Gobierno de Mauricio Macri y vuelta al FMI

Publicado el 5 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

El Contexto Histórico del Ascenso de Mauricio Macri al Poder

El triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de 2015 marcó un punto de inflexión en la política argentina, poniendo fin a más de una década de gobiernos kirchneristas. Su llegada al poder representó no solo un cambio de administración, sino también una profunda transformación en el modelo económico y político que había dominado el país desde la crisis del 2001.

Macri, proveniente de una familia acaudalada y con una trayectoria empresarial y política en la Ciudad de Buenos Aires, encarnaba un discurso de modernización y apertura económica que resonó en un electorado cansado de los controles cambiarios, la inflación crónica y el aislamiento internacional.

Sin embargo, su victoria no fue abrumadora, sino más bien el resultado de una polarización social que dividió al país entre quienes anhelaban un giro neoliberal y aquellos que temían el desmantelamiento de las políticas sociales heredadas del kirchnerismo.

El contexto internacional también jugó un papel crucial, con una ola conservadora en la región que favoreció figuras como Jair Bolsonaro en Brasil y Sebastián Piñera en Chile, lo que permitió a Macri presentarse como parte de un movimiento más amplio contra el populismo latinoamericano.

Desde un enfoque sociopolítico, el macrismo logró capitalizar el descontento de las clases medias urbanas, afectadas por la inflación y las restricciones económicas, así como el apoyo de sectores empresariales que veían en su gobierno una oportunidad para reinsertar a Argentina en los mercados globales. Sin embargo, su coalición, Cambiemos, carecía de una base sólida en las provincias más pobres, donde el peronismo mantenía su influencia.

Esta fragmentación territorial y social sería una de las claves para entender los límites de su gobierno, especialmente cuando la economía comenzó a mostrar signos de debilidad. La herencia recibida no era fácil: un déficit fiscal elevado, reservas internacionales menguantes y una deuda externa que había sido reestructurada pero seguía siendo una carga pesada.

Macri prometió un ajuste gradual, pero la falta de consenso político y las presiones de los mercados aceleraron la implementación de medidas más duras, lo que generó un creciente malestar social.

La Crisis Económica y el Retorno al Fondo Monetario Internacional

Uno de los momentos más críticos del gobierno de Macri fue la decisión de recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2018, un giro que revivió los fantasmas del pasado en un país que asociaba al organismo con las políticas de ajuste de los años noventa y la crisis del 2001. La solicitud de un préstamo por 57.000 millones de dólares, el más grande en la historia del FMI, fue justificada como una medida de emergencia para estabilizar la economía ante la fuga de capitales y la presión sobre el peso argentino.

Sin embargo, este movimiento no solo generó rechazo en amplios sectores de la sociedad, sino que también expuso las contradicciones del macrismo, que había llegado al poder criticando el populismo económico pero terminó dependiendo de un organismo históricamente impopular. Desde una perspectiva histórica, el retorno al FMI simbolizó el fracaso de la estrategia de Macri de reconstruir la confianza de los mercados sin recurrir a medidas ortodoxas, revelando los límites de su proyecto político.

El acuerdo con el FMI implicó un severo ajuste fiscal, recortes en subsidios y una política monetaria restrictiva que profundizó la recesión y aumentó la pobreza. Sociopolíticamente, esto generó un fuerte rechazo en los sectores populares, que vieron cómo sus condiciones de vida se deterioraban rápidamente, mientras que las protestas sociales se multiplicaban.

El gobierno intentó presentar el acuerdo como un mal necesario, argumentando que sin él el colapso económico sería aún peor, pero esta narrativa no logró convencer a una sociedad que asociaba al FMI con el aumento de la desigualdad y el desempleo. Además, la falta de transparencia en las negociaciones y los rumores de condicionamientos externos alimentaron teorías conspirativas y desconfianza, incluso entre sectores que inicialmente habían apoyado a Macri.

