La Segunda República Dominicana (1865-1916): Caudillismo, Inestabilidad y Desarrollo Nacional

Publicado el 6 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción: El Retorno a la Soberanía y sus Desafíos

El período comprendido entre 1865 y 1916, conocido como la Segunda República Dominicana, representa una etapa compleja y contradictoria en la historia nacional, marcada por luchas internas, avances económicos y la creciente influencia de potencias extranjeras. Tras el triunfo en la Guerra de la Restauración que puso fin a la Anexión a España, el país enfrentó el enorme desafío de reconstruir sus instituciones y economía mientras intentaba mantener su frágil independencia en un contexto geopolítico adverso. La euforia inicial por la recuperación de la soberanía pronto dio paso a la cruda realidad de un territorio dividido por caudillos regionales, con escasa cohesión nacional y una economía devastada por años de conflicto. Este período, aunque frecuentemente descrito como una época de caos político, sentó las bases para la conformación definitiva del Estado dominicano moderno y presenció importantes transformaciones sociales y económicas que moldearían el destino de la nación.

La Segunda República se caracterizó por la pugna constante entre dos modelos de organización política: por un lado, los sectores que buscaban establecer un gobierno central fuerte capaz de imponer orden y promover el desarrollo económico; por otro, los caudillos regionales que defendían sus privilegios locales y resistían cualquier intento de centralización del poder. Esta tensión se manifestó en una sucesión interminable de revoluciones, cambios de gobierno y modificaciones constitucionales que hicieron de la inestabilidad política una constante durante estas cinco décadas. Sin embargo, paralelamente a este panorama político convulso, comenzaron a surgir importantes cambios económicos y sociales, incluyendo el desarrollo de la industria azucarera moderna, la llegada de inmigrantes caribeños y europeos, y los primeros intentos serios de integración del país al mercado capitalista mundial.

El Caudillismo y la Inestabilidad Política (1865-1879)

La Lucha por el Poder Post-Restauración

Los primeros años de la Segunda República estuvieron dominados por la figura de Gregorio Luperón y los líderes restauradores, quienes intentaron sin éxito establecer un gobierno estable que superara las divisiones heredadas del conflicto independentista. El panorama político de esta época estuvo marcado por la ausencia de instituciones sólidas y el predominio del personalismo, donde los caudillos regionales ejercían un poder casi absoluto en sus territorios, reconociendo sólo nominalmente la autoridad del gobierno central. Esta fragmentación del poder se manifestó en una sucesión de gobiernos efímeros, golpes de estado y revoluciones locales que hacían prácticamente imposible cualquier proyecto nacional de largo alcance.

La Constitución de 1865, redactada tras la Restauración, estableció un sistema federalista que reflejaba esta realidad de poder disperso, concediendo amplias autonomías a las provincias. Sin embargo, lejos de resolver los conflictos, este arreglo institucional los exacerbó al dar marco legal a las ambiciones de los caudillos locales. Figuras como Cesáreo Guillermo en El Seibo, Ulises Heureaux en Puerto Plata, o Ignacio María González en Santo Domingo, se convirtieron en verdaderos señores feudales que controlaban ejércitos privados y manejaban las economías regionales a su antojo. Este período de “cantonalismo”, como lo denominaron algunos historiadores, representó quizás el punto más bajo en el proceso de formación del Estado nacional dominicano, cuando el país parecía más una colección de feudos independientes que una nación unificada.

Los Intentos de Modernización y sus Límites

A pesar del caos político, los gobiernos de este período realizaron notables esfuerzos por modernizar la administración pública y sentar las bases para el desarrollo económico. Durante los llamados “Seis Años de Buenaventura Báez” (1868-1874), se implementaron importantes reformas administrativas, se contrató el primer empréstito internacional para construir infraestructura, y se establecieron las primeras escuelas normales para la formación de maestros. Sin embargo, estos avances se vieron sistemáticamente frustrados por la inestabilidad crónica, la corrupción y la falta de continuidad en las políticas públicas.

