Formación de la Primera Junta de Gobierno en Argentina

Publicado el 4 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

Primera Junta de Gobierno en Argentina: Un Hito Histórico y Sociopolítico

El proceso que condujo a la creación de la Primera Junta de Gobierno en Argentina el 25 de mayo de 1810 no fue un evento aislado, sino el resultado de una compleja interacción de factores históricos, sociales y políticos que se venían gestando desde hacía décadas. A principios del siglo XIX, el Virreinato del Río de la Plata, al igual que otras colonias españolas en América, experimentaba tensiones profundas derivadas de las reformas borbónicas, las guerras napoleónicas en Europa y el creciente descontento entre las elites locales.

La invasión francesa a España en 1808 y la posterior crisis de legitimidad monárquica aceleraron un debate que ya circulaba en los círculos ilustrados de Buenos Aires: la necesidad de autogobierno. La sociedad rioplatense, compuesta por comerciantes, terratenientes, intelectuales y sectores populares, comenzó a cuestionar el orden colonial, no solo por lealtad al rey cautivo Fernando VII, sino también por aspiraciones autonomistas que reflejaban un incipiente sentimiento patriótico.

En este contexto, la Semana de Mayo emergió como un momento culminante donde las disputas entre sectores conservadores y revolucionarios se hicieron evidentes. El cabildo abierto del 22 de mayo, convocado en medio de presiones populares y militares, mostró la fractura entre quienes defendían la continuidad del virreinato y aquellos que abogaban por una junta local. La movilización de grupos como los “chisperos”, liderados por French y Beruti, demostró que el proceso no era exclusivo de las elites, sino que involucraba a amplios sectores urbanos.

La resolución final, que derivó en la formación de la Primera Junta presidida por Cornelio Saavedra, fue un equilibrio inestable entre reforma y tradición. Si bien se invocó la fidelidad a Fernando VII, la junta asumió facultades soberanas, marcando un punto de no retorno en el camino hacia la independencia. Este evento no solo transformó las estructuras políticas, sino que también redefinió la identidad colectiva, sentando las bases para un proyecto nacional en ciernes.

Los Antecedentes Coloniales y las Tensiones en el Virreinato del Río de la Plata

Para comprender la magnitud del 25 de mayo, es esencial analizar las condiciones del Virreinato del Río de la Plata en las postrimerías del periodo colonial. Creado en 1776 como parte de las reformas borbónicas, el virreinato había centralizado el poder en Buenos Aires, desplazando a antiguos centros como Potosí o Córdoba. Esta reconfiguración generó resentimientos regionales, pero también fortaleció a una burguesía comercial porteña que acumulaba riquezas gracias al libre comercio y el contrabando.

Sin embargo, las contradicciones del sistema colonial se hacían insostenibles: mientras las elites criollas pagaban impuestos y sufrían exclusiones políticas, los sectores populares enfrentaban pobreza y desigualdad. La Revolución Industrial en Europa y las ideas de la Ilustración filtraron lentamente en América, alimentando críticas al monopolio español.

La crisis de 1808, con la abdicación de Carlos IV y Fernando VII, y la instalación de José Bonaparte en el trono español, desencadenó un vacío de poder que las colonias no sabían cómo llenar. En Buenos Aires, el virrey Cisneros intentó mantener el statu quo, pero la noticia de la caída de la Junta Central de Sevilla en 1810 fue la chispa que incendió la pradera. Los criollos argumentaban que, en ausencia del rey legítimo, la soberanía revertía al pueblo, un principio que resonaba con las teorías contractualistas de Rousseau y Locke.

Así, lo que comenzó como una disputa jurídica sobre la legitimidad del virrey se transformó en un movimiento que cuestionaba el propio orden colonial. La formación de la Junta fue, en este sentido, tanto una respuesta pragmática a la crisis como un acto revolucionario que reinterpretó los lazos entre América y España.

El Cabildo Abierto y la Lucha por la Representación Política

El cabildo abierto del 22 de mayo fue un escenario donde se dirimieron no solo ideas políticas, sino también proyectos de sociedad. De los más de 250 vecinos notables convocados, solo una minoría apoyaba la continuidad de Cisneros, mientras figuras como Mariano Moreno y Juan José Castelli defendían la creación de una junta autónoma.

