Cognición espacial: Definición y ejemplos

Publicado el 15 diciembre, 2023 por Rodrigo Ricardo

¿Qué es la cognición espacial?

Cognición espacial emplea más de una sola habilidad. Gracias al hipocampo del cerebro, la cognición espacial nos permite navegar con facilidad por estructuras complejas dentro de nuestro entorno. Esta capacidad, llamada reconocimiento espacial, es el proceso mediante el cual nuestro cerebro analiza y comprende tareas espaciales como la orientación de objetos, el movimiento, la percepción de profundidad y la geometría. relación que comparten ciertos objetos. La cognición espacial también puede referirse a nuestras relaciones sociales. Por ejemplo, tener conciencia de quienes nos rodean puede afectar directamente a nuestro comportamiento en determinadas situaciones sociales. Sin esta importante habilidad cognitiva, las tareas cotidianas como conducir un automóvil, navegar en una habitación llena de gente o escribir en un teclado serían tareas difíciles de realizar.

Elementos de la cognición espacial

Los elementos de la cognición espacial que conforman su complejo marco incluyen habilidades visuoespaciales, percepción, memoria espacial (la capacidad de recordar dónde están lugares y objetos en relación con uno mismo), resolución de problemas y razonamiento. Cada elemento se divide en dos categorías: mapeo retinotópico y razonamiento espacial. Todo lo visual comienza en el ojo. El mapeo retinotópico recopila información visual de un entorno y canaliza esos datos hacia vías neuronales para que nuestro cerebro luego los decodifique como imágenes significativas. Conocido como wayfinding, este importante paso nos permite mapear nuestro entorno mientras utilizamos procesos cognitivos para planificar rutas y navegar por nuestro entorno con lógica y razonamiento.

Procesos cognitivos en la cognición espacial

Una vez que los datos visuales del ojo se convierten en nuevas vías neuronales en el cerebro (mapeo cognitivo), se emplea el razonamiento espacial. Esta habilidad se aparta del mapeo retinotópico autónomo y, en cambio, involucra habilidades individuales como la resolución de problemas, la memoria de trabajo, la percepción de profundidad y la orientación a objetos. Para completar tareas espaciales como navegar por un mapa, la información proveniente de estímulos visuales debe pasar por un proceso cognitivo que llega a un punto final derivado de las habilidades de razonamiento individual.

La capacidad de procesar información sobre nuestro entorno (en particular, dónde estamos en relación con otras personas y objetos) influye en el comportamiento de una manera de la que no siempre somos plenamente conscientes. Planificar una ruta al trabajo, por ejemplo, utiliza la representación espacial-mental extrayendo detalles recopilados de nuestra memoria espacial. Encontrar una ruta que sea más rápida para llegar al trabajo, con menos luces o evitando obras emplea la lógica y el razonamiento como estrategias de navegación.

La formación de una representación mental, como una ruta al trabajo, comienza con el deseo o la creencia de que un entorno debe verse de cierta manera. En este ejemplo, el individuo imaginaría una ruta rápida y sin tráfico para ir al trabajo. Luego, el individuo recurre a su memoria espacial y de navegación para planificar una ruta o rutas específicas que se ajusten al resultado ideal que está buscando. En este caso, se utiliza el razonamiento espacial conceptualizando cada vía, semáforo, paso de peatones y zona escolar y cuántos giros se utilizan en cada ruta para deducir el camino más rápido al trabajo. Este razonamiento se hace aparentemente de forma automática y estas habilidades a menudo se dan por sentado como algo que nos resulta natural. Sin embargo, sin cognición espacial, sería bastante difícil formar representaciones mentales de nuestro entorno. Sin memoria espacial, uno no sería capaz de recordar dónde se encuentran ciertos obstáculos en su ruta planificada, y sin habilidades refinadas de razonamiento y resolución de problemas, llegar a la ruta más rápida resultaría un desafío.

Diferencias individuales en cognición espacial

Como ocurre con todas las capacidades de los humanos, la cognición espacial varía según la demografía de la edad, el género y los factores ambientales que afectan la personalidad y el desarrollo. Hombres y mujeres, por ejemplo, tienden a tener diferentes capacidades de memoria de trabajo visuoespacial, y los hombres presentan una mayor probabilidad de utilizar con éxito la memoria de trabajo y combinar esa capacidad con la navegación en un entorno específico. Si bien los hombres tienden a superar a las mujeres en habilidades visuoespaciales, las mujeres son mucho más aptas en los aspectos verbales de la cognición espacial, como estrategias de rutas y orientación geográfica.

La edad es otro factor en las diferencias individuales que influyen en la cognición espacial. El proceso de envejecimiento afecta muchos aspectos de la cognición humana, incluida la memoria de trabajo, el razonamiento, la resolución de problemas y la percepción de profundidad, todos ellos utilizados en la cognición espacial. Recordar dónde están los objetos en un espacio conocido es un ejemplo de cognición espacial que a veces se ve muy afectada en los adultos mayores.

Ciertos factores ambientales también influyen en la cognición espacial, como la educación, el trauma, los círculos sociales y condiciones preexistentes como la demencia o la ansiedad. Gran parte de nuestro estado mental está entrelazado con la forma en que percibimos nuestro entorno. Un individuo con un trastorno de ansiedad, por ejemplo, podría ser muy consciente de cuántas personas hay en un área y dónde se encuentra cada salida posible dentro de su entorno.

Ejemplos de cognición espacial

La cognición espacial es un término que casi nunca escuchamos en las conversaciones cotidianas, pero lo usamos constantemente. La conciencia del tamaño de nuestro vehículo al estacionarnos, hacer la maleta para las vacaciones, medir los ingredientes de una receta y leer instrucciones para llegar a un lugar en el que nunca hemos estado antes, todo ello emplea las habilidades que encarnan la cognición espacial. Sin navegar con éxito en nuestro entorno, ya sea que estemos orientándonos en una habitación pequeña o en una gran ciudad, las tareas que se han convertido en algo natural resultarían difíciles o incluso imposibles en la vida cotidiana.

Resumen de la lección

Tareas espaciales que requieren que naveguemos por un entorno, como la orientación de objetos, la percepción de profundidad, la autoconciencia y las relaciones geométricas, todas utilizan cognición espacial. Esta capacidad, llamada reconocimiento espacial, se compone de habilidades complejas a las que los humanos se han adaptado durante cientos de años, no sólo para navegar con éxito en nuestro entorno, sino también para utilizar la lógica y el razonamiento para extraer un resultado beneficioso gracias a esta navegación. Usamos la cognición espacial a diario, desde planificar una ruta al trabajo hasta preparar las loncheras para nuestros hijos. Estas habilidades surgen de forma natural e instintiva.

No todos usamos la cognición espacial de la misma manera. Dependiendo del estilo de vida, la edad, el género y la personalidad, cultivar los datos que provienen de nuestro entorno y utilizarlos de manera ventajosa nos permite planificar nuestras vidas dentro de ciertos entornos que nos convienen como individuos. Aunque es posible que no pensemos conscientemente en la cognición espacial, esta capacidad es en gran medida una conexión innata entre mente y cuerpo. Comenzando visualmente por el ojo, lo que percibimos en nuestro entorno se convierte en un rompecabezas que nuestra mente debe decodificar y navegar. Este proceso recuerda habilidades como orientación (la capacidad de cultivar una ruta utilizando el razonamiento espacial), la memoria espacial y las representaciones mentales de nuestro entorno para poder navegar por nuestro camino a través de la vida, un entorno a la vez.

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