¿Cómo influye la ebullición en la producción de alimentos, como en la pasteurización?

Publicado el 7 junio, 2025 por Rodrigo Ricardo

La ebullición es un proceso físico fundamental en la producción de alimentos, ya que permite la eliminación de microorganismos patógenos y la conservación de propiedades nutricionales. Uno de los métodos más conocidos que aprovecha este fenómeno es la pasteurización, técnica desarrollada por Louis Pasteur en el siglo XIX para garantizar la seguridad alimentaria. Este artículo explora cómo la ebullición influye en la producción de alimentos, centrándose en su papel en la pasteurización, los cambios químicos y microbiológicos que induce, y su impacto en la calidad y durabilidad de los productos. Además, se analizarán las diferencias entre la ebullición tradicional y otros métodos térmicos, así como las innovaciones tecnológicas que han optimizado este proceso en la industria alimentaria.

La ebullición ocurre cuando un líquido alcanza su punto de ebullición, transformándose en vapor debido al aumento de la energía térmica. En el contexto alimentario, este proceso no solo elimina bacterias y virus, sino que también modifica la estructura molecular de proteínas y carbohidratos, lo que puede mejorar o alterar las características organolépticas de los alimentos. En la pasteurización, la temperatura y el tiempo de exposición son factores críticos que determinan la eficacia del tratamiento térmico. Por ejemplo, la leche pasteurizada se somete a temperaturas entre 72°C y 75°C durante 15 a 30 segundos, suficiente para inactivar microorganismos sin afectar significativamente su valor nutricional.

Además de su aplicación en lácteos, la ebullición se utiliza en la elaboración de conservas, jarabes, caldos y otros productos procesados. Sin embargo, un exceso de calor puede provocar la pérdida de vitaminas termolábiles, como la vitamina C y algunas del complejo B. Por ello, la industria ha desarrollado técnicas alternativas, como la pasteurización a alta temperatura (UHT) o el uso de métodos no térmicos como la alta presión hidrostática. A continuación, se profundizará en los mecanismos por los cuales la ebullición contribuye a la seguridad y calidad alimentaria, con especial énfasis en la pasteurización.

Fundamentos Científicos de la Ebullición en los Alimentos

La ebullición es un proceso termodinámico en el que un líquido pasa a estado gaseoso al superar su punto de ebullición, que en el caso del agua es de 100°C a nivel del mar. Sin embargo, en la producción de alimentos, este fenómeno no solo implica un cambio de fase, sino también una serie de reacciones químicas y microbiológicas que determinan la seguridad y calidad del producto final. Cuando un alimento se somete a ebullición, el calor transferido provoca la desnaturalización de proteínas, la gelatinización de almidones y la inactivación de enzimas que podrían acelerar su deterioro. Estos cambios son esenciales en procesos como la pasteurización, donde el objetivo principal es reducir la carga microbiana sin comprometer las propiedades nutricionales.

En el caso de la leche, por ejemplo, la pasteurización por ebullición controlada elimina patógenos como SalmonellaE. coli y Listeria, responsables de enfermedades transmitidas por alimentos. Estudios demuestran que calentar la leche a 63°C durante 30 minutos (pasteurización lenta) o a 72°C durante 15 segundos (pasteurización rápida) reduce significativamente estos riesgos. Sin embargo, temperaturas más altas pueden afectar proteínas como la caseína, alterando la textura y el sabor. Por otro lado, en la elaboración de mermeladas, la ebullición concentra los azúcares, lo que inhibe el crecimiento bacteriano por ósmosis, mientras que en la cocción de carnes, ayuda a ablandar los tejidos conectivos mediante la hidrólisis del colágeno.

Un aspecto clave es la transferencia de calor durante la ebullición, que depende de factores como la viscosidad del alimento, su contenido de agua y la presencia de sólidos suspendidos. Alimentos con alta viscosidad, como purés o salsas, requieren agitación constante para evitar la formación de zonas frías donde los microorganismos podrían sobrevivir. Además, la ebullición a presión reducida (como en ollas de vacío) permite trabajar a menores temperaturas, preservando nutrientes sensibles al calor. Estos principios son fundamentales para diseñar procesos industriales eficientes que equilibren seguridad microbiológica y calidad sensorial.

