Teoría de la seguridad ontológica (Anthony Giddens)

Publicado el 4 junio, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción a la Teoría de la Seguridad Ontológica

La Teoría de la Seguridad Ontológica, desarrollada por el sociólogo británico Anthony Giddens, es un marco conceptual clave para comprender cómo los individuos construyen y mantienen un sentido de estabilidad en un mundo en constante cambio. Esta teoría, enmarcada dentro de su obra más amplia sobre la modernidad y la identidad, analiza cómo las personas buscan certidumbre en medio de las incertidumbres estructurales de las sociedades contemporáneas. Giddens argumenta que la seguridad ontológica no se refiere únicamente a la ausencia de peligro físico, sino a una confianza básica en la continuidad de la vida cotidiana, sustentada en rutinas, instituciones sociales y relaciones interpersonales.

En un contexto donde la globalización y la digitalización han transformado las estructuras tradicionales, la seguridad ontológica adquiere especial relevancia. Las personas dependen de marcos de referencia estables—como las normas culturales, las instituciones y las relaciones de confianza—para navegar en un entorno social cada vez más complejo. Cuando estos marcos se ven amenazados, ya sea por crisis económicas, cambios tecnológicos abruptos o desastres naturales, los individuos pueden experimentar ansiedad existencial y una pérdida de sentido de pertenencia.

Giddens sostiene que la modernidad tardía ha exacerbado estas inseguridades debido a la reflexividad institucional, donde las tradiciones ya no proporcionan certezas absolutas. En su lugar, los individuos deben construir activamente sus biografías en un mundo donde las opciones son múltiples pero las garantías son escasas. Este artículo explorará en profundidad los fundamentos de la teoría, sus implicaciones en la vida cotidiana y su relevancia en el mundo actual.


Fundamentos Teóricos de la Seguridad Ontológica

Para comprender plenamente la seguridad ontológica, es necesario situarla dentro del marco teórico más amplio de Anthony Giddens, particularmente en su análisis de la estructuración social y la modernidad reflexiva. Giddens rechaza la dicotomía clásica entre individuo y sociedad, proponiendo en su lugar que ambos se co-constituyen a través de prácticas sociales recurrentes. La seguridad ontológica emerge, entonces, como un producto de rutinas diarias que proporcionan orden y predictibilidad.

Un elemento central de esta teoría es el concepto de “confianza básica”, que se desarrolla en la infancia a través de la relación con los cuidadores primarios. Esta confianza inicial se extrapola luego a las instituciones sociales (como el gobierno, el sistema educativo o las normas culturales), permitiendo a los individuos actuar en el mundo sin estar paralizados por la duda constante. Sin embargo, en sociedades modernas, donde las instituciones son cada vez más cuestionadas, esta confianza puede erosionarse, generando incertidumbre existencial.

Giddens también introduce la noción de “mecanismos de protección” que las personas utilizan para mantener su seguridad ontológica. Estos incluyen desde rituales cotidianos (como horarios fijos de trabajo o prácticas religiosas) hasta la adhesión a ideologías políticas o sistemas de creencias que proporcionan un marco interpretativo estable. Cuando estos mecanismos fallan—como en situaciones de crisis económica o desastres naturales—, los individuos pueden experimentar desorientación y ansiedad, lo que Giddens denomina “inseguridad ontológica”.

Este marco teórico no solo es relevante para la sociología, sino también para disciplinas como la psicología social, los estudios culturales y la teoría política, ya que ayuda a explicar fenómenos como el auge de los nacionalismos, la adhesión a teorías conspirativas o la dependencia de redes sociales para validar la identidad personal.


Seguridad Ontológica en la Era Digital

La irrupción de la tecnología digital ha transformado radicalmente los mecanismos tradicionales de seguridad ontológica, generando nuevos desafíos y oportunidades. Por un lado, las redes sociales y las plataformas digitales proporcionan nuevas formas de conexión y validación identitaria; por otro, también contribuyen a la fragmentación de las narrativas personales y colectivas. Giddens no anticipó el impacto de Internet en su teoría original, pero sus conceptos pueden aplicarse para entender cómo las personas navegan en un mundo hiperconectado pero emocionalmente inestable.

Una de las paradojas de la era digital es que, si bien ofrece múltiples opciones para construir identidad, también genera una sobrecarga de información que puede socavar la seguridad ontológica. Las personas están expuestas a narrativas contradictorias, noticias falsas y presiones constantes para curar una imagen pública idealizada, lo que puede llevar a lo que algunos autores llaman “ansiedad digital”. Además, la velocidad del cambio tecnológico—desde la inteligencia artificial hasta la automatización laboral—cuestiona las certezas tradicionales sobre el empleo, la privacidad y hasta la realidad misma (como en el caso de los deepfakes).

Sin embargo, también existen estrategias adaptativas que refuerzan la seguridad ontológica en este contexto. Por ejemplo, muchas personas encuentran estabilidad en comunidades en línea que comparten sus valores, o en plataformas que ofrecen cursos y certificaciones para mantenerse relevantes en un mercado laboral cambiante. La clave, desde la perspectiva de Giddens, es que los individuos logren integrar estas nuevas realidades en sus rutinas sin perder su sentido de continuidad identitaria.

Este análisis sugiere que, aunque la tecnología ha alterado los mecanismos tradicionales de seguridad ontológica, la necesidad humana de certidumbre y pertenencia sigue siendo la misma. La diferencia radica en los nuevos rituales y estructuras que emergen para satisfacer esa necesidad en un mundo digitalizado.

