La Economía Mexicana en 1927: Recuperación Postrevolucionaria y Desafíos Estructurales

Publicado el 23 abril, 2025 por Rodrigo Ricardo

Panorama General de la Economía Nacional en el Periodo de Reconstrucción

El año 1927 representaba para México el séptimo año de relativa estabilidad política tras el fin oficial de la Revolución Mexicana, pero la economía aún enfrentaba enormes retos para recuperarse de casi dos décadas de conflicto armado. El país se encontraba en una fase compleja de reconstrucción nacional, donde los sectores productivos tradicionales – minería, petróleo y agricultura – intentaban reanimarse mientras el gobierno de Plutarco Elías Calles implementaba políticas económicas que buscaban modernizar las estructuras productivas. La producción minera, otrora uno de los pilares de la economía porfiriana, mostraba signos de recuperación aunque sin alcanzar los niveles de 1910, con una producción de plata que apenas llegaba al 60% de los volúmenes pre-revolucionarios y una industria del cobre que enfrentaba problemas de inversión y tecnología obsoleta.

El sector petrolero, por su parte, vivía una situación paradójica: mientras México seguía siendo el segundo productor mundial después de Estados Unidos, con una producción diaria que superaba los 500,000 barriles, las tensiones entre el gobierno y las compañías extranjeras (principalmente estadounidenses e inglesas) se agudizaban por disputas fiscales y laborales. La agricultura, base de la economía para el 70% de la población, mostraba profundas desigualdades regionales: en el norte, los grandes latifundios algodoneros y trigueros modernizaban sus métodos con maquinaria importada, mientras en el centro y sur persistían formas tradicionales de cultivo con bajísima productividad. El 25 de abril de 1927, mientras el gobierno anunciaba nuevos proyectos de irrigación en La Laguna, miles de campesinos en Morelos y Puebla seguían esperando el reparto de tierras prometido por la reforma agraria.

Políticas Económicas del Gobierno Callista y su Impacto en los Sectores Productivos

La administración de Plutarco Elías Calles (1924-1928) marcó un punto de inflexión en la política económica postrevolucionaria al intentar reducir la dependencia del exterior y fortalecer las instituciones financieras nacionales. Una de las medidas más significativas de este periodo fue la creación en 1925 del Banco de México, primer banco central del país, que para 1927 comenzaba a mostrar sus primeros efectos en la estabilización monetaria después de años de inflación y circulación de múltiples monedas regionales. El gobierno callista también impulsó una reforma fiscal que aumentó la presión sobre las empresas extranjeras, especialmente petroleras, generando tensiones diplomáticas pero incrementando los ingresos estatales en un 35% respecto a 1920. Sin embargo, estas políticas tenían un alcance limitado: el 25 de abril de 1927, mientras la Secretaría de Hacienda anunciaba un superávit presupuestario, en estados como Veracruz y Tamaulipas persistía el contrabando masivo y la evasión fiscal.

El sector industrial recibió un impulso desigual durante este periodo. Por un lado, la producción textil – concentrada en Puebla y el Estado de México – mostraba signos de recuperación con la reapertura de fábricas como La Magdalena y La Hormiga en la capital. Por otro, la siderurgia seguía siendo incipiente, con la Fundidora Monterrey como prácticamente la única planta metalúrgica de importancia nacional. Las políticas proteccionistas implementadas en 1926 comenzaban a dar resultados mixtos: mientras ayudaban a algunas industrias locales, también generaban escasez y altos precios en productos básicos. El 25 de abril de 1927, periódicos como El Universal documentaban protestas de consumidores por el alza en el precio de telas y herramientas agrícolas importadas, mostrando las contradicciones del modelo económico.

Comercio Exterior y Relaciones Económicas Internacionales en 1927

Las relaciones comerciales de México en 1927 estaban dominadas por su compleja interdependencia con Estados Unidos, país que absorbía el 75% de las exportaciones mexicanas y proveía el 60% de las importaciones. Esta relación asimétrica generaba constantes tensiones, particularmente en el sector petrolero donde las compañías estadounidenses resistían las nuevas regulaciones laborales y fiscales del gobierno callista. El 25 de abril de 1927, mientras el embajador estadounidense James Sheffield presionaba por mayores concesiones a las petroleras, el secretario de Industria, Comercio y Trabajo, Luis N. Morones, defendía ante la prensa nacional la política de “México para los mexicanos”. Esta pugna se reflejaba en cifras concretas: las exportaciones petroleras habían caído un 15% respecto a 1926 debido a la disminución de nuevas inversiones extranjeras, mientras que las exportaciones agrícolas (principalmente henequén, café y garbanzo) mostraban un incremento del 20% gracias a mercados alternos en Europa.

El comercio con otras naciones latinoamericanas era mínimo, representando menos del 5% del total, aunque se comenzaban a ver intentos de diversificación. Un ejemplo fue el acuerdo comercial firmado con Alemania en marzo de 1927 que permitió la importación de maquinaria pesada a cambio de plata y petróleo. Las relaciones con Gran Bretaña, por su parte, atravesaban su peor momento desde la ruptura diplomática de 1925, afectando especialmente al comercio de minerales. La balanza comercial de 1927 mostraba un déficit preocupante: mientras las exportaciones sumaban 450 millones de pesos, las importaciones superaban los 550 millones, drenando las reservas internacionales. Esta situación llevó al gobierno a anunciar el 25 de abril nuevas restricciones a importaciones suntuarias, medida que generó protestas entre la élite urbana acostumbrada a productos europeos.

