La Evolución de la Medicina en el Siglo XVIII: Avances y Paradigmas en Europa y América

Publicado el 28 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

El siglo XVIII marcó un punto de inflexión en la historia de la medicina, caracterizado por la transición entre las teorías tradicionales heredadas de la antigüedad y los primeros avances científicos basados en la observación empírica. Durante este período, Europa experimentó una revolución intelectual impulsada por la Ilustración, que cuestionó dogmas médicos arraigados desde la época galénica y promovió nuevas metodologías de investigación. En contraste, las colonias americanas, incluyendo los territorios bajo dominio español, enfrentaron desafíos particulares debido a la escasez de profesionales calificados y la persistencia de prácticas médicas tradicionales mezcladas con conocimientos indígenas.

Uno de los aspectos más relevantes de este siglo fue el surgimiento de la anatomía moderna, gracias a figuras como Giovanni Battista Morgagni, quien estableció las bases de la anatomía patológica al correlacionar las enfermedades con alteraciones específicas en los órganos. Paralelamente, la circulación sanguínea, descubierta en el siglo anterior por William Harvey, fue ampliamente aceptada, desplazando las teorías humoralistas que dominaron la medicina durante más de mil quinientos años. Sin embargo, a pesar de estos avances, la medicina del siglo XVIII aún carecía de herramientas fundamentales como la anestesia y la antisepsia, lo que limitaba el éxito de las intervenciones quirúrgicas.

Este artículo explora los principales desarrollos médicos del siglo XVIII, analizando tanto los avances científicos como los obstáculos que persistieron en Europa y América. Se examinarán las contribuciones de médicos ilustrados, el impacto de las epidemias en la salud pública y las diferencias en la práctica médica entre las metrópolis coloniales y sus territorios dependientes. Además, se discutirá cómo estos cambios sentaron las bases para la medicina moderna en el siglo XIX.

El Contexto Histórico de la Medicina en el Siglo XVIII

Para comprender los avances médicos del siglo XVIII, es esencial situarlos dentro del marco histórico de la Ilustración, un movimiento intelectual que promovió la razón, la experimentación y el escepticismo hacia las autoridades tradicionales. Este período vio el declive definitivo de la teoría de los cuatro humores (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra), que había guiado el diagnóstico y tratamiento de enfermedades desde la época de Hipócrates y Galeno. En su lugar, surgieron enfoques más sistemáticos, como la iatroquímica y la iatromecánica, que buscaban explicar los procesos fisiológicos en términos químicos y físicos.

En Europa, las universidades comenzaron a modernizar sus planes de estudio, incorporando disecciones anatómicas y estudios clínicos en hospitales. Sin embargo, la formación médica seguía siendo elitista, reservada para quienes podían costearla, lo que generaba una brecha entre los médicos académicos y los cirujanos barberos, considerados profesionales de menor rango. Mientras tanto, en las colonias americanas, la escasez de facultades de medicina obligaba a los aspirantes a viajar a Europa o aprender mediante la práctica empírica, frecuentemente bajo la tutela de religiosos que combinaban la medicina con la evangelización.

Otro factor determinante fue el aumento de la urbanización, que trajo consigo problemas de salud pública sin precedentes. Las ciudades europeas, en pleno crecimiento demográfico, sufrían brotes recurrentes de enfermedades como la viruela, la tuberculosis y la disentería, agravadas por condiciones sanitarias precarias. Estas epidemias impulsaron los primeros esfuerzos organizados de salud pública, incluyendo cuarentenas y campañas de vacunación incipientes, aunque aún sin un sustento científico sólido.

Principales Avances Científicos y sus Exponentes

Uno de los hitos más significativos de la medicina en el siglo XVIII fue el desarrollo de la anatomía patológica, liderado por Giovanni Battista Morgagni, cuyo trabajo De Sedibus et Causis Morborum per Anatomen Indagatis (1761) demostró que las enfermedades no eran desequilibrios humorales, sino alteraciones estructurales en órganos específicos. Este enfoque revolucionó el diagnóstico médico, permitiendo correlacionar síntomas con lesiones anatómicas observables post mortem.

Otro avance crucial fue la consolidación de la cirugía como disciplina independiente de la medicina general. Figuras como John Hunter en Inglaterra elevaron el estatus de los cirujanos mediante investigaciones rigurosas en anatomía comparada y técnicas quirúrgicas innovadoras. Sin embargo, las operaciones seguían siendo extremadamente peligrosas debido a la falta de anestésicos efectivos y la ignorancia sobre las infecciones, lo que resultaba en altas tasas de mortalidad postoperatoria.

En el campo de la salud pública, la introducción de la inoculación contra la viruela, precursora de la vacunación, marcó un antes y después. Aunque el método era empírico y riesgoso (consistía en infectar deliberadamente a pacientes con material pustuloso de enfermos leves), sentó las bases para el trabajo posterior de Edward Jenner a finales del siglo.

La Medicina en las Colonias Americanas: Entre el Tradicionalismo y la Influencia Europea

Mientras Europa avanzaba en la profesionalización de la medicina, las colonias americanas enfrentaban realidades distintas. En territorios como el Virreinato de Nueva España o el Perú, la medicina estaba dominada por curanderos indígenas, religiosos y cirujanos itinerantes, muchos de los cuales carecían de formación académica. Las órdenes religiosas, especialmente los jesuitas, jugaron un papel clave en la difusión de conocimientos médicos europeos, aunque adaptados a las plantas medicinales y prácticas locales.

Un ejemplo notable fue el uso de la quinina, derivada de la corteza del árbol de quina, para tratar la malaria. Aunque los pueblos originarios ya conocían sus propiedades, los médicos coloniales la incorporaron a la farmacopea europea, demostrando un temprano ejemplo de intercambio científico transcultural. Sin embargo, la falta de infraestructura hospitalaria y la resistencia a abandonar prácticas como las sangrías limitaron la adopción de innovaciones.

Conclusiones

El siglo XVIII sentó las bases de la medicina moderna al combinar el empirismo ilustrado con avances en anatomía, cirugía y salud pública. Aunque persistieron prácticas obsoletas, los descubrimientos de esta época allanaron el camino para revoluciones posteriores, como la teoría microbiana y la antisepsia. En América, el sincretismo entre conocimientos europeos e indígenas enriqueció la práctica médica, aunque con marcadas desigualdades. Este legado demuestra que la medicina no evoluciona en el vacío, sino en diálogo con su contexto histórico y cultural.

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