¿Qué propuestas Económicas suelen defender los Partidos de Ultraderecha?

Publicado el 26 mayo, 2025 por Rodrigo Ricardo

Los partidos de ultraderecha han ganado relevancia en el escenario político global en las últimas décadas, no solo por su discurso nacionalista y antiinmigración, sino también por sus propuestas económicas, que suelen combinar proteccionismo, reducción del Estado de bienestar y un enfoque en la soberanía nacional. Estas formaciones políticas, aunque varían según el contexto geográfico, comparten ciertos principios económicos que buscan diferenciarse de las políticas neoliberales tradicionales y de las agendas progresistas. En este análisis, exploraremos las principales propuestas económicas defendidas por la ultraderecha, examinando cómo estas ideas impactan en el mercado laboral, el comercio internacional, la fiscalidad y el rol del Estado en la economía.

Uno de los pilares fundamentales de la economía ultraderechista es el nacionalismo económico, que prioriza los intereses nacionales sobre los acuerdos globales. Esto se traduce en políticas comerciales restrictivas, como aranceles elevados a las importaciones y subsidios a industrias locales, con el objetivo de proteger el empleo nacional. Además, muchos partidos de ultraderecha promueven la desregulación de ciertos sectores económicos, argumentando que la burocracia estatal frena el crecimiento, al mismo tiempo que defienden un Estado fuerte en áreas como la seguridad y el control migratorio. Esta aparente contradicción refleja una visión selectiva de la intervención estatal, donde el gobierno actúa con firmeza en temas identitarios pero reduce su participación en la economía productiva.

Otro aspecto clave es su postura frente a la globalización, que suelen rechazar por considerarla una amenaza a la identidad nacional y al empleo local. Frente a organismos supranacionales como la Unión Europea o tratados de libre comercio, los partidos de ultraderecha abogan por recuperar el control de las decisiones económicas, incluso si eso implica romper alianzas internacionales. Sin embargo, esta retórica anti-globalización no siempre se traduce en políticas concretas, ya que muchos de estos partidos mantienen vínculos con grandes corporaciones que se benefician de mercados abiertos. A continuación, profundizaremos en cada una de estas propuestas, analizando sus implicaciones y contradicciones.

Nacionalismo Económico y Proteccionismo

El nacionalismo económico es una de las banderas más recurrentes en los discursos de la ultraderecha. Esta ideología sostiene que los intereses nacionales deben prevalecer sobre los acuerdos internacionales, lo que se materializa en medidas como aranceles a productos extranjeros, subsidios a empresas locales y restricciones a la inversión foránea. El argumento central es que estas políticas protegen el empleo y evitan la desindustrialización, especialmente en sectores estratégicos como la manufactura y la agricultura. Sin embargo, los críticos señalan que el proteccionismo puede generar represalias comerciales, encarecer los productos para los consumidores y reducir la competitividad de las empresas nacionales al aislarlas de las innovaciones globales.

En Europa, partidos como el Rassemblement National (Francia) o Alternativa para Alemania (AfD) han abogado por renegociar los tratados de la Unión Europea para recuperar el control de las políticas comerciales. En Estados Unidos, durante la presidencia de Donald Trump, se implementaron aranceles a productos chinos y se renegoció el TLCAN bajo el argumento de proteger la industria nacional. No obstante, estudios económicos indican que estas medidas tuvieron un impacto mixto: mientras algunos sectores, como el acero, se beneficiaron temporalmente, otros, como el agrícola, sufrieron pérdidas debido a las represalias comerciales. A pesar de esto, la retórica proteccionista sigue siendo atractiva para un electorado que percibe la globalización como una amenaza a su estabilidad laboral.

