El Golpe Militar de Onganía (1966): El Fin de la Democracia y el Inicio de la Revolución Argentina

Publicado el 10 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción: El Contexto Político Previo al Golpe

La Argentina de mediados de la década de 1960 se encontraba sumida en una profunda crisis política, económica y social que sentó las bases para el golpe militar liderado por el general Juan Carlos Onganía en 1966. El gobierno del presidente Arturo Umberto Illia, perteneciente a la Unión Cívica Radical (UCR), había llegado al poder en 1963 en elecciones con limitada participación debido a la proscripción del peronismo, lo que generó una constante inestabilidad. Su administración fue percibida como débil por sectores militares, empresariales y conservadores, quienes criticaban su falta de mano dura frente a las protestas sindicales y estudiantiles. Además, la economía argentina enfrentaba inflación, estancamiento industrial y una balanza comercial deficitaria, lo que exacerbó el descontento.

En este escenario, las Fuerzas Armadas, que históricamente habían intervenido en la política argentina, comenzaron a conspirar para derrocar a Illia. Onganía, entonces comandante en jefe del Ejército, representaba el ala más derechista y autoritaria de los militares, influenciada por la Doctrina de Seguridad Nacional promovida por Estados Unidos en el marco de la Guerra Fría. El golpe no fue un evento aislado, sino parte de una serie de intervenciones castrenses en América Latina, donde los militares justificaban sus acciones bajo el argumento de “evitar el comunismo” y “restablecer el orden”. El 28 de junio de 1966, las fuerzas armadas irrumpieron en la Casa Rosada y derrocaron a Illia sin resistencia, instalando una dictadura autodenominada “Revolución Argentina”.

El Gobierno de Onganía: Autoritarismo y Represión

Una vez en el poder, Onganía disolvió el Congreso, intervino las provincias, prohibió los partidos políticos y estableció una férrea censura a los medios de comunicación. Su régimen se basó en un discurso de “modernización” y “moralización” del país, pero en la práctica implementó una política profundamente represiva. Uno de sus primeros actos fue la intervención de las universidades públicas en lo que se conoció como “La Noche de los Bastones Largos”, donde la policía reprimió brutalmente a docentes y estudiantes que resistían la eliminación de la autonomía universitaria. Este episodio marcó el inicio de una sistemática persecución contra intelectuales, artistas y cualquier voz crítica, llevando al exilio a cientos de académicos y debilitando el desarrollo científico del país.

En el plano económico, el gobierno de Onganía adoptó medidas neoliberales bajo la asesoría del ministro Adalbert Krieger Vasena, quien devaluó la moneda, congeló salarios y favoreció a los sectores agroexportadores en detrimento de la industria nacional. Estas políticas generaron un aumento del desempleo y un deterioro del poder adquisitivo de la clase trabajadora, lo que derivó en un creciente malestar social. Sin embargo, el régimen respondió a las protestas con una escalada represiva, incluyendo la militarización de las fábricas y la detención arbitraria de dirigentes sindicales. La CGT, liderada por figures como Agustín Tosco y Raimundo Ongaro, se convirtió en uno de los principales focos de resistencia, organizando huelgas generales que desafiaron abiertamente a la dictadura.

La Caída de Onganía y el Legado de su Dictadura

El desgaste del gobierno de Onganía se hizo evidente hacia finales de la década, cuando las protestas sociales y las divisiones internas en las Fuerzas Armadas minaron su autoridad. El punto de quiebre fue el Cordobazo de 1969, una masiva rebelión obrera y estudiantil en la ciudad de Córdoba que terminó en una violenta represión pero demostró la incapacidad del régimen para sostener el control. Este levantamiento marcó el inicio del fin de Onganía, quien fue desplazado por sus propios camaradas en junio de 1970 y reemplazado por el general Roberto M. Levingston, en un intento por recomponer la imagen del gobierno militar.

El legado de la dictadura de Onganía fue profundamente negativo para Argentina: consolidó la intervención militar en la política, debilitó las instituciones democráticas y dejó un saldo de persecución y censura que anticiparía los peores años de la violencia estatal en la década de 1970. Además, su fracaso económico y represivo alimentó el ascenso de movimientos guerrilleros como Montoneros y el ERP, radicalizando aún más el conflicto social. Aunque su gobierno duró apenas cuatro años, sentó las bases para una de las etapas más oscuras de la historia argentina.

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