La Religión como Hecho Social en la Teoría de Émile Durkheim

Publicado el 7 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción a la Sociología de la Religión Durkheimiana

El estudio de la religión en la obra de Émile Durkheim representa una de las contribuciones más profundas y originales a la sociología de la religión, desarrollada principalmente en su obra Las formas elementales de la vida religiosa (1912). Durkheim abordó el fenómeno religioso no desde una perspectiva teológica o filosófica, sino como un hecho social fundamental que revela aspectos esenciales de la organización y cohesión de las sociedades. Su análisis se centró en demostrar que la religión no es simplemente un sistema de creencias sobrenaturales, sino ante todo una expresión de la conciencia colectiva, una representación simbólica de la sociedad misma. Este enfoque revolucionario permitió comprender la religión como un mecanismo social que cumple funciones específicas en la integración de los grupos humanos, más allá de su contenido dogmático o ritual particular. Durkheim eligió estudiar las religiones más simples (las de los pueblos aborígenes australianos) porque creía que en sus formas elementales podrían descubrirse los principios universales de todo fenómeno religioso, igual que los biólogos estudian organismos simples para comprender la vida en general.

La teoría durkheimiana de la religión se basa en varios postulados fundamentales que marcaron un quiebre con las interpretaciones predominantes en su época. En primer lugar, rechazó las explicaciones animistas o naturalistas (que veían en la religión un error primitivo ante fenómenos naturales) para proponer que su verdadero objeto de culto es la sociedad misma. Las divinidades, según Durkheim, son representaciones simbólicas de las fuerzas sociales que trascienden al individuo y le imponen normas, valores y un sentido de pertenencia. En segundo lugar, argumentó que la distinción fundamental en todos los sistemas religiosos no es entre dios y humanos, sino entre lo sagrado (todo aquello que la sociedad considera separado, prohibido y cargado de significado colectivo) y lo profano (el ámbito de lo cotidiano y utilitario). Esta dicotomía sagrado/profano se mantiene incluso en sociedades secularizadas a través de nuevos cultos civiles como el nacionalismo. Finalmente, Durkheim destacó el papel crucial de los ritos y ceremonias colectivas como mecanismos periódicos de reforzamiento de la solidaridad social, más que como meras expresiones de devoción individual.

La metodología empleada por Durkheim en su estudio de la religión combinó el análisis etnográfico de datos sobre tribus australianas con una profunda reflexión teórica sobre la naturaleza de lo social. Este doble enfoque le permitió superar los límites del evolucionismo social de su época, que veía en las religiones “primitivas” meros estadios superados por formas más racionales de pensamiento. Por el contrario, Durkheim mostró cómo incluso las formas aparentemente más elementales de religión cumplen funciones sociales complejas y revelan verdades profundas sobre la relación entre individuo y colectividad. Su análisis anticipó muchos desarrollos posteriores de la antropología y sociología de la religión, al tiempo que ofrecía herramientas conceptuales para entender fenómenos religiosos en sociedades modernas, incluyendo el surgimiento de nuevos movimientos espirituales y las transformaciones de la experiencia religiosa en contextos secularizados. La perspectiva durkheimiana sigue siendo fundamental para comprender no solo las religiones tradicionales, sino también fenómenos contemporáneos como los fundamentalismos, las espiritualidades alternativas y las formas seculares de sacralización.

La Distinción Sagrado/Profano como Base de lo Religioso

La dicotomía entre lo sagrado y lo profano constituye el núcleo de la definición durkheimiana de religión, representando una de sus contribuciones más perdurables al estudio de este fenómeno. Durkheim argumentaba que todas las religiones, desde las más simples hasta las más complejas, organizan el mundo en estas dos categorías radicalmente separadas y frecuentemente opuestas. Lo sagrado engloba todo aquello que la sociedad considera separado, prohibido, extraordinario y cargado de significado colectivo: dioses, ciertos objetos rituales, lugares de culto, textos canónicos y principios morales fundamentales. Lo profano, en cambio, abarca el ámbito de lo cotidiano, lo utilitario, lo que puede ser manipulado sin restricciones especiales. Lo crucial en esta distinción es que no deriva de propiedades intrínsecas de los objetos o prácticas, sino de una clasificación social que los investe de significado. Un mismo árbol puede ser solo madera (profano) o convertirse en sagrado si la colectividad lo asocia con un evento mítico o lo designa como objeto de culto.

Durkheim insistía en que esta división no es meramente conceptual, sino que tiene consecuencias prácticas profundas en la vida social. Las cosas sagradas están protegidas por tabúes y prohibiciones (como no pronunciar el nombre de Dios en vano en el judaísmo, o no profanar una bandera nacional en los cultos civiles modernos), cuya violación provoca reacciones colectivas de indignación o horror. Al mismo tiempo, el acceso a lo sagrado está mediado por complejos sistemas rituales que regulan su manipulación legítima (como los sacramentos en el cristianismo o las ceremonias de purificación en muchas religiones). Esta estructuración binaria del mundo, según Durkheim, refleja y refuerza una distinción social más fundamental: la que existe entre el individuo aislado y la colectividad que lo trasciende. Lo sagrado representa simbólicamente a la sociedad misma, con su poder de imponer normas, valores y un sentido de pertenencia que va más allá de los intereses particulares.

