La Guerra de Guerrillas Urbanas en Argentina
Los Orígenes de la Lucha Armada en el Contexto Argentino
La guerra de guerrillas urbanas en Argentina no surgió como un fenómeno aislado, sino como parte de un entramado histórico marcado por la inestabilidad política, la desigualdad social y la influencia de movimientos revolucionarios internacionales. Durante las décadas de 1960 y 1970, el país vivió bajo gobiernos democráticos frágiles y dictaduras militares que alternaban el poder, generando un caldo de cultivo para la radicalización de sectores juveniles, obreros e intelectuales.
La Revolución Cubana de 1959 y el auge de las ideas guevaristas tuvieron un impacto profundo en América Latina, inspirando a organizaciones argentinas a adoptar la lucha armada como método para alcanzar el socialismo. Grupos como Montoneros, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) emergieron en este contexto, combinando el discurso antiimperialista con acciones directas contra el Estado y sus representantes.
La guerrilla urbana se diferenciaba de la rural en su enfoque: mientras que esta última buscaba establecer bases territoriales en zonas alejadas, las organizaciones urbanas operaban en ciudades, utilizando el anonimato y la movilidad para desestabilizar al régimen.
El peronismo proscripto tras el golpe de 1955 también jugó un papel clave en la radicalización de estos grupos. Muchos militantes, frustrados por la imposibilidad de acceder al poder por vías institucionales, vieron en la lucha armada una forma de resistir a la dictadura y reivindicar el retorno de Juan Domingo Perón. Sin embargo, esta estrategia no estuvo exenta de contradicciones.
Por un lado, sectores del movimiento obrero apoyaron tácticas combativas, mientras que otros rechazaron la violencia por considerarla contraproducente. La sociedad argentina, por su parte, estaba dividida: mientras algunos veían a los guerrilleros como héroes que enfrentaban a la opresión, otros los percibían como terroristas que ponían en riesgo la frágil democracia.
Esta polarización se profundizó con el tiempo, especialmente después del regreso de Perón en 1973, cuando la violencia política escaló hasta niveles sin precedentes. La guerrilla urbana, lejos de ser un movimiento homogéneo, reflejaba las tensiones ideológicas y generacionales de una Argentina convulsionada.
La Estrategia y las Acciones de las Organizaciones Guerrilleras
Las tácticas empleadas por las guerrillas urbanas en Argentina variaban según la organización, pero compartían elementos comunes: secuestros de figuras empresariales y militares, asaltos a bancos para financiar sus actividades, sabotajes a infraestructuras estatales y propagando armada a través de panfletos y medios clandestinos.
Montoneros, por ejemplo, se destacó por su capacidad de infiltración en sectores sindicales y estudiantiles, utilizando redes de apoyo logístico que les permitían actuar con relativa impunidad. El ERP, por su parte, mantenía una estructura más militarizada, inspirada en el foquismo guevarista, y llegó a establecer un frente rural en la provincia de Tucumán, aunque su principal campo de operaciones siguió siendo las ciudades.
Estas organizaciones no solo buscaban enfrentar al Estado, sino también ganar legitimidad entre la población, presentándose como una vanguardia revolucionaria dispuesta a sacrificarse por los oprimidos.
Sin embargo, la eficacia de estas estrategias fue limitada. Si bien lograron mantener en vilo a los gobiernos de turno, nunca consiguieron el apoyo masivo necesario para desencadenar una insurrección popular. Además, la represión estatal y paraestatal se intensificó rápidamente.
Grupos como la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), creada bajo el gobierno de Isabel Perón, y luego las Fuerzas Armadas durante la dictadura de 1976, respondieron con una violencia aún mayor, secuestrando, torturando y desapareciendo a militantes y sospechosos. La guerrilla, aunque resistió en los primeros años, terminó siendo diezmada por el terrorismo de Estado, que no distinguía entre combatientes armados y civiles simpatizantes.
