La Avenida de Mayo: Un Pedazo de Europa en el Corazón de Buenos Aires

Publicado el 24 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

La Gran Arteria Cultural Porteña

La Avenida de Mayo constituye uno de los paseos más emblemáticos de Buenos Aires, un verdadero museo al aire libre que encapsula la esencia cosmopolita de la ciudad. Inaugurada en 1894 después de décadas de planificación y polémicas, esta majestuosa avenida fue concebida como el bulevar parisino de Sudamérica, reflejando las aspiraciones de grandeza de la Argentina de fines del siglo XIX. Con sus 1.5 kilómetros de extensión que conectan la Plaza de Mayo con la Plaza del Congreso, la avenida se transformó rápidamente en el escenario preferido de la aristocracia porteña para exhibir su prosperidad, albergando los cafés más elegantes, los teatros más lujosos y las redacciones de los principales periódicos del país. El diseño urbano, inspirado abiertamente en los grandes bulevares haussmannianos de París, incorporó innovaciones revolucionarias para la época como iluminación eléctrica, anchas veredas empedradas y una arboleda cuidadosamente planificada que le daba un aire europeo a la todavía provinciana capital argentina.

Más allá de su valor arquitectónico, la Avenida de Mayo se convirtió en testigo privilegiado de la vida política y cultural del siglo XX argentino. Por sus aceras desfilaron presidentes, artistas consagrados y manifestaciones populares; en sus confiterías se gestaron revoluciones literarias y conspiraciones políticas; en sus cines se proyectaron las primeras películas sonoras del país. Particularmente durante las primeras décadas del siglo pasado, la avenida fue el corazón de la comunidad española en Buenos Aires, ganándose el apodo de “la calle de los españoles” por la proliferación de instituciones ibéricas, restaurantes típicos y centros culturales que la poblaban. Este carácter hispánico se reforzó con la llegada de exiliados republicanos tras la Guerra Civil Española, quienes encontraron en los cafés de la avenida un espacio para mantener viva la llama de la resistencia antifranquista.

En las últimas décadas, la Avenida de Mayo ha enfrentado desafíos de deterioro y abandono, aunque importantes esfuerzos de preservación han logrado mantener su esplendor original. Declarada Área de Protección Histórica en 1997, hoy combina su rol de corredor turístico con su función como eje administrativo de la ciudad, albergando numerosas dependencias gubernamentales. Los tradicionales cafés notables -como Tortoni, Los 36 Billares o Iberia- siguen siendo puntos de encuentro para intelectuales y turistas, mientras que los antiguos palacios albergan desde hoteles boutique hasta galerías de arte contemporáneo. Este equilibrio entre tradición y modernidad hace que cada paseo por la avenida sea un viaje en el tiempo, donde conviven el glamour de la Belle Époque con la energía de la Buenos Aires del siglo XXI.

Historia y Construcción: El Sueño de una Buenos Aires Cosmopolita

La gestación de la Avenida de Mayo fue un proceso largo y controvertido que reflejaba las tensiones entre la visión modernizadora de las élites y la realidad de una ciudad colonial en transformación. El proyecto original se remonta a 1880, cuando el intendente Torcuato de Alvear -impulsor de la transformación urbanística de Buenos Aires- propuso la apertura de una gran avenida que conectara los poderes Ejecutivo y Legislativo. Sin embargo, la demolición de más de 120 propiedades coloniales para dar paso a la nueva arteria generó fuertes resistencias entre los vecinos y sectores conservadores que veían con recelo esta “europeización” de la ciudad. Las obras finalmente comenzaron en 1888 bajo la dirección del ingeniero Juan Buschiazzo, quien diseñó una avenida de 30 metros de ancho con edificios de altura uniforme (21 metros) y fachadas de estilo academicista francés, aunque con el tiempo se incorporaron elementos art nouveau y eclécticos.