El debate trascendía lo administrativo: se discutía si el poder debía residir en los nacidos en América o si seguiría en manos de funcionarios peninsulares. Moreno, influenciado por el liberalismo radical, sostenía que el pueblo tenía derecho a elegir sus gobernantes, una postura que chocaba con los sectores más conservadores, representados por el propio Saavedra, quien prefería una transición menos abrupta.

La presión popular fue decisiva. Las calles aledañas al Cabildo se llenaron de manifestantes que coreaban consignas a favor de la junta, mostrando que el proceso no era una mera disputa entre elites. Los comerciantes, artesanos y hasta los esclavizados negros participaron indirectamente, ya sea mediante pasquines o reuniones secretas.

Esta movilización obligó a los cabildantes a aceptar la caída de Cisneros, aunque la solución final—un gobierno compartido entre criollos y españoles—fue efímera. La noche del 24 al 25 de mayo, las divisiones internas y las protestas callejeras forzaron la renuncia de los miembros peninsulares, consolidando una Junta compuesta exclusivamente por americanos.

Este episodio revela cómo la participación popular, aunque limitada por las estructuras de la época, influyó en el rumbo de los acontecimientos, anticipando conflictos futuros entre el ideal de representación amplia y las prácticas oligárquicas.

La Primera Junta y sus Desafíos Inmediatos

Proclamada el 25 de mayo, la Junta asumió la difícil tarea de gobernar en un escenario de incertidumbre. Sus primeras medidas—como la convocatoria a elecciones en las provincias o la expedición militar al Interior—buscaban consolidar su autoridad frente a los realistas y las facciones internas. Sin embargo, las tensiones entre morenistas y saavedristas reflejaban dos visiones irreconciliables: una revolucionaria, que proponía reformas profundas, y otra conservadora, que priorizaba el orden.

La creación de la Gaceta de Buenos Aires, dirigida por Moreno, fue un instrumento clave para difundir ideas patrióticas, pero también evidenció el control que la elite porteña quería ejercer sobre el relato histórico.

A nivel sociopolítico, la Junta no alteró inmediatamente las estructuras coloniales de desigualdad. Los pueblos originarios, los afrodescendientes y las mujeres quedaron excluidos de la ciudadanía plena, aunque algunos sectores marginales encontraron en el ejército patriota una vía de movilidad social.

La contradicción entre los ideales de libertad y la persistencia de jerarquías coloniales marcaría todo el periodo independentista. Pese a ello, la Primera Junta fue un símbolo de autonomía que inspiró movimientos similares en América Latina, demostrando que el colonialismo español no era invencible.

Su legado, aunque matizado por luchas internas, sentó las bases para la declaración de independencia de 1816 y para la construcción de una identidad nacional que, con los años, se definiría en términos más inclusivos.

La Influencia Ideológica y el Impacto Revolucionario de la Primera Junta

La Primera Junta de Gobierno no solo representó un cambio en las estructuras de poder, sino que también introdujo nuevas ideas políticas que transformarían el pensamiento rioplatense. Las influencias de la Ilustración europea, particularmente las obras de Rousseau, Montesquieu y Voltaire, habían permeado en los círculos intelectuales de Buenos Aires, donde figuras como Mariano Moreno y Manuel Belgrano las adaptaron al contexto local. Moreno, en su “Representación de los Hacendados”, ya había esbozado una crítica al monopolio comercial español, defendiendo el libre comercio como motor de progreso.

Estas ideas, sumadas al concepto de soberanía popular, se convirtieron en pilares del discurso revolucionario. Sin embargo, la aplicación de estos principios no fue uniforme ni pacífica. Mientras Moreno impulsaba medidas radicales, como la supresión de honores hereditarios y la ampliación de la participación política, otros miembros de la Junta, como Cornelio Saavedra, preferían un enfoque más moderado para evitar desestabilizar el orden social.

Esta tensión entre reforma y conservadurismo reflejaba las divisiones profundas dentro de la sociedad rioplatense. Por un lado, los sectores urbanos ilustrados veían en la Revolución una oportunidad para modernizar las instituciones; por otro, las elites rurales y los grupos vinculados al antiguo régimen colonial temían que los cambios afectaran sus privilegios.