Este fracaso militar no solo se debió a la superioridad represiva del Estado, sino también a errores estratégicos de las propias organizaciones, como la subestimación del enemigo y la falta de coordinación entre grupos. A nivel sociopolítico, el legado de la guerrilla urbana sigue siendo controvertido: para algunos, fue un intento valiente pero condenado al fracaso; para otros, un capítulo oscuro que exacerbó la violencia y allanó el camino al genocidio de la dictadura.
El Impacto Social y las Memorias en Disputa
La guerra de guerrillas urbanas dejó una huella imborrable en la sociedad argentina, no solo por la violencia desatada, sino también por las discusiones que generó sobre la legitimidad de la lucha armada en contextos represivos. Tras el retorno a la democracia en 1983, el tema se convirtió en un campo de batalla simbólico. Por un lado, organizaciones de derechos humanos y ex militantes reivindicaron a los guerrilleros como víctimas del terrorismo de Estado, enfatizando su compromiso con la justicia social.
Por otro, sectores conservadores y militares insistieron en que habían sido grupos subversivos que justificaban la represión. Esta polarización se reflejó en la cultura, con películas, libros y debates públicos que oscilaban entre la glorificación y la demonización de la guerrilla.
Hoy, décadas después, el balance histórico sigue siendo complejo. Algunos académicos argumentan que la guerrilla urbana fue un síntoma de la crisis de representatividad y de las limitaciones de la democracia en Argentina, mientras que otros subrayan su rol en la espiral de violencia que culminó con miles de desaparecidos.
Lo cierto es que, más allá de las valoraciones morales, el fenómeno no puede entenderse sin considerar el contexto regional de la Guerra Fría, donde Estados Unidos y la Unión Soviética libraban batallas proxy en América Latina. La guerrilla argentina, como otras en el continente, fue tanto un producto de su tiempo como un actor que buscó, sin éxito, cambiar el curso de la historia. Su estudio sigue siendo esencial para comprender no solo el pasado, sino también las tensiones políticas que persisten en el presente.
La Represión Estatal y el Terrorismo de Estado como Respuesta
La escalada de la guerrilla urbana en Argentina no podía ser ignorada por el Estado, que respondió con una represión cada vez más sistemática y brutal. A partir de 1970, pero especialmente durante el gobierno de Isabel Perón (1974-1976) y luego bajo la dictadura militar (1976-1983), se implementó una estrategia de contrainsurgencia que combinaba operaciones militares con tácticas clandestinas de terror. La Triple A, organización parapolicial dirigida por el ministro José López Rega, inició una campaña de asesinatos selectivos contra militantes de izquierda, sindicalistas, intelectuales y cualquier persona sospechosa de simpatizar con la subversión.
Sin embargo, fue con el golpe de Estado de 1976 que la represión alcanzó su máxima expresión: las Fuerzas Armadas, bajo la doctrina de la “lucha contra la subversión”, implementaron un plan de exterminio que incluía secuestros, torturas, centros clandestinos de detención y desapariciones forzadas.
El argumento de las juntas militares era que estaban librando una “guerra sucia” contra la amenaza marxista, justificando así la suspensión de todas las garantías constitucionales. Sin embargo, la violencia estatal no se limitó a los grupos guerrilleros armados, sino que se extendió a amplios sectores de la sociedad civil. Estudiantes, obreros, artistas y hasta religiosos progresistas fueron perseguidos bajo la lógica del “enemigo interno”.
Este terrorismo de Estado tuvo un efecto paralizante: mientras que en los primeros años de la década del setenta la guerrilla aún mantenía cierta capacidad operativa, hacia 1977 sus estructuras estaban prácticamente desmanteladas. La desaparición forzada, en particular, se convirtió en un mecanismo de control social, sembrando el miedo y la desconfianza en la población.