Uno de los proyectos más ambiciosos de esta época fue el intento de anexión a Estados Unidos durante el último gobierno de Báez (1874-1878), que incluía el arrendamiento de la Bahía de Samaná como base naval estadounidense. Este plan, aunque finalmente rechazado por el Senado norteamericano, demostraba la desesperación de algunos sectores de la élite dominicana por encontrar soluciones externas a los problemas internos del país. Al mismo tiempo, generó una fuerte reacción nacionalista entre amplios sectores de la población, incluyendo al propio Gregorio Luperón, quien desde su exilio en Puerto Rico lideró la oposición a lo que consideraba una traición a los ideales restauradores.

El Ascenso de Ulises Heureaux y la Dictadura Modernizadora (1880-1899)

La Pacificación Relativa bajo el Gobierno de Lilís

El período de mayor estabilidad política durante la Segunda República ocurrió durante las dos últimas décadas del siglo XIX, dominadas por la figura de Ulises “Lilís” Heureaux. Este antiguo general restaurador, de origen humilde y ascendencia haitiana, logró mediante una combinación de carisma personal, habilidad política y represión despiadada, imponer un grado de orden desconocido hasta entonces en el país. Heureaux gobernó directamente desde 1882 hasta 1884, y luego a través de presidentes títeres hasta 1886, cuando asumió abiertamente la dictadura que mantendría hasta su asesinato en 1899.

El régimen de Lilís representó una paradoja histórica: por un lado, fue una dictadura personalista que eliminó cualquier forma de oposición política mediante el exilio, el encarcelamiento o el asesinato de sus rivales; por otro, impulsó importantes avances en materia de infraestructura, modernización administrativa y desarrollo económico que transformaron significativamente el país. Durante sus gobiernos se construyeron carreteras, puentes y líneas telegráficas que conectaron por primera vez las distintas regiones del territorio; se estableció un sistema bancario moderno; y se promovió activamente la inversión extranjera, especialmente en el sector azucarero que comenzaba su expansión a gran escala.

El Endeudamiento Externo y la Crisis Financiera

El principal legado negativo del heuraxismo fue el enorme endeudamiento externo que hipotecó la economía dominicana por décadas. Para financiar sus proyectos de modernización y mantener su aparato represivo, Heureaux recurrió a constantes empréstitos con bancos europeos y norteamericanos, muchos de ellos en condiciones leoninas que incluían altísimos intereses y garantías sobre las aduanas nacionales. Cuando el dictador fue asesinado en 1899, la deuda externa dominicana ascendía a más de 35 millones de dólares, una suma astronómica para la época que superaba ampliamente la capacidad de pago del país.

Esta crisis financiera, sumada al vacío de poder creado por la muerte de Heureaux, sumió al país en un nuevo período de inestabilidad que facilitaría la posterior intervención norteamericana de 1916. Los gobiernos posteriores a Lilís se vieron obligados a dedicar la mayor parte de sus escasos recursos al servicio de la deuda, descuidando otras áreas fundamentales y generando un creciente descontento social. Al mismo tiempo, las potencias acreedoras, especialmente Estados Unidos, comenzaron a ejercer una influencia cada vez mayor sobre las finanzas y la política dominicana, preparando el terreno para lo que sería el fin de la Segunda República.

Transformaciones Económicas y Sociales (1865-1916)

El Surgimiento de la Industria Azucarera Moderna

Uno de los cambios más significativos durante la Segunda República fue la transformación de la economía dominicana de una base principalmente agropecuaria de subsistencia a una economía más diversificada con un sector exportador dinámico. Este proceso estuvo liderado por el desarrollo de la industria azucarera moderna, que a partir de la década de 1870 comenzó a atraer importantes capitales extranjeros, especialmente cubanos y norteamericanos que huían de las guerras de independencia en Cuba. La introducción de ingenios centrales con tecnología de vapor y ferrocarriles internos revolucionó la producción azucarera, convirtiéndola en el principal rubro de exportación del país.

