El Surgimiento del Nacionalismo Militar en Argentina (1930–1945)

Publicado el 5 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción al Contexto Histórico del Nacionalismo Militar

El período comprendido entre 1930 y 1945 en Argentina estuvo marcado por profundas transformaciones políticas, económicas y sociales que sentaron las bases para el surgimiento de un nacionalismo de corte militarista. Este fenómeno no puede entenderse sin considerar el impacto de la crisis mundial de 1929, que sacudió las estructuras económicas del país, tradicionalmente dependientes de las exportaciones agropecuarias.

La Gran Depresión exacerbó las tensiones sociales y políticas, debilitando al régimen democrático y facilitando el ascenso de sectores castrenses que veían en la intervención militar una solución a la inestabilidad. El golpe de Estado de 1930, liderado por el general José Félix Uriburu, no solo derrocó al gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen, sino que también inauguró una era en la cual las Fuerzas Armadas se erigieron como árbitros de la vida política nacional. Este evento no fue un mero cambio de gobierno, sino la expresión de un proyecto ideológico más amplio que buscaba redefinir la identidad nacional bajo parámetros autoritarios, antiliberales y corporativistas.

El nacionalismo militar de esta época se nutrió de diversas corrientes ideológicas, tanto locales como internacionales. Por un lado, absorbieron elementos del tradicionalismo católico, que rechazaba el liberalismo y el socialismo por considerarlos amenazas a la unidad espiritual de la nación. Por otro, adoptaron ideas del fascismo europeo, particularmente el italiano, que promovía un Estado fuerte, jerárquico y antipluralista.

Estos ideales se articularon en un discurso que exaltaba la patria, el orden y la disciplina, mientras demonizaba a los partidos políticos, a los inmigrantes y a las ideologías de izquierda. La sociedad argentina, fragmentada por las consecuencias de la crisis económica, fue receptiva en algunos sectores a este mensaje, especialmente entre las elites conservadoras y la clase media temerosa del avance obrero. Así, el nacionalismo militar no fue solo un fenómeno castrense, sino un movimiento con bases sociales que buscaba reconfigurar el orden político en su totalidad.

La Ideología Nacionalista y su Base Sociopolítica

El nacionalismo militar argentino durante este período no fue un bloque homogéneo, sino una constelación de ideas y grupos que compartían ciertos principios fundamentales. Entre estos destacaban el antiimperialismo, el hispanismo, el corporativismo y la defensa de un orden jerárquico y autoritario. Estos elementos se combinaban de manera particular según los distintos sectores dentro de las Fuerzas Armadas y los círculos intelectuales afines.

Un aspecto central de esta ideología era su rechazo al liberalismo democrático, al que acusaban de fomentar la división social y la corrupción política. En su lugar, proponían un modelo de organización estatal inspirado en las corporaciones medievales, donde los intereses de las clases sociales se armonizaban bajo la dirección de un líder fuerte y las instituciones castrenses. Este proyecto no era meramente teórico, sino que se tradujo en políticas concretas durante los gobiernos de facto, como la supresión de las libertades civiles, la intervención de las provincias opositoras y la censura a la prensa crítica.

La base social del nacionalismo militar era diversa pero se concentraba en sectores específicos de la sociedad argentina. Por un lado, las elites terratenientes y empresariales vieron en este movimiento un baluarte contra el avance de las reivindicaciones obreras y el posible ascenso de partidos de izquierda. Por otro, sectores de la clase media, afectados por la crisis económica y desencantados con la política tradicional, abrazaron el discurso nacionalista como una alternativa de renovación moral y política.

Además, la Iglesia Católica jugó un papel relevante al brindar legitimidad ideológica al régimen, especialmente a través de su defensa de la unidad espiritual de la nación y su oposición al secularismo. Sin embargo, este apoyo no fue unánime; dentro de las Fuerzas Armadas y la sociedad existían tensiones entre los sectores más moderados, que buscaban preservar ciertas instituciones republicanas, y los grupos más radicales, que aspiraban a una ruptura total con el orden liberal. Estas tensiones se manifestaron en las pugnas internas que caracterizaron a los gobiernos militares de la época y que, en última instancia, limitaron la consolidación de un proyecto hegemónico.

El Rol de las Fuerzas Armadas y su Proyección Política

Las Fuerzas Armadas emergieron durante este período como el actor político más cohesionado y con mayor capacidad de imponer su voluntad sobre el resto de la sociedad. Su intervención no se limitó a la toma del poder en 1930, sino que se extendió como un factor de presión constante sobre los gobiernos civiles que siguieron, como los de Agustín P. Justo y Roberto Ortiz. Los militares se concibieron a sí mismos como los guardianes de la esencia nacional, una suerte de brazo ejecutor de un destino histórico que trascendía las pugnas partidistas.

