La Cultura Peronista y su Fundamentación en la Política Social

Publicado el 5 julio, 2025 por Rodrigo Ricardo

El peronismo emergió como un movimiento político y social que transformó radicalmente la estructura sociopolítica de Argentina a mediados del siglo XX. Su líder, Juan Domingo Perón, no solo articuló un discurso de justicia social, sino que también construyó una identidad cultural arraigada en los valores del trabajo, la dignidad y la redistribución económica. La cultura peronista se nutrió de símbolos, rituales y narrativas que exaltaban la figura del trabajador como eje central del proyecto nacional. Esta construcción identitaria no fue meramente espontánea, sino el resultado de una estrategia política deliberada que buscaba consolidar un nuevo sujeto histórico: el pueblo peronista.

Las políticas sociales implementadas durante los primeros gobiernos de Perón (1946-1955) fueron fundamentales para cimentar esta cultura, ya que no se limitaron a medidas asistencialistas, sino que promovieron una transformación estructural en la relación entre el Estado y las clases populares. La creación de derechos laborales, el acceso a la vivienda, la salud pública y la educación gratuita fueron pilares que fortalecieron la lealtad de vastos sectores sociales hacia el movimiento, generando una identificación emocional y política que trascendió lo meramente electoral.

Los Símbolos y Narrativas en la Construcción del Imaginario Peronista

El peronismo supo construir un imaginario colectivo poderoso a través de símbolos y discursos que resonaban en las necesidades y aspiraciones de las mayorías. Evita Perón, por ejemplo, se convirtió en un ícono de la lucha por los derechos de los humildes, encarnando la conexión emocional entre el liderazgo político y las masas. Su figura trascendió el ámbito de lo político para convertirse en un mito popular, reforzado por su labor en la Fundación Eva Perón, que canalizaba ayuda social directa a los más necesitados.

Por otro lado, el Día de la Lealtad, celebrado cada 17 de octubre, se instituyó como una fecha clave en el calendario peronista, conmemorando la movilización obrera que en 1945 exigió la liberación de Perón y marcó el nacimiento del movimiento. Estos elementos simbólicos no solo cohesionaron a los sectores populares, sino que también establecieron una contra-narrativa frente a las elites tradicionales, que veían en el peronismo una amenaza a sus privilegios. La cultura peronista, en este sentido, operó como un mecanismo de resistencia y reafirmación identitaria frente a los discursos dominantes de la época, que estigmatizaban a los trabajadores y a sus demandas.

La Política Social como Eje de la Legitimidad Peronista

Las políticas sociales del peronismo no fueron meras concesiones asistenciales, sino herramientas de empoderamiento y movilidad social. La sanción del Estatuto del Peón Rural, la implementación de salarios mínimos vitales y móviles, y la expansión del sistema de jubilaciones representaron avances concretos en la calidad de vida de millones de argentinos. Estos logros no solo respondían a una visión económica redistributiva, sino que también buscaban reconfigurar el lugar de los trabajadores en la sociedad, otorgándoles un reconocimiento político y cultural que antes les había sido negado.

El Estado peronista asumió un rol activo en la mediación de los conflictos de clase, promoviendo la negociación colectiva y fortaleciendo a los sindicatos como actores centrales en la vida nacional. Este modelo de política social integradora contrastaba con las prácticas excluyentes de gobiernos anteriores, donde las demandas populares eran reprimidas o ignoradas. La legitimidad del peronismo, por tanto, no solo se sustentó en su capacidad de movilización, sino también en su eficacia para traducir las promesas de justicia social en realidades tangibles.

El Peronismo y su Relación Conflictiva con las Elites

La cultura peronista generó una profunda división en la sociedad argentina, enfrentando a los sectores populares con las elites económicas y políticas que veían en el movimiento una amenaza al statu quo. La nacionalización de servicios públicos, la reforma constitucional de 1949 y la promoción de los derechos laborales fueron interpretadas por los grupos dominantes como un ataque a sus intereses.

