¿Qué papel tuvo la Iglesia Católica durante la independencia de Uruguay?

Publicado el 28 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

La independencia de Uruguay, consolidada en 1828 tras décadas de conflictos entre las potencias coloniales y los movimientos revolucionarios, fue un proceso complejo en el que intervinieron diversos actores políticos, militares y sociales. Entre ellos, la Iglesia Católica desempeñó un papel significativo, aunque no siempre uniforme, debido a su relación con las autoridades coloniales, los líderes independentistas y la sociedad uruguaya de la época. Durante el período colonial, la Iglesia había sido una institución poderosa, aliada a la Corona española, pero con el estallido de las guerras de independencia, su posición se vio tensionada entre el apoyo al régimen colonial y la adaptación a las nuevas realidades políticas. En Uruguay, entonces conocido como la Banda Oriental, el clero no fue ajeno a estos cambios, y su participación varió desde el respaldo a las autoridades españolas hasta la colaboración con figuras como José Artigas, líder del movimiento federalista y independentista.

El contexto religioso en la región estaba marcado por la fuerte presencia de la Iglesia, que controlaba no solo los aspectos espirituales, sino también educativos y sociales. Sin embargo, las ideas ilustradas y liberales que inspiraron las revoluciones independentistas en América Latina también influyeron en algunos sectores del clero, generando divisiones internas. Mientras algunos sacerdotes y obispos mantuvieron una postura conservadora, defendiendo el orden colonial, otros adoptaron posiciones más reformistas o incluso revolucionarias. En Uruguay, este conflicto se manifestó en la participación de religiosos en la vida política, la legitimación o rechazo de los nuevos gobiernos, y el papel de la Iglesia como mediadora en algunos momentos clave del proceso independentista.

Además, la Iglesia Católica en la Banda Oriental enfrentó desafíos como la escasez de sacerdotes, la influencia de las órdenes religiosas y las tensiones entre las autoridades eclesiásticas y los líderes militares independentistas. A medida que avanzaba la lucha por la independencia, la institución tuvo que redefinir su lugar en la nueva sociedad que emergía. Este análisis busca explorar en profundidad el rol de la Iglesia Católica durante este período, examinando su influencia política, su relación con los caudillos locales y su adaptación a los cambios que trajo consigo la emancipación uruguaya.

La Iglesia Católica en el Período Colonial

Antes de analizar su papel durante la independencia, es fundamental comprender la posición de la Iglesia Católica en la Banda Oriental durante la época colonial. Desde la fundación de Montevideo en 1724, la Iglesia tuvo un rol central en la organización social y política de la región. Las órdenes religiosas, como los franciscanos y los jesuitas (hasta su expulsión en 1767), fueron responsables de la evangelización de los indígenas y de la educación de la población criolla. La Iglesia también administraba hospitales, registros parroquiales y obras de caridad, consolidándose como una institución indispensable para el funcionamiento de la sociedad colonial. Sin embargo, su poder estaba estrechamente vinculado al Estado español, ya que la Corona ejercía el Patronato Real, un derecho que le permitía intervenir en los asuntos eclesiásticos, como el nombramiento de obispos y la construcción de iglesias.

Esta relación simbiótica entre la Iglesia y el Estado colonial implicó que, cuando comenzaron los movimientos independentistas a principios del siglo XIX, muchos miembros del clero se mostraran reacios a apoyar las causas revolucionarias. El alto clero, en particular, tendía a ser conservador y leal a España, ya que su autoridad dependía del sistema colonial. Sin embargo, en las capas más bajas del clero, especialmente entre los curas rurales y los sacerdotes criollos, había mayor receptividad hacia las ideas de autonomía y libertad. Estos religiosos estaban más cerca de la población local y, en muchos casos, compartían sus aspiraciones políticas. Esta división dentro de la Iglesia se hizo evidente durante las invasiones inglesas (1806-1807) y, posteriormente, durante el levantamiento artiguista, cuando algunos sacerdotes apoyaron abiertamente la causa independentista, mientras otros permanecieron fieles a la Corona.

La Iglesia y el Proceso Revolucionario (1810-1820)

Con el estallido de la Revolución de Mayo en Buenos Aires en 1810, el movimiento independentista se extendió rápidamente a la Banda Oriental. José Artigas emergió como el principal líder de la región, promoviendo no solo la independencia de España, sino también un proyecto federalista que buscaba autonomía para las provincias del Río de la Plata. Durante este período, la Iglesia Católica en Uruguay enfrentó un dilema: mientras las autoridades eclesiásticas superiores, como el Obispado de Buenos Aires, mantenían una postura ambivalente o incluso hostil hacia los revolucionarios, algunos sacerdotes locales se unieron activamente a la causa de Artigas. Un ejemplo notable fue el del presbítero Dámaso Antonio Larrañaga, quien no solo apoyó la revolución, sino que también participó en la redacción de documentos políticos y en la organización del Congreso de Tres Cruces en 1813, donde se proclamó la independencia de la Banda Oriental.

Por otro lado, la jerarquía eclesiástica más conservadora, representada por figuras como el obispo Benito Lué y Riega, se opuso firmemente a los movimientos insurgentes, excomulgando a quienes desafíaran la autoridad real. Esta división reflejaba un conflicto más amplio en toda América Latina, donde la Iglesia se debatía entre la lealtad al orden establecido y la necesidad de adaptarse a los cambios políticos. En Uruguay, el avance de las tropas portuguesas en 1816, que invadieron la Banda Oriental con el pretexto de restaurar el orden, complicó aún más la situación para la Iglesia. Muchos religiosos tuvieron que elegir entre colaborar con las fuerzas de ocupación o resistir junto a los líderes locales, lo que generó tensiones internas y, en algunos casos, persecuciones contra clérigos independentistas.

Conclusión

En definitiva, el papel de la Iglesia Católica durante la independencia de Uruguay fue complejo y multifacético. Si bien inicialmente mantuvo una postura cercana al poder colonial, con el tiempo sectores del clero se sumaron a la causa revolucionaria, influenciados por las ideas liberales y su conexión con las aspiraciones populares. La Iglesia no fue un bloque monolítico, sino una institución dividida entre intereses políticos y lealtades contradictorias. Su legado en este período sigue siendo un tema de debate historiográfico, pero es indudable que su influencia en la formación de la identidad nacional uruguaya fue significativa.

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