¿Cómo se diferencian los narcoparamilitares de los grupos guerrilleros?

Publicado el 4 junio, 2025 por Rodrigo Ricardo

En el contexto del conflicto armado en Colombia y otras regiones de América Latina, los términos narcoparamilitares y guerrilleros suelen confundirse debido a su participación en actividades ilícitas y violentas. Sin embargo, sus orígenes, estructuras, objetivos y métodos son radicalmente distintos. Este artículo analiza las diferencias fundamentales entre estos grupos, considerando su evolución histórica, financiamiento, ideología y relación con el Estado. Comprender estas distinciones es crucial para abordar estrategias de seguridad, políticas públicas y procesos de paz.

Los narcoparamilitares emergieron como grupos de autodefensa financiados por terratenientes y narcotraficantes, mientras que las guerrillas tienen raíces en movimientos insurgentes con discursos políticos revolucionarios. Aunque ambos han recurrido al narcotráfico como fuente de ingresos, sus motivaciones y estructuras jerárquicas difieren significativamente. Además, su impacto en la sociedad varía según las regiones donde operan, generando dinámicas de violencia únicas. A continuación, se profundizará en cada aspecto para ofrecer un análisis detallado y académico.

Orígenes y contexto histórico

Los grupos guerrilleros en Colombia, como las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el ELN (Ejército de Liberación Nacional), surgieron en la década de 1960 como movimientos insurgentes inspirados en ideologías marxistas-leninistas. Su objetivo principal era derrocar al gobierno establecido para instaurar un sistema socialista, redistribuir la tierra y combatir la influencia de Estados Unidos en la región. Estas organizaciones se consolidaron en zonas rurales marginadas, donde el Estado tenía poca presencia, y justificaron su lucha armada como una respuesta a la desigualdad social y la represión política.

Por otro lado, los narcoparamilitares tienen sus raíces en las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), formadas en los años 1980 y 1990 como respuesta a los ataques guerrilleros contra hacendados y empresarios. A diferencia de las guerrillas, estos grupos no tenían una ideología política definida, sino que buscaban proteger intereses económicos privados. Con el tiempo, el narcotráfico se convirtió en su principal fuente de financiamiento, lo que llevó a su transformación en estructuras criminales conocidas como bandas criminales (BACRIM) o grupos armados organizados (GAO). Mientras las guerrillas se presentaban como ejércitos populares, los narcoparamilitares operaban como mercenarios al servicio del capital y el crimen organizado.

Esta diferencia en sus orígenes explica por qué las guerrillas mantuvieron una retórica revolucionaria, mientras que los narcoparamilitares priorizaron el control territorial para garantizar rutas de narcotráfico y extorsión. Además, los paramilitares contaron con complicidades dentro de las fuerzas estatales, lo que generó escándalos de parapolítica y alianzas clandestinas con sectores políticos y militares. En contraste, las guerrillas siempre se enfrentaron abiertamente al Estado, aunque en décadas recientes algunas facciones hayan optado por la negociación, como ocurrió con el acuerdo de paz de 2016 con las FARC.

Estructura organizativa y financiamiento

La estructura de los grupos guerrilleros tradicionales se asemeja a la de un ejército irregular, con una cadena de mando jerárquica, frentes regionales y comisiones políticas dedicadas al adoctrinamiento ideológico. Las FARC, por ejemplo, estaban divididas en bloques y columnas, con un secretariado central que tomaba decisiones estratégicas. Su financiamiento provino históricamente de secuestros, extorsiones y, posteriormente, del cultivo de coca. Sin embargo, siempre mantuvieron un discurso que legitimaba estas acciones como parte de una “lucha contra el imperialismo”.

En cambio, los narcoparamilitares operan bajo un modelo más descentralizado y mafioso, donde diferentes bloques o oficinas funcionan como carteles del narcotráfico. Su financiamiento depende casi exclusivamente del tráfico de drogas, la minería ilegal y el control de economías locales mediante la violencia. A diferencia de las guerrillas, no tienen una agenda política unificada, aunque algunos líderes hayan intentado justificar sus acciones como una “limpieza social” contra guerrilleros y delincuentes. Su relación con el Estado ha sido ambigua: mientras algunos sectores los apoyaron como fuerzas contrainsurgentes, otros los combatieron por sus vínculos con el narcotráfico.

Otro aspecto clave es la forma en que reclutan miembros. Las guerrillas tradicionales solían captar jóvenes campesinos mediante propaganda política, mientras que los narcoparamilitares reclutan delincuentes comunes, exguerrilleros desmovilizados y mercenarios pagados por su capacidad de intimidación. Esta diferencia refleja su naturaleza: las guerrillas buscaban construir un movimiento social armado, mientras que los narcoparamilitares son empresas criminales con fines lucrativos.

Ideología y objetivos políticos

Uno de los aspectos más diferenciadores entre los narcoparamilitares y los grupos guerrilleros es su fundamento ideológico. Mientras que las guerrillas surgieron con un discurso político revolucionario—generalmente de inspiración marxista, antiimperialista y pro-reforma agraria—, los narcoparamilitares carecieron de una ideología estructurada y su accionar respondió principalmente a intereses económicos y de control territorial.