Críticas a la Teoría de la Seguridad Ontológica

Aunque la Teoría de la Seguridad Ontológica de Anthony Giddens ha sido ampliamente reconocida por su aporte a la sociología contemporánea, no está exenta de críticas. Diversos académicos han señalado limitaciones en su enfoque, especialmente en lo que respecta a su aplicabilidad en contextos no occidentales, su posible determinismo estructural y su tratamiento de las emociones humanas.

Una de las principales objeciones es que Giddens desarrolla su teoría desde una perspectiva eurocéntrica, asumiendo que las dinámicas de la modernidad tardía operan de la misma manera en todas las sociedades. Sin embargo, en culturas donde las estructuras comunitarias y familiares son más fuertes que las instituciones abstractas (como en muchas sociedades latinoamericanas, africanas o asiáticas), la seguridad ontológica puede depender menos de las rutinas individuales y más de redes colectivas de apoyo. Además, en contextos de pobreza extrema o violencia estructural, la idea de “confianza básica” en las instituciones resulta problemática, ya que el Estado y otras entidades suelen ser fuentes de inseguridad más que de estabilidad.

Otra crítica relevante es que Giddens tiende a sobreestimar la capacidad de agencia individual en la construcción de seguridad ontológica. Autores como Zygmunt Bauman argumentan que, en la “modernidad líquida”, las estructuras sociales son tan volátiles que las personas tienen poca capacidad para anclarse en rutinas estables. La precarización laboral, la migración forzada y la erosión de los vínculos sociales tradicionales hacen que la seguridad ontológica sea un lujo al que no todos pueden acceder. En este sentido, la teoría podría estar ignorando las desigualdades estructurales que condicionan las posibilidades de construir una vida predecible.

Finalmente, algunos psicólogos sociales han señalado que Giddens no profundiza lo suficiente en el rol de las emociones en la seguridad ontológica. Mientras que su teoría se centra en aspectos cognitivos y estructurales, fenómenos como el miedo, la nostalgia o el resentimiento político también juegan un papel crucial en cómo las personas perciben su lugar en el mundo. Estudios recientes sobre populismo, por ejemplo, muestran que líderes autoritarios explotan precisamente estas emociones para ofrecer una falsa seguridad ontológica mediante discursos de orden y tradición.

A pesar estas críticas, la teoría sigue siendo un marco útil para analizar las tensiones entre individuo y sociedad en la era contemporánea. Sin embargo, su aplicación requiere adaptaciones que consideren la diversidad cultural, las desigualdades económicas y la dimensión emocional de la experiencia humana.


Aplicaciones Prácticas de la Teoría en Políticas Públicas

La Teoría de la Seguridad Ontológica no es solo un constructo académico; tiene implicaciones concretas para el diseño de políticas públicas, especialmente en áreas como salud mental, educación y cohesión social. Entender cómo las personas construyen estabilidad en sus vidas permite a los gobiernos y organizaciones intervenir de manera más efectiva en contextos de crisis o transición.

En el ámbito de la salud mental, por ejemplo, investigaciones han demostrado que la ruptura de rutinas—como en casos de desempleo, divorcio o migración—puede generar inseguridad ontológica, manifestándose en depresión, ansiedad o conductas adictivas. Programas de reinserción laboral que no solo ofrezcan empleo, sino también rituales de reintegración social (como mentorías o espacios de socialización), podrían ser más efectivos que enfoques puramente económicos. De igual forma, en el tratamiento de adicciones, terapias que restauran estructuras diarias de significado—como el modelo de “comunidades terapéuticas”—han mostrado mayor éxito que intervenciones aisladas.

En educación, la teoría sugiere que los sistemas escolares deben equilibrar innovación pedagógica con estructuras predecibles, especialmente en entornos vulnerables. Escuelas en zonas marginadas, donde los estudiantes enfrentan caos en sus hogares, pueden actuar como “anclas ontológicas” al proporcionar horarios consistentes, figuras de apego estables y narrativas de futuro compartido. Finlandia, por ejemplo, ha implementado con éxito políticas que reducen la incertidumbre educativa—como comedores gratuitos y apoyo psicológico continuo—, lo que se correlaciona con altos niveles de bienestar estudiantil.

Finalmente, en políticas urbanas, el diseño de ciudades que fomenten interacciones repetidas y espacios de confianza (como parques, bibliotecas o centros comunitarios) puede mitigar la alienación típica de las metrópolis modernas. Proyectos como los “barrios de 15 minutos” en París—donde servicios esenciales están a corta distancia—no solo mejoran la eficiencia, sino que reconstruyen el tejido social necesario para la seguridad ontológica.


Conclusiones: La Vigencia de la Teoría en un Mundo Incierto

La Teoría de la Seguridad Ontológica de Anthony Giddens sigue siendo una herramienta poderosa para analizar los desafíos de la vida moderna, desde la ansiedad generada por las redes sociales hasta la erosión de las instituciones tradicionales. Su principal aporte es recordarnos que los seres humanos no solo necesitan seguridad material, sino también marcos simbólicos y relacionales que den coherencia a su existencia.

Sin embargo, como hemos visto, la teoría debe adaptarse para incorporar críticas sobre su universalidad y para abordar fenómenos emergentes—como la inteligencia artificial o el cambio climático—que redefinen lo que significa “pertenecer” en el siglo XXI. Futuras investigaciones podrían explorar, por ejemplo, cómo las criptocomunidades o los espacios virtuales persistentes (como el metaverso) están creando nuevas formas de seguridad ontológica descentralizada.

En un mundo donde las certezas escasean, entender estos mecanismos no es solo académicamente relevante, sino urgente para construir sociedades más resilientes. La seguridad ontológica, al fin y al cabo, es el cimiento invisible sobre el cual descansa nuestra capacidad para innovar, cooperar y, en última instancia, ser humanos.

Articulos relacionados