Esta tensión se manifestó en golpes de Estado, proscripciones y una constante campaña de desprestigio contra el peronismo, acusándolo de autoritario y populista. Sin embargo, estas críticas ignoraban el carácter profundamente democrático que tuvo el movimiento en su origen, al ampliar la participación política de sectores históricamente marginados. La resistencia de las elites no logró extinguir la cultura peronista, que supo adaptarse y reinventarse en distintos contextos históricos, manteniendo su vigencia como fuerza política mayoritaria.

El Legado del Peronismo en la Argentina Contemporánea

A pesar de los vaivenes históricos, la cultura peronista sigue influyendo en la política argentina, aunque con adaptaciones y reinterpretaciones. Las políticas sociales implementadas en gobiernos posteriores, tanto peronistas como no peronistas, han bebido en mayor o menor medida del ideario original del justicialismo. La tensión entre redistribución y ajuste económico, entre inclusión y neoliberalismo, sigue marcando el debate político actual.

El peronismo, más que un partido, es una identidad en constante evolución, que refleja las luchas y aspiraciones de un pueblo que aún busca consolidar un proyecto de justicia social en un mundo cada vez más desigual. Su estudio no solo es clave para entender la historia argentina, sino también para reflexionar sobre los desafíos futuros de la democracia en América Latina.

El Peronismo como Movimiento de Masas y su Vinculación con la Identidad Nacional

El peronismo no solo fue un proyecto político, sino también un fenómeno cultural que redefinió la identidad nacional argentina. Antes de su surgimiento, la Argentina se concebía a sí misma desde una perspectiva eurocéntrica, donde las elites gobernantes miraban hacia Europa como modelo civilizatorio, relegando a las clases trabajadoras y a los migrantes internos a un lugar secundario en la construcción del relato patrio.

Sin embargo, el peronismo irrumpió con una narrativa que colocaba al pueblo trabajador como protagonista de la historia, reivindicando sus tradiciones, su lenguaje y sus demandas como parte esencial de la argentinidad. Esta resignificación de lo nacional implicó un cambio profundo en la manera en que amplios sectores sociales se percibían a sí mismos: ya no como marginales, sino como actores centrales en el destino del país.

La política social jugó un papel clave en este proceso, ya que al garantizar derechos laborales, acceso a la educación y mejoras en las condiciones de vida, el peronismo logró que millones de personas se sintieran parte de un proyecto colectivo. La cultura popular, desde la música hasta el deporte, fue otro terreno donde el movimiento dejó su huella, promoviendo expresiones artísticas que reflejaban la vida de los trabajadores y fomentando un sentido de pertenencia que trascendía lo político.

El Rol de los Sindicatos en la Consolidación de la Cultura Peronista

Los sindicatos se convirtieron en pilares fundamentales de la cultura peronista, no solo como herramientas de lucha laboral, sino también como espacios de socialización y construcción identitaria. Bajo el peronismo, el movimiento obrero alcanzó un nivel de organización y poder sin precedentes, logrando conquistas históricas que mejoraron sustancialmente las condiciones de vida de los trabajadores.

Pero más allá de lo económico, los sindicatos funcionaron como ámbitos donde se transmitían los valores del justicialismo, se difundía su simbología y se fortalecían los lazos de solidaridad de clase. Las sedes gremiales no eran meros lugares de reunión, sino centros comunitarios donde se organizaban actividades culturales, deportivas y educativas que reforzaban el sentido de pertenencia al movimiento.

Esta articulación entre lo sindical y lo político fue una de las claves de la perdurabilidad del peronismo, ya que permitió que, incluso en tiempos de proscripción y persecución, la identidad peronista se mantuviera viva en el imaginario colectivo. La relación entre Perón y los sindicatos tampoco fue unidireccional: si bien el líder aportó el marco ideológico y el respaldo estatal, los gremios también ejercieron presión desde abajo, empujando hacia medidas más radicales de redistribución y participación obrera en la toma de decisiones.