El proceso constructivo enfrentó numerosos desafíos técnicos, desde la necesidad de rellenar pantanos hasta la instalación de infraestructura subterránea pionera para la época. Uno de los aspectos más innovadores fue la creación de túneles para cables eléctricos y telefónicos -los primeros en su tipo en América Latina- que eliminaron el caos de postes y cables aéreos que afeaban otras calles porteñas. La iluminación constituyó otro hito: las 400 lámparas de arco voltaico instaladas en 1894 convirtieron a la avenida en el primer espacio público completamente iluminado de la ciudad, ganándose el apodo de “la calle que nunca duerme”. La vegetación también fue cuidadosamente planificada, con hileras de plátanos traídos especialmente de Francia que, al crecer, formarían una bóveda vegetal sobre la calzada -efecto que puede apreciarse hoy en su máximo esplendor durante el verano porteño.

La inauguración oficial el 9 de julio de 1894 coincidió con las celebraciones del Día de la Independencia, marcando el inicio de la edad dorada de la avenida. En las siguientes tres décadas, se construyeron los palacios más suntuosos, muchos de ellos encargados por exitosos inmigrantes que querían demostrar su ascenso social a través de la arquitectura. Edificios como La Inmobiliaria, el Palacio Barolo o el Hotel Castelar se convirtieron en íconos del eclecticismo porteño, combinando elementos renacentistas, barrocos y art déco en sus fachadas. Curiosamente, la avenida nunca cumplió plenamente su función como corredor entre los poderes del Estado -el Congreso quedaba demasiado lejos para los estándares de la época- pero sí se consolidó como centro neurálgico de la vida social y cultural, atrayendo a la creciente burguesía argentina que quería ver y ser vista en “el salón de la ciudad”.

Arquitectura y Estilos: Un Museo al Aire Libre

Caminar por la Avenida de Mayo es como recorrer un libro abierto de historia arquitectónica, donde cada edificio cuenta una historia diferente sobre las influencias culturales y aspiraciones estéticas de la Argentina moderna. El estilo predominante es el academicismo francés, evidente en obras maestras como el Palacio de Gobierno de la Ciudad (antiguo diario La Prensa), cuya fachada simétrica, columnas corintias y cúpula con una estatua de bronce de la diosa Atenea reflejan el ideal beaux-arts en su máxima expresión. Sin embargo, a medida que avanzamos cronológicamente, aparecen ejemplos del art nouveau en edificios como el London City (esquina con Perú), con sus formas orgánicas, hierros curvos y motivos florales típicos de este movimiento que floreció entre 1890 y 1910.

Uno de los hitos arquitectónicos más fascinantes es sin duda el Palacio Barolo (Avenida de Mayo 1370), inaugurado en 1923 como la construcción más alta de Latinoamérica en ese momento. Diseñado por el italiano Mario Palanti según la estructura de la Divina Comedia de Dante, el edificio mezcla simbología masónica, referencias góticas y elementos hindúes en una amalgama única. Su faro superior, visible desde varios puntos de la ciudad, se encendía originalmente con energía generada por una turbina a vapor -una maravilla tecnológica para la época-. A pocas cuadras, el Hotel Castelar (Avenida de Mayo 1152) ofrece otro ejemplo de eclecticismo, con su imponente fachada neoclásica que esconde interiores art déco donde se alojaron figuras como Federico García Lorca durante su estadía en Buenos Aires.

Los detalles ornamentales de los edificios merecen una observación minuciosa: desde las cariátides del Edificio La Inmobiliaria (Avenida de Mayo 1400) hasta los mosaicos venecianos del Pasaje Roverano (esquina con Salta), cada elemento fue pensado para demostrar pericia artesanal y buen gusto. Las galerías comerciales, como la subterránea Pasaje Urquiza Anchorena, revelan la influencia de los pasajes cubiertos parisinos, con sus techos de vidrio y hierro forjado. Incluso los bancos y sucursales comerciales adoptaron este lenguaje monumental, como el ex Banco Español del Río de la Plata (esquina con Bolívar), cuya cúpula revestida en pizarra parece transportada directamente desde Madrid. Esta diversidad estilística, lejos de generar caos visual, crea una armonía singular que distingue a la avenida de cualquier otro corredor urbano en América Latina.

