Enfermedades por Priones: Una Amenaza Neurodegenerativa Única

Publicado el 17 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción a los Priones y su Naturaleza Peculiar

Las enfermedades por priones representan un fascinante y aterrador capítulo en la patología humana, donde el agente infeccioso no es un virus, bacteria u hongo, sino una proteína mal plegada con capacidad de autoreplicación. Estas condiciones, también conocidas como encefalopatías espongiformes transmisibles (EET), desafían los paradigmas tradicionales de la biología al demostrar que la información patológica puede transmitirse mediante cambios conformacionales en proteínas sin necesidad de material genético. El término “prión” (acrónimo de “proteinaceous infectious particle”) fue acuñado por Stanley Prusiner en 1982, quien posteriormente recibió el Premio Nobel por este descubrimiento revolucionario. La proteína priónica celular normal (PrP^C) es una glicoproteína de superficie expresada predominantemente en neuronas, cuya función exacta sigue siendo debatida, aunque parece estar involucrada en la homeostasis del cobre, señalización celular y protección contra estrés oxidativo. La forma patogénica (PrP^Sc) se caracteriza por un alto contenido en láminas beta que le confiere resistencia a proteasas y capacidad de convertir las moléculas PrP^C normales en copias de su conformación anormal mediante un mecanismo de plantilla. Este proceso autocatalítico conduce a la acumulación progresiva de agregados proteicos que forman placas amiloides y vacuolas intracelulares, dando al tejido cerebral afectado su apariencia espongiforme característica.

Las enfermedades por priones en humanos incluyen condiciones esporádicas (como la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob clásica, ECJ), hereditarias (como el insomnio familiar fatal y el síndrome de Gerstmann-Sträussler-Scheinker) y formas adquiridas (como el kuru y la variante de la ECJ relacionada con la encefalopatía espongiforme bovina). A diferencia de otras enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson, las EET tienen la peculiaridad de ser tanto trastornos neurodegenerativos como infecciosos, aunque la transmisión entre humanos es extremadamente rara en condiciones normales. El período de incubación puede extenderse por décadas, como se observó dramáticamente en la epidemia de kuru entre la población Fore de Papúa Nueva Guinea, donde la práctica ritual de canibalismo funerario condujo a una epidemia que alcanzó su pico 20-30 años después de la introducción del prión. Desde el punto de vista bioquímico, los priones han desafiado el “dogma central” de la biología molecular al demostrar que la información biológica puede transmitirse y replicarse a través de medios distintos al ADN o ARN, un descubrimiento con profundas implicaciones para nuestra comprensión de la evolución molecular y el origen de la vida.

Patogénesis y Neuropatología de las Enfermedades Priónicas

La cascada patogénica de las enfermedades por priones comienza con la entrada de la proteína mal plegada al sistema nervioso central, ya sea por infección exógena, mutación genética o conversión espontánea. Una vez presente, la PrP^Sc actúa como molde que induce el replegamiento de las moléculas PrP^C normales a su conformación patológica, iniciando un ciclo autocatalítico que escapa a los mecanismos de control de calidad proteica de la célula. Este proceso ocurre predominantemente en la membrana plasmática de las neuronas, particularmente en regiones especializadas como las sinapsis y los lípidos raft, donde la PrP^C se localiza normalmente. La acumulación progresiva de PrP^Sc conduce a múltiples vías de daño neuronal: interrupción de la homeostasis del calcio, disfunción mitocondrial, estrés del retículo endoplásmico y activación anormal de microglía y astrocitos. Curiosamente, la neurotoxicidad no parece deberse directamente a los grandes agregados amiloides, sino a oligómeros intermedios solubles que interfieren con las vías de señalización celular y promueven apoptosis.

Las características neuropatológicas de las enfermedades por priones son tan distintivas como su mecanismo molecular. El examen macroscópico del cerebro puede mostrar atrofia variable dependiendo de la duración de la enfermedad, mientras que la microscopía revela el tríada diagnóstica: vacuolización espongiforme (pequeñas cavidades intracitoplasmáticas que dan al tejido un aspecto de esponja), gliosis astrocítica reactiva y pérdida neuronal, todo ello sin inflamación significativa. La distribución de estas alteraciones varía según el tipo de enfermedad priónica: la ECJ clásica afecta predominantemente la corteza cerebral, ganglios basales y tálamo, mientras que el insomnio familiar fatal muestra daño selectivo en los núcleos talámicos anteriores. La inmunohistoquímica para PrP^Sc revela diferentes patrones de deposición: granular, sináptica, en placas o perivascular, que tienen valor diagnóstico y pronóstico. Estudios recientes utilizando técnicas avanzadas como la microscopía crioelectrónica han determinado la estructura atómica de los filamentos de PrP^Sc, revelando que diferentes conformaciones (llamadas “cepas” de priones) se correlacionan con variaciones en el período de incubación, sintomatología y patrones neuropatológicos, explicando la notable diversidad clínica de estas enfermedades a pesar de compartir un mecanismo molecular común.