Además del comercio, el nacionalismo económico de la ultraderecha también se manifiesta en políticas migratorias restrictivas, bajo la premisa de que los trabajadores extranjeros deprimen los salarios locales. Esto ha llevado a propuestas como cuotas migratorias más estrictas y la priorización de mano de obra nacional en contrataciones públicas. Sin embargo, economistas advierten que, en sociedades envejecidas como las europeas, la migración puede ser necesaria para sostener el sistema de pensiones y cubrir puestos de trabajo en sectores con escasez de mano de obra. Pese a ello, los partidos de ultraderecha insisten en vincular la migración con el desempleo, una narrativa que, aunque cuestionada por datos empíricos, sigue resonando en amplios sectores de la población.

Reducción del Estado de Bienestar y Fiscalidad

Aunque algunos partidos de ultraderecha se presentan como defensores de las clases trabajadoras, sus propuestas fiscales suelen alinearse con recortes al gasto social y bajadas de impuestos, especialmente para las grandes empresas y los grupos de altos ingresos. Este enfoque se justifica bajo el argumento de que un Estado menos intervencionista fomenta el crecimiento económico y la creación de empleo. Sin embargo, esta postura entra en conflicto con su retórica proteccionista, ya que la reducción de impuestos a las corporaciones puede beneficiar a empresas multinacionales en detrimento de los negocios locales.

En países como Brasil, durante el gobierno de Jair Bolsonaro, se impulsaron reformas para flexibilizar las leyes laborales y reducir impuestos, con el objetivo de atraer inversiones. No obstante, estas medidas no siempre se tradujeron en mejoras para los trabajadores, ya que la precarización laboral aumentó y los servicios públicos, como la salud y la educación, sufrieron recortes presupuestarios. Situaciones similares se han visto en Europa, donde partidos como Vox (España) o la Lega (Italia) promueven una menor intervención estatal en la economía, al mismo tiempo que buscan mantener subsidios para sectores tradicionales como la agricultura.

Paradójicamente, mientras la ultraderecha aboga por menos impuestos, también exige un Estado fuerte en áreas como la seguridad y el control fronterizo, lo que requiere un gasto público significativo. Esta contradicción refleja una visión selectiva del rol del Estado, donde se recorta en servicios sociales pero se aumenta el presupuesto en defensa y policía. Además, muchos de estos partidos rechazan políticas redistributivas, argumentando que las ayudas sociales fomentan la dependencia, una postura que contrasta con su discurso de protección a la “clase trabajadora autóctona”.

Desregulación Laboral y Flexibilización del Mercado de Trabajo

Una de las propuestas económicas más recurrentes en los programas de la ultraderecha es la flexibilización de las leyes laborales, con el argumento de que la rigidez normativa frena la creación de empleo y la competitividad empresarial. Estos partidos suelen defender la reducción de indemnizaciones por despido, la ampliación de los contratos temporales y la limitación del poder sindical, presentando estas medidas como necesarias para dinamizar la economía. Sin embargo, los críticos argumentan que estas políticas generan precarización laboral, disminuyen el poder de negociación de los trabajadores y aumentan la desigualdad salarial.

En países como España, partidos como Vox han propuesto reformas laborales que faciliten el despido y reduzcan las cotizaciones sociales para las pequeñas empresas, asegurando que esto incentivará la contratación. Sin embargo, estudios económicos muestran que la desregulación laboral no siempre conduce a una mayor creación de empleo estable, sino que puede incrementar la inestabilidad laboral y el subempleo. Además, mientras la ultraderecha promueve estas medidas, su discurso suele vincular el desempleo a la inmigración, obviando factores estructurales como la automatización o la deslocalización empresarial.

Otro aspecto controvertido es su postura frente a los salarios mínimos. Muchos partidos de ultraderecha se oponen a aumentos del salario mínimo interprofesional, argumentando que perjudica a las pymes y fomenta la economía informal. Sin embargo, esta posición contrasta con su retórica de defensa de la “clase trabajadora nacional”, lo que genera críticas por parte de sindicatos y organizaciones sociales. Paradójicamente, en algunos casos, estos mismos partidos apoyan subsidios selectivos para ciertos sectores (como la agricultura o la industria pesada), lo que demuestra un enfoque desigual en sus políticas económicas.