Cafés Notables y Vida Cultural: Templos de la Bohemia Porteña

La Avenida de Mayo alberga algunos de los cafés más emblemáticos de Buenos Aires, verdaderas instituciones que han preservado el espíritu intelectual y artístico de la ciudad por más de un siglo. El Café Tortoni, fundado en 1858 y ubicado en el número 825 de la avenida, es el más antiguo que sigue en funcionamiento y representa como ningún otro el alma cultural de Buenos Aires. Sus mesas de mármol, vitrales art nouveau y paredes cubiertas de fotografías históricas han sido testigos de encuentros entre figuras como Jorge Luis Borges, Carlos Gardel y Alfonsina Storni. El subsuelo del Tortoni, con su escenario para espectáculos de tango y jazz, mantiene viva la tradición de las peñas literarias que florecieron en las décadas de 1920 y 1930. Cada tarde, turistas y locales se mezclan en su barra de madera oscura para disfrutar del ritual porteño por excelencia: un cortado acompañado de medialunas, mientras pianistas en vivo ambientan el espacio con melodías de Piazzolla y Gershwin.

A pocas cuadras, el Café Los 36 Billares (Avenida de Mayo 1271) ofrece una experiencia diferente pero igualmente auténtica. Inaugurado en 1894 como salón de billar francés, conserva sus mesas originales de carambola donde todavía se juegan partidas apasionadas. Este café fue refugio de ajedrecistas, poetas malditos y periodistas durante el siglo XX, y hoy mantiene su carácter popular con mesas comunales donde estudiantes universitarios comparten espacio con veteranos habitués que llevan décadas visitándolo diariamente. Su carta de comidas tradicionales -como los huevos estrellados con jamón o el lomo a la plancha con papas fritas- sigue atrayendo a quienes buscan sabores de la cocina porteña clásica. Por las noches, el café se transforma en escenario de milongas improvisadas donde bailarines de todas las edades demuestran sus pasos de tango entre mesas movedizas.

La desaparecida Confitería del Molino (esquina con Callao) representa el capítulo más triste en la historia gastronómica de la avenida. Este majestuoso establecimiento de 1916, con su imponente molino harinero en la cúpula, fue durante décadas el lugar de reunión de políticos, artistas y la alta sociedad porteña. Cerrado en 1997 tras años de abandono, su reapertura en 2022 como centro cultural luego de una minuciosa restauración devolvió a la avenida parte de su esplendor perdido. Hoy, visitantes pueden admirar sus vitrales franceses, ascensores de madera originales y la maquinaria del reloj que sigue marcando la hora exacta después de un siglo, mientras disfrutan de los medialunas que se hornean siguiendo la receta original de 1916. Estos cafés, junto con otros menos conocidos pero igualmente encantadores como el Iberia o el London City, forman una red de “templos laicos” donde la cultura porteña se vive, se preserva y se reinventa cada día.

La Avenida como Escenario Político: De Protestas a Celebraciones

La Avenida de Mayo ha funcionado históricamente como el gran escenario político de Buenos Aires, un espacio donde el pueblo argentino ha expresado tanto su apoyo como su descontento con los gobiernos de turno. Durante las primeras décadas del siglo XX, la avenida fue testigo de masivas manifestaciones obreras que partían desde Plaza Lorea (hoy Plaza del Congreso) hacia la Casa Rosada, especialmente durante las huelgas de la Semana Trágica en 1919 y las protestas anarquistas de la década de 1920. Estas marchas solían terminar en violentos enfrentamientos con la policía, particularmente en el tramo entre las calles Lima y Bolívar, donde los manifestantes levantaban barricadas con los adoquines sueltos de la calzada. Curiosamente, muchos cafés de la avenida servían como refugio improvisado para los perseguidos políticos, con dueños que escondían a activistas en sus sótanos o les permitían escapar por puertas traseras.

El carácter político de la avenida alcanzó su punto culminante durante las dos presidencias de Juan Domingo Perón (1946-1955). Los balcones del edificio de la Confederación General del Trabajo (CGT) en Avenida de Mayo 1483 se convirtieron en el palco desde donde Perón y Evita se dirigían a las multitudes de trabajadores que colmaban la arteria. Las fotografías de la época muestran una avenida completamente cubierta por un mar de sombreros y pancartas, con banderas argentinas ondeando desde cada balcón. Este mismo espacio sería luego escenario de la resistencia peronista tras el golpe de 1955, cuando militantes pintaban consignas en las paredes y organizaban “caños” (apagones) como forma de protesta contra el gobierno militar. La tradición de utilizar la avenida como espacio de expresión política continuó durante la última dictadura (1976-1983), cuando madres de desaparecidos marchaban silenciosamente desde Plaza de Mayo hacia el Congreso, desafiando la prohibición de reunirse en grupos mayores de tres personas.

