¿Qué conflictos internos marcaron los primeros años de la independencia de Uruguay?

Publicado el 28 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

La frágil independencia y los desafíos iniciales

Los primeros años de la independencia de Uruguay, proclamada en 1825 y reconocida definitivamente en 1828, estuvieron marcados por una serie de conflictos internos que dificultaron la consolidación del Estado. La lucha por el poder entre facciones políticas, las tensiones regionales, las influencias extranjeras y las disputas entre caudillos locales crearon un escenario de inestabilidad constante. Uruguay, entonces conocido como la Provincia Oriental, emergió como un territorio codiciado por los imperios coloniales y las nacientes repúblicas vecinas, lo que agravó sus divisiones internas.

Uno de los principales problemas fue la falta de una identidad nacional cohesionada. La sociedad oriental estaba dividida entre quienes apoyaban a los caudillos locales, como José Artigas, y aquellos que buscaban alianzas con Buenos Aires o Brasil. Además, la economía, basada en la ganadería y el comercio, dependía en gran medida de las potencias extranjeras, lo que generaba tensiones entre los terratenientes y los sectores populares. La ausencia de instituciones sólidas y la rivalidad entre los líderes políticos llevaron a una sucesión de guerras civiles y levantamientos armados que prolongaron la inestabilidad durante décadas.

En este contexto, los conflictos internos no solo reflejaban luchas por el poder, sino también profundas diferencias ideológicas y sociales. Por un lado, estaban los federalistas, que defendían la autonomía de las provincias frente a Buenos Aires, y por otro, los unitarios, que buscaban un gobierno centralizado. Estas tensiones se mezclaron con las ambiciones personales de los caudillos, generando un ciclo de violencia que retrasó el desarrollo político y económico del país.


La herencia de Artigas y el surgimiento del caudillismo

La figura de José Gervasio Artigas fue fundamental en los primeros años de la lucha independentista, pero su legado también dejó divisiones profundas. Artigas lideró el movimiento federalista en la Provincia Oriental, enfrentándose tanto a los realistas como al centralismo de Buenos Aires. Sin embargo, su derrota militar y su exilio en Paraguay en 1820 dejaron un vacío de poder que fue llenado por otros caudillos locales, cada uno con sus propias ambiciones y alianzas.

Tras la independencia formal en 1828, Uruguay quedó bajo la influencia de dos potencias regionales: Argentina y Brasil. La Convención Preliminar de Paz, firmada con mediación británica, estableció las bases para la creación de un Estado independiente, pero no resolvió las tensiones internas. Los caudillos, como Fructuoso Rivera y Manuel Oribe, se convirtieron en figuras centrales de la política uruguaya, representando facciones opuestas. Rivera, fundador del Partido Colorado, simbolizaba a los sectores más liberales y pro-brasileños, mientras que Oribe, líder del Partido Nacional (Blanco), defendía una postura más tradicional y cercana a los federalistas argentinos.

Estas divisiones desencadenaron una serie de guerras civiles, siendo la más larga y destructiva la Guerra Grande (1839-1851), que involucró no solo a las facciones uruguayas, sino también a potencias extranjeras. El conflicto entre colorados y blancos se convirtió en un enfrentamiento regional, con Argentina apoyando a los blancos y Brasil respaldando a los colorados. Esta guerra devastó la economía y la sociedad uruguaya, dejando un país dividido y con una frágil institucionalidad.


La Guerra Grande y sus consecuencias políticas

La Guerra Grande fue el conflicto interno más significativo de los primeros años de la independencia uruguaya. Este enfrentamiento, que duró más de una década, surgió por las rivalidades entre los partidos Colorado y Blanco, pero también por las injerencias de Argentina y Brasil. El gobierno de Fructuoso Rivera (1830-1834 y 1838-1843) fue desafiado por Manuel Oribe, quien, con el apoyo del gobernador argentino Juan Manuel de Rosas, sitió Montevideo en lo que se conoció como la “Defensa de Montevideo”.

La ciudad resistió durante nueve años, convirtiéndose en un símbolo de la resistencia colorada y atrayendo a figuras internacionales como Giuseppe Garibaldi, quien luchó en defensa de la ciudad. Mientras tanto, el resto del país estaba bajo el control de Oribe y sus aliados blancos, lo que generó una división territorial y política conocida como “los dos gobiernos”. Este período de guerra civil profundizó las divisiones sociales y económicas, ya que las campañas fueron devastadas por los combates y el comercio se vio severamente afectado.

La intervención extranjera fue clave para el fin del conflicto. Brasil, temeroso de la influencia de Rosas en la región, se alió con los colorados y, junto a fuerzas argentinas opositoras, derrotó a Oribe en la batalla de Caseros (1852). La paz se restableció con los acuerdos de 1851, pero las rivalidades entre colorados y blancos continuaron marcando la política uruguaya durante décadas.


Conclusión: Un legado de inestabilidad y fragmentación

Los primeros años de la independencia de Uruguay estuvieron marcados por conflictos internos que dificultaron la construcción de un Estado sólido. Las luchas entre caudillos, la influencia extranjera y las divisiones ideológicas entre federalistas y unitarios crearon un escenario de permanente inestabilidad. La Guerra Grande fue el punto culminante de estas tensiones, dejando un país devastado y políticamente dividido.

A pesar de estos desafíos, Uruguay logró eventualmente consolidar sus instituciones y establecer una democracia estable. Sin embargo, las rivalidades entre colorados y blancos, así como la influencia del caudillismo, dejaron una huella profunda en la identidad nacional. Estos conflictos demostraron que la independencia política no era suficiente para garantizar la unidad nacional, y que la construcción de un Estado requería superar no solo las amenazas externas, sino también las divisiones internas.

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