¿Cuál fue la relación entre blancos y colorados en la historia política del siglo XIX?

Publicado el 28 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

La historia política del Uruguay en el siglo XIX estuvo marcada por la intensa rivalidad entre los partidos Blanco y Colorado, dos fuerzas que definieron el rumbo del país desde su independencia hasta finales de la centuria. Esta división partidaria no solo reflejó diferencias ideológicas, sino también conflictos sociales, económicos y regionales que se arrastraron desde la época colonial. Los blancos, liderados por Manuel Oribe y representantes de los intereses rurales y conservadores, se enfrentaron a los colorados, comandados por Fructuoso Rivera y vinculados a las elites urbanas y al liberalismo progresista. La relación entre ambos grupos osciló entre la confrontación armada y los frágiles acuerdos políticos, dejando una huella profunda en la identidad nacional. A lo largo de este texto, exploraremos los orígenes de esta división, los principales conflictos y las consecuencias que tuvo para la consolidación del Estado uruguayo.

El siglo XIX uruguayo fue un período de construcción nacional en medio de guerras civiles e inestabilidad. La rivalidad entre blancos y colorados no puede entenderse sin considerar el contexto regional, donde potencias como Argentina y Brasil ejercieron influencia sobre las facciones políticas locales. Además, la lucha por el control de la tierra y los recursos económicos exacerbó las tensiones. Mientras los colorados abogaban por un modelo centralizado y modernizador, los blancos defendían el federalismo y los derechos de los caudillos locales. Esta pugna se manifestó en levantamientos, tratados fallidos y ciclos de violencia que retrasaron la pacificación del país. A continuación, analizaremos los hitos clave de esta relación, desde la Guerra Grande hasta el final del siglo, cuando el sistema político comenzó a mostrar signos de estabilidad bajo el dominio colorado.


Los orígenes de la división: blancos y colorados en los primeros años de la independencia

La creación de los partidos Blanco y Colorado se remonta a las décadas posteriores a la independencia de Uruguay en 1828. Tras la Cruzada Libertadora y la Convención Preliminar de Paz, el país emergió como un territorio disputado por facciones internas y vecinos externos. Fructuoso Rivera, primer presidente constitucional, y Manuel Oribe, su sucesor y luego rival, encarnaron las dos visiones enfrentadas. Los colorados, identificados con el uso de divisas rojas durante las guerras civiles, representaban a los sectores urbanos de Montevideo, comerciantes y grupos influenciados por ideas liberales. Por otro lado, los blancos, con su emblema celeste, agrupaban a los terratenientes, gauchos y sectores rurales que resistían el centralismo montevideano.

Esta división se profundizó en 1836, cuando Oribe fundó el Partido Nacional (blanco) en oposición al gobierno de Rivera. Las diferencias no eran solo políticas, sino también culturales y económicas. Los colorados promovían la modernización, el libre comercio y la inmigración europea, mientras que los blancos defendían las tradiciones hispánicas, el proteccionismo y la autonomía de las regiones. El primer gran conflicto entre ambos fue la Guerra Grande (1839-1851), que desgarró al país y atrajo la intervención de potencias extranjeras. Montevideo, bajo control colorado, resistió un sitio de nueve años impuesto por Oribe y sus aliados argentinos, mientras el interior rural apoyaba mayoritariamente a los blancos. Este enfrentamiento demostró que la coexistencia pacífica entre ambos bandos era, por entonces, imposible.


La Guerra Grande y sus consecuencias: un país dividido

La Guerra Grande (1839-1851) fue el conflicto más prolongado y devastador entre blancos y colorados en el siglo XIX. Este enfrentamiento no solo enfrentó a las dos facciones, sino que involucró a Argentina, gobernada por Juan Manuel de Rosas, y al Imperio de Brasil, que apoyaba a los colorados. Manuel Oribe, líder blanco, estableció un gobierno en el Cerrito (frente a Montevideo), mientras los colorados resistían en la capital bajo el mando de Rivera y luego de Joaquín Suárez. La guerra tuvo un carácter internacional, con mercenarios europeos y bloqueos navales que ahondaron la crisis económica.

Las consecuencias de la Guerra Grande fueron profundas. El país quedó dividido en dos gobiernos paralelos, con economías arruinadas y una población diezmada. El conflicto terminó con la caída de Rosas en Argentina y la firma de los acuerdos de paz en 1851, pero no resolvió las tensiones subyacentes. Los blancos, aunque derrotados militarmente, mantuvieron su influencia en el interior, mientras los colorados consolidaron su hegemonía en Montevideo. Este período también marcó el inicio de la intervención brasileña en la política uruguaya, un factor que seguiría influyendo en las décadas siguientes. La posguerra dejó un legado de resentimiento y desconfianza que alimentaría nuevos ciclos de violencia.


El último tercio del siglo XIX: entre rebeliones y acuerdos frágiles

Tras la Guerra Grande, Uruguay experimentó un período de relativa calma bajo gobiernos colorados, pero las rebeliones blancas continuaron. En 1870, el levantamiento liderado por Timoteo Aparicio (la Revolución de las Lanzas) demostró que el Partido Nacional seguía siendo una fuerza militar y política capaz de desafiar al Estado. Este conflicto terminó con el Pacto de la Unión (1872), que concedió a los blancos participación en gobiernos departamentales y una cuota de poder. Sin embargo, los acuerdos eran precarios, y la lucha por el control del Estado persistió.

Hacia fines del siglo XIX, la hegemonía colorada se consolidó bajo el liderazgo de Julio Herrera y Obes, pero el país aún no encontraba una paz estable. La muerte del caudillo blanco Aparicio Saravia en 1904, durante la última guerra civil, marcó el fin de las rebeliones armadas y el inicio de un sistema político más institucionalizado. La relación entre blancos y colorados en el siglo XIX fue, en síntesis, una mezcla de confrontación y negociación, donde la violencia y la frágil paz se alternaron en la construcción de una nación todavía en ciernes.

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