Las FARC y el ELN, por ejemplo, se autoproclamaban como ejércitos del pueblo, con un programa político que incluía la redistribución de tierras, la nacionalización de recursos naturales y la oposición a las políticas neoliberales. Aunque con el tiempo su conexión con el narcotráfico y los secuestros erosionó su legitimidad, mantuvieron una narrativa revolucionaria que justificaba su lucha armada como una respuesta a la exclusión social. Incluso en los diálogos de paz, sus demandas giraron en torno a reformas estructurales, como la participación política de movimientos de izquierda y la reparación a víctimas del conflicto.

En contraste, los narcoparamilitares nunca pretendieron cambiar el sistema político. Su origen estuvo ligado a la protección de terratenientes, empresarios y narcotraficantes que buscaban defenderse de la extorsión guerrillera. Con el tiempo, se convirtieron en actores criminales que competían por el control de rutas de droga, zonas de cultivo y mercados ilegales. Su objetivo no era transformar el Estado, sino explotar economías ilegales y eliminar cualquier amenaza a sus negocios, ya fueran guerrilleros, sindicalistas o líderes sociales.

Esta divergencia ideológica explica por qué las guerrillas mantuvieron una presencia prolongada en zonas rurales marginadas, donde intentaban ganar apoyo popular mediante discursos de justicia social (aunque en muchos casos impusieran su dominio mediante la fuerza). Los narcoparamilitares, en cambio, operaron con tácticas de terror selectivo—masacres, desplazamientos forzados y asesinatos de civiles—para consolidar su poder en regiones estratégicas para el narcotráfico, como Urabá, el Magdalena Medio o el Catatumbo.

Métodos de actuación y estrategias militares

Las diferencias entre guerrillas y narcoparamilitares también son evidentes en sus tácticas de guerra, reclutamiento y relación con la población civil.

Guerrillas: Guerra prolongada y control territorial

  • Estrategia inspirada en la “guerra de guerrillas” (movimientos insurgentes como el vietcong o la Revolución Cubana).
  • Evitaban enfrentamientos directos con el Ejército, preferían emboscadas y ataques sorpresa.
  • Mantenían frentes guerrilleros en zonas selváticas y montañosas, donde establecían campamentos móviles.
  • Reclutaban campesinos mediante adoctrinamiento político o coerción.
  • Utilizaban minas antipersonal, ataques a infraestructura y secuestros para financiarse y presionar al gobierno.

Narcoparamilitares: Terror sistemático y alianzas con élites

  • Operaban con ejecuciones extrajudiciales, masacres y desplazamientos para eliminar opositores.
  • Controlaban regiones mediante alianzas con políticos locales, empresarios y, en algunos casos, agentes estatales.
  • Su violencia era más selectiva pero brutal: asesinaban líderes sociales, sindicalistas y supuestos colaboradores de la guerrilla.
  • No buscaban “conquistar” el Estado, sino infiltrarlo para garantizar impunidad.
  • Reclutaban sicarios, exmilitares y delincuentes comunes, ofreciendo pagos en dinero o poder.

Un caso emblemático fue la masacre de El Salado (2000), donde paramilitares asesinaron a más de 60 civiles para “castigar” supuestos apoyos a la guerrilla. En cambio, las FARC solían atacar puestos de policía o infraestructura económica, como oleoductos, en un intento por debilitar simbólicamente al Estado.

Impacto social y relación con el Estado

El legado de ambos grupos en términos de violencia, desplazamiento y violaciones a derechos humanos es devastador, pero con matices distintos:

Guerrillas

  • Generaron desplazamiento forzado mediante presiones a comunidades para unirse a su causa.
  • Sus ataques a pueblos y secuestros masivos (como el de la Asamblea del Valle en 2002) crearon un rechazo social generalizado.
  • En sus zonas de influencia, impusieron leyes revolucionarias (prohibición al alcohol, toques de queda).
  • Tras los acuerdos de paz, algunos excombatientes se reintegraron a la vida política, mientras que otros formaron disidencias.

Narcoparamilitares

  • Fueron responsables del mayor número de masacres (Mapiripán, La Rochela) y desplazamientos (más de 3 millones de víctimas).
  • Su infiltración en la política (parapolítica) reveló vínculos con congresistas, alcaldes y fuerzas de seguridad.
  • A diferencia de las guerrillas, su desmovilización (2003–2006) no incluyó un proyecto político, sino negociaciones por reducción de penas.
  • Hoy, sus sucesores (Clan del Golfo, Los Caparros) actúan como carteles narcos con métodos paramilitares.

Conclusión

Aunque ambos grupos recurrieron al narcotráfico y la violencia, su naturaleza fue radicalmente diferente:

  • Las guerrillas fueron un proyecto insurgente con raíces políticas, que degeneró en crimen organizado.
  • Los narcoparamilitares fueron un brazo armado del narcotráfico y las élites, sin ideología más allá del lucro.

Esta distinción es clave para entender el conflicto colombiano y diseñar políticas de seguridad y justicia transicional. Mientras las guerrillas dejaron un legado de lucha social (aunque desvirtuado), los paramilitares demostraron cómo el crimen organizado puede cooptar instituciones y perpetuar ciclos de violencia.

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