La Democracia Venezolana (1958-1998): Éxitos, Crisis y Transformaciones

Publicado el 6 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Introducción: El Pacto de Puntofijo y la Consolidación Democrática

El 23 de enero de 1958 marcó un hito fundamental en la historia contemporánea de Venezuela con la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, dando inicio a uno de los períodos democráticos más estables de América Latina. Tres partidos políticos clave – Acción Democrática (AD), COPEI (socialcristianos) y Unión Republicana Democrática (URD) – firmaron el Pacto de Puntofijo en octubre de ese mismo año, estableciendo las bases para un sistema de alternancia en el poder y gobernabilidad democrática. Este acuerdo, único en la región para su época, buscaba superar las prácticas caudillistas del pasado mediante el respeto a los resultados electorales, la formación de gobiernos de unidad nacional y la distribución equitativa de cargos públicos entre los partidos firmantes. La Constitución de 1961, considerada una de las más avanzadas de su tiempo, institucionalizó este modelo al establecer un sistema presidencialista con división de poderes, garantías sociales amplias y mecanismos de protección a los derechos humanos.

Durante las primeras dos décadas de este período democrático, Venezuela experimentó un notable crecimiento económico y social impulsado por la bonanza petrolera. El Estado, bajo la doctrina desarrollista, asumió un papel protagónico en la economía mediante la creación de empresas públicas como la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) en 1960 y la nacionalización de la industria petrolera en 1976. La población urbana creció aceleradamente, pasando del 47% en 1950 al 84% en 1981, mientras se expandían los servicios de educación y salud pública. Sin embargo, este modelo comenzó a mostrar sus limitaciones en los años 80, cuando la caída de los precios del petróleo y el aumento de la deuda externa generaron una severa crisis económica que pondría en jaque al sistema político. La década de los 90 estaría marcada por intentos de reforma neoliberal, protestas sociales como el Caracazo de 1989 y una creciente deslegitimación de los partidos tradicionales, creando las condiciones para el ascenso de Hugo Chávez a finales de la década.

La Era de la Bonanza Petrolera (1958-1978): Desarrollo y Estabilidad Política

Los primeros veinte años de democracia en Venezuela coincidieron con un período de extraordinaria prosperidad económica gracias a los altos precios del petróleo y al crecimiento de la producción. Entre 1958 y 1973, el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita creció a una tasa promedio anual del 2.5%, mientras que las reservas internacionales aumentaron de 1.245 millones de dólares en 1960 a 9.500 millones en 1974. Este auge permitió al gobierno de Rómulo Betancourt (1959-1964) implementar ambiciosos programas sociales y de infraestructura, incluyendo la construcción de urbanizaciones populares, hospitales y escuelas técnicas. La Reforma Agraria de 1960, aunque limitada en sus resultados concretos, buscó modernizar el campo venezolano y reducir la presión migratoria hacia las ciudades. Durante el primer gobierno de Rafael Caldera (1969-1974), se aprobó la Ley de Reversión Petrolera que sentó las bases para la nacionalización definitiva de la industria, consumada bajo Carlos Andrés Pérez (1974-1979) con la creación de Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) en 1976.

El sistema político mostró una notable estabilidad durante este período, con alternancia pacífica del poder entre AD y COPEI en elecciones generalmente limpias y competitivas. Los partidos políticos desarrollaron estructuras organizativas sólidas y penetraron profundamente en la sociedad a través de sindicatos, asociaciones vecinales y organizaciones estudiantiles. Sin embargo, este sistema no estuvo exento de críticas: el bipartidismo excluyó a fuerzas políticas emergentes, la corrupción administrativa creció junto con el gasto público, y las políticas desarrollistas generaron desequilibrios económicos que se harían evidentes en la siguiente década. Culturalmente, fue una época de efervescencia creativa con el surgimiento de movimientos artísticos como El Techo de la Ballena, la consolidación de la arquitectura moderna venezolana y el auge de la televisión como medio de comunicación masiva. La inauguración del Complejo Cultural Teresa Carreño en 1976 simbolizó esta combinación de riqueza petrolera y aspiraciones de modernidad cultural.

Crisis y Reformas Neoliberales (1979-1992): Del Viernes Negro al Caracazo

El “Viernes Negro” del 18 de febrero de 1983, cuando el gobierno de Luis Herrera Campíns (1979-1984) devaluó el bolívar y estableció un control de cambios, marcó el fin de la era de bonanza petrolera y el inicio de una prolongada crisis económica. La deuda externa, que había crecido exponencialmente durante los años 70, alcanzó los 34.000 millones de dólares, mientras el PIB per cápita cayó un 22% entre 1978 y 1983. El segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993) intentó enfrentar esta crisis mediante un paquete de reformas neoliberales conocido como “El Gran Viraje”, que incluía liberalización de precios, privatizaciones parciales y reducción del gasto público. Estas medidas, impulsadas en acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), generaron un estallido social sin precedentes: el 27 de febrero de 1989, conocida como el Caracazo, miles de personas saquearon comercios en Caracas y otras ciudades en protesta por el aumento del precio de la gasolina y el transporte.

