La Transición Española: De la Dictadura a la Democracia (1975-1982)

Publicado el 4 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción: El Legado del Franquismo y los Desafíos del Cambio

La muerte de Francisco Franco el 20 de noviembre de 1975 marcó el inicio de uno de los procesos políticos más complejos y fascinantes de la Europa del siglo XX: la Transición Española. Este período, que se extendería hasta la victoria electoral del PSOE en 1982, transformó a España de una dictadura militarizada en una democracia parlamentaria moderna, evitando al mismo tiempo los traumas de una guerra civil o una ruptura revolucionaria. Sin embargo, el camino no estuvo exento de peligros: el país heredaba casi cuatro décadas de autoritarismo, profundas divisiones ideológicas, una estructura de poder franquista aún intacta y un ejército que seguía viéndose a sí mismo como garante del orden nacional. A esto se sumaban los desafíos económicos de la crisis del petróleo de 1973, que había dejado una inflación del 26%, un desempleo creciente y un modelo industrial obsoleto.

La figura clave en este proceso fue el rey Juan Carlos I, designado sucesor por el propio Franco en 1969 pero cuya lealtad al régimen era vista con escepticismo tanto por los franquistas “inmovilistas” como por la oposición democrática. Contra todo pronóstico, el monarca se convirtió en el motor principal de la reforma política, destituyendo en 1976 al presidente franquista Carlos Arias Navarro y nombrando en su lugar a Adolfo Suárez, un joven político proveniente del Movimiento Nacional pero con la visión y flexibilidad necesarias para liderar el cambio. La habilidad de Suárez residió en su capacidad para convencer a los sectores reformistas del régimen de que la democracia no significaba su desaparición, mientras simultáneamente negociaba con la oposición moderada para aceptar una transición gradual que evitara represalias contra el antiguo establishment.

Los años entre 1975 y 1978 fueron especialmente críticos, con atentados terroristas de ETA y GRAPO, presiones militares para frenar las reformas, y una sociedad civil que salía a la calle masivamente para exigir libertades. Pese a todo, en este breve lapso se lograron hitos históricos: la Ley para la Reforma Política (que permitió desmantelar legalmente el franquismo desde dentro), las primeras elecciones libres en 1977, y la redacción de una Constitución consensuada que fue aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978 con un 88% de votos favorables. Este texto constitucional, todavía vigente, estableció un Estado social y democrático de derecho, una monarquía parlamentaria, y un modelo autonómico único que reconocía la diversidad nacional de España.

1. 1976-1977: La Ingeniería Legal de la Reforma Política

El verdadero punto de inflexión en la Transición llegó con la aprobación de la Ley para la Reforma Política en noviembre de 1976, una norma ingeniosamente diseñada para utilizar los mecanismos legales del franquismo con el fin de desmontarlo desde dentro. Presentada como una “octava ley fundamental” del régimen (siguiendo la terminología franquista), esta ley preveía la celebración de elecciones libres a Cortes Constituyentes mediante sufragio universal, estableciendo así las bases para un sistema democrático sin necesidad de una ruptura traumática. Lo más sorprendente fue que esta ley fue aprobada por las propias Cortes franquistas (con un 94% de votos favorables) y luego ratificada en referéndum popular con un 77% de apoyo, demostrando tanto la habilidad de Suárez para convencer a las elites del régimen como el cansancio generalizado de la sociedad hacia el sistema anterior.

Las elecciones del 15 de junio de 1977 fueron las primeras libres desde 1936 y constituyeron un modelo de convivencia cívica, con una participación del 79% pese a los temores iniciales de violencia. Los resultados dieron la victoria a la Unión de Centro Democrático (UCD) de Suárez con el 34% de los votos, seguida por el PSOE de Felipe González (29%) y el PCE de Santiago Carrillo (9%). Esta distribución reflejaba el deseo mayoritario de la población por una transición moderada: ni la continuidad del franquismo (representada por Alianza Popular de Fraga) ni una ruptura revolucionaria (defendida por sectores más radicales de izquierda). Las nuevas Cortes asumieron inmediatamente dos tareas fundamentales: la redacción de una Constitución y la adopción de medidas urgentes para paliar la crisis económica, destacando los Pactos de la Moncloa (octubre 1977) donde todos los partidos acordaron un programa de ajustes y reformas a cambio de consolidar la democracia.

