José de San Martín y el Ejército de los Andes

Publicado el 4 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

El contexto revolucionario y la figura de San Martín

La figura de José de San Martín emerge en un período de profundas convulsiones políticas y sociales, tanto en Europa como en América. Nacido en 1778 en Yapeyú, una pequeña localidad del Virreinato del Río de la Plata, San Martín fue testigo desde su infancia de las tensiones entre las colonias y la metrópoli española. Sin embargo, su formación militar no ocurrió en suelo americano, sino en Europa, donde se enroló en el ejército español y participó en las guerras contra Napoleón. Esta experiencia le permitió adquirir un conocimiento táctico y estratégico que luego aplicaría en las luchas independentistas sudamericanas.

Al regresar al continente en 1812, San Martín encontró un escenario fragmentado: las Provincias Unidas del Río de la Plata habían iniciado su proceso revolucionario, pero la amenaza realista seguía latente, especialmente en el Alto Perú y Chile. Fue en este contexto que San Martín comprendió que la independencia de Argentina no estaría asegurada mientras el Virreinato del Perú, el bastión más leal a la corona española, mantuviera su poder. Esta visión geopolítica lo llevó a concebir una estrategia audaz: cruzar los Andes para liberar Chile y, desde allí, avanzar hacia Perú.

El pensamiento de San Martín no solo estuvo marcado por su formación militar, sino también por las ideas ilustradas y liberales que circulaban en la época. A diferencia de otros líderes independentistas que priorizaron luchas locales, San Martín tuvo una mirada continental, entendiendo que la emancipación debía ser un proyecto colectivo. Esta perspectiva lo acercó a figuras como Simón Bolívar, con quien compartió el ideal de una América unida, aunque sus métodos y enfoques políticos diferían.

Además, su liderazgo no se limitó al campo de batalla; también tuvo un profundo compromiso con la construcción de instituciones republicanas. En este sentido, San Martín no fue solo un militar, sino un estratega político que comprendió la necesidad de consolidar un orden estable una vez alcanzada la independencia. Su rechazo a las luchas fratricidas y su voluntad de ceder el poder cuando consideró que su misión estaba cumplida reflejan una ética poco común en su tiempo.

La formación del Ejército de los Andes y su significado sociopolítico

La creación del Ejército de los Andes no fue solo una hazaña militar, sino también un proyecto político y social que reflejó las complejidades de la época. San Martín, nombrado gobernador de Cuyo en 1814, convirtió a Mendoza en el centro de operaciones de su plan libertador. Allí, organizó un ejército compuesto por soldados regulares, milicianos, esclavos libertos y voluntarios de diversas procedencias, lo que demostró su capacidad para unir a distintos sectores sociales bajo una misma causa. Este aspecto es fundamental para entender el carácter integrador de su liderazgo.

A diferencia de otros ejércitos de la época, que dependían en gran medida de las elites criollas, las fuerzas de San Martín incorporaron a mestizos, indígenas y afrodescendientes, muchos de los cuales obtuvieron su libertad a cambio de servir en las filas independentistas. Esta política no solo respondió a una necesidad logística, sino que también tuvo un trasfondo ideológico: San Martín entendió que la independencia debía incluir a todos los sectores oprimidos por el sistema colonial.

El proceso de reclutamiento y entrenamiento revela otro aspecto clave del proyecto sanmartiniano: la disciplina y la planificación meticulosa. El cruce de los Andes era una empresa casi imposible desde el punto de vista técnico, debido a las condiciones climáticas y geográficas. Sin embargo, San Martín y sus colaboradores, como Bernardo O’Higgins y Las Heras, dedicaron meses a preparar cada detalle, desde la fabricación de armamento hasta el acopio de provisiones.

Este esfuerzo colectivo no solo fortaleció la moral de las tropas, sino que también generó un sentido de identidad compartida. El Ejército de los Andes se convirtió así en un símbolo de unidad, no solo entre las distintas regiones del Río de la Plata, sino también entre los diversos grupos étnicos y sociales que lo integraron. Además, su financiamiento dependió en gran medida de contribuciones voluntarias y donaciones, lo que reflejó el apoyo popular a la causa independentista. En este sentido, el ejército no fue solo una herramienta de guerra, sino una expresión concreta del proyecto político que San Martín buscaba consolidar: una nación libre, unida y soberana.

El cruce de los Andes y su impacto en la lucha independentista

La travesía del Ejército de los Andes en enero de 1817 es considerada una de las mayores proezas militares de la historia. San Martín dividió sus fuerzas en varias columnas para evitar ser detectado por los realistas, y cada una de ellas enfrentó condiciones extremas: temperaturas bajo cero, falta de oxígeno en las alturas y terrenos escarpados que hicieron el avance casi insostenible. Sin embargo, la determinación de las tropas y la estrategia de San Martín permitieron que, tras semanas de marcha, el ejército llegara a Chile en condiciones de enfrentar a las fuerzas realistas.