Desde una perspectiva sociopolítica, la represión no fue solo una respuesta a la guerrilla, sino también un instrumento para reconfigurar el orden social. La dictadura buscó eliminar cualquier forma de disidencia y disciplinar a la sociedad bajo un modelo económico neoliberal que, años más tarde, se impondría con fuerza durante la década de 1990. En este sentido, la guerra contra la guerrilla urbana fue también una guerra de clases, donde las élites militares y económicas vieron la oportunidad de aplastar no solo a la insurgencia armada, sino también a cualquier proyecto político que cuestionara el statu quo.
Las Consecuencias a Largo Plazo y las Heridas Abiertas
El fin de la dictadura en 1983 no significó el cierre definitivo del capítulo de la guerrilla urbana y su represión. Por el contrario, la transición democrática abrió un nuevo período de disputas en torno a la memoria, la justicia y la interpretación histórica.
Los juicios a las juntas militares, impulsados por el gobierno de Raúl Alfonsín, marcaron un hito en la lucha contra la impunidad, pero también generaron tensiones con sectores castrenses que aún defendían su accionar como una “guerra necesaria”. Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, así como los indultos de Carlos Menem en los años noventa, demostraron que el poder militar seguía influyendo en la política argentina, limitando las posibilidades de una justicia plena.
A nivel social, las consecuencias fueron profundas. Los familiares de las víctimas, agrupados en organizaciones como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, mantuvieron viva la demanda de verdad y justicia, convirtiéndose en un símbolo internacional de resistencia.
Sin embargo, la sociedad argentina en su conjunto tardó décadas en procesar lo ocurrido. Para muchos, la guerrilla urbana seguía siendo un tema incómodo, asociado tanto al trauma de la violencia como a la dificultad de asumir responsabilidades colectivas. ¿Hasta qué punto la sociedad había sido cómplice, por acción u omisión, de la represión? ¿Era posible reconocer los crímenes del Estado sin justificar los actos violentos de las organizaciones guerrilleras? Estas preguntas siguen resonando en el debate público.
En el plano político, el legado de la guerrilla y la dictadura influyó en las generaciones posteriores. Movimientos como el kirchnerismo, en el siglo XXI, incorporaron elementos del discurso setentista, reivindicando a los militantes desaparecidos como mártires de una causa justa.
Al mismo tiempo, sectores de derecha continuaron defendiendo la versión militar de la “lucha antisubversiva”, mostrando que las divisiones ideológicas de los setenta aún persistían. Hoy, en un contexto donde la violencia política ha resurgido en nuevas formas, la experiencia de la guerrilla urbana sigue siendo un espejo en el que la sociedad argentina se mira para entender sus conflictos y contradicciones.
Reflexiones Finales: Entre el Heroísmo y la Tragedia
La guerra de guerrillas urbanas en Argentina no puede ser reducida a una simple dicotomía entre buenos y malos. Fue un fenómeno complejo, marcado por ideales revolucionarios, errores estratégicos, represión despiadada y consecuencias que perduran hasta hoy. Su estudio exige un análisis que vaya más allá de los mitos y los prejuicios, reconociendo tanto el contexto histórico que la hizo posible como sus límites y contradicciones.
En última instancia, la guerrilla urbana fue un síntoma de una sociedad fracturada, donde la falta de canales democráticos para resolver conflictos llevó a algunos a optar por la vía armada. Su derrota militar no anuló las demandas de justicia social que la inspiraron, pero sí dejó en claro los riesgos de la radicalización violenta en contextos represivos. A medio siglo de aquellos hechos, su legado sigue siendo una advertencia sobre los peligros de la polarización y una invitación a construir una política que no repita los errores del pasado.
Articulos relacionados
- Liberalismo Económico: Adam Smith y el libre mercado
- La Consolidación del Capitalismo Industrial
- Revolución Industrial: Cambios Culturales, Tiempo, Disciplina y Vida Urbana
- Revolución Industrial: Primeros Sindicatos y Movimientos Obreros
- Revolución Industrial: Crecimiento Urbano y Problemas Habitacionales
- Revolución Industrial: El Impacto del Trabajo Infantil y Femenino
- Revolución Industrial: Condiciones Laborales en las Fábricas