Manifestaciones Clínicas y Variantes de las Enfermedades Priónicas

El espectro clínico de las enfermedades por priones abarca desde demencias rápidamente progresivas hasta trastornos del movimiento y del sueño, dependiendo de la variante específica y las áreas cerebrales predominantemente afectadas. La enfermedad de Creutzfeldt-Jakob esporádica (ECJ-s), que representa el 85% de los casos humanos, se presenta típicamente en la sexta o séptima década de vida con un trío clásico de deterioro cognitivo rápido (demencia que progresa de leve a severa en semanas), mioclonías (sacudidas musculares bruscas e involuntarias) y alteraciones en el electroencefalograma (complejos periódicos de ondas agudas). A estos síntomas cardinales se suman frecuentemente signos piramidales (hiperreflexia, espasticidad), extrapiramidales (rigidez, bradicinesia) y cerebelosos (ataxia, dismetría). La variante de la ECJ (vECJ), relacionada con la exposición a priones bovinos, difiere por su inicio más temprano (edad media 28 años), curso más prolongado (13 meses vs 6 meses en ECJ-s) y presentación psiquiátrica prominente (depresión, ansiedad, psicosis) que precede a los síntomas neurológicos. El kuru, históricamente limitado a las tierras altas de Papúa Nueva Guinea, se caracterizaba por ataxia cerebelosa progresiva y temblor, mientras que el insomnio familiar fatal causa una agonizante incapacidad para dormir acompañada de disfunción autonómica y deterioro cognitivo.

Las formas genéticas de enfermedad priónica, que representan el 10-15% de los casos, ofrecen ventanas únicas a la relación entre genotipo y fenotipo. El síndrome de Gerstmann-Sträussler-Scheinker (GSS), asociado principalmente a la mutación P102L en el gen PRNP, presenta ataxia progresiva y parkinsonismo con depósitos multicéntricos de placas amiloides, mientras que la mutación D178N causa dos fenotipos distintos dependiendo del codón 129 del mismo gen: ECJ familiar si es metionina/valina o insomnio familiar fatal si es metionina/metionina. El diagnóstico clínico se apoya en biomarcadores como la proteína 14-3-3 y la tau en líquido cefalorraquídeo (elevadas en el 80% de ECJ), resonancia magnética cerebral (hiperintensidad en núcleos caudado/putamen o corteza en secuencias de difusión) y, más recientemente, pruebas de amplificación de proteínas mal plegadas (RT-QuIC) que detectan PrP^Sc en líquido cefalorraquídeo u otros tejidos con sensibilidad >90%. El curso inexorablemente progresivo de estas enfermedades, combinado con la ausencia actual de tratamientos modificadores de la enfermedad, las hace particularmente devastadoras para pacientes y familias, subrayando la necesidad crítica de investigación traslacional que conecte los avances en la comprensión molecular con estrategias terapéuticas innovadoras.

Transmisión, Zoonosis y Crisis de Salud Pública

La capacidad de transmisión de los priones entre especies y su resistencia a los métodos convencionales de esterilización han generado crisis de salud pública con profundas implicaciones médicas, económicas y sociales. El episodio más dramático fue la epidemia de encefalopatía espongiforme bovina (EEB o “enfermedad de las vacas locas”) en el Reino Unido durante los años 1980-90, vinculada a la práctica de alimentar al ganado con harinas de carne y huesos contaminadas. La posterior aparición de la variante de la ECJ humana (vECJ) en 1996, relacionada con el consumo de productos bovinos infectados, desencadenó una prohibición global de las harinas animales en alimentación ganadera y costosas medidas de vigilancia epidemiológica. A diferencia de la ECJ clásica, la vECJ afecta preferentemente a jóvenes, presenta depósitos floridos de PrP^Sc y muestra mayor acumulación en tejido linfoide, lo que permitió su detección en amígdalas y apéndice, facilitando estudios de prevalencia poblacional. La barrera de especie, que normalmente limita la transmisión de priones entre mamíferos distintos, puede ser superada por ciertas cepas (como la EEB) mediante mecanismos que incluyen compatibilidad estructural entre PrP^C del huésped y PrP^Sc del donante, y la presencia de cofactores moleculares como lípidos y ácidos nucleicos.

