La Comuna de París (1871): Primer Gobierno Obrero de la Historia

Publicado el 11 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Antecedentes: De la Caída del Segundo Imperio al Asedio Prusiano

El surgimiento de la Comuna de París no puede entenderse sin analizar el complejo contexto político y social que vivía Francia tras la derrota en la guerra franco-prusiana. Cuando Napoleón III fue capturado en Sedán el 2 de septiembre de 1870, París proclamó inmediatamente la Tercera República, pero el nuevo gobierno de “Defensa Nacional” pronto mostró su carácter conservador y su disposición a capitular ante Prusia. Mientras las tropas prusianas sitiaban París desde septiembre de 1870 hasta enero de 1871, la población sufrió terribles privaciones, llegando a consumir ratas y animales del zoológico para sobrevivir. Esta experiencia traumática creó un profundo resentimiento contra el gobierno provisional establecido en Versalles, especialmente cuando este aceptó humillantes condiciones de paz que incluían la pérdida de Alsacia y Lorena, el pago de enormes indemnizaciones y el permiso para que tropas prusianas desfilaran por París. La Guardia Nacional, compuesta principalmente por trabajadores armados que habían defendido la ciudad durante el asedio, se negó a entregar sus armas y cañones, considerándolos garantía contra cualquier intento de restauración monárquica. La tensión llegó a su punto crítico cuando el gobierno de Thiers intentó confiscar los cañones de Montmartre el 18 de marzo de 1871, provocando un levantamiento popular espontáneo que expulsó a las autoridades oficiales de la capital y dio paso a la elección de la Comuna.

La Experiencia Revolucionaria: Medidas y Logros de la Comuna

La Comuna de París, proclamada oficialmente el 28 de marzo de 1871, representó el primer experimento de gobierno obrero en la historia, anticipando en medio siglo las revoluciones socialistas del siglo XX. Sus 72 días de existencia estuvieron marcados por una serie de reformas radicales que transformaron profundamente la organización social, política y económica de la capital francesa. En el ámbito político, la Comuna estableció un sistema de democracia directa donde todos los funcionarios eran elegidos por sufragio universal y podían ser revocados en cualquier momento, mientras sus salarios no superaban el de un obrero calificado. Se separó la Iglesia del Estado, se secularizó la educación y se promovió la participación activa de las mujeres a través de organizaciones como la Unión de Mujeres para la Defensa de París. En lo económico, se prohibió el trabajo nocturno en las panaderías, se abolieron las multas patronales y se estableció que las fábricas abandonadas por sus dueños fueran gestionadas cooperativamente por los trabajadores. La cultura floreció con la reapertura de teatros y museos para el pueblo, mientras que artistas como Gustave Courbet promovieron nuevas formas de expresión artística libre de academicismos. Sin embargo, estos logros se vieron constantemente amenazados por la precaria situación militar, ya que desde el primer día la Comuna tuvo que organizar la defensa contra las fuerzas versallescas que preparaban el asalto final a la ciudad.

La Semana Sangrienta y la Represión: Fin de un Sueño Revolucionario

El 21 de mayo de 1871 comenzó el asalto final de las tropas versallescas contra la Comuna, dando inicio a lo que se conoce como la “Semana Sangrienta”, uno de los episodios más brutales de represión en la historia del siglo XIX. Aprovechando una puerta dejada abierta por descuido en las fortificaciones occidentales de París, cerca de 130,000 soldados profesionales bien armados iniciaron un avance metódico hacia el corazón de la ciudad, superando con creces a los cerca de 30,000 comuneros mal equipados que intentaban defender las barricadas. La resistencia fue feroz, calle por calle, casa por casa, con combates especialmente intensos en lugares como el cementerio Père-Lachaise y la plaza de la Bastilla. Las fuerzas gubernamentales, comandadas por el mariscal MacMahon, no mostraron piedad: ejecutaban sumariamente a cualquier sospechoso de haber participado en la Comuna, incluyendo mujeres y adolescentes. Los comuneros respondieron fusilando a unos cien rehenes, entre ellos el arzobispo de París, y quemando edificios simbólicos del poder como el Palacio de las Tullerías y el Hôtel de Ville. Cuando terminó la lucha el 28 de mayo, el balance era aterrador: entre 10,000 y 20,000 muertos (muchos ejecutados en las famosas “fosas de Satory”), 38,000 arrestados (de los cuales 10,000 fueron deportados a Nueva Caledonia) y miles más obligados al exilio. La represión no solo acabó con la Comuna, sino que buscó exterminar cualquier vestigio de la cultura revolucionaria parisina, estableciendo un precedente de violencia contrarrevolucionaria que marcaría las luchas sociales del siglo siguiente.

Legado e Influencia Histórica: De Marx a Nuestros Días

Aunque breve en su existencia, la Comuna de París dejó un legado teórico y práctico que transformó profundamente el movimiento obrero internacional. Karl Marx, que inicialmente había sido escéptico sobre las posibilidades de éxito de la Comuna, extrajo de su experiencia lecciones fundamentales que incorporaría a su teoría revolucionaria, destacando especialmente cómo los trabajadores no podían limitarse a tomar el aparato estatal existente sino que debían crear nuevas formas de poder popular. Lenin estudió minuciosamente estos escritos, considerando la Comuna como un prototipo imperfecto pero inspirador de lo que sería el soviet. En Francia, el trauma de la represión generó décadas de división social, pero también fortaleció la identidad de clase del proletariado urbano, que vería en la Comuna un mito fundacional de su lucha. Artistas como Rimbaud, Verlaine y Picasso, así como escritores de la talla de Victor Hugo y Émile Zola, reflejaron en sus obras tanto el heroísmo como la tragedia de los communards. En el plano institucional, el miedo a una nueva revolución llevó a la Tercera República a implementar gradualmente reformas sociales (como la legalización de sindicatos en 1884) para evitar levantamientos similares. Hoy, 150 años después, la Comuna sigue siendo referencia obligada para movimientos que buscan alternativas al capitalismo, desde los zapatistas mexicanos hasta los municipalistas contemporáneos, demostrando que su espíritu de autogestión y democracia radical mantiene una sorprendente vigencia en las luchas por una sociedad más justa.

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