Este desarrollo industrial tuvo profundas consecuencias sociales. Por un lado, generó empleo y dinamizó regiones antes marginales como San Pedro de Macorís y La Romana; por otro, creó un nuevo proletariado rural compuesto principalmente por inmigrantes cocolos (afroantillanos) que vivían en condiciones de explotación extrema. Las plantaciones azucareras se convirtieron en enclaves casi autónomos dentro del territorio nacional, con sus propias leyes, monedas y sistemas de control social, representando un Estado dentro del Estado que frecuentemente desafiaba la autoridad del gobierno central.

Cambios Demográficos y Surgimiento de Nuevos Actores Sociales

La segunda mitad del siglo XIX presenció importantes transformaciones en la composición demográfica de la República Dominicana. Además de la inmigración cocola vinculada a la industria azucarera, llegaron al país importantes contingentes de europeos (especialmente españoles, italianos y alemanes) y de oriente medio (principalmente libaneses y sirios), que se integraron al comercio y la incipiente industria nacional. Estos grupos, junto con los inmigrantes cubanos y puertorriqueños que llegaron durante las guerras independentistas antillanas, contribuyeron a diversificar una sociedad que hasta entonces había sido predominantemente rural y de base campesina.

Paralelamente, comenzaron a surgir en las ciudades principales una pequeña burguesía comercial y profesional, así como un incipiente movimiento obrero que tendría su primera expresión organizada en las sociedades mutualistas de finales del siglo XIX. Estos nuevos actores sociales, aunque todavía marginales en el panorama político dominado por los caudillos, representaban el germen de cambios más profundos que se manifestarían plenamente en el siglo XX. La sociedad dominicana de 1916 era considerablemente más compleja y diversa que la de 1865, con nuevas tensiones y contradicciones que reflejaban su lenta pero inexorable integración al mundo moderno.

El Camino hacia la Intervención Norteamericana (1900-1916)

La Crisis Política y Financiera del Posheuraxismo

Los primeros años del siglo XX representaron un período de creciente inestabilidad y descomposición del orden político establecido durante el heuraxismo. Sin una figura capaz de imponer su autoridad sobre todo el territorio como lo había hecho Heureaux, el país volvió a fragmentarse en feudos regionales controlados por caudillos militares que se disputaban el poder central. Entre 1899 y 1916, la República Dominicana tuvo 18 presidentes, ninguno de los cuales logró completar su período constitucional, en una sucesión interminable de revoluciones y contrarrevoluciones que hacían ingobernable el país.

Esta inestabilidad política se vio agravada por la crítica situación financiera heredada del heuraxismo. Los sucesivos gobiernos se vieron obligados a dedicar hasta el 80% de sus ingresos aduaneros al servicio de la deuda externa, dejando mínimos recursos para la administración pública, la seguridad interna o las obras de infraestructura. Esta situación llevó a repetidas intervenciones de las potencias acreedoras, especialmente Estados Unidos, que en 1905 estableció un Convenio de Recaudación por el cual se hacía cargo directamente de las aduanas dominicanas para garantizar el pago a los bonistas extranjeros.

La Intervención Norteamericana de 1916 y el Fin de la Segunda República

El creciente caos político y el temor a que las potencias europeas intervinieran para cobrar sus deudas llevaron al gobierno estadounidense a decidir la ocupación militar del país en 1916. Esta intervención, justificada oficialmente como medida para restablecer el orden y garantizar el pago de la deuda externa, marcó el fin definitivo de la Segunda República y el inicio de un período de ocho años de gobierno militar norteamericano que transformaría profundamente las estructuras políticas y económicas del país.

La ocupación encontró inicialmente resistencia armada (especialmente en el este del país), pero la superioridad militar estadounidense pronto impuso un orden basado en la fuerza. Durante los años de intervención se implementaron importantes reformas administrativas y se construyó infraestructura moderna, pero al costo de una pérdida temporal de la soberanía nacional que marcaría profundamente la conciencia política dominicana del siglo XX. Cuando las tropas norteamericanas se retiraron en 1924, dejaron atrás un país muy diferente al de 1916, con instituciones más modernas pero también con una dependencia económica y política de Estados Unidos que se mantendría por décadas.

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