La crisis cambiaria de 2018, con una abrupta devaluación del peso, terminó de sellar la percepción de que el gobierno había perdido el control de la economía, lo que se tradujo en una derrota electoral en las primarias de 2019 y, finalmente, en el regreso del peronismo al poder con Alberto Fernández.

El Legado del Macrismo y las Lecciones para el Futuro de Argentina

El gobierno de Mauricio Macri dejó un legado complejo que sigue siendo objeto de debate en Argentina. Por un lado, su administración logró reintegrar al país en los mercados internacionales y normalizar relaciones con los acreedores externos, sentando las bases para una eventual reestructuración de la deuda. También implementó reformas en áreas como la transparencia pública y la modernización del Estado, aunque muchas de ellas quedaron incompletas debido a la falta de apoyo político.

Sin embargo, su fracaso en reactivar la economía y su dependencia del FMI terminaron por eclipsar estos avances, reforzando la narrativa de que su proyecto benefició principalmente a las élites económicas. Históricamente, el macrismo puede verse como un intento fallido de imponer un modelo neoliberal en un país con una fuerte tradición de resistencia a ese tipo de políticas, lo que explica su corta duración y el rápido retorno del peronismo al poder.

Desde un ángulo sociopolítico, el macrismo evidenció las tensiones entre las aspiraciones de modernización económica y las demandas sociales en un contexto de desigualdad estructural. Su incapacidad para construir una base de apoyo más amplia, más allá de las clases medias urbanas, demostró los límites de un proyecto que ignoró las raíces profundas del populismo en Argentina.

El regreso al FMI, en particular, se convirtió en un símbolo de esta contradicción, mostrando cómo incluso un gobierno que se presentaba como técnico y pragmático terminó recurriendo a medidas impopulares para salvar su gestión. En última instancia, el experimento macrista dejó en claro que cualquier proyecto de transformación económica en Argentina debe considerar no solo los equilibrios fiscales, sino también las realidades sociales y políticas de un país marcado por ciclos de crisis y resistencia. Su legado, por tanto, sigue siendo una advertencia sobre los riesgos de ignorar la historia y la complejidad sociopolítica de la nación.

La Relación con el FMI y su Impacto en la Sociedad Argentina

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) durante el gobierno de Mauricio Macri no fue simplemente una medida económica de emergencia, sino un hecho político que reactivó viejos traumas colectivos en la sociedad argentina.

Para entender su impacto, es necesario remontarse a la historia de las relaciones entre Argentina y el organismo multilateral, marcadas por la desconfianza y el resentimiento. Durante la década de 1990, las políticas de ajuste estructural impulsadas por el FMI bajo el gobierno de Carlos Menem habían dejado un saldo de desindustrialización, aumento del desempleo y concentración de la riqueza, culminando en la explosión social de 2001.

Ese colapso no solo derrumbó un gobierno, sino que instaló en el imaginario popular la idea de que el FMI era sinónimo de recortes sociales, empobrecimiento y dependencia externa. Por eso, cuando Macri anunció en 2018 el mayor préstamo de la historia del organismo hacia un país, las reacciones no se hicieron esperar: desde movimientos sociales hasta economistas heterodoxos y referentes del peronismo señalaron que se estaba repitiendo un ciclo de endeudamiento y ajuste con consecuencias devastadoras para las mayorías.

Desde una perspectiva sociopolítica, el retorno al FMI profundizó la polarización ya existente en la Argentina. Los sectores que apoyaban a Macri argumentaban que el préstamo era indispensable para evitar una crisis mayor, mientras que la oposición lo interpretaba como una claudicación de la soberanía económica. Este debate no era nuevo, pero adquirió una dimensión más aguda en un contexto de creciente inflación, pérdida de poder adquisitivo y descontento popular.

Las medidas asociadas al acuerdo, como la reducción del déficit fiscal mediante recortes en obra pública y subsidios, generaron un efecto inmediato en la economía real: las pequeñas y medianas empresas enfrentaron mayores dificultades para acceder a créditos, el consumo interno se contrajo y el desempleo comenzó a aumentar. Las calles se llenaron de protestas, con movimientos sociales y sindicatos organizando marchas masivas bajo consignas como “No al FMI” y “Macri entregador”.

