La Independencia de México: Causas, Desarrollo y Consecuencias (1810-1821)

Publicado el 5 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción: El Contexto Colonial que Originó la Independencia

El movimiento de Independencia de México representa uno de los procesos históricos más trascendentales para la nación mexicana, marcando el fin de tres siglos de dominio colonial español y el inicio de la construcción de un Estado soberano. A principios del siglo XIX, la Nueva España era la colonia más próspera del imperio español, con una compleja estructura social dividida en castas donde los peninsulares (españoles nacidos en Europa) ocupaban los puestos de poder, mientras que los criollos (hijos de españoles nacidos en América), mestizos, indígenas y afrodescendientes sufrían diversas formas de discriminación y exclusión. Este sistema generaba crecientes tensiones sociales, agravadas por las reformas borbónicas implementadas en el siglo XVIII que buscaban aumentar el control metropolitano y los impuestos, afectando especialmente a los grupos intermedios de la sociedad novohispana. La invasión napoleónica a España en 1808, que derrocó al rey Fernando VII, creó una crisis de legitimidad que aceleró los movimientos autonomistas en las colonias americanas, pues muchos criollos consideraron que la lealtad debía ser hacia el monarca cautivo y no a las autoridades coloniales impuestas por los franceses.

El descontento criollo, combinado con las difíciles condiciones económicas que sufrían las clases populares, creó el caldo de cultivo perfecto para el estallido independentista. La conspiración de Querétaro, organizada por figuras como Miguel Hidalgo, Ignacio Allende y Josefa Ortiz de Domínguez, buscaba inicialmente establecer una junta de gobierno que gobernara en nombre del rey Fernando VII, pero rápidamente evolucionó hacia planteamientos más radicales de independencia total cuando fueron descubiertos y se vieron forzados a iniciar la lucha armada. El Grito de Dolores del 16 de septiembre de 1810, convocando al pueblo a levantarse contra el mal gobierno, marcó el inicio formal de la guerra de independencia, aunque las motivaciones y objetivos del movimiento irían transformándose a lo largo de los once años que duró el conflicto. Este proceso no fue homogéneo ni lineal, sino que pasó por distintas etapas marcadas por cambios en el liderazgo, tácticas militares y planteamientos políticos, reflejando las complejas dinámicas sociales de la época y los diferentes intereses que convergieron en el movimiento independentista.

La Primera Etapa (1810-1811): El Levantamiento Popular de Hidalgo

La fase inicial del movimiento independentista estuvo caracterizada por el levantamiento masivo de las clases populares bajo el liderazgo carismático del cura Miguel Hidalgo y Costilla. Tras el Grito de Dolores, una heterogénea multitud compuesta principalmente por indígenas, mestizos y castas, armada con herramientas agrícolas y algunas pocas armas de fuego, comenzó a avanzar hacia la capital del virreinato, obteniendo importantes victorias en Guanajuato (donde ocurrió la sangrienta toma de la Alhóndiga de Granaditas) y Valladolid. Este ejército insurgente, que llegó a contar con cerca de 80,000 efectivos en su punto máximo, representaba una amenaza existencial para el sistema colonial por su composición social y sus demandas radicales, que incluían no sólo la independencia sino también el fin de los tributos indígenas, la redistribución de tierras y mejoras en las condiciones de vida de los grupos marginados. Sin embargo, la falta de disciplina militar, la carencia de una estrategia clara y los excesos cometidos por algunos insurgentes (como los saqueos y matanzas de españoles peninsulares) alienaron a muchos criollos moderados que inicialmente simpatizaban con la causa.

La batalla del Monte de las Cruces (30 de octubre de 1810), donde los insurgentes derrotaron a las fuerzas realistas cerca de la Ciudad de México, representó el momento culminante de esta primera fase. Curiosamente, Hidalgo decidió no avanzar sobre la capital, una decisión que ha sido ampliamente debatida por los historiadores y que posiblemente reflejaba tanto el temor a perder control sobre sus tropas como la falta de un plan político claro para lo que seguiría después de la toma del poder. Este retroceso marcó el inicio del declive militar insurgente, que culminaría con la derrota en Puente de Calderón (17 de enero de 1811) y la posterior captura y ejecución de Hidalgo, Allende y otros líderes principales. A pesar de su corta duración, esta etapa sentó importantes precedentes al demostrar la vulnerabilidad del régimen colonial y al incorporar por primera vez a las masas populares como actor político en la historia de México, aunque también generó profundos temores entre las clases altas que influirían en el desarrollo posterior del movimiento independentista.