La batalla de Chacabuco, librada el 12 de febrero de 1817, fue el primer gran triunfo de esta campaña y marcó el inicio del fin del dominio español en Chile. Este éxito no fue solo militar; también tuvo un profundo impacto político, ya que permitió la instauración de un gobierno patriota bajo el liderazgo de Bernardo O’Higgins, lo que consolidó una alianza estratégica entre las fuerzas revolucionarias de ambos lados de la cordillera.

El cruce de los Andes también tuvo un significado simbólico que trascendió lo militar. Representó la materialización de un ideal de libertad y cooperación entre pueblos hermanos. San Martín no vio a Chile como un territorio ajeno, sino como parte de un mismo proyecto emancipador. Esta visión contrastaba con las rivalidades regionales que caracterizaron a otros procesos independentistas en América Latina.

Además, la campaña demostró que era posible vencer a un enemigo superior en recursos mediante la estrategia, la moral y la cohesión interna. Sociopolíticamente, el éxito del Ejército de los Andes reforzó la legitimidad de la causa independentista frente a sectores que aún dudaban de su viabilidad. También sentó un precedente para las siguientes etapas de la lucha, en particular la expedición al Perú, donde San Martín buscó repetir su estrategia de liberación gradual y construcción de consensos.

Sin embargo, esta fase de su carrera también revelaría las limitaciones de su proyecto, especialmente frente a las divisiones internas y los intereses contrapuestos de las elites criollas.

El legado de San Martín y el Ejército de los Andes en la construcción de identidades nacionales

La campaña del Ejército de los Andes no solo cambió el curso de la independencia sudamericana, sino que también influyó en la formación de las identidades nacionales de Argentina y Chile. San Martín se convirtió en un símbolo de unidad y sacrificio, valores que fueron instrumentalizados por los estados emergentes para consolidar sus narrativas patrióticas. En Argentina, su figura fue exaltada como el “Padre de la Patria”, un líder desinteresado que renunció al poder para evitar derramamiento de sangre.

En Chile, su alianza con O’Higgins permitió establecer un gobierno centralizado que, aunque efímero, sentó las bases de la república. Sin embargo, el legado de San Martín también ha sido objeto de controversias. Algunos historiadores critican su excesiva confianza en un ejército profesionalizado y su distanciamiento de los sectores populares una vez alcanzada la independencia. Otros, en cambio, destacan su pragmatismo político, que le permitió evitar conflictos internos en un momento de alta inestabilidad.

Desde una perspectiva sociopolítica, el Ejército de los Andes representa un caso singular en la historia latinoamericana. A diferencia de otras fuerzas independentistas, que dependieron de caudillos locales o de ejércitos irregulares, el proyecto sanmartiniano buscó crear una institución disciplinada y con un claro objetivo político.

Este modelo influyó en la organización de los ejércitos nacionales durante el siglo XIX, aunque también evidenció las tensiones entre el ideal de unidad continental y las realidades fragmentadas de las jóvenes repúblicas. Hoy, la memoria de San Martín y sus soldados sigue siendo un elemento central en el imaginario colectivo de Argentina y Chile, aunque su interpretación varía según los contextos políticos.

Para algunos, es un ejemplo de integración y cooperación; para otros, un recordatorio de los desafíos que enfrenta América Latina para alcanzar una verdadera emancipación. En cualquier caso, su historia sigue siendo un referente ineludible para entender los procesos de construcción nacional en la región.

El pensamiento estratégico de San Martín y su visión continental

La grandeza de José de San Martín no radica únicamente en sus triunfos militares, sino en su capacidad para concebir una estrategia de liberación que trascendiera las fronteras locales. Mientras que muchos líderes independentistas se enfocaban en consolidar el poder dentro de sus propias regiones, San Martín comprendió que la independencia de las colonias españolas en Sudamérica solo sería duradera si se lograba derrotar al núcleo del poder realista: el Virreinato del Perú.

Esta visión geopolítica lo llevó a diseñar una campaña meticulosa que comenzaba con la liberación de Chile, seguida de una expedición marítima hacia Perú. Su estrategia no se basaba en meras ambiciones territoriales, sino en un análisis profundo de las debilidades del enemigo y de las condiciones geográficas que podían ser aprovechadas a favor de la causa revolucionaria.

Este enfoque estratégico también reflejaba una comprensión avanzada de la guerra y la política para su época. San Martín no buscaba victorias pírricas ni glorias personales; su objetivo era desarticular el dominio español de manera sistemática. Por eso, en lugar de lanzar ataques frontales contra posiciones fuertemente defendidas, como habían hecho otros ejércitos patriotas en el Alto Perú con resultados desastrosos, optó por una guerra de movimientos, aislando a las fuerzas realistas y cortando sus líneas de comunicación.

Además, su insistencia en ganar el apoyo de la población local, ya fuera a través de proclamas que prometían libertad para los esclavos o mediante alianzas con líderes criollos, demostraba que entendía la importancia del factor social en la guerra. Su famosa frase, “Seamos libres, lo demás no importa nada”, sintetiza su convicción de que la emancipación no era solo un cambio de gobierno, sino una transformación profunda de las estructuras coloniales.

