La Confederación Perú-Boliviana (1836–1839): Un Proyecto de Unión y su Legado Histórico

Publicado el 13 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

El Contexto Histórico de la Confederación Perú-Boliviana

La Confederación Perú-Boliviana fue un ambicioso proyecto político y territorial que buscó unir a los estados de Perú y Bolivia bajo un mismo gobierno entre 1836 y 1839. Esta iniciativa surgió en un contexto de inestabilidad política, conflictos internos y ambiciones geopolíticas en Sudamérica tras las guerras de independencia. El principal impulsor de esta unión fue el mariscal Andrés de Santa Cruz, presidente de Bolivia y líder militar de gran influencia en la región. Su visión era crear una nación fuerte capaz de competir con las potencias vecinas, especialmente Chile y Argentina, que veían con recelo el surgimiento de un bloque poderoso en el centro del continente.

El período posterior a la independencia en América del Sur estuvo marcado por luchas internas entre caudillos, proyectos federalistas y centralistas, y tensiones fronterizas. En este escenario, Santa Cruz buscó consolidar un Estado confederado que integrara las riquezas del Alto Perú (Bolivia) y el Bajo Perú, aprovechando los lazos históricos, culturales y económicos que ya existían entre ambas regiones desde la época colonial. Sin embargo, la Confederación no logró consolidarse debido a la oposición interna y externa, así como a los intereses divergentes de las élites regionales. Este artículo explora los orígenes, estructura, conflictos y disolución de este efímero pero significativo experimento político.

Los Orígenes de la Confederación: Andrés de Santa Cruz y su Visión Política

La figura de Andrés de Santa Cruz fue fundamental en la creación de la Confederación Perú-Boliviana. Nacido en La Paz en 1792, Santa Cruz tuvo una destacada carrera militar durante las guerras de independencia, luchando primero bajo el mando realista y luego uniéndose a las filas patriotas. Su habilidad como estratega y administrador lo llevó a convertirse en presidente de Bolivia en 1829, donde implementó reformas modernizadoras y buscó estabilizar el país. Sin embargo, su ambición iba más allá de las fronteras bolivianas, pues consideraba que la unión con Perú era esencial para garantizar la seguridad y prosperidad de ambas naciones.

Santa Cruz aprovechó la división política en Perú, que en la década de 1830 estaba dividido entre norte y sur, para intervenir militarmente y promover la creación de dos estados peruanos federados: el Estado Nor-Peruano y el Estado Sur-Peruano. En 1836, estos dos territorios, junto con Bolivia, se unieron bajo el Pacto de Tacna, formando así la Confederación Perú-Boliviana. Santa Cruz asumió el cargo de Supremo Protector, convirtiéndose en el líder máximo de esta nueva entidad política. Su gobierno se caracterizó por una administración centralizada, reformas económicas y la promoción de una identidad común entre los tres estados. Sin embargo, su proyecto pronto enfrentó resistencias, tanto de sectores peruanos que rechazaban la influencia boliviana como de países vecinos que temían el fortalecimiento de la Confederación.

La Estructura Política y Administrativa de la Confederación

La Confederación Perú-Boliviana fue organizada como una república federal compuesta por tres estados: el Estado Nor-Peruano, el Estado Sur-Peruano y el Estado Boliviano. Cada uno de ellos mantenía cierta autonomía en asuntos internos, pero la política exterior, el ejército y la economía estaban bajo el control del gobierno central liderado por Santa Cruz. Este modelo buscaba equilibrar las demandas regionales con la necesidad de un mando unificado que evitara la fragmentación. Uno de los aspectos más destacados de la Confederación fue su sistema legal, basado en gran medida en el Código Santa Cruz, que introdujo reformas judiciales y administrativas inspiradas en modelos europeos.

Además, la Confederación implementó políticas económicas destinadas a fomentar el comercio interno y la producción agrícola y minera. Se establecieron aranceles comunes y se promovió la integración de mercados, lo que generó un breve período de crecimiento económico en algunas regiones. Sin embargo, estas medidas no fueron suficientes para consolidar la unidad, ya que las élites locales en Perú y Bolivia tenían intereses divergentes. Mientras que algunos grupos apoyaban la Confederación por considerarla una garantía de estabilidad, otros la veían como una imposición extranjera que limitaba su autonomía. Esta división interna, sumada a la creciente oposición de Chile y Argentina, debilitó el proyecto desde sus inicios.

La Oposición Externa: Chile, Argentina y la Guerra Contra la Confederación

Desde su creación, la Confederación Perú-Boliviana enfrentó la hostilidad de varios países vecinos, especialmente Chile y Argentina. Chile, bajo el gobierno de Diego Portales, veía a la Confederación como una amenaza directa a su seguridad y a sus intereses económicos en el Pacífico. Portales promovió una política exterior agresiva, argumentando que un Estado fuerte en el norte podría disputar el control de rutas comerciales y puertos estratégicos. En 1836, Chile declaró la guerra a la Confederación, iniciando un conflicto que se prolongaría hasta 1839.

Argentina, por su parte, también mostró resistencia al proyecto de Santa Cruz, temiendo que la Confederación alentara movimientos separatistas en sus provincias norteñas. Aunque no intervino militarmente de manera directa, brindó apoyo diplomático a los enemigos de Santa Cruz. La guerra contra la Confederación se convirtió así en un conflicto regional, donde Chile financió y armó a grupos opositores peruanos, como los liderados por Agustín Gamarra y Ramón Castilla. La campaña militar culminó en la Batalla de Yungay (1839), donde las fuerzas confederadas fueron derrotadas, marcando el fin de la unión entre Perú y Bolivia.

La Disolución de la Confederación y sus Consecuencias

La derrota en Yungay significó el colapso definitivo de la Confederación Perú-Boliviana. Santa Cruz fue derrocado y exiliado, mientras que Perú y Bolivia volvieron a ser repúblicas separadas. Aunque el proyecto confederado duró apenas tres años, su impacto en la política sudamericana fue significativo. Por un lado, demostró los desafíos de la integración regional en un contexto de caudillismo y rivalidades internas. Por otro, dejó en claro que cualquier intento de unión entre naciones vecinas sería visto con sospecha por otros Estados.

En el ámbito interno, la caída de la Confederación reforzó las divisiones políticas en Perú y Bolivia. En Perú, se inició un período de inestabilidad conocido como la “anarquía militar”, donde diversos caudillos lucharon por el poder. En Bolivia, la salida de Santa Cruz dejó un vacío de liderazgo que tardaría años en llenarse. A largo plazo, el fracaso de la Confederación influyó en las relaciones diplomáticas entre Perú, Bolivia y Chile, sembrando las bases de futuros conflictos, como la Guerra del Pacífico (1879–1884).

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Rodrigo Ricardo

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