La Organización Nacional (1852-1880): De Caseros a la Federalización de Buenos Aires

Publicado el 4 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

El Fin de una Era: Consecuencias de la Batalla de Caseros

La derrota de Juan Manuel de Rosas en la Batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852 marcó un punto de inflexión en la historia argentina, cerrando dos décadas de hegemonía federal y abriendo un complejo proceso de organización institucional. Justo José de Urquiza, vencedor de Caseros y líder del Ejército Grande, se enfrentó de inmediato al desafío de construir un nuevo orden político que superara las viejas divisiones entre unitarios y federales. El primer paso fue el Acuerdo de San Nicolás (31 de mayo de 1852), firmado por representantes de todas las provincias excepto Buenos Aires, que restablecía el Pacto Federal con importantes reformas: convocatoria a un Congreso Constituyente, libre navegación de los ríos interiores (una vieja demanda del interior) y designación de Urquiza como Director Provisorio de la Confederación. Sin embargo, la resistencia de Buenos Aires, que se negaba a perder el control de la Aduana -su principal fuente de ingresos- llevó a que la provincia más rica se separara del resto, iniciando un período de dualidad política que duraría hasta 1859. Esta fractura reflejaba tensiones profundas: mientras las provincias del interior buscaban construir una nación federal con Buenos Aires como capital, la élite porteña defendía sus privilegios económicos y su autonomía política.

El Congreso Constituyente reunido en Santa Fe en 1853, compuesto principalmente por representantes del interior y algunos unitarios exiliados, produjo en pocos meses la Constitución Nacional que sigue siendo, con reformas, la base del sistema político argentino. Inspirada en las ideas de Juan Bautista Alberdi (expresadas en su obra “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”) y en modelos como la Constitución estadounidense, estableció un sistema federal con división de poderes, garantías individuales y un gobierno central fuerte en áreas clave como relaciones exteriores y comercio interprovincial. Sin embargo, la ausencia de Buenos Aires -que redactó su propia constitución provincial en 1854- dejó a la Confederación (con capital en Paraná) en una posición débil, sin acceso a los recursos de la aduana porteña y con limitado reconocimiento internacional. Urquiza, como primer presidente constitucional, impulsó políticas modernizadoras como la creación del Banco Nacional, el fomento a la inmigración europea y la construcción del Ferrocarril Central Argentino (que uniría Rosario con Córdoba), pero la sombra del conflicto con Buenos Aires lo obligó a destinar gran parte de sus recursos al ejército.

La Unificación por la Fuerza: De Cepeda a Pavón

La tensión entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires estalló en violencia abierta en 1859, cuando Urquiza invadió la provincia rebelde y derrotó a sus fuerzas comandadas por Bartolomé Mitre en la Batalla de Cepeda (23 de octubre). El posterior Pacto de San José de Flores (11 de noviembre) estableció que Buenos Aires se reincorporaría a la Confederación tras reformar su constitución provincial y enviar diputados al Congreso Nacional. Sin embargo, este arreglo fue frágil: la élite porteña, liderada ahora por Mitre, siguió resistiéndose a compartir el control de la aduana y mantuvo una política exterior paralela. Cuando en 1861, tras años de tensa coexistencia, nuevas elecciones desataron otro conflicto, las fuerzas de Buenos Aires (mejor equipadas y entrenadas) vencieron a las confederadas en la Batalla de Pavón (17 de septiembre), a pesar de que Urquiza, inexplicablemente, retiró sus tropas en el momento decisivo. Esta victoria porteña marcó el inicio de la hegemonía del Partido Liberal liderado por Mitre, quien como nuevo presidente (1862-1868) trasladó el gobierno nacional a Buenos Aires pero mantuvo el marco constitucional de 1853, ahora con todas las provincias incluidas.

El período posterior a Pavón vio la consolidación de un modelo económico y político que transformaría Argentina: el llamado “Orden Conservador”. Mitre y sus sucesores, Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1880), impulsaron la inmigración masiva europea, la expansión de la frontera ganadera (a través de la Conquista del Desierto contra los pueblos originarios), la educación pública gratuita y laica, y la construcción de infraestructura ferroviaria y portuaria. Sin embargo, la cuestión de la capital nacional seguía pendiente: Buenos Aires se resistía a ser federalizada, mientras las provincias exigían que dejara de ser simultáneamente capital provincial y nacional. Este conflicto llegó a su clímax en 1880, cuando el gobernador porteño Carlos Tejedor se rebeló contra el presidente Avellaneda, quien ordenó al ejército nacional ocupar la ciudad. La subsiguiente Batalla de los Corrales (20-21 de junio) terminó con la derrota de los autonomistas porteños y la sanción de la Ley de Federalización (21 de septiembre), que convertía a Buenos Aires en distrito federal. Como compensación, la provincia recibió la nueva ciudad de La Plata como capital, diseñada ex profeso para albergar las autoridades provinciales. Con este acuerdo, concluía casi tres décadas de inestabilidad y comenzaba una nueva era de crecimiento económico y estabilidad política bajo el sistema que Alberdi había imaginado: una Argentina unida, federal en su forma pero centralizada en su administración.

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Rodrigo Ricardo

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