La Etapa de Resistencia (1811-1815): Morelos y la Organización Política

Tras la muerte de los líderes iniciales, el movimiento independentista entró en una segunda fase bajo el liderazgo intelectual y organizativo de otro sacerdote, José María Morelos y Pavón, quien demostró mayores capacidades militares y una visión política más estructurada que su predecesor. Morelos logró recomponer las fuerzas insurgentes, estableciendo un ejército más disciplinado y profesionalizado que operaba principalmente en el sur del territorio novohispano. Bajo su mando, la insurgencia pasó de ser una rebelión popular desorganizada a un movimiento político-militar con objetivos claros, reflejados en documentos fundamentales como los “Sentimientos de la Nación” (1813) que planteaban principios republicanos, la soberanía popular, la división de poderes y la igualdad ante la ley. El Congreso de Anáhuac, convocado por Morelos en 1813, fue el primer intento serio de crear un marco institucional para la nación independiente, promulgando incluso una constitución (la Constitución de Apatzingán de 1814) que aunque nunca pudo implementarse plenamente, representó un importante avance en el pensamiento político mexicano.

Militarmente, Morelos obtuvo importantes victorias que le permitieron controlar amplias zonas del sur y centro del país, estableciendo incluso un gobierno insurgente con capital en Oaxaca. Sin embargo, la contraofensiva realista dirigida por el virrey Calleja, apoyada por el restablecimiento del absolutismo en España tras el regreso de Fernando VII al trono en 1814, comenzó a hacer retroceder a los insurgentes. La captura y ejecución de Morelos en 1815 marcó el aparente fin de la insurgencia organizada, dejando al movimiento reducido a focos aislados de resistencia guerrillera en zonas montañosas. No obstante, esta etapa había logrado consolidar ideológicamente el movimiento independentista, definiendo muchos de los principios que posteriormente formarían parte del proyecto nacional mexicano, y demostrando que la independencia no era sólo un levantamiento espontáneo sino un movimiento con profundas bases políticas e intelectuales.

La Consumación (1820-1821): Iturbide y el Plan de Iguala

El proceso independentista entró en una fase decisiva a partir de 1820, cuando eventos externos volvieron a alterar la situación política en la Nueva España. El triunfo de la revolución liberal en España, que obligó a Fernando VII a aceptar la Constitución de Cádiz de 1812, generó temores entre los conservadores novohispanos (tanto criollos como peninsulares) ante la posibilidad de que se implementaran reformas que afectaran sus privilegios. Esta circunstancia creó una inesperada convergencia de intereses entre los antiguos insurgentes y los sectores conservadores que hasta entonces habían defendido el statu quo colonial. Agustín de Iturbide, un militar criollo que había combatido ferozmente a los insurgentes, emergió como figura clave de esta nueva etapa, proponiendo un plan que garantizara la independencia mientras mantenía la unidad social y los privilegios de la Iglesia Católica.

El Plan de Iguala (febrero de 1821), con sus Tres Garantías (Religión, Independencia y Unión), ofrecía una solución de compromiso que atrajo a amplios sectores de la sociedad novohispana. Iturbide logró unificar bajo su mando a antiguos realistas e insurgentes (incluyendo a Vicente Guerrero), formando el Ejército Trigarante que en cuestión de meses controló la mayor parte del territorio. La entrada triunfal del ejército a la Ciudad de México el 27 de septiembre de 1821 marcó la consumación formal de la independencia, aunque bajo términos muy distintos a los imaginados por los primeros insurgentes. La independencia se logró mediante una negociación entre élites que preservó muchas estructuras del periodo colonial, evitando los cambios sociales radicales que habían asustado a los criollos acomodados durante la etapa de Hidalgo y Morelos. Este arreglo político explicaría muchas de las continuidades entre el México colonial y el independiente, así como los conflictos que marcarían la vida política del nuevo país durante el siglo XIX.

Consecuencias y Legado de la Independencia Mexicana

La independencia de México tuvo profundas consecuencias políticas, económicas y sociales que moldearon el desarrollo del país durante el siglo XIX. Políticamente, el nuevo Estado heredó las tensiones entre liberales (que buscaban establecer una república federal y secular) y conservadores (que preferían mantener un sistema centralizado con fuertes lazos con la Iglesia), divisiones que llevarían a décadas de inestabilidad y guerras civiles. Económicamente, la separación de España rompió los lazos comerciales con el imperio, mientras que la guerra había devastado minas, haciendas y centros urbanos, sumiendo al país en una profunda crisis fiscal que limitaría su desarrollo durante años. Socialmente, aunque formalmente se abolieron las castas coloniales, las estructuras de poder y desigualdad persistieron, manteniendo a indígenas y campesinos en condiciones de marginación.

Sin embargo, el legado más perdurable de la independencia fue la creación de una identidad nacional mexicana y el establecimiento del principio de soberanía popular. A pesar de sus limitaciones, el movimiento independentista sentó las bases para la construcción de un Estado-nación que, tras décadas de conflictos internos y externos, lograría consolidarse como una república moderna. Los ideales de libertad, igualdad y autogobierno planteados por los insurgentes, aunque no se materializaron plenamente en 1821, se convirtieron en referentes fundamentales para los movimientos políticos y sociales posteriores en México. La independencia marcó así el inicio de un largo y complejo proceso de construcción nacional que continúa evolucionando hasta nuestros días.

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Rodrigo Ricardo

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