que Barthes pretendía que esta dualidad de “obra” y “texto” no fuera mutuamente excluyente, sino que representara dos formas diferentes de ver las mismas piezas discretas de literatura.
Estándares de textualidad
Así como no es fácil identificar un “texto” en la teoría de Barthes, tampoco es sencillo calificar un conjunto de estándares de textualidad claramente o con autoridad. Encontramos algunos de los mismos problemas al estandarizar la textualidad que podríamos encontrar con las pruebas estandarizadas; es decir, no todos los estudiantes abordan la prueba de la misma manera o con las mismas experiencias. Asimismo, no todas las obras literarias poseen su textualidad exactamente de la misma manera. Sin embargo, hay algunas cosas a tener en cuenta al decidir si una obra es “digna” de estudio literario.
• Estructura: como producto del ‘estructuralismo’, tiene perfecto sentido que la estructura de una pieza sea imprescindible para su identificación como ‘texto’. La raíz latina de la palabra texere, que significa “tejer”, revela esta cualidad fundamental de la textualidad. Así como un tapiz debe estar enmarcado para evitar que sus extremos se deshilachen, un texto literario debe adherirse a algún tipo de estructura para que sea cohesivo y coherente. Esto también puede referirse a la inclusión de estructuras más pequeñas (escenas, episodios, capítulos, etc.) en el marco general del texto que embellecen y apoyan el conjunto más grande como lo harían las viñetas intrincadamente tejidas en una obra de arte textil.
• Textura: este aspecto de la textualidad nos permite diferenciar entre Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas y El señor de los anillos. Representa las características únicas y “concretas” que los autores ponen en sus obras para diferenciarlas de las de otros, especialmente cuando pensamos en las partes que preferiríamos citar directamente que resumir. Esto puede deberse a la dicción del autor o a la elección y disposición de las palabras. Estas cualidades únicas también pueden estar relacionadas con patrones de sonido en poesía (es decir, asonancia, aliteración, rima) o con la métrica específica de un poema. Las imágenes son otro elemento de textura importante tanto en el verso como en la prosa.
• Subtexto: Es posible que los académicos no quieran estudiar nuestras notas de clase o informes de libros porque no hay mucho que hacer más allá de lo que está inmediatamente en la superficie, por lo que no hay mucho que estudiar en profundidad. El subtexto de un texto literario ilustra la diferencia entre lo que es aparente y lo que no. Tomemos, por ejemplo, el texto de A Modest Proposal, que sugiere el consumo de niños irlandeses para combatir el hambre y la pobreza, y el subtexto de la obra que ataca la crueldad inglesa y la complacencia irlandesa. Poseer un subtexto a menudo se considera una marca de los ejemplos más magistrales de la literatura, ya que usar la textura y la estructura de una pieza para indicar una cosa y representar otra es difícil de hacer bien.
• Contexto: hemos cerrado el círculo al discutir los estándares de textualidad volviendo al concepto de algún tipo de estructura. El contexto de un texto lo ubica en las estructuras aún mayores que rodean su creación. Por ejemplo, podríamos leer A Christmas Carol para el contexto histórico de la Gran Bretaña victoriana o intuir los contextos culturales del antiguo Mediterráneo desde la Ilíada. Los textos literarios también se caracterizan con frecuencia por sus contextos genéricos, utilizando tropos y otros elementos comunes que también se encuentran en otros ejemplos de un género en particular (es decir, la representación del género fantástico de criaturas mágicas y míticas).
Resumen
La textualidad se refiere a las cualidades de una obra escrita que la convierten en material adecuado para el estudio literario. El concepto de textualidad es un producto del estructuralismo, un movimiento intelectual moderno que ve los fenómenos culturales como la literatura en términos de relaciones lingüísticas involucradas en todas las actividades humanas.
Los estándares de textualidad que permiten a un texto crear significado son difíciles de precisar, pero hay algunos elementos generales que los textos literarios deben incluir. Entre estos se encuentran la estructura (la coherencia de un texto) y la textura, que incluye, entre otros aspectos, la dicción o la elección y disposición de las palabras por parte del autor. Elementos como el subtexto (el mensaje o la historia no aparente debajo de la superficie) y el contexto (es decir, histórico, cultural o genérico) también son importantes para la textualidad de una obra.
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