El Peronismo (1945-1955): Revolución Social y Conflicto Político

Publicado el 4 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Los Orígenes del Movimiento: De la Secretaría de Trabajo al 17 de Octubre

El peronismo emergió como fuerza política dominante en un contexto de profundas transformaciones sociales. Cuando el coronel Juan Domingo Perón asumió el Departamento Nacional de Trabajo en 1943 -convertido luego en Secretaría de Trabajo y Previsión- encontró un movimiento obrero fragmentado y un Estado que históricamente había favorecido los intereses patronales. En apenas dos años, Perón implementó una serie de medidas revolucionarias: impulsó convenios colectivos que beneficiaron a más de 2 millones de trabajadores, estableció el Estatuto del Peón Rural, creó los tribunales laborales y promovió la sindicalización masiva. Estas políticas, combinadas con su carisma personal y su talento para la comunicación (incluyendo el uso pionero de la radio), le granjearon una lealtad sin precedentes entre los sectores populares. Sin embargo, también generaron una feroz oposición de la oligarquía terrateniente, los industriales y el embajador estadounidense Spruille Braden, quien llegó a intervenir abiertamente en la política interna argentina.

La crisis llegó a su punto culminante el 9 de octubre de 1945, cuando sectores militares antiperonistas arrestaron a Perón en la Isla Martín García. Lo que siguió fue uno de los eventos más significativos de la historia argentina contemporánea: el 17 de octubre, miles de trabajadores – en su mayoría provenientes del cordón industrial del Gran Buenos Aires – abandonaron sus fábricas y marcharon espontáneamente hacia Plaza de Mayo, exigiendo la liberación de Perón. Esta manifestación masiva, donde confluyeron sindicalistas, descamisados y militantes de base, no solo logró su objetivo sino que marcó el nacimiento de un nuevo actor político: el movimiento peronista. Cuatro meses después, el 24 de febrero de 1946, Perón sería elegido presidente con el 56% de los votos, dando inicio a una década de transformaciones radicales en la sociedad argentina.

Las Bases del Estado Peronista: Justicia Social y Soberanía Política

El primer gobierno peronista (1946-1952) implementó un programa revolucionario basado en tres pilares fundamentales: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. En el plano laboral, se sancionaron derechos pioneros como el aguinaldo, las vacaciones pagas y la indemnización por despido, mientras se promovía una activa participación de los sindicatos en la vida política a través del Partido Peronista. Económicamente, el Estado asumió un rol protagónico con la nacionalización del Banco Central, los ferrocarriles (antes en manos británicas) y el comercio exterior, creando el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI). La política de industrialización por sustitución de importaciones alcanzó su apogeo, con la creación de industrias estratégicas como la siderúrgica Somisa y el desarrollo de la aviación comercial mediante Aerolíneas Argentinas.

En el ámbito social, el peronismo desarrolló un sistema de bienestar sin precedentes en América Latina: construcción masiva de viviendas populares, creación de hospitales públicos como el Policlínico Presidente Perón (hoy Hospital Eva Perón) y establecimiento de colonias de vacaciones para trabajadores. La Fundación Eva Perón, dirigida por la carismática primera dama, se convirtió en un símbolo de esta nueva Argentina, distribuyendo ayuda directa a los sectores más vulnerables. Culturalmente, el movimiento promovió una revalorización de lo popular, desde el tango hasta el folklore, en oposición a lo que percibía como una cultura elitista y europeizante. Sin embargo, este proyecto generó una creciente polarización: mientras los sectores populares veían en Perón a su líder indiscutido, las clases medias y altas – agrupadas en la oposición antiperonista – lo acusaban de autoritarismo y populismo. La muerte de Eva Perón en 1952 y la crisis económica posterior, agravada por sequías y la caída de los precios internacionales, debilitaron al gobierno, que en su segundo mandato (1952-1955) enfrentó una creciente resistencia de la Iglesia Católica, las Fuerzas Armadas y los partidos opositores.

El Derrocamiento y el Legado de una Década Revolucionaria

La tensión política llegó a su punto de ebullición en 1955, cuando un levantamiento militar combinado con movilizaciones civiles antiperonistas – incluyendo el bombardeo a Plaza de Mayo el 16 de junio que dejó más de 300 muertos – culminó con el golpe de Estado del 16 de septiembre. La autodenominada “Revolución Libertadora” proscribió al peronismo, intervino la CGT y persiguió a sus militantes, mientras Perón iniciaba un exilio que duraría 18 años. Sin embargo, lejos de desaparecer, el movimiento peronista se transformó en la principal fuerza de resistencia durante las décadas siguientes, demostrando una vitalidad que ningún otro partido político argentino ha igualado.

El legado del primer peronismo sigue siendo objeto de intenso debate. Para sus defensores, representó la primera verdadera incorporación de los sectores populares a la vida política nacional, con conquistas sociales que aún hoy estructuran el mercado laboral argentino. Sus críticos señalan el personalismo de su liderazgo, el culto a la personalidad y las limitaciones de un modelo económico que dependía excesivamente del Estado. Lo innegable es que el peronismo cambió para siempre la dinámica política argentina: introdujo la cuestión de la redistribución del ingreso como eje central del debate público y creó identidades políticas que trascendieron a su fundador. Setenta años después, las tensiones entre peronistas y antiperonistas siguen marcando buena parte de la vida política nacional, demostrando que, más allá de juicios de valor, el movimiento creado en aquel octubre de 1945 sigue siendo el fenómeno político más influyente de la Argentina contemporánea.

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