La creación de la Biblioteca Pública y la fundación de escuelas bajo la inspiración morenista buscaban difundir el conocimiento como herramienta de emancipación, pero también generaron resistencias entre quienes desconfiaban de un proyecto que parecía amenazar las tradiciones. Así, la Primera Junta no solo enfrentó desafíos militares y políticos, sino también una batalla cultural que definiría el rumbo de la Revolución.

La Dimensión Regional y las Respuestas del Interior

La proclamación de la Primera Junta en Buenos Aires no fue aceptada de manera unánime en el resto del Virreinato. Las provincias del Interior, como Córdoba, Salta o el Alto Perú, tenían sus propias dinámicas económicas y políticas, lo que generó reacciones diversas frente al nuevo gobierno. Algunas regiones, como Mendoza o Tucumán, adhirieron rápidamente a la causa revolucionaria, mientras que otras, especialmente aquellas con fuertes lazos comerciales con el Perú realista, mostraron resistencia. La Junta intentó consolidar su autoridad mediante el envío de expediciones militares y la convocatoria a diputados provinciales, pero estos esfuerzos no siempre tuvieron éxito.

El caso de Córdoba es emblemático: el ex virrey Santiago de Liniers y el gobernador Juan Gutiérrez de la Concha organizaron una contrarrevolución en nombre de Fernando VII, pero fueron derrotados y ejecutados por las fuerzas patriotas. Este episodio demostró que la Revolución no dudaría en usar la violencia para imponerse, pero también reveló las tensiones entre el centralismo porteño y las aspiraciones autonómicas del Interior.

Las provincias no solo cuestionaban la hegemonía de Buenos Aires, sino que también planteaban demandas sociales específicas, como la redistribución de tierras o la abolición de tributos indígenas. Estas diferencias, que se agudizarían en los años siguientes, anticiparon los conflictos entre unitarios y federales que marcarían el siglo XIX argentino.

La Crisis Interna y la Caída del Moreno Radicalismo

A pesar de sus logros iniciales, la Primera Junta pronto enfrentó divisiones internas que debilitaron su proyecto revolucionario. El enfrentamiento entre Mariano Moreno y Cornelio Saavedra simbolizó la pugna entre dos modelos de gobierno: uno que buscaba transformaciones profundas y otro que priorizaba la estabilidad. Moreno, desde su cargo de secretario, impulsó políticas como la libertad de imprenta y la supresión de títulos nobiliarios, pero su estilo confrontativo y su alianza con los sectores más radicales generaron rechazo entre los miembros conservadores de la Junta.

La situación llegó a un punto crítico a fines de 1810, cuando Saavedra y sus aliados lograron marginar a Moreno, quien fue enviado en una misión diplomática a Europa, donde moriría en circunstancias sospechosas. Su partida marcó el fin del proyecto más igualitario de la Revolución y el ascenso de un gobierno más moderado, alineado con los intereses de las elites porteñas.

Esta transición no fue pacífica: el fusilamiento de Santiago de Liniers y la represión a los opositores mostraron que la Junta estaba dispuesta a usar métodos autoritarios para mantenerse en el poder. Sin embargo, el alejamiento de Moreno también generó descontento entre los sectores populares y los intelectuales radicales, que veían en su figura un símbolo de las aspiraciones truncadas de la Revolución.

El Legado de la Primera Junta y su Significado Histórico

Aunque su existencia fue breve, la Primera Junta de Gobierno dejó un legado duradero en la historia argentina. Su creación marcó el inicio del proceso independentista, que culminaría con la declaración de 1816, pero también estableció un precedente sobre los desafíos de construir un orden político en medio de divisiones internas y presiones externas. La tensión entre centralismo y federalismo, entre reforma y tradición, y entre inclusión y exclusión, que se manifestó en 1810, seguiría definiendo la política argentina durante décadas.

Además, la Primera Junta demostró que las ideas revolucionarias no eran un mero reflejo de los eventos europeos, sino el resultado de un proceso autóctono en el que interactuaban criollos, indígenas, africanos y mestizos. Si bien la Revolución no cumplió todas sus promesas de igualdad, abrió un espacio para debates sobre la ciudadanía, la representación y la justicia social que seguirían vigentes. En este sentido, el 25 de mayo no fue solo un acto fundacional, sino el comienzo de un largo y conflictivo camino hacia la construcción de una nación. Su estudio sigue siendo esencial para entender no solo el pasado, sino también los desafíos políticos y sociales que enfrenta la Argentina contemporánea.

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