El rol de las mujeres y los sectores populares en la campaña libertadora

Aunque la historia oficial ha tendido a centrarse en las figuras masculinas del proceso independentista, el Ejército de los Andes no habría sido posible sin el aporte fundamental de las mujeres y los sectores marginalizados de la sociedad. En Mendoza y otras regiones de Cuyo, las mujeres desempeñaron un papel clave en la logística de la campaña, confeccionando uniformes, preparando alimentos e incluso participando en labores de espionaje. Algunas, como María Remedios del Valle, afrodescendiente y veterana de las guerras de independencia, lucharon directamente en el frente, aunque su participación fue muchas veces invisibilizada.

Los esclavos libertos, por su parte, constituyeron una parte significativa de las tropas, motivados por la promesa de libertad y un futuro fuera del yugo colonial. Su incorporación al ejército no solo aumentó el número de combatientes, sino que también simbolizó un cambio en el orden social, aunque las promesas de igualdad no siempre se cumplieron después de la independencia.

Este aspecto sociopolítico de la campaña sanmartiniana revela una paradoja: mientras el Ejército de los Andes se presentaba como una fuerza integradora, las estructuras jerárquicas y racializadas de la sociedad colonial no desaparecieron de la noche a la mañana. Aunque San Martín abolió la esclavitud en los territorios que liberó, las elites criollas que asumieron el poder en Chile y Perú mantuvieron muchas de las desigualdades del antiguo régimen.

Sin embargo, el hecho de que hombres y mujeres de distintos orígenes hayan compartido la lucha por un ideal común dejó una semilla de cambio que, décadas después, influiría en las demandas de mayor inclusión y derechos civiles. La participación popular en la guerra también planteó un desafío para las nuevas repúblicas: ¿cómo reconocer el aporte de estos sectores sin alterar el orden establecido? Esta tensión entre el discurso igualitario de la independencia y la realidad de sociedades profundamente divididas marcaría la política latinoamericana durante todo el siglo XIX.

San Martín y Bolívar: encuentros y desencuentros en el proyecto emancipador

Uno de los capítulos más fascinantes de la vida de San Martín es su encuentro con Simón Bolívar en Guayaquil, en 1822. Este episodio, rodeado de mitos y controversias, representa el choque entre dos visiones distintas de la independencia y la organización política de América Latina. Mientras que Bolívar abogaba por una unión continental bajo un gobierno fuerte, San Martín prefería sistemas monárquicos constitucionales que garantizaran estabilidad sin caer en el despotismo.

Sus diferencias no eran meramente tácticas, sino ideológicas: Bolívar confiaba en la capacidad de las elites criollas para liderar el proceso, mientras que San Martín, aunque no era un radical, mostraba mayor preocupación por evitar el caudillismo y las guerras civiles.

El resultado de este encuentro—la retirada de San Martín de la vida pública—ha sido interpretado de diversas maneras. Algunos lo ven como un acto de grandeza, en el que prefirió ceder el paso antes que dividir a los patriotas; otros, como una derrota política frente al carisma avasallador de Bolívar. Lo cierto es que este episodio marcó el fin de la etapa más activa de San Martín en la lucha independentista y el inicio de su exilio en Europa.

Sin embargo, su legado siguió presente. Mientras Bolívar enfrentaba las crecientes divisiones en la Gran Colombia, el modelo sanmartiniano de liberación gradual y construcción institucional adquirió nueva relevancia. Hoy, ambos próceres representan dos caras de una misma moneda: el ideal romántico de la unidad latinoamericana y las dificultades prácticas para alcanzarla.

Reflexiones finales: San Martín en el imaginario contemporáneo

Más de dos siglos después de sus hazañas, la figura de San Martín sigue siendo un campo de batalla simbólico. En Argentina, su imagen ha sido utilizada por gobiernos de distintos signos políticos para legitimar sus proyectos, desde el liberalismo oligárquico del siglo XIX hasta los movimientos nacional-populares del siglo XX.

Su rostro en los billetes, las estatuas en plazas públicas y los discursos que lo invocan como ejemplo de abnegación reflejan su centralidad en la construcción identitaria del país. Pero más allá de los usos políticos, su vida plantea preguntas vigentes: ¿Cómo lograr la unidad sin sacrificar la diversidad? ¿Cómo construir naciones libres en contextos de profunda desigualdad?

El Ejército de los Andes, por su parte, sigue siendo estudiado no solo como una hazaña militar, sino como un experimento social en el que, por un momento breve pero luminoso, personas de distintas condiciones lucharon codo a codo por algo más grande que ellos mismos. En una época marcada por fragmentaciones y crisis, revisitar esta historia invita a reflexionar sobre los proyectos colectivos que trascienden las divisiones.

San Martín, con sus aciertos y limitaciones, encarna la paradoja de todo revolucionario: cambiar el mundo sin perder de vista el costo humano de ese cambio. Su legado, por tanto, no es solo un capítulo del pasado, sino un espejo en el que América Latina sigue buscando respuestas para su futuro.

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