La teoría durkheimiana del sagrado/profano ha demostrado una sorprendente capacidad para analizar no solo religiones tradicionales, sino también fenómenos contemporáneos que cumplen funciones análogas. En las sociedades modernas secularizadas, ciertos elementos como los símbolos patrios, los monumentos a los caídos, las constituciones políticas o incluso figuras carismáticas (líderes políticos, artistas icónicos) pueden adquirir características de sacralidad, con sus propios rituales (desfiles, conmemoraciones), tabúes (leyes que protegen estos símbolos) y emociones colectivas. Esta perspectiva permite entender cómo, incluso en contextos aparentemente secularizados, persisten estructuras de pensamiento y acción que reproducen la lógica de lo sagrado, aunque con contenidos diferentes a los religiosos tradicionales. La teoría de Durkheim sugiere así que la necesidad de distinguir entre sagrado y profano podría ser una constante antropológica, aunque sus expresiones concretas varíen histórica y culturalmente.

Ritos Religiosos como Mecanismos de Cohesión Social

Para Durkheim, los ritos religiosos no son meras expresiones de fe individual, sino mecanismos sociales esenciales que cumplen funciones concretas en el mantenimiento de la solidaridad colectiva. En su análisis, los rituales (desde las ceremonias más elaboradas hasta las prácticas aparentemente más simples) sirven para reactivar periódicamente los lazos sociales, reforzar los valores compartidos y marcar los momentos cruciales de la vida individual y colectiva. Durkheim distinguía entre ritos negativos (prohibiciones y abstenciones que protegen lo sagrado de la contaminación con lo profano) y ritos positivos (ceremonias activas como sacrificios, fiestas colectivas o peregrinaciones). Ambos tipos, aunque opuestos en su forma, comparten la función de fortalecer la pertenencia al grupo y reafirmar la distinción fundamental entre sagrado y profano que estructura la cosmovisión religiosa.

Uno de los aspectos más innovadores del análisis durkheimiano fue su énfasis en el efecto psicológico y social de la efervescencia colectiva generada por los ritos. En las ceremonias religiosas masivas (peregrinaciones, festivales, cultos comunitarios), los individuos experimentan un estado de intensa excitación emocional que Durkheim comparaba con una “sobrexcitación” psicológica, donde se sienten transportados más allá de su existencia ordinaria. Este estado, que él llamó “efervescencia colectiva”, tiene el poder de transformar temporalmente a los participantes, haciendo que experimenten una energía y un sentido de unidad que atribuyen a fuerzas sobrenaturales, pero que en realidad emanan de la intensidad de la experiencia social misma. Según Durkheim, es en estos momentos de intensa congregación ritual donde se renueva periódicamente la fe religiosa y se reafirman los compromisos con los valores colectivos.

La perspectiva durkheimiana sobre los ritos ha influido enormemente en estudios posteriores sobre ceremonias no necesariamente religiosas pero que cumplen funciones similares de integración social. Eventos como los grandes espectáculos deportivos, los conciertos masivos, las manifestaciones políticas multitudinarias o incluso ciertas formas de activismo contemporáneo pueden analizarse como rituales modernos que generan formas de efervescencia colectiva análogas a las descritas por Durkheim. Estos “rituales seculares” también crean sentimientos de pertenencia, refuerzan identidades colectivas y producen estados emocionales intensos que los participantes suelen describir como trascendentes o transformadores. El enfoque durkheimiano sugiere así que la necesidad de ritualizar la vida social podría ser una constante antropológica, aunque sus formas concretas evolucionen con las transformaciones culturales e históricas.

Religión y Conciencia Colectiva en las Sociedades Modernas

Durkheim extendió su análisis de las religiones tradicionales para comprender el lugar de lo religioso en las sociedades modernas, anticipando muchos de los debates contemporáneos sobre secularización y nuevas formas de espiritualidad. Argumentaba que incluso en sociedades aparentemente secularizadas, persisten formas de conciencia colectiva que cumplen funciones análogas a las de las religiones tradicionales, aunque con contenidos diferentes. El nacionalismo, el culto a los derechos humanos, la devoción por figuras científicas o incluso ciertas formas de consumo masivo pueden entenderse, desde esta perspectiva, como fenómenos que reproducen la estructura básica de lo religioso: generan adhesiones fervientes, establecen distinciones entre lo sagrado (los símbolos patrios, los documentos fundacionales) y lo profano, y desarrollan sus propios rituales (fiestas nacionales, ceremonias conmemorativas).

Este análisis permite comprender por qué, contra las predicciones de muchas teorías de la secularización, el mundo moderno no ha presenciado la desaparición de lo religioso sino su transformación en nuevas formas. Los fundamentalismos religiosos contemporáneos, por ejemplo, pueden interpretarse como reacciones a la amenaza que perciben para sus sistemas tradicionales de sagrado/profano en un mundo globalizado. Al mismo tiempo, nuevas espiritualidades emergen combinando elementos de tradiciones diversas en formas que reflejan el individualismo característico de las sociedades modernas, pero que siguen respondiendo a la necesidad humana de conexión con algo que trascienda la existencia meramente individual. La teoría durkheimiana sugiere que mientras existan sociedades humanas, existirán formas de conciencia colectiva que cumplan las funciones integradoras y de sentido que tradicionalmente han sido dominio de las religiones.

La actualidad del pensamiento de Durkheim sobre religión se revela especialmente en el análisis de fenómenos contemporáneos como las religiones civiles (sistemas de creencias y rituales que sacralizan instituciones políticas), los cultos al consumo (donde marcas y productos adquieren auras casi sagradas), o las nuevas formas de congregación en comunidades virtuales. Todos estos fenómenos, aunque distantes de las religiones tradicionales estudiadas por Durkheim, pueden analizarse productivamente con sus herramientas conceptuales, demostrando la vigencia de su enfoque para comprender no solo el pasado religioso de la humanidad, sino su presente y probablemente su futuro. La sociología durkheimiana de la religión sigue ofreciendo así un marco indispensable para navegar las complejas relaciones entre lo sagrado y lo profano en el mundo contemporáneo.

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