Condiciones de Vida y Desigualdad Social en el México de 1927

La recuperación económica de 1927 beneficiaba desigualmente a los distintos estratos sociales, profundizando las brechas entre el campo y la ciudad, y entre las clases altas y los trabajadores. En las zonas urbanas, particularmente en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, se observaba un incipiente desarrollo de la clase media profesional vinculada al aparato estatal en expansión. El 25 de abril de 1927, mientras funcionarios públicos y profesionistas disfrutaban de nuevos cines, restaurantes y colonias residenciales como la Roma y la Condesa, el 60% de la población urbana vivía en vecindades y cuartos redondos sin servicios básicos. Los salarios reales de los obreros industriales habían mejorado ligeramente respecto a 1920, pero seguían siendo insuficientes: un trabajador textil ganaba en promedio 1.50 pesos diarios, cuando la canasta básica costaba alrededor de 2 pesos.

En el campo, las condiciones eran considerablemente peores. Los jornaleros agrícolas en haciendas algodoneras del norte recibían 0.80 pesos por día de trabajo, mientras que en las comunidades indígenas del sur muchos trabajaban todavía bajo sistemas de peonaje. La reforma agraria, aunque había distribuido 8 millones de hectáreas desde 1915, enfrentaba graves problemas: el 25 de abril de 1927, el Departamento Agrario reconocía que el 40% de los ejidos creados no contaban con crédito ni asistencia técnica, condenando a los campesinos a una agricultura de subsistencia. La desnutrición y enfermedades endémicas como la viruela y el paludismo afectaban al 70% de la población rural, según informes de la Secretaría de Salubridad. Esta desigualdad extrema explica en parte el apoyo que muchos campesinos dieron a la rebelión cristera, viendo en la defensa de la religión una forma de protesta contra su marginación económica.

Infraestructura y Comunicaciones: Los Límites del Desarrollo

El sistema de transporte e infraestructura en 1927 reflejaba las contradicciones de una economía en transición. La red ferroviaria, nacionalizada durante la Revolución, contaba con 24,000 km de vías pero sufría de grave deterioro y falta de mantenimiento. El 25 de abril de 1927, mientras el gobierno anunciaba la compra de 20 nuevas locomotoras a Alemania, periódicos como Excélsior documentaban constantes descarrilamientos y retrasos en líneas clave como la México-Veracruz. Los caminos carreteros eran prácticamente inexistentes fuera de las principales ciudades: de los 2,500 km planeados en el programa federal de carreteras, apenas se habían completado 800, concentrados en el centro del país. Esta precariedad en transportes elevaba los costos de comercialización y aislaba a las regiones productoras.

El sistema de comunicaciones mostraba avances desiguales. El servicio telegráfico cubría todas las capitales estatales pero era prohibitivamente caro para la mayoría, mientras que la telefonía – dominada por la compañía sueca Ericsson – solo estaba disponible en las principales zonas urbanas. En energía eléctrica, México contaba con una capacidad instalada de 350,000 kW, suficiente para abastecer a las industrias y zonas residenciales privilegiadas, pero el 85% de la población rural carecía totalmente del servicio. Un caso emblemático era el proyecto hidroeléctrico de Necaxa, que para 1927 generaba el 40% de la electricidad nacional pero beneficiaba principalmente a mineras y fábricas de capital extranjero. Estas limitaciones infraestructurales constituían un cuello de botella para el desarrollo económico, impidiendo la integración de mercados regionales y manteniendo altos los costos de producción.

Perspectivas y Legado: Los Cimientos del México Moderno

El año 1927, aunque lleno de contradicciones y desafíos, sentó muchas de las bases institucionales y económicas que permitirían el posterior desarrollo de México. Las políticas financieras del callismo, pese a sus limitaciones, crearon por primera vez un sistema bancario organizado que sobreviviría a la Gran Depresión. La insistencia en la soberanía sobre recursos naturales, aunque generó conflictos inmediatos, estableció principios que culminarían en la expropiación petrolera de 1938. En el sector agrícola, pese a todos sus defectos, la reforma agraria comenzó a transformar la estructura de propiedad que databa de la Colonia. El 25 de abril de 1927, mientras el país enfrentaba estos complejos retos, pocos podían imaginar que apenas dos años después llegaría la crisis económica global que pondría a prueba todas estas reformas.

El legado económico de 1927 resulta particularmente relevante para entender el México contemporáneo. Muchos de los problemas estructurales que entonces se intentaban resolver – la dependencia de materias primas, la desigualdad regional, la tensión entre capital nacional y extranjero – siguen presentes casi un siglo después. Las soluciones ensayadas en ese periodo, desde el nacionalismo económico hasta el proteccionismo selectivo, continúan siendo referencia en los debates sobre desarrollo. La economía mexicana de 1927, en su difícil equilibrio entre reconstrucción y modernización, entre soberanía e integración global, prefiguró dilemas que seguirían marcando la historia económica del país durante todo el siglo XX.

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