¿Cómo se Relaciona el Populismo con el Nacionalismo?

Publicado el 27 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

El populismo y el nacionalismo son dos conceptos políticos que, aunque distintos, suelen entrelazarse en el discurso público, especialmente en contextos de crisis económica, migración o descontento social. Ambos fenómenos comparten una retórica que apela a la soberanía popular y a la defensa de la identidad colectiva, pero lo hacen desde perspectivas diferentes. El populismo se centra en la oposición entre “el pueblo” y “las élites”, mientras que el nacionalismo enfatiza la lealtad a la nación, a menudo definida en términos étnicos, culturales o históricos. Sin embargo, en la práctica, muchos movimientos políticos combinan elementos de ambos, creando una narrativa poderosa que puede polarizar a la sociedad y desafiar las instituciones democráticas.

Para entender esta relación, es necesario analizar cómo ambos conceptos se influyen mutuamente. El populismo, al presentarse como defensor del “pueblo verdadero”, puede adoptar un tono nacionalista al excluir a grupos considerados ajenos a la comunidad política. Por otro lado, el nacionalismo puede volverse populista cuando se presenta como una lucha contra élites globalistas o extranjeras que supuestamente amenazan la soberanía nacional. Esta fusión ideológica ha ganado fuerza en las últimas décadas, con líderes como Donald Trump en Estados Unidos, Viktor Orbán en Hungría o Jair Bolsonaro en Brasil, quienes han utilizado un discurso que mezcla ambas corrientes para movilizar a sus bases.

Además, la globalización y la creciente desigualdad han alimentado el auge de movimientos que combinan populismo y nacionalismo. En Europa, por ejemplo, partidos de derecha radical han capitalizado el miedo a la inmigración y la pérdida de identidad nacional, presentándose como voces del pueblo frente a élites multiculturales. En América Latina, algunos gobiernos de izquierda han usado un populismo nacionalista para oponerse a lo que ven como imperialismo económico. Así, la relación entre ambos conceptos no es estática, sino que varía según el contexto histórico y geopolítico.

Definiciones clave: populismo y nacionalismo

Antes de profundizar en su relación, es fundamental definir qué entendemos por populismo y nacionalismo. El populismo es un estilo de política que divide a la sociedad en dos campos antagónicos: el pueblo, entendido como un grupo homogéneo y virtuoso, y las élites, percibidas como corruptas y desconectadas de las necesidades populares. Este discurso suele ser liderado por figuras carismáticas que prometen restaurar el poder al “verdadero pueblo”, aunque a menudo sin un programa ideológico claro más allá del rechazo al statu quo. Los académicos como Cas Mudde y Ernesto Laclau han destacado que el populismo no es una ideología en sí misma, sino una estrategia discursiva que puede adaptarse tanto a la izquierda como a la derecha.

Por su parte, el nacionalismo es una ideología que prioriza los intereses y la identidad de una nación, a menudo definida por características compartidas como lengua, etnia, religión o historia. A diferencia del populismo, el nacionalismo tiene raíces teóricas más sólidas, desde el romanticismo del siglo XIX hasta movimientos independentistas contemporáneos. Puede manifestarse de manera cívica, incluyendo a todos los ciudadanos independientemente de su origen, o étnica, excluyendo a quienes no cumplen ciertos criterios identitarios. Cuando el nacionalismo se combina con el populismo, tiende a adoptar un tono excluyente, presentando a los grupos minoritarios o inmigrantes como amenazas a la cohesión nacional.

La intersección entre populismo y nacionalismo

La relación entre populismo y nacionalismo se vuelve evidente cuando los líderes políticos utilizan la retórica del “pueblo” para promover una agenda nacionalista. Un ejemplo claro es el Brexit, donde campañas como la de Nigel Farage presentaron la salida de la Unión Europea como una recuperación de la soberanía británica frente a élites burocráticas en Bruselas. Aquí, el discurso populista (“el pueblo contra las élites”) se fusionó con el nacionalismo (“Reino Unido primero”), creando una narrativa emocionalmente poderosa. De manera similar, en India, el primer ministro Narendra Modi ha combinado un mensaje populista de desarrollo económico con un nacionalismo hindú que margina a las minorías musulmanas.

Esta intersección también se observa en la demonización de enemigos externos o internos. Los movimientos populistas-nacionalistas suelen identificar chivos expiatorios—como inmigrantes, organismos internacionales o medios de comunicación—para consolidar su base electoral. En Hungría, Viktor Orbán ha promovido la idea de una “democracia iliberal”, donde la voluntad del pueblo húngaro (definido en términos cristianos y étnicos) justifica restringir libertades democráticas. Este enfoque muestra cómo el nacionalismo puede ser instrumentalizado por el populismo para legitimar medidas autoritarias.

Conclusión: riesgos y perspectivas futuras

La combinación de populismo y nacionalismo plantea desafíos significativos para las democracias liberales. Al polarizar a la sociedad y erosionar las instituciones, estos movimientos pueden debilitar el pluralismo y los derechos de las minorías. Sin embargo, también reflejan demandas legítimas de comunidades que se sienten abandonadas por la globalización. El reto para las sociedades contemporáneas es abordar estas preocupaciones sin caer en la exclusión o el autoritarismo.

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