Otras rutas de transmisión iatrogénica han incluido injertos de duramadre, hormona de crecimiento derivada de cadáveres y trasplantes de córnea, con períodos de incubación que pueden superar los 30 años. Un desafío particular en la medicina moderna es el riesgo teórico de transmisión por instrumentos neuroquirúrgicos, dado que los priones resisten la autoclave convencional (134°C durante 18 minutos) y muchos desinfectantes químicos; las guías actuales recomiendan el uso de hidróxido de sodio 1N o hipoclorito de sodio al 20% para la descontaminación. La enfermedad de desgaste crónico (EDC) de ciervos y alces, presente en América del Norte y recientemente detectada en Escandinavia, representa una preocupación emergente debido a su propagación en poblaciones silvestres y la posibilidad, aún no confirmada, de zoonosis humana. Estudios de laboratorio han demostrado que la EDC puede transmitirse a primates no humanos y a ratones humanizados que expresan PrP^C humana, aunque los estudios epidemiológicos en poblaciones humanas expuestas no han encontrado evidencia concluyente de transmisión. Estas incertidumbres subrayan la necesidad de mantener sistemas robustos de vigilancia de enfermedades priónicas y de investigar los determinantes moleculares de la barrera de especie, que podrían revelar estrategias para prevenir futuras crisis de salud pública relacionadas con priones.

Avances en Diagnóstico y Perspectivas Terapéuticas

El diagnóstico de las enfermedades priónicas ha experimentado una revolución silenciosa en la última década, pasando de ser esencialmente postmortem a permitir una identificación precisa en vida en muchos casos. Las técnicas de amplificación de proteínas mal plegadas, particularmente la conversión inducida por temblores en tiempo real (RT-QuIC), pueden detectar cantidades mínimas de PrP^Sc en líquido cefalorraquídeo con sensibilidad del 92% y especificidad del 98% para la ECJ esporádica, reduciendo significativamente la necesidad de biopsia cerebral. Esta prueba, disponible actualmente en centros de referencia, se basa en la capacidad de las muestras del paciente para sembrar la conversión de PrP^C recombinante en fibras amiloides que pueden ser cuantificadas mediante tinción con tioflavina T. La tomografía por emisión de positrones (PET) con trazadores como el florbetapir o el F-18-FDG está mostrando patrones característicos en enfermedades priónicas, como hipometabolismo talámico bilateral en el insomnio familiar fatal o captación cortical difusa en la ECJ. La resonancia magnética con secuencias especiales (DWI y FLAIR) revela alteraciones distintivas como el “signo del pulgar” (hiperintensidad cortical en cintas) o afectación de los ganglios basales, que tienen valor diagnóstico y pronóstico.

En el frente terapéutico, los desafíos son formidables pero no insuperables. Las estrategias actuales se dirigen a múltiples pasos en la cascada patogénica: inhibición de la conversión PrP^C a PrP^Sc (con compuestos como la quinacrina y la doxiciclina, que mostraron eficacia limitada en ensayos clínicos), estabilización de la conformación normal de PrP^C (con anticuerpos monoclonales como PRN100), aumento del aclaramiento de PrP^Sc (mediante inmunoterapia pasiva o activa) y bloqueo de la internalización de priones (con moléculas que interfieren con los receptores celulares). El descubrimiento de que los oligonucleótidos antisentido pueden reducir dramáticamente los niveles de PrP^C en cerebro de roedores sin efectos adversos evidentes ha abierto una nueva vía de investigación, con ensayos clínicos en fase inicial en humanos. Otras aproximaciones innovadoras incluyen el uso de chaperonas químicas para redirigir el plegamiento de PrP^Sc, péptidos beta-breakers que rompen los agregados amiloides, y terapia génica para silenciar el gen PRNP. Aunque ninguno de estos enfoques ha demostrado aún eficacia clínica contundente, el ritmo acelerado de los descubrimientos básicos y el desarrollo de mejores modelos animales (como ratones humanizados y organoides cerebrales) ofrecen razones para un optimismo cauteloso. Paralelamente, los avances en consejo genético para formas familiares, incluyendo diagnóstico preimplantacional y técnicas de edición génica experimental, están transformando el panorama para familias afectadas por estas devastadoras condiciones.

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