Pasteurización: Métodos Tradicionales y Avances Tecnológicos

La pasteurización es una de las aplicaciones más importantes de la ebullición controlada en la industria alimentaria. Originalmente desarrollada para evitar la fermentación no deseada en vinos y cervezas, hoy se emplea en una amplia gama de productos, desde jugos hasta huevos líquidos. Existen varios métodos de pasteurización, clasificados según la temperatura y el tiempo de exposición: la pasteurización baja (63°C por 30 minutos), la alta (72°C por 15 segundos) y la ultra alta (UHT, 135°C por 2-5 segundos). Cada una tiene ventajas y limitaciones en términos de vida útil, conservación de nutrientes y requerimientos energéticos.

La pasteurización tradicional (HTST, por sus siglas en inglés) utiliza intercambiadores de calor para calentar rápidamente el alimento, seguido de un enfriamiento abrupto. Este método es eficaz contra bacterias vegetativas pero no destruye esporas bacterianas, por lo que los productos pasteurizados deben refrigerarse. En contraste, la esterilización UHT, que implica ebullición a temperaturas superiores a 130°C, permite almacenar productos como leche o sopas a temperatura ambiente durante meses, aunque puede generar sabores “cocinados” debido a las reacciones de Maillard.

Innovaciones recientes, como la pasteurización por microondas o pulsos eléctricos, buscan reducir el impacto térmico en los alimentos. Sin embargo, la ebullición sigue siendo el método más accesible y ampliamente utilizado, especialmente en países en desarrollo donde la infraestructura tecnológica es limitada. Además, la combinación de ebullición con acidificación (como en encurtidos) o adición de conservantes naturales (ej. nisina) ha ampliado sus aplicaciones en la preservación de alimentos perecederos.

Efectos de la Ebullición en Nutrientes y Sabor de los Alimentos

Uno de los aspectos más críticos al utilizar la ebullición en la producción de alimentos es su impacto en el valor nutricional y las características organolépticas del producto final. El calor aplicado durante procesos como la pasteurización puede provocar la degradación de vitaminas termolábiles, la desnaturalización de proteínas y la pérdida de compuestos volátiles responsables del aroma y sabor. Por ejemplo, en la leche pasteurizada, se ha observado que la vitamina B12 y la vitamina C pueden reducirse hasta en un 10-25%, dependiendo del tiempo y la temperatura de exposición. Sin embargo, este sacrificio nutricional se compensa con la eliminación de microorganismos patógenos, lo que hace indispensable el equilibrio entre seguridad alimentaria y retención de nutrientes.

Además de las vitaminas, otros compuestos sensibles al calor incluyen enzimas naturales presentes en frutas y verduras, como la peroxidasa y la polifenoloxidasa, que pueden afectar el color y la textura de los alimentos si no se inactivan correctamente. En el caso de los jugos de cítricos, la pasteurización por ebullición breve (flash pasteurization) ayuda a preservar la vitamina C mientras inactiva enzimas que causan el pardeamiento. Por otro lado, en alimentos ricos en grasas, como la leche entera, el calor puede acelerar la oxidación lipídica, generando sabores rancios si no se controla adecuadamente el proceso.

El sabor también se ve influenciado por las reacciones químicas inducidas por la ebullición, como la caramelización de azúcares y las reacciones de Maillard, que aportan tonos tostados y complejidad aromática en productos como las salsas de tomate o las cervezas. No obstante, un exceso de calor puede generar compuestos amargos o desagradables, como el furfural en jugos pasteurizados. Por esta razón, la industria alimentaria ha desarrollado técnicas de pasteurización en frío (como la alta presión hidrostática) para productos premium donde el sabor fresco es una prioridad. En resumen, aunque la ebullición es una herramienta poderosa para garantizar la inocuidad de los alimentos, su aplicación debe optimizarse para minimizar alteraciones indeseadas en nutrientes y perfil sensorial.