Esta autopercepción se reforzó con la creación de instituciones como el Instituto Geográfico Militar y la difusión de una historiografía que exaltaba el papel del ejército en la construcción de la nación. Además, la profesionalización de las Fuerzas Armadas, impulsada desde principios del siglo XX, les permitió desarrollar una burocracia interna y una doctrina estratégica que justificaba su injerencia en la política.

Sin embargo, el proyecto nacionalista militar enfrentó importantes limitaciones y contradicciones. Por un lado, su pretensión de unificar a la nación bajo un ideario común chocó con la diversidad social y cultural de Argentina, donde amplios sectores populares permanecieron leales al yrigoyenismo o abrazaron el socialismo y el sindicalismo.

Por otro, la dependencia económica del modelo agroexportador, a pesar del discurso antiimperialista, imposibilitó una verdadera autonomía frente a los intereses británicos y, posteriormente, estadounidenses. La Segunda Guerra Mundial exacerbó estas tensiones, dividiendo a los militares entre aliadófilos y neutralistas, y debilitando aún más la cohesión del movimiento nacionalista.

Finalmente, el ascenso de Juan Domingo Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión marcó el inicio de un nuevo ciclo político, donde el nacionalismo adoptaría un cariz más popular y menos elitista, alejándose del modelo corporativista y autoritario que habían defendido los militares en las décadas anteriores.

Legados y Conclusiones sobre el Nacionalismo Militar

El nacionalismo militar argentino entre 1930 y 1945 dejó un legado ambiguo pero profundamente influyente en la historia del país. Por un lado, sentó las bases para una cultura política que legitimaba la intervención castrense como mecanismo para resolver crisis institucionales, una tendencia que se repetiría en las décadas siguientes.

Por otro, su fracaso en consolidar un régimen estable evidenció las limitaciones de un proyecto excluyente y antidemocrático en una sociedad crecientemente movilizada y diversa. La tensión entre su retórica nacionalista y su dependencia de las estructuras económicas globales también reveló las contradicciones de un movimiento que aspiraba a la autarquía pero carecía de los medios para alcanzarla.

Sociopolíticamente, este período demostró cómo las crisis económicas pueden acelerar la erosión de los sistemas democráticos y facilitar el ascenso de ideologías autoritarias. Sin embargo, también mostró la resistencia de amplios sectores sociales a ser cooptados por un proyecto que negaba la pluralidad y las demandas populares.

El posterior surgimiento del peronismo puede interpretarse, en parte, como una respuesta a estas limitaciones, canalizando el nacionalismo hacia un movimiento de masas que incorporó, aunque de manera transformada, algunos de los postulados militares. Así, el nacionalismo militar de 1930–1945 no fue un paréntesis en la historia argentina, sino un capítulo fundamental que redefinió las relaciones entre el Estado, las Fuerzas Armadas y la sociedad, cuyos ecos perduraron mucho más allá de ese período.

El Impacto del Nacionalismo Militar en las Relaciones Internacionales de Argentina

El nacionalismo militar argentino entre 1930 y 1945 no solo transformó la política interna del país, sino que también tuvo profundas repercusiones en su posición frente al escenario internacional. Durante este período, Argentina experimentó un gradual distanciamiento de las potencias democráticas occidentales, especialmente de Estados Unidos y Gran Bretaña, en favor de un acercamiento a regímenes autoritarios europeos, como la Italia fascista y la Alemania nazi.

Este viraje no fue casual, sino que respondió a una concepción geopolítica que veía en el fortalecimiento de los Estados nacionalistas y antiliberales una oportunidad para contrarrestar la influencia angloamericana en la región. Sin embargo, esta postura generó tensiones tanto con las potencias tradicionales como con los países vecinos, que veían con recelo el alineamiento de Argentina con el Eje. La política exterior de los gobiernos militares y conservadores de la época osciló entre el neutralismo y un tímido acercamiento a las potencias fascistas, lo que terminó por aislar diplomáticamente al país en los años previos al fin de la Segunda Guerra Mundial.

Este período también evidenció las contradicciones inherentes al discurso nacionalista en materia internacional. Mientras que el régimen promovía una retórica antiimperialista y de defensa de la soberanía nacional, en la práctica mantuvo una estrecha dependencia económica con Gran Bretaña, principal compradora de las carnes y cereales argentinos. Esta dualidad reflejaba las tensiones entre el proyecto ideológico de autarquía y las realidades de una economía profundamente integrada al mercado mundial.

