El Renacer Democrático y el Nuevo rol de los Derechos Humanos en Argentina

Publicado el 5 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

El Renacer Democrático y la Reconfiguración de los Derechos Humanos en Argentina

La restauración de la democracia en Argentina en 1983 marcó un punto de inflexión no solo en la estructura política del país, sino también en la concepción y aplicación de los derechos humanos. Tras siete años de una dictadura militar caracterizada por la sistemática violación de estos derechos—desapariciones forzadas, torturas y apropiación de menores—, el regreso a un gobierno electo popularmente implicó un desafío monumental: cómo abordar el legado de horror mientras se sentaban las bases para una sociedad más justa e inclusiva.

El gobierno de Raúl Alfonsín, surgido de las urnas con un mandato claro de reparación, enfrentó la tarea de equilibrar las demandas de justicia con las presiones de sectores aún poderosos dentro de las Fuerzas Armadas. Este período inauguró una nueva etapa en la que los derechos humanos dejaron de ser una bandera de resistencia clandestina para convertirse en un eje central de las políticas de Estado, aunque no exento de tensiones y contradicciones.

El proceso de transición democrática en Argentina no puede entenderse sin analizar el papel de los organismos de derechos humanos, como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que durante la dictadura habían mantenido viva la memoria de las víctimas. Su lucha, inicialmente marginal y perseguida, adquirió legitimidad social y política con el retorno de la democracia, transformándose en un actor clave en la configuración de las agendas gubernamentales.

Sin embargo, este reconocimiento no fue automático ni unidireccional. El Estado, al asumir la responsabilidad de investigar los crímenes de la dictadura, se vio obligado a negociar con las demandas de estos grupos, cuyas visiones no siempre coincidían con los tiempos y métodos de la justicia transicional. Así, los derechos humanos emergieron como un campo de disputa entre la sociedad civil y el poder político, entre el pasado que no podía olvidarse y un futuro que necesitaba construirse sobre nuevas bases.

Los Juicios a las Juntas y el Primer Intento de Justicia Transicional

El juicio a las juntas militares en 1985 representó un hito sin precedentes en la historia argentina y latinoamericana. Por primera vez, un gobierno democrático sometía a los máximos responsables de un régimen autoritario a un proceso judicial con garantías legales, sentando un precedente en la lucha contra la impunidad.

Este acto de justicia, sin embargo, no estuvo libre de ambigüedades. Mientras que para algunos sectores simbolizaba el triunfo del Estado de derecho, para otros resultaba insuficiente, ya que dejaba fuera a numerosos represores de menor rango y no abordaba la totalidad de los crímenes cometidos. La condena a los excomandantes fue un mensaje claro de que los abusos del pasado no quedarían en la impunidad, pero también evidenció los límites de lo políticamente posible en un contexto donde las Fuerzas Armadas aún conservaban capacidad de presión.

La sociedad argentina, por su parte, vivió este proceso con una mezcla de esperanza y escepticismo. Por un lado, los juicios permitieron que las víctimas y sus familias tuvieran un espacio de reconocimiento público, algo negado durante años. Por otro, la lentitud de los procesos y las posteriores leyes de impunidad, como la de Punto Final y Obediencia Debida, generaron frustración en amplios sectores que veían cómo la justicia parecía retroceder ante las presiones castrenses.

Este vaivén entre avances y retrocesos reflejaba las tensiones propias de una democracia en reconstrucción, donde el equilibrio entre justicia y estabilidad política era frágil. Los derechos humanos, en este escenario, se convirtieron en un termómetro de la salud democrática: su vigencia o vulneración medía hasta qué punto el país había superado realmente su pasado traumático.

La Reemergencia de los Derechos Humanos en el Siglo XXI y su Expansión Conceptual

Con la llegada del nuevo milenio, los derechos humanos en Argentina experimentaron una reconfiguración tanto en su alcance como en su significado. La anulación de las leyes de impunidad durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner reabrió los juicios por crímenes de lesa humanidad, permitiendo que cientos de represores fueran llevados ante la justicia décadas después de cometidos los delitos.

Este proceso, conocido como la “segunda ola de juicios”, demostró que la demanda de memoria, verdad y justicia no era un fenómeno circunscrito a los años ochenta, sino una lucha persistente que atravesaba generaciones. Sin embargo, esta etapa también mostró cómo los derechos humanos habían ampliado su espectro: ya no se trataba solo de abordar los crímenes de la dictadura, sino de incorporar nuevas luchas, como los derechos de género, la diversidad sexual y la justicia social.

Esta expansión conceptual no estuvo exenta de debates. Para algunos, la inclusión de nuevas temáticas bajo el paraguas de los derechos humanos diluía la especificidad de la lucha contra el terrorismo de Estado. Para otros, era una evolución necesaria que reflejaba las demandas de una sociedad más compleja y diversa.

El Estado, en este contexto, asumió un rol ambivalente: mientras avanzaba en políticas de memoria y justicia histórica, también enfrentaba críticas por violaciones a los derechos humanos en el presente, como la represión a protestas sociales o la marginalización de comunidades indígenas. Así, el legado de los derechos humanos en la democracia argentina siguió siendo un terreno en disputa, donde el pasado y el presente se entrelazaban en un diálogo constante, a veces conflictivo, pero siempre vital para la construcción de una sociedad más justa.

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