2. 1978-1980: La Constitución y los Primeros Gobiernos Democráticos

La elaboración de la Constitución de 1978 representó el momento culminante del espíritu de consenso que caracterizó la Transición. Una ponencia compuesta por siete representantes de los principales partidos (tres de UCD, uno del PSOE, uno del PCE, uno de AP y uno de los nacionalistas catalanes) trabajó durante meses para redactar un texto que reconciliara las distintas tradiciones políticas españolas. Los debates más intensos giraron en torno a la cuestión religiosa (finalmente resuelta con un Estado aconfesional pero reconociendo la “cooperación” con la Iglesia), la estructura territorial (que dio lugar al “café para todos” de las autonomías) y los derechos sociales y laborales. La aprobación final por abrumadora mayoría (con solo 6 votos en contra de 350 diputados) y su posterior ratificación en referéndum (con un 58% del censo votando a favor) demostraron el amplio respaldo social al nuevo marco democrático.

Sin embargo, los años inmediatamente posteriores a la Constitución estuvieron marcados por crecientes dificultades. El terrorismo de ETA se recrudeció (con 68 asesinatos en 1979 y 93 en 1980), mientras que la extrema derecha respondía con sus propios atentados como la matanza de abogados laboralistas en Atocha (1977). En el ámbito económico, la segunda crisis del petróleo de 1979 agravó el desempleo (que superó el 15%) y la inflación (por encima del 20%), minando la popularidad del gobierno de Suárez. Las tensiones dentro de UCD, un partido heterogéneo formado por exfranquistas, democristianos y liberales, llevaron a la dimisión de Suárez en enero de 1981, en un célebre discurso donde advirtió sobre los riesgos de que “determinados poderes fácticos” no aceptaran la democracia.

3. 1981-1982: El 23-F y la Consolidación Definitiva

La mayor prueba para la joven democracia española llegó el 23 de febrero de 1981, cuando un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Tejero asaltó el Congreso de los Diputados mientras se votaba la investidura del nuevo presidente Leopoldo Calvo Sotelo. El intento de golpe de Estado, apoyado por sectores militares nostálgicos del franquismo y por altos mandos como el general Milans del Bosch (que sacó tanques a las calles de Valencia), fue finalmente frustrado gracias a la firme actuación del rey Juan Carlos I, quien en un mensaje televisado a medianoche se erigió como defensor de la Constitución y ordenó a las fuerzas armadas permanecer leales. El fracaso del 23-F, lejos de debilitar el sistema, terminó por consolidarlo: los partidos cerraron filas en defensa de la democracia, los golpistas fueron juzgados y condenados, y la sociedad española mostró su rechazo masivo a cualquier vuelta al autoritarismo.

Las elecciones de octubre de 1982, en las que el PSOE obtuvo una mayoría absoluta histórica (202 escaños de 350), marcaron el final simbólico de la Transición. Por primera vez desde la Segunda República, la izquierda gobernaba España, pero lo hacía dentro del marco constitucional y renunciando a cualquier tentación revolucionaria. Felipe González, el joven líder socialista, representaba a una nueva generación ajena a los traumas de la guerra civil y comprometida con la modernización del país. La alternancia en el poder se había producido pacíficamente, demostrando que la democracia española era ya irreversible.

Conclusión: El Legado de la Transición

La Transición Española sigue siendo hoy objeto de debate entre quienes la ven como un modelo ejemplar de cambio político pacífico y quienes critican sus “pactos de silencio” sobre el pasado franquista. Lo indiscutible es que permitió a España salir de una larga dictadura e integrarse en Europa sin violencia generalizada, sentando las bases de un periodo de prosperidad y libertades sin precedentes. Sus enseñanzas sobre diálogo, pragmatismo y consenso siguen siendo relevantes en un mundo donde muchas sociedades enfrentan aún el desafío de transitar hacia la democracia.

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