La represión gubernamental al Caracazo dejó según estimaciones cientos de muertos (las cifras exactas siguen siendo controvertidas) y marcó un punto de inflexión en la historia democrática venezolana. La legitimidad del sistema político se erosionó aceleradamente, mientras surgían nuevos actores sociales y políticos que cuestionaban el Pacto de Puntofijo. En este contexto, el 4 de febrero de 1992 un grupo de oficiales militares liderados por el teniente coronel Hugo Chávez Frías intentó derrocar al gobierno en un golpe de Estado que, aunque fracasó, catapultó a Chávez a la escena nacional. Un segundo intento golpista en noviembre del mismo año profundizó la crisis política, que culminó con la destitución de Carlos Andrés Pérez en 1993 por malversación de fondos. El breve gobierno interino de Ramón J. Velásquez (1993-1994) y la posterior presidencia de Rafael Caldera (1994-1999), quien llegó al poder criticando el neoliberalismo pero terminó aplicando su propia versión de ajuste económico, no lograron restablecer la confianza en las instituciones.

Agonía del Sistema Puntofijista (1993-1998): Corrupción y Desencanto Popular

Los últimos años de la democracia puntofijista estuvieron marcados por una profunda crisis de legitimidad política y un deterioro acelerado de las condiciones de vida. El sistema bancario colapsó en 1994 con el llamado “Viernes Negro Bancario”, obligando al gobierno de Caldera a nacionalizar 18 entidades financieras en quiebra a un costo estimado del 12% del PIB. La inflación alcanzó el 100% en 1996, mientras el salario real de los venezolanos se redujo a menos de la mitad de su valor en 1978. La pobreza, que según cifras oficiales afectaba al 17% de la población en 1980, escaló al 65% en 1995, creando bolsas de miseria en las principales ciudades. Paralelamente, los escándalos de corrupción se multiplicaron, destacando el caso de los “recursos pecuniarios” del Banco Latino y la malversación de fondos de la Lotería de la Vivienda, que involucraron a altos funcionarios de todos los partidos tradicionales.

En este contexto de descomposición política, Hugo Chávez emergió como la principal figura de oposición. Liberado en 1994 tras dos años de prisión por el golpe de 1992, Chávez recorrió el país denunciando la “partidocracia” y prometiendo una Asamblea Nacional Constituyente para refundar la República. Su discurso antiestablishment y su carisma personal conectaron con un electorado desencantado, especialmente entre los sectores populares y las clases medias empobrecidas. Las elecciones de 1998, en las que Chávez compitió bajo el lema “Por ahora… contra la oligarquía y el neoliberalismo”, marcaron el fin de la era puntofijista. Con una abstención récord del 36% (la más alta desde 1958), Chávez obtuvo el 56% de los votos, derrotando al candidato del establishment Henrique Salas Römer. Su victoria representó el rechazo popular a cuatro décadas de democracia representativa y el comienzo de un nuevo ciclo político que transformaría radicalmente a Venezuela.

Conclusión: Balance de la Democracia Representativa (1958-1998)

El período 1958-1998 dejó un legado complejo para Venezuela. Por un lado, demostró que era posible mantener un sistema democrático estable en América Latina, con elecciones libres, alternancia en el poder y respeto a las libertades civiles durante cuatro décadas. Los avances en educación, salud e infraestructura fueron significativos, especialmente durante las primeras dos décadas. Sin embargo, el modelo dependiente del petróleo mostró sus limitaciones cuando los precios del crudo cayeron, revelando la falta de diversificación económica y la fragilidad de un sistema basado en la distribución de renta más que en la producción. La corrupción endémica, el clientelismo político y la incapacidad para reformar el sistema ante las nuevas demandas sociales terminaron por erosionar la legitimidad de los partidos tradicionales.

El ascenso de Hugo Chávez en 1998 puede interpretarse tanto como una ruptura con este orden como la consecuencia lógica de sus fracasos. La Constitución de 1961, que había servido de marco para la democracia representativa, sería reemplazada en 1999 por una nueva carta magna que inauguraría el “Socialismo del Siglo XXI”. Las clases medias urbanas, principales beneficiarias del modelo puntofijista, perderían protagonismo frente a los sectores populares que apoyaron masivamente a Chávez. El petróleo, que había financiado la democracia, se convertiría ahora en el sustento de un proyecto revolucionario. Así, el final del siglo XX venezolano dejaba preguntas sin responder sobre cómo construir una democracia estable sin depender de los vaivenes del mercado petrolero, cómo combatir efectivamente la corrupción y cómo incorporar a los excluidos sin polarizar la sociedad. Estas cuestiones seguirían siendo centrales en el turbulento siglo XXI venezolano.

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