Además, la creciente influencia de Estados Unidos en la región, especialmente a través de la política de buena vecindad impulsada por Franklin D. Roosevelt, puso en evidencia los límites del nacionalismo militar para garantizar una verdadera autonomía estratégica. La incapacidad de romper con los condicionamientos económicos externos debilitó la credibilidad del régimen y alimentó las críticas de sectores políticos y sociales que veían en su retórica una mera fachada para justificar el autoritarismo interno.

La Resistencia Civil y la Crisis del Proyecto Nacionalista Militar

A pesar de los esfuerzos por consolidar un régimen estable y homogéneo, el nacionalismo militar enfrentó una resistencia creciente por parte de diversos sectores de la sociedad argentina. Los partidos políticos tradicionales, como la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista, mantuvieron una oposición activa, aunque muchas veces fragmentada, contra los gobiernos de facto y sus aliados conservadores. El movimiento obrero, por su parte, se convirtió en un actor clave de la resistencia, especialmente a través de huelgas y movilizaciones que desafiaban el orden corporativista que pretendían imponer los militares.

La represión a sindicatos y la persecución de líderes obreros no lograron extinguir el descontento social, sino que, por el contrario, radicalizaron las demandas de amplios sectores populares. Esta tensión entre represión y movilización marcó el ritmo de la política argentina durante estos años, demostrando que el proyecto nacionalista militar carecía de una base de apoyo suficientemente amplia para sostenerse en el largo plazo.

La crisis definitiva del nacionalismo militar comenzó a gestarse hacia finales de la década de 1930, cuando las divisiones internas dentro de las Fuerzas Armadas y el agotamiento del modelo político conservador se hicieron cada vez más evidentes. La muerte del general Uriburu en 1932 había dejado un vacío de liderazgo que nunca fue completamente llenado, y los sucesivos gobiernos, tanto militares como civiles, demostraron una incapacidad crónica para resolver los problemas estructurales del país.

La corrupción, la falta de legitimidad democrática y las tensiones sociales acumuladas minaron la estabilidad del régimen, creando las condiciones para un nuevo ciclo político. Fue en este contexto de crisis que emergió la figura de Juan Domingo Perón, quien, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, supo capitalizar el descontento popular y redefinir el nacionalismo en términos más inclusivos y movimientistas. El peronismo, en muchos aspectos, representó la superación del nacionalismo militar tradicional, al incorporar a las masas trabajadoras como sujetos políticos centrales y al proponer un proyecto de desarrollo industrial que excedía los límites del modelo agroexportador defendido por las elites.

Reflexiones Finales: Entre el Autoritarismo y la Búsqueda de Identidad

El surgimiento y desarrollo del nacionalismo militar en Argentina entre 1930 y 1945 constituye un capítulo fundamental para comprender las tensiones políticas e ideológicas que atravesaron el país durante el siglo XX. Por un lado, este movimiento reflejó las aspiraciones de sectores castrenses y elites tradicionales por imponer un orden jerárquico y autoritario que, en su visión, garantizaría la estabilidad y la grandeza nacional.

Por otro, su fracaso en consolidarse como un régimen duradero puso en evidencia las limitaciones de un proyecto que excluía a amplios sectores de la sociedad y que no logró resolver las contradicciones entre su retórica soberanista y su dependencia económica del exterior. El nacionalismo militar, en definitiva, fue una respuesta a la crisis del liberalismo oligárquico, pero su incapacidad para construir una hegemonía estable abrió las puertas a nuevas formas de politización y participación popular que terminarían por reconfigurar el paisaje político argentino.

Desde una perspectiva más amplia, este período también invita a reflexionar sobre los desafíos que enfrentan las sociedades en contextos de crisis institucional y fragmentación social. El caso argentino muestra cómo el autoritarismo y el militarismo pueden surgir como respuestas a la inestabilidad, pero también cómo estos proyectos suelen chocar con la complejidad de las realidades sociales y económicas.

El legado del nacionalismo militar, por lo tanto, no se limita a su impacto inmediato en la política argentina, sino que también ofrece lecciones sobre los riesgos de soluciones excluyentes y los desafíos de construir un orden político que combine soberanía, desarrollo y democracia. En última instancia, la historia de este movimiento es un recordatorio de que la búsqueda de identidad nacional no puede sostenerse sobre la negación de la pluralidad, sino que debe ser capaz de integrar las voces y demandas de todos los sectores de la sociedad.

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