La Revolución Feminista y la Lucha por los Comunes: Silvia Federici y la Crítica al Capitalismo Global
Los Comunes y la Resistencia Feminista
Silvia Federici, teórica feminista marxista, ha desarrollado un análisis profundo sobre la relación entre la expropiación capitalista, la opresión de las mujeres y la destrucción de los bienes comunes. Su obra Reencantar el mundo: El feminismo y la política de los comunes plantea que la lucha por recuperar los espacios comunales —tierras, aguas, saberes colectivos— es fundamental para construir alternativas al capitalismo patriarcal. Federici argumenta que el sistema capitalista no solo se basa en la explotación del trabajo asalariado, sino también en la privatización de recursos que antes eran gestionados colectivamente, un proceso que ha afectado especialmente a las mujeres en las comunidades rurales e indígenas.
A lo largo de la historia, las mujeres han sido guardianas de los comunes, encargadas de la recolección de alimentos, el cuidado de semillas y la transmisión de conocimientos medicinales. Sin embargo, con el avance del capitalismo, estos espacios han sido cercados, privatizados y mercantilizados, desplazando a las mujeres y destruyendo sus redes de subsistencia. Federici sostiene que la resistencia feminista debe incluir la defensa de estos bienes colectivos, ya que su pérdida ha significado una mayor dependencia de las mujeres hacia el trabajo doméstico no remunerado y el mercado laboral precarizado.
La propuesta de Federici no es nostálgica, sino revolucionaria: los comunes no deben entenderse como un regreso al pasado, sino como una forma de organización social que desafía la lógica individualista del capitalismo. En este sentido, las luchas contemporáneas por el acceso al agua, la tierra y los derechos reproductivos son expresiones de un feminismo que busca recuperar el control colectivo sobre los medios de vida. Este enfoque conecta las demandas feministas con las de los movimientos ecologistas, campesinos e indígenas, construyendo alianzas anticapitalistas.
El Ataque Capitalista a los Comunes y su Impacto en las Mujeres
Federici analiza cómo la privatización de los comunes ha sido un mecanismo clave para someter a las mujeres y consolidar el sistema capitalista. Durante la acumulación originaria en Europa, el cercamiento de tierras comunales no solo empobreció a las clases campesinas, sino que también destruyó las redes de solidaridad femenina que permitían a las mujeres subsistir fuera del control patriarcal. Al perder acceso a bosques, pastos y fuentes de agua, muchas se vieron forzadas a depender del trabajo doméstico en hogares ajenos o a migrar hacia las ciudades, donde fueron explotadas en fábricas y talleres.
Este proceso no fue exclusivo de Europa. Federici examina cómo, en las colonias, la imposición de la propiedad privada y la economía monetaria desarticuló las formas tradicionales de organización social, donde las mujeres a menudo tenían derechos sobre la tierra y la producción agrícola. En África, por ejemplo, los regímenes coloniales introdujeron impuestos que obligaban a los hombres a trabajar en minas y plantaciones, mientras las mujeres quedaban relegadas a cultivos de subsistencia sin apoyo estatal. Esto generó una doble carga: además del trabajo reproductivo, las mujeres debían asumir la producción de alimentos en condiciones cada vez más difíciles.
Hoy, este modelo se repite con el acaparamiento de tierras por corporaciones agroindustriales, la privatización del agua y la destrucción de ecosistemas. Federici señala que las mujeres son las más afectadas, ya que siguen siendo las principales responsables de la alimentación familiar y el cuidado del territorio. Cuando se contaminan ríos o se despoja a comunidades de sus tierras, son ellas quienes deben recorrer mayores distancias para conseguir agua o alimentos, incrementando su jornada laboral no remunerada. Por ello, la defensa de los comunes no es solo una cuestión ambiental, sino una lucha feminista por la autonomía y la supervivencia.
Feminismo y la Reconstrucción de los Comunes en el Siglo XXI
Ante este panorama, Federici propone que el feminismo debe impulsar la recreación de los comunes como espacios de resistencia y autonomía. Esto implica no solo defender territorios frente a las multinacionales, sino también construir alternativas concretas, como huertos comunitarios, bancos de semillas, cooperativas de cuidados y sistemas de salud autogestionados. Estos proyectos, aunque locales, tienen un potencial revolucionario, ya que desafían la lógica de la mercantilización y crean redes de apoyo mutuo fuera del Estado y el mercado.
Un ejemplo inspirador son las luchas de las mujeres en América Latina, donde colectivos feministas han recuperado tierras para agricultura ecológica o han creado comedores populares en zonas urbanas marginadas. Estas iniciativas no solo mejoran las condiciones materiales de vida, sino que también fortalecen la organización política de las mujeres. Federici destaca que, al trabajar colectivamente, las mujeres rompen con el aislamiento del hogar y desarrollan conciencia de su poder transformador.
Sin embargo, advierte que estos esfuerzos deben ir acompañados de una crítica radical al capitalismo. No basta con crear pequeños oasis de resistencia si no se cuestiona el sistema que sigue expropiando recursos y precarizando la vida. Por eso, el feminismo de los comunes debe vincularse con luchas más amplias: contra la deuda externa que estrangula a los países pobres, contra los tratados de libre comercio que favorecen a las corporaciones, y contra la militarización que protege los intereses del capital.
Conclusión: Hacia un Movimiento Global por los Comunes
La obra de Federici ofrece un marco teórico y práctico para un feminismo anticapitalista que lucha por un mundo donde la vida, no el lucro, esté en el centro. Su llamado a defender y recrear los comunes es una invitación a imaginar sociedades basadas en la cooperación, la equidad y el respeto a la naturaleza. En un contexto de crisis climática y desigualdad creciente, esta perspectiva es más urgente que nunca.
El feminismo no puede limitarse a demandas de igualdad dentro de un sistema injusto; debe aspirar a transformarlo radicalmente. Como señala Federici, la revolución será feminista, anticapitalista y comunitaria, o no será.
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