El gobierno, por su parte, intentó desvincularse de la estigmatización histórica del FMI, insistiendo en que este préstamo era diferente porque no venía con las clásicas recetas de austeridad. Sin embargo, esa narrativa se derrumbó cuando las exigencias del organismo llevaron a nuevas devaluaciones y aumentos tarifarios, confirmando los temores de la población.

El Fracaso del Gradualismo y la Crisis de Legitimidad del Gobierno

Una de las promesas centrales de Mauricio Macri al asumir la presidencia había sido la de implementar reformas económicas sin shocks traumáticos, a diferencia de los ajustes brutales que caracterizaron a otros gobiernos neoliberales en la historia argentina. Este “gradualismo” buscaba equilibrar las demandas del mercado con cierta contención social para evitar un estallido. Sin embargo, hacia 2018, esa estrategia entró en crisis: la inflación superaba el 40% anual, el dólar se disparaba y las reservas del Banco Central se agotaban rápidamente.

La decisión de acudir al FMI fue, en parte, un reconocimiento tácito de que el gradualismo había fracasado. Pero lo más grave fue que esta crisis no solo fue económica, sino también política: Macri perdió el apoyo de sectores moderados que habían confiado en su capacidad para gestionar la economía sin caer en los extremos del populismo o el neoliberalismo ortodoxo.

El sociólogo argentino Gabriel Kessler analizó este fenómeno como una “crisis de expectativas frustradas”: mientras que las clases medias profesionales habían apostado por Macri esperando estabilidad y modernización, su gobierno terminó reproduciendo los mismos problemas que se criticaban del kirchnerismo (inflación, recesión, inestabilidad cambiaria), pero sin las redes de contención social que habían caracterizado a la década anterior. Esto explica por qué, en las elecciones de 2019, muchos votantes que en 2015 habían optado por Cambiemos decidieron castigar al oficialismo, ya sea absteniéndose o volviendo al peronismo como mal menor.

El FMI, en este sentido, actuó como un catalizador que aceleró el desgaste del gobierno, pero no fue la causa única: el verdadero problema fue la incapacidad de Macri para construir un modelo económico viable que conciliara el ajuste fiscal con el bienestar social. Su gobierno quedó atrapado en una contradicción: necesitaba del crédito internacional para evitar la cesación de pagos, pero al mismo tiempo, cada medida exigida por el FMI lo alejaba más de la ciudadanía.

Reflexiones Finales: ¿Qué Queda del Macrismo en la Argentina Actual?

A más de cinco años del final del gobierno de Mauricio Macri, su legado sigue siendo objeto de disputa. Para sus adherentes, su administración sentó las bases de una economía más saneada, reinsertó a Argentina en el mundo y evitó el colapso total a pesar de las adversidades.

Para sus críticos, en cambio, su gestión fue un experimento fallido que dejó como saldo más pobreza, deuda y desindustrialización. Lo cierto es que, más allá de las valoraciones ideológicas, el macrismo demostró los límites de intentar imponer un modelo económico sin consenso social. Su dependencia del FMI no fue solo un error técnico, sino un síntoma de una visión que subestimó la complejidad política de Argentina.

Hoy, en un contexto donde el país vuelve a negociar con el FMI bajo un gobierno de signo opuesto, las lecciones de aquel período son más relevantes que nunca. La historia reciente muestra que, en Argentina, cualquier proyecto de transformación económica que ignore las demandas sociales está condenado al fracaso.

El macrismo quizás sea recordado no tanto por lo que logró, sino por lo que reveló: las tensiones irresueltas entre globalización y justicia social, entre ortodoxia económica y democracia. Su experiencia debería servir como advertencia para futuros gobiernos, de cualquier signo, que pretendan ignorar estas contradicciones. Porque en un país con memoria tan larga como la argentina, los fantasmas del FMI y la deuda nunca están del todo ausentes.

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