La Monarquía de Julio: El Gobierno de Luis Felipe I (1830-1848)

Publicado el 11 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción: El Establecimiento de la Monarquía de Julio

Tras la Revolución de 1830, Francia experimentó un cambio significativo en su estructura política con el ascenso de Luis Felipe I, un monarca que representaba una transición entre el absolutismo de los Borbones y un sistema más liberal. A diferencia de sus predecesores, Luis Felipe no gobernaba por “derecho divino”, sino como un “rey ciudadano” elegido por la voluntad del pueblo, al menos en teoría. Su reinado, conocido como la Monarquía de Julio, se caracterizó por ser un régimen constitucional que buscaba equilibrar los intereses de la burguesía liberal con las demandas de estabilidad política. Sin embargo, este periodo también estuvo marcado por tensiones sociales, crisis económicas y un creciente descontento popular que finalmente llevaría a su caída en 1848.

La Carta Constitucional de 1830, que reemplazó a la de 1814, introdujo reformas importantes, como la reducción del poder del rey, la ampliación del sufragio (aunque solo para la burguesía adinerada) y la libertad de prensa. No obstante, estas medidas no fueron suficientes para satisfacer a las clases trabajadoras ni a los republicanos, quienes veían en Luis Felipe a un representante de los intereses financieros y no del pueblo. Además, su gobierno enfrentó desafíos constantes, desde levantamientos obreros hasta intentos de golpe de Estado, lo que demostró la fragilidad de su régimen.

A nivel internacional, la Monarquía de Julio mantuvo una política exterior cautelosa, evitando conflictos mayores pero generando críticas por su falta de apoyo a movimientos revolucionarios en Europa. Mientras que algunos sectores esperaban que Francia liderara las luchas liberales en el continente, Luis Felipe prefirió aliarse con potencias conservadoras como Gran Bretaña para garantizar la paz y el comercio. Esta postura, aunque pragmática, le costó el apoyo de los nacionalistas y revolucionarios franceses.

La Estructura Política y las Reformas de la Monarquía de Julio

El gobierno de Luis Felipe I se basó en un sistema político que favorecía a la burguesía liberal, compuesta por banqueros, industriales y profesionales urbanos que habían sido los principales impulsores de la Revolución de 1830. La nueva constitución, aunque más progresista que la de la Restauración, mantenía un sufragio censitario que excluía a la gran mayoría de la población. Solo los hombres que pagaban una cierta cantidad de impuestos podían votar, lo que significaba que menos del 1% de los franceses tenía derecho a participar en las elecciones.

Uno de los cambios más significativos fue la abolición de la censura previa, lo que permitió un florecimiento de la prensa liberal y republicana. Sin embargo, el gobierno mantenía mecanismos de control, como multas y procesos judiciales contra periódicos opositores, lo que generaba tensiones constantes con los sectores más radicales. Además, el rey ejercía un poder considerable sobre el Parlamento, ya que podía disolver la Cámara de Diputados y nombrar a sus ministros sin consultar a la mayoría legislativa.

En el ámbito económico, la Monarquía de Julio promovió políticas que beneficiaban a la industria y el comercio, como la construcción de ferrocarriles y la expansión del crédito bancario. No obstante, estas medidas también aumentaron la desigualdad, ya que los trabajadores urbanos y los campesinos no se vieron beneficiados por el crecimiento económico. Las malas condiciones laborales, los bajos salarios y la falta de derechos sindicales llevaron a frecuentes revueltas, como la Rebelión de los Canuts en Lyon (1831), una de las primeras insurrecciones obreras de la historia moderna.

La Crisis Social y el Surgimiento del Movimiento Obrero

Uno de los mayores desafíos del reinado de Luis Felipe I fue el creciente descontento de las clases populares, que no se sentían representadas por un gobierno dominado por la élite financiera. A diferencia de las revoluciones anteriores, donde la burguesía lideraba las protestas, en este periodo comenzaron a surgir movimientos obreros organizados que demandaban mejores condiciones de vida y derechos políticos.

La industrialización, aunque incipiente, estaba transformando las ciudades francesas, atrayendo a miles de campesinos a fábricas con jornadas extenuantes y salarios miserables. En Lyon, centro de la industria textil, los tejedores (conocidos como canuts) se levantaron en 1831 y 1834 exigiendo salarios justos y el fin de la explotación. Aunque estas revueltas fueron reprimidas violentamente por el ejército, marcaron un precedente en la lucha obrera y sentaron las bases para el surgimiento del socialismo utópico, con pensadores como Louis Blanc y Pierre-Joseph Proudhon defendiendo reformas sociales.

En París, las sociedades secretas republicanas, como la Sociedad de los Derechos del Hombre, conspiraban contra el régimen, organizando protestas y atentados. El gobierno respondió con una dura represión, incluyendo leyes que restringían las asociaciones políticas y el derecho a reunión. Estas medidas aumentaron el resentimiento popular y llevaron a muchos a ver a Luis Felipe como un “tirano disfrazado de liberal”.

La Caída de la Monarquía de Julio y la Revolución de 1848

El final del reinado de Luis Felipe I llegó con la Revolución de 1848, un levantamiento masivo que combinó demandas políticas, sociales y económicas. La crisis financiera de 1846-1847, sumada a malas cosechas y el desempleo, creó un clima de descontento generalizado. Cuando el gobierno prohibió un banquete reformista en febrero de 1848, las protestas estallaron en París, escalando rápidamente a una insurrección.

El ejército, en lugar de reprimir a los manifestantes, se unió a ellos, y Luis Felipe, viendo que había perdido el apoyo de todas las facciones, abdicó el 24 de febrero de 1848. Así terminaba la Monarquía de Julio, dando paso a la Segunda República Francesa, que prometía sufragio universal y reformas sociales.

Conclusión: El Legado de Luis Felipe I

Aunque la Monarquía de Julio fracasó en consolidar un régimen estable, su experiencia demostró las limitaciones de un liberalismo excluyente que ignoraba las demandas populares. Luis Felipe I pasó a la historia como un rey que no supo adaptarse a los cambios sociales de su tiempo, pero su caída abrió el camino para nuevas luchas democráticas en Francia y Europa.

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