Rechazo a la Globalización y Soberanía Económica

El euroescepticismo y el rechazo a los acuerdos comerciales multilaterales son rasgos distintivos de la ultraderecha en Europa y otras regiones. Partidos como el Frente Nacional en Francia o el UKIP en el Reino Unido han basado parte de su éxito político en la oposición a la Unión Europea, acusándola de erosionar la soberanía económica de los Estados miembros. El Brexit, impulsado en gran medida por sectores ultranacionalistas, es el ejemplo más claro de esta tendencia, aunque sus consecuencias económicas han sido ampliamente debatidas, con efectos negativos en el comercio y la inversión británica.

Más allá de Europa, figuras como Donald Trump en EE.UU. o Jair Bolsonaro en Brasil impulsaron políticas económicas basadas en el “América First” o el “Brasil acima de tudo”, rechazando organismos internacionales como la OMC o el Acuerdo de París sobre cambio climático. Estas posturas, aunque populares entre sectores desencantados con la globalización, han generado incertidumbre en los mercados y, en algunos casos, represalias comerciales que perjudican a las exportaciones nacionales.

Sin embargo, existe una contradicción en este discurso: mientras la ultraderecha critica la globalización, muchos de sus líderes mantienen vínculos con grandes corporaciones multinacionales que se benefician de mercados abiertos. Esta dualidad revela que su oposición a la globalización no siempre es ideológica, sino estratégica, buscando capitalizar el malestar popular sin necesariamente romper con los intereses del gran capital.

Privatizaciones Selectivas y Control Estatal en Sectores Estratégicos

Aunque la ultraderecha suele defender un Estado mínimo en términos de bienestar social, en muchos casos apoya un fuerte intervencionismo estatal en sectores considerados estratégicos, como la defensa, la energía o las infraestructuras. Esta postura se justifica bajo el argumento de la “seguridad nacional”, priorizando el control interno sobre criterios de eficiencia económica.

En países como Hungría, el gobierno de Viktor Orbán ha promovido la nacionalización de sectores clave, como la banca y los medios de comunicación, al mismo tiempo que impulsa políticas de austeridad en educación y sanidad. Este modelo, conocido como “capitalismo nacional”, combina un discurso antiélite con prácticas que favorecen a grupos empresariales afines al poder.

En otros casos, como en Italia, la Lega ha defendido la privatización de empresas públicas no estratégicas, pero al mismo tiempo ha exigido mayor proteccionismo para la industria nacional. Este doble rasero demuestra que la ultraderecha no rechaza el intervencionismo estatal per se, sino que lo aplica de manera selectiva, según convenga a sus intereses políticos y económicos.

Conclusión: ¿Coherencia o Oportunismo en las Políticas Económicas de la Ultraderecha?

Las propuestas económicas de los partidos de ultraderecha presentan contradicciones significativas: defienden el proteccionismo pero favorecen a grandes empresas, promueven la desregulación laboral pero se presentan como defensores de los trabajadores nacionales, y rechazan la globalización mientras mantienen alianzas con élites económicas transnacionales.

Estas incoherencias sugieren que su agenda económica no responde a un modelo ideológico sólido, sino a un discurso adaptativo que busca capitalizar el descontento popular sin comprometerse con transformaciones estructurales. Aunque su retórica antiestablishment resuena en sectores afectados por la desigualdad y la precariedad, sus políticas concretas suelen beneficiar a los mismos grupos de poder que dicen combatir.

En definitiva, el éxito electoral de la ultraderecha no se basa en la solidez de sus propuestas económicas, sino en su capacidad para explotar miedos identitarios y malestar social, ofreciendo soluciones simplistas a problemas complejos. Su impacto real en la economía depende, en gran medida, de la capacidad de las sociedades para discernir entre el discurso y las prácticas efectivas de estos movimientos.

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