Comportamiento Prosocial: Habilidades, ejemplos y tipos
¿Qué es el comportamiento prosocial?
El comportamiento prosocial se define como comportamientos que apoyan a los demás. Estos comportamientos están relacionados con altos estándares morales y benefician a la sociedad. Los comportamientos prosociales son de naturaleza voluntaria y se aplican para el mejoramiento de los demás.
El comportamiento prosocial se puede distinguir en tres subtipos; proactivo, reactivo y altruista.
- Los comportamientos proactivos son egoístas en el sentido de que hay un beneficio para el individuo por exhibir ciertas características.
- Las conductas reactivas son respuestas a una necesidad reconocida en los demás.
- Los comportamientos altruistas son enteramente para el beneficio de otra persona sin otros motivos ocultos.
Los comportamientos altruistas se diferencian de los comportamientos proactivos y reactivos en que el primero está motivado nada más que por el deseo desinteresado de ayudar a los demás. Los comportamientos proactivos y reactivos se consideran recíprocos. En un modelo de reciprocidad, existe una comprensión o suposición de que las acciones de hacer el bien a los demás los motivarán a devolver el favor o las conductas.
Las conductas prosociales, independientemente de la motivación, contrastan con las conductas antisociales, que pretenden hacer daño y obstruir el progreso de los demás. Ejemplos de conductas antisociales son la intimidación, el abuso físico, verbal o emocional y la hostilidad.
Dado el impacto negativo que tienen los comportamientos antisociales, es fácil ver por qué los comportamientos prosociales estarían asociados con un alto nivel de moralidad. La moralidad se refiere a la comprensión del bien y del mal y requiere rasgos como la honestidad, la integridad y la responsabilidad.
Importancia del comportamiento prosocial
Los comportamientos prosociales están asociados con una construcción social mejorada. Hay beneficios tanto para la persona que recibe el apoyo como para la persona que lo brinda. Claramente, el individuo que recibe un comportamiento prosocial, como cortar el césped o pasear al perro, tendrá más tiempo libre. Sin embargo, la persona que se entrega también experimentará beneficios que incluyen un mejor estado de ánimo e incluso una reducción del estrés. Con el tiempo, se cree que la creación de hábitos de conductas prosociales respalda el aumento de las redes sociales, mejora la salud mental e incluso fortalece la sociedad basada en la justicia y la equidad.
Desarrollo del comportamiento prosocial
Las normas son conjuntos de comportamientos aprendidos o comprendidos mediante los cuales los humanos viven e interactúan. Las personas que practican habilidades prosociales exhibirán ciertos comportamientos incluso a una edad temprana. Los niños aprenden estas expectativas de los adultos que los rodean. Cuando se desvía una norma social, los niños, incluso aquellos de edades muy tempranas, son capaces de distinguir y reaccionar ante el comportamiento antisocial. En concreto, los niños de alrededor de cuatro o cinco años pueden distinguir entre una transgresión moral y una transgresión convencional. Las transgresiones morales son las conductas negativas que impactan o dañan a otros, como violar leyes o códigos morales asociados a valores. Esto puede incluir robo, intimidación o agresión. Las transgresiones convencionales son los comportamientos que prohíben a una persona encajar con las expectativas de la comunidad y las normas sociales. Un ejemplo sería un estudiante al que no se le permite usar sombrero en clase y constantemente se le dice que debe seguir las reglas de la escuela.
Una extensión del concepto de normas morales y convencionales es el de justicia distributiva. Así como los niños pueden distinguir entre estas normas a una edad temprana, su comprensión evolucionará a medida que maduren. Sus sentimientos de equidad y justicia se profundizarán con la experiencia de la vida.
Cómo desarrollar habilidades prosociales
Las habilidades prosociales se desarrollan a través del modelado, la práctica y la discusión. En el caso de los niños, es valioso abordar esto en el entorno escolar y mediante la colaboración con el hogar. Las actividades prosociales se pueden incorporar en las lecciones del aula en todo el plan de estudios. En la clase de ciencias, por ejemplo, los estudiantes pueden practicar el trabajo en grupos colaborativos para crear una hipótesis, realizar un experimento y reflexionar. Este proceso provocaría sentimientos de ser escuchado y apoyado mientras se asumen riesgos seguros en el pensamiento. La asesoría es un momento específico en muchas escuelas donde los adultos se emparejan con los estudiantes para trabajar en temas que incluyen la bondad, la integridad y el respeto a uno mismo y a los demás. Estas lecciones podrían trasladarse a la vida diaria a través de proyectos de servicio comunitario. Los educadores en diversos entornos trabajan para modelar e imponer apoyos conductuales positivos para proporcionar un marco para comportamientos prosociales en la escuela y en experiencias de la vida real.
Es importante señalar que al participar en estas lecciones y modelar comportamientos prosociales, es esencial tener en cuenta que se deben considerar el desarrollo neurológico y las diferencias culturales. Para los niños con dificultades de desarrollo, puede resultar difícil impartir conceptos abstractos como empatía, reciprocidad e integridad. También hay que ser sensible a las distinciones culturales en las que comportamientos, como el contacto visual, se consideran groseros o abrasivos en entornos sociales.
Resumen de la lección
Las conductas prosociales son aquellas que provocan una respuesta positiva de los miembros de la comunidad. Se diferencian de las conductas antisociales que tienden a provocar reacciones de estrés. Hay tres tipos de conductas prosociales. Dos de los cuales, proactivo y reactivo, se consideran de naturaleza egocéntrica. Esto significa que existe una motivación que podría considerarse beneficiosa para el individuo que realiza el comportamiento. Los comportamientos altruistas, sin embargo, no están motivados de forma egoísta. Todos estos tienden a manifestarse en una reducción del estrés y una mayor moralidad en una comunidad. Ejemplos de comportamientos prosociales incluyen tutoría, voluntariado y brindar apoyo emocional a quienes lo necesitan.
Las conductas prosociales se pueden modelar y enseñar en un entorno educativo. Estos pueden traducirse en experiencias de la vida real cuando cuentan con el apoyo de los padres o tutores. Incluso a una edad temprana, los niños son capaces de distinguir entre transgresiones morales ; las conductas que afectan o perjudican negativamente a otro, y las transgresiones convencionales ; aquellos comportamientos que van en contra de una expectativa social. A medida que los niños maduran, también crece su capacidad para comprender estas normas. Su conocimiento de la justicia se profundizará con la edad. Esto se conoce como justicia distributiva.
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