El Concepto de Habitus en Pierre Bourdieu: Fundamentos y Aplicaciones

Publicado el 4 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción al Concepto de Habitus

El habitus es uno de los conceptos centrales en la sociología de Pierre Bourdieu, y representa un marco teórico clave para entender cómo las estructuras sociales se internalizan en los individuos, moldeando sus percepciones, disposiciones y acciones. Bourdieu define el habitus como un sistema de disposiciones duraderas y transferibles que funcionan como esquemas generadores de prácticas y representaciones. Estas disposiciones son adquiridas a través de la socialización y están profundamente arraigadas en las experiencias de clase, género, educación y cultura. A diferencia de las teorías que plantean una separación rígida entre lo individual y lo social, Bourdieu propone que el habitus actúa como un puente entre ambos niveles, permitiendo que las estructuras objetivas de la sociedad se traduzcan en comportamientos subjetivos.

Una de las características más importantes del habitus es su capacidad para generar prácticas que, aunque parezcan espontáneas, están estructuradas por las condiciones sociales previas. Por ejemplo, el gusto por ciertos tipos de música, arte o comida no es simplemente una elección personal, sino el resultado de un habitus de clase que predispone a los individuos hacia ciertas preferencias. Bourdieu argumenta que esto explica por qué las élites culturales suelen valorar formas de arte consideradas “legítimas” (como la ópera o la pintura clásica), mientras que las clases populares se inclinan hacia expresiones más accesibles o masivas. Este mecanismo no solo refuerza las distinciones sociales, sino que también las naturaliza, haciendo que las desigualdades parezcan resultado de diferencias innatas en lugar de construcciones históricas y sociales.

Además, el habitus no es un determinismo absoluto, sino que opera dentro de un margen de improvisación regulada. Bourdieu utiliza la metáfora del “juego” para explicar cómo los agentes sociales actúan dentro de reglas no escritas pero internalizadas, adaptándose a situaciones nuevas sin necesidad de una reflexión consciente. Esto permite entender por qué personas de un mismo entorno social tienden a desarrollar estrategias similares frente a desafíos como la educación, el trabajo o las relaciones personales. Sin embargo, el habitus también puede entrar en crisis cuando las condiciones sociales cambian drásticamente (como en migraciones, movilidad social o revoluciones), lo que puede llevar a un desajuste entre las disposiciones internalizadas y las nuevas realidades. Este enfoque ayuda a comprender tanto la reproducción social como las posibilidades de transformación.

Orígenes y Desarrollo del Concepto de Habitus

El concepto de habitus no fue creado por Bourdieu desde cero, sino que retoma y reformula ideas de la filosofía clásica y la sociología anterior. Filósofos como Aristóteles y Tomás de Aquino ya habían utilizado el término para referirse a disposiciones adquiridas mediante la práctica. Sin embargo, fue en la sociología del siglo XX donde Bourdieu encontró las bases para su desarrollo teórico, especialmente en los trabajos de Marcel Mauss sobre las “técnicas del cuerpo” y en la fenomenología de Edmund Husserl y Maurice Merleau-Ponty, que destacaban la importancia de las experiencias corporales en la construcción del mundo social. Bourdieu fusionó estas influencias con el estructuralismo, criticando al mismo tiempo su rigidez, para proponer un modelo que combinara estructura y agencia.

En sus primeras investigaciones etnográficas en Argelia y en la región de Béarn (Francia), Bourdieu observó cómo las estructuras económicas y culturales se encarnaban en los cuerpos y las mentalidades de los campesinos y los trabajadores urbanos. Estos estudios le permitieron desarrollar la idea de que el habitus es el producto de la historia colectiva que se manifiesta en los individuos. Por ejemplo, los campesinos analfabetos de Béarn tenían un habitus ajustado a una economía agraria tradicional, pero cuando migraban a las ciudades industriales, sus disposiciones entraban en conflicto con las nuevas demandas laborales y culturales. Este desfase mostraba cómo el habitus podía volverse disfuncional en contextos cambiantes, lo que llevaba a situaciones de marginalización o resistencia.

A lo largo de su obra, Bourdieu refinó el concepto, aplicándolo a campos tan diversos como la educación, el arte, la política y la ciencia. En La distinción (1979), demostró cómo el habitus de clase estructuraba los gustos y estilos de vida, creando jerarquías simbólicas que legitimaban el dominio de las élites. En Homo Academicus (1984), analizó cómo el habitus académico determinaba las trayectorias profesionales y las luchas por el poder dentro de las universidades. Lo que hace único al enfoque de Bourdieu es su capacidad para vincular microinteracciones cotidianas con macroestructuras sociales, evitando tanto el individualismo metodológico como el determinismo estructural.

El Habitus como Estructura Estructurante y Estructurada

Una de las formulaciones más célebres de Bourdieu es que el habitus es una “estructura estructurante” (porque genera prácticas) pero también “estructurada” (porque es producto de condiciones sociales previas). Esto significa que, aunque el habitus orienta las acciones de los individuos, no lo hace de manera mecánica, sino a través de esquemas flexibles que se adaptan a diferentes contextos. Por ejemplo, el habitus de un empresario incluye no solo conocimientos técnicos, sino también un sentido práctico de cuándo tomar riesgos, cómo negociar y qué redes sociales cultivar. Estas disposiciones no son conscientemente calculadas en cada situación, sino que emergen como respuestas casi automáticas basadas en experiencias pasadas.