Aplicaciones Industriales y Casos de Estudio

La ebullición controlada no solo se limita a la pasteurización de lácteos, sino que tiene aplicaciones diversas en la industria alimentaria, desde la elaboración de conservas hasta la producción de bebidas alcohólicas. Un ejemplo emblemático es la esterilización de alimentos enlatados, donde la ebullición a altas temperaturas (usualmente entre 115°C y 121°C) garantiza la destrucción de esporas bacterianas resistentes, como las de Clostridium botulinum, responsable del botulismo. Este proceso, conocido como autoclave, permite almacenar productos como atún o vegetales por años sin refrigeración, aunque puede afectar la textura y el contenido de vitaminas hidrosolubles.

En la industria cervecera, la ebullición del mosto durante la cocción cumple múltiples funciones: inactiva enzimas residuales de la malta, extrae amargor y aromas del lúpulo, y coagula proteínas que podrían enturbiar la bebida final. Sin este paso, la cerveza sería inestable microbiológicamente y carecería de su perfil característico. Otro caso interesante es la producción de jarabes y mieles, donde la ebullición concentra los azúcares hasta alcanzar niveles que inhiben el crecimiento microbiano por alta presión osmótica.

Un estudio de caso relevante es el de los jugos pasteurizados de larga vida útil (UHT), que dominan el mercado global gracias a su conveniencia. Empresas como Tropicana y Minute Maid han optimizado procesos de ebullición rápida a altas temperaturas para mantener el sabor fresco de la naranja, aunque algunos consumidores aún prefieren los jugos refrigerados tradicionales por su perfil sensorial más natural. Estos ejemplos ilustran cómo la ebullición, adaptada a las necesidades de cada producto, sigue siendo la columna vertebral de la seguridad alimentaria en múltiples sectores.

Innovaciones y Alternativas a la Ebullición Tradicional

Aunque la ebullición es un método probado y eficaz, la demanda de alimentos mínimamente procesados ha impulsado el desarrollo de tecnologías alternativas que reducen el impacto térmico. Una de ellas es la pasteurización por alta presión (HPP), que utiliza presiones hidrostáticas de hasta 600 MPa para inactivar microorganismos sin superar los 40°C, preservando así vitaminas y sabores. Esta técnica es ideal para productos como guacamoles o jugos prensados en frío, donde el color y textura fresca son clave.

Otra innovación es el uso de pulsos eléctricos (PEF) o luz ultravioleta, que dañan el ADN bacteriano sin calentar significativamente el alimento. Sin embargo, estos métodos aún enfrentan desafíos de escalabilidad y costos comparados con la ebullición convencional. En paralelo, la industria explora aditivos naturales (como bacteriocinas) y envases activos que prolonguen la vida útil sin depender exclusivamente del calor.

Pese a estos avances, la simplicidad y bajo costo de la ebullición mantienen su predominio, especialmente en regiones con limitaciones tecnológicas. La clave para el futuro será combinar estas técnicas emergentes con tratamientos térmicos optimizados, equilibrando seguridad, calidad y sostenibilidad.

Conclusión

La ebullición es un proceso fundamental en la producción de alimentos, con la pasteurización como su aplicación más destacada. Desde garantizar la inocuidad de la leche hasta permitir la conservación de enlatados, su papel es insustituible. Si bien puede afectar nutrientes y sabores, los avances en control de temperatura y tiempos de exposición han minimizado estos efectos. Además, el surgimiento de métodos no térmicos ofrece alternativas para productos sensibles, aunque la ebullición sigue siendo la técnica más accesible y versátil. En un mundo que demanda alimentos seguros pero también nutritivos y sabrosos, el reto está en seguir innovando sin perder de vista las bases científicas que hacen de este método un pilar de la industria alimentaria.

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