Fundación de la Real y Pontificia Universidad de México: Origen y Legado Cultural

Publicado el 10 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción: El Contexto Histórico de la Primera Universidad en América

La fundación de la Real y Pontificia Universidad de México en 1551 marcó un hito fundamental en la historia educativa y cultural no solo de Nueva España, sino de todo el continente americano. Esta institución surgió en un momento de transformación profunda, donde la Corona española buscaba consolidar su dominio no solo político y económico, sino también intelectual y religioso. La universidad se erigió como un centro de formación para las élites criollas y peninsulares, pero también como un instrumento de evangelización y control ideológico. Su creación respondió a la necesidad de contar con un espacio académico que rivalizara con las grandes universidades europeas, como Salamanca o Bolonia, y que permitiera formar a los futuros líderes de la colonia en teología, derecho, medicina y artes.

El proceso de fundación no fue sencillo, ya que involucró negociaciones entre la Iglesia y la Corona, así como la aprobación papal. La bula Exponi nobis fecisti, emitida por el papa Julio III en 1551, otorgó el carácter pontificio a la institución, mientras que el rey Carlos I de España (y V del Sacro Imperio Romano Germánico) concedió el título de “Real”. Este doble reconocimiento le dio a la universidad un prestigio sin precedentes en el Nuevo Mundo. Además, su modelo educativo se basó en el esquema medieval de las universidades europeas, con un fuerte énfasis en la escolástica y el pensamiento aristotélico, aunque con el tiempo incorporó corrientes humanistas y científicas.

La importancia de esta institución radica no solo en su antigüedad, sino en su papel como semillero de intelectuales que influyeron en el desarrollo de la sociedad novohispana. Desde sus aulas surgieron teólogos, juristas y científicos que contribuyeron al debate intelectual de la época. Asimismo, la universidad fue un espacio donde se discutieron temas cruciales, como los derechos de los indígenas, la legitimidad de la conquista y la naturaleza del gobierno colonial. Su legado perdura hasta hoy, ya que sentó las bases del sistema universitario moderno en México y América Latina.

Los Antecedentes: La Educación Superior en la Nueva España

Antes de la fundación de la Real y Pontificia Universidad de México, la educación superior en Nueva España estaba principalmente en manos de las órdenes religiosas, que habían establecido colegios para la formación de clérigos y la evangelización de los indígenas. Instituciones como el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, fundado en 1536 por los franciscanos, fueron pioneras en la enseñanza de lenguas indígenas y teología. Sin embargo, estos centros no tenían el rango universitario ni ofrecían grados académicos reconocidos internacionalmente. La necesidad de una universidad surgió ante el creciente número de criollos y españoles que requerían estudios superiores sin tener que viajar a Europa.

La iniciativa para crear la universidad partió del virrey Antonio de Mendoza y del obispo Juan de Zumárraga, quienes vieron en este proyecto una forma de consolidar el poder cultural de la colonia. El modelo a seguir fue la Universidad de Salamanca, una de las más prestigiosas de España. La estructura inicial incluía cuatro facultades principales: Teología, Cánones, Leyes y Medicina, además de un programa de Artes que servía como preparación para las demás disciplinas. La enseñanza se impartía en latín, y los métodos pedagógicos combinaban la lectio (lectura comentada de textos clásicos) con la disputatio (debates académicos).

Uno de los aspectos más polémicos de la universidad fue su acceso limitado. Aunque en teoría estaba abierta a “todos los hombres libres”, en la práctica la mayoría de los estudiantes eran hijos de españoles y criollos adinerados. Los indígenas y mestizos enfrentaban barreras económicas y sociales, aunque hubo excepciones notables, como fray Bernardino de Sahagún, quien se formó en la universidad y luego contribuyó al estudio de las culturas prehispánicas. Pese a estas limitaciones, la institución se convirtió en un símbolo del saber colonial y un espacio donde se forjó gran parte de la intelectualidad novohispana.

La Vida Académica y el Impacto Cultural de la Universidad

La vida académica en la Real y Pontificia Universidad de México estaba rigurosamente estructurada. El calendario seguía el ritmo de las festividades religiosas, y las clases se dividían en cátedras regidas por catedráticos que debían demostrar su conocimiento en oposiciones públicas. Los estudiantes, aunque privilegiados, enfrentaban una disciplina estricta y un exigente plan de estudios que podía durar hasta diez años, dependiendo de la facultad. Las ceremonias de graduación eran eventos solemnes que incluían juramentos y la entrega de insignias como el birrete y el anillo doctoral, símbolos de estatus intelectual.

Uno de los aportes más significativos de la universidad fue su contribución al desarrollo del humanismo en América. Aunque inicialmente dominada por la escolástica, con el tiempo incorporó ideas renacentistas, especialmente en el estudio de las lenguas clásicas y la filosofía moral. Figuras como Carlos de Sigüenza y Góngora, uno de los primeros científicos novohispanos, emergieron de sus aulas y cuestionaron dogmas establecidos. Además, la universidad fue clave en la preservación del conocimiento indígena, ya que algunos religiosos formados allí, como Sahagún, recopilaron códices y crónicas que hoy son fuentes invaluables para entender el México prehispánico.

Sin embargo, la institución también reflejó las contradicciones de la sociedad colonial. Mientras promovía el saber, mantenía una estructura jerárquica que excluía a gran parte de la población. Aún así, su influencia fue innegable: sentó las bases para la creación de otras universidades en América y dejó un legado que, pese a los cambios políticos posteriores, sigue siendo parte esencial de la identidad académica de México.

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