Sin embargo, Bourdieu también enfatiza que el habitus está marcado por las condiciones materiales y simbólicas en las que se formó. Un niño criado en un barrio marginal tendrá un habitus diferente al de uno educado en una familia adinerada, lo que afectará sus aspiraciones, su lenguaje e incluso su forma de moverse en el espacio. Esto no implica que las personas estén condenadas a repetir su origen social, pero sí que enfrentan barreras invisibles que limitan sus oportunidades. Bourdieu llama a esto “violencia simbólica”: la imposición de categorías de pensamiento que hacen que las desigualdades sean percibidas como naturales. Por ejemplo, el sistema escolar suele valorar más el habitus de las clases medias y altas (como el dominio del lenguaje formal o ciertos referentes culturales), lo que perjudica a los estudiantes de entornos populares sin que esto sea reconocido como una injusticia.

Esta dualidad del habitus (como producto y productor de prácticas) permite entender fenómenos como la movilidad social. Bourdieu señala que quienes logran ascender socialmente (los “transfugas de clase”) a menudo experimentan un habitus dividido: por un lado, internalizan nuevas disposiciones, pero por otro, conservan marcas de su origen que pueden generar tensiones. Esto se observa, por ejemplo, en profesionales de clases trabajadoras que adoptan los códigos de las élites pero siguen sintiéndose “fuera de lugar” en ciertos espacios. La teoría del habitus ayuda a explicar por qué la movilidad social no es solo un cambio económico, sino también un proceso psicológico y cultural complejo.

Aplicaciones del Concepto de Habitus en Investigaciones Sociales

El habitus ha sido utilizado en numerosos estudios empíricos para analizar cómo las desigualdades se reproducen en distintos ámbitos. En educación, investigadores han demostrado que el rendimiento escolar no depende solo de la inteligencia individual, sino del ajuste entre el habitus de los estudiantes y las expectativas institucionales. Por ejemplo, los hijos de familias con alto capital cultural suelen estar mejor preparados para las demandas de la escuela (como participar en clase o entender textos complejos), lo que les da ventajas acumulativas. Bourdieu llama a esto el “efecto Mateo”, en referencia al pasaje bíblico “al que tiene, se le dará más”.

En el campo de la salud, el habitus explica por qué ciertos grupos tienen mayores riesgos de enfermedades crónicas. Las clases populares, por ejemplo, suelen tener dietas menos saludables no por ignorancia, sino porque su habitus está adaptado a restricciones económicas y a tradiciones culinarias específicas. De manera similar, los estudios de género han usado el habitus para analizar cómo las mujeres internalizan roles que limitan su participación en espacios públicos o laborales dominados por hombres.

En el arte y la cultura, el habitus ayuda a entender cómo se construye el valor simbólico. Bourdieu muestra que lo que se considera “arte culto” o “cultura legítima” no es inherentemente superior, sino que refleja el habitus de las clases dominantes. Esto se ve en la jerarquía entre géneros musicales (clásica vs. popular) o en la valoración desigual de deportes (el tenis vs. el fútbol). Las luchas por imponer definiciones legítimas son, en esencia, conflictos entre habitus de grupos sociales diferentes.

Críticas y Limitaciones del Concepto de Habitus

Aunque el habitus es una herramienta poderosa, no está exenta de críticas. Algunos sociólogos argumentan que Bourdieu sobreestima la reproducción social y subestima la capacidad de los individuos para transformar sus disposiciones. Autores como Anthony Giddens o Ulrich Beck señalan que en sociedades modernas, donde las trayectorias son menos predecibles, el habitus puede volverse más flexible. Otros critican que el concepto es demasiado abstracto y difícil de operacionalizar en investigaciones empíricas.

Sin embargo, estas críticas no anulan su utilidad. Bourdieu mismo reconoció que el habitus no es inmutable y que puede haber “disonancias” cuando las personas enfrentan nuevas experiencias. Además, investigadores contemporáneos han adaptado el concepto para estudiar fenómenos como las migraciones (donde los migrantes desarrollan habitus transnacionales) o las identidades digitales (donde las redes sociales generan nuevas disposiciones).

Conclusión: La Vigencia del Habitus en el Análisis Social

El habitus sigue siendo una categoría esencial para entender cómo las estructuras sociales se encarnan en los cuerpos y las mentes. En un mundo de desigualdades crecientes, su enfoque permite desnaturalizar jerarquías y mostrar que lo que parece “innato” o “personal” es, en realidad, producto de historias colectivas. Bourdieu nos invita a cuestionar las apariencias y a buscar las estructuras ocultas que moldean nuestras vidas.

El habitus no solo explica la reproducción del orden social, sino que también ofrece claves para transformarlo. Al hacer visible lo invisible, abre posibilidades para una crítica radical de las dominaciones simbólicas y para la construcción de alternativas más justas. En este sentido, su teoría no es solo un instrumento de análisis, sino también un llamado a la acción.

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