La Educación como Herramienta de Transformación Social en el Proyecto Peronista

La reforma educativa impulsada por el peronismo fue otro componente esencial de su política social, ya que buscaba democratizar el acceso al conocimiento y formar ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes dentro del proyecto nacional. Durante los gobiernos peronistas, se construyeron miles de escuelas en todo el país, especialmente en zonas rurales y urbanas marginadas, donde el Estado había estado históricamente ausente.

Pero más allá de la infraestructura, el peronismo introdujo cambios pedagógicos que reflejaban su visión de la educación como un derecho social y no como un privilegio de clase. Los contenidos curriculares comenzaron a incorporar la historia del movimiento obrero, los principios de la justicia social y la revalorización de las culturas populares, rompiendo con el modelo elitista que había dominado hasta entonces. Además, la gratuidad de la enseñanza universitaria, establecida en 1949, permitió que hijos de obreros y campesinos accedieran a estudios superiores, algo impensable en décadas anteriores.

Esta política educativa no solo tuvo un impacto material, sino también simbólico: al garantizar que el conocimiento dejara de ser un monopolio de las clases altas, el peronismo estaba construyendo las bases para una sociedad más igualitaria, donde la movilidad social fuera una realidad tangible y no una mera promesa.

El Peronismo y su Legado en las Luchas por los Derechos Humanos

Aunque el peronismo suele asociarse principalmente con las reivindicaciones laborales y económicas, su influencia también se extendió al terreno de los derechos humanos, sentando precedentes que serían retomados décadas después por organizaciones sociales y políticas. Durante los primeros gobiernos de Perón, se avanzó en el reconocimiento de derechos para las mujeres, como el sufragio femenino en 1947, y en la protección legal de los niños y los ancianos, a través de políticas públicas pioneras en materia de infancia y tercera edad.

Sin embargo, el movimiento también tuvo contradicciones, especialmente en sus relaciones con la democracia y la disidencia política, que se hicieron más evidentes en etapas posteriores. Aun así, la defensa de la soberanía nacional y de los derechos sociales que caracterizó al peronismo en sus orígenes inspiró a generaciones posteriores de activistas que, en los años 70 y más tarde durante la última dictadura militar, encontraron en su discurso un marco para resistir a la opresión. La consigna “Perón vuelve”, coreada durante el exilio del líder, no era solo una demanda por su retorno, sino también un llamado a recuperar el proyecto de justicia social que representaba.

En este sentido, el peronismo dejó un legado ambiguo pero innegable en la historia de los derechos humanos en Argentina, siendo al mismo tiempo un movimiento que amplió la ciudadanía para muchos y que, en ciertos momentos, mostró límites en su tolerancia hacia los que cuestionaban su hegemonía.

Reflexiones Finales: El Peronismo como Fenómeno Vivo y en Disputa

A más de siete décadas de su surgimiento, el peronismo sigue siendo un elemento central en la vida política y cultural argentina, aunque ya no como un movimiento monolítico, sino como un espacio en permanente disputa. Las distintas corrientes que hoy se reivindican como herederas del legado de Perón interpretan sus enseñanzas de maneras diversas, a veces contradictorias: algunas enfatizan su aspecto nacionalista y proteccionista, mientras que otras priorizan su vertiente socialdemócrata o incluso hacen concesiones al neoliberalismo.

Esta capacidad de adaptación ha sido clave para su supervivencia, pero también ha generado tensiones internas y críticas sobre si sigue siendo fiel a sus principios originales. Lo que no puede negarse es que la cultura peronista, con su énfasis en la dignidad del trabajo, la justicia social y la soberanía popular, sigue resonando en amplios sectores de la sociedad argentina, especialmente en tiempos de crisis económica y exclusión. Más allá de las coyunturas políticas, el peronismo representa una forma de entender la relación entre el Estado y el pueblo que marcó a fuego la historia del país y que, para bien o para mal, sigue definiendo buena parte de sus debates presentes y futuros. Estudiar su trayectoria no es solo un ejercicio académico, sino una manera de comprender las esperanzas, los conflictos y las aspiraciones que continúan dando forma a la Argentina contemporánea.

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