En tiempos más recientes, la avenida ha sido el corredor elegido para celebraciones masivas como los festejos por el matrimonio igualitario en 2010 o la legalización del aborto en 2020, cuando miles de jóvenes colmaron el espacio entre el Congreso y Plaza de Mayo en un ambiente de fiesta y reivindicación. Cada 10 de diciembre, con la asunción de nuevos presidentes, los edificios de la avenida se engalanan con banderas y los balcones se llenan de invitados especiales que observan el desfile militar tradicional. Esta dualidad -protesta y celebración- confirma el papel central de la avenida como espacio donde se escriben, año tras año, los capítulos más importantes de la democracia argentina. Incluso en la era de las redes sociales, cuando gran parte del debate político ocurre en plataformas digitales, la Avenida de Mayo sigue siendo el lugar físico donde los argentinos eligen hacerse ver y escuchar.

La Avenida Hoy: Entre el Abandono y la Revitalización

El presente de la Avenida de Mayo es una mezcla fascinante de decadencia y renovación, donde edificios abandonados conviven con proyectos de restauración ambiciosos. Durante las últimas décadas del siglo XX, la avenida sufrió un paulatino deterioro debido al traslado de oficinas gubernamentales a otros barrios y al cierre de numerosos comercios tradicionales. Muchos de los majestuosos palacios construidos durante la Belle Époque fueron divididos en oficinas improvisadas o simplemente dejados en el abandono, con sus fachadas oscurecidas por la contaminación y sus interiores saqueados de sus valiosos detalles arquitectónicos. El tramo entre las calles Piedras y Chacabuco fue particularmente afectado, convirtiéndose en zona roja donde proliferaron hoteles alojamiento y locales de dudosa reputación que alejaron a turistas y porteños por igual.

Sin embargo, desde principios del siglo XXI se han implementado diversos planes para devolverle a la avenida su antiguo esplendor. La declaración como Área de Protección Histórica en 1997 permitió regular las modificaciones a los edificios existentes y promover su restauración. Uno de los proyectos más exitosos ha sido la conversión de antiguos palacios en hoteles boutique, como el Hotel Pulitzer (Avenida de Mayo 907) que ocupa el edificio del antiguo Banco de Boston, conservando su impresionante caja de caudales original como atracción turística. El regreso de la Confitería del Molino como centro cultural en 2022 marcó un punto de inflexión, demostrando que es posible rescatar incluso los edificios más deteriorados con inversión pública y privada. La peatonalización de algunas cuadras los fines de semana ha permitido que artistas callejeros, ferias de antigüedades y espectáculos al aire libre devuelvan vida a la avenida.

Los desafíos persisten, especialmente en materia de seguridad y mantenimiento de los espacios públicos. Aunque la iluminación ha mejorado notablemente, algunas zonas siguen sintiéndose inseguras por las noches, particularmente cerca de la Plaza del Congreso. El transporte público también representa un problema, con las anchas calzadas originales ahora reducidas por la implementación de carriles exclusivos para colectivos que congestionan el tránsito. No obstante, hay motivos para el optimismo: nuevas generaciones de emprendedores están abriendo librerías temáticas, estudios de diseño y restaurantes gourmet en locales que llevaban décadas vacíos. El creciente interés por el turismo arquitectónico ha llevado a la organización de visitas guiadas especializadas que revelan los secretos de los edificios más emblemáticos. Mientras escribo estas líneas, al menos tres proyectos de restauración mayor están en marcha, incluyendo la reconversión del antiguo cine-teatro Ópera en un centro multiuso. La Avenida de Mayo puede que ya no sea el centro neurálgico de la vida porteña como lo fue en 1920, pero su mezcla única de historia, arquitectura y cultura viva asegura que seguirá siendo un lugar